miércoles, julio 07, 2021

Cinco apuntes para desentrañar Romeo Muerto, de Santiago Sequeiros

Apunte 1: La reaparición de Sequeiros después de años de silencio es en sí misma un acontecimiento de los que merecen titulares. Una de las noticias comiqueras del año: el regreso del gran maldito del cómic español. Veinte años de espera que, al parecer, tendrán continuidad inmediata en otros tres volúmenes.

Apunte 2: Los cómics de Santiago Sequeiros son raros de cojones. Maravillosamente raros.

Apunte 3: Si Kelly y Herriman crearon, con Pogo y Krazy Kat, su particular Yoknapatawpha para el mundo de los cómics, y Beto Hernandez hizo de su Palomar un Macondo en viñetas, La Mala Pena de Sequeiros habría de ser el cruce de caminos maldito entre la Comala de Rulfo y el Purgatorio de Dante, una ciudad habitada por cadáveres andantes, almas en pena, hijos de puta sádicos y monstruos deformes. 


Apunte 4: Que nadie espere encontrar en Romeo muerto una narración (lineal) al uso, una narración siquiera. El cómic de Sequeiros es una galería de pesadillas escrita en versos emponzoñados; la inversión poética y perversa de un relato, cuya recitación interpuesta emana, como una letanía incesante, de la boca de sus personajes. Réprobo y provocador como Baudelaire, soez y obsceno como Panero, el malditismo de Sequeiros no es una etiqueta; sus odas biliosas a la embriaguez enfermiza y al sexo ulcerante beben de la experiencia y de la necesidad catártica. Hay un mucho del propio autor en cada uno de los seres que habitan La Mala Pena y casi toda su obra (en especial este último libro) puede leerse desde una dimensión simbólica basada en su autobiografía y su bajada a los infiernos. En Romeo muerto nos reencontramos con los personajes que ya protagonizaban sus cómics en aquellos años 90 en los que le y les descubrimos como un escalofrío: Nostromo Quebranto, Ambigú, Susi Patíbulo, la Mamá Grande...

Apunte 5: Horror vacui. Barroquismo. Claroscuro. Cubismo. Expresionismo. Surrealismo. Neoexpresionismo alemán. Art-brut. Los grabados xilográficos de Masereel y Lyn Ward. El underground de Crumb, pero también la suciedad agresiva de Clay Wilson. El postunderground de Clowes y Burns. El primitivismo de Panter... El dibujo de Sequeiros bebe de mil fuentes que confluyen en un estilo gráfico reconocible desde la primera mancha hasta la última sombra. Una penumbra frondosa se extiende por sus páginas como una plaga vírica que infecta hasta el último rincón de la última viñeta. Y, sorprendentemente, de este caos de negrura profusa y angulosa, de espacios y personajes que se superponen y estrangulan unos a otros, surge la belleza luminosa (tenebrosa) de unas páginas que resumen la búsqueda virtuosa del estilo: es imposible no reaccionar con asombro y fascinación ante el dibujo de Romeo muerto, ante el impacto visual de su trascendencia artística. 

Coda: Nadie dijo que la empresa fuera fácil o que la belleza tuviera que estar al alcance de la mano. En ocasiones, hay que bajar a los infiernos para probar el fruto prohibido.

 

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