miércoles, julio 18, 2007

Días como estos, días de ritmo y rosas.


Me van a ustedes a perdonar estos días de ausencia, causada a partes iguales por los problemas internáuticos estivales, los Arcade Fire y otras an-danzas veraniegas. El hecho es que, como dijo aquel, I'm back, y, hablando de músicas del mundo, pues me he acordado de que aún no he comentado nada de Días como éstos, la obra de Scott Chantler y J. Torres, que ha publicado Dolmen.
Una de oportunismo inculpatorio: ya desde crío un servidor se dejó fascinar por el primer sonido Motown, por los diseños sonoros infalibles de ese tal Spector y por los grupos de doo-wop (para nosotros du-dua): "Call my baby lollipop, tell you why, his kiss is sweeter than an apple pie and when he does his shaky rockin' dance man, I haven't got a chance, I call him lollipop lollipop, oh lolli lolli lolli lollipop lollipop..... ". Por eso, y no sólo por eso, Chantler y Torres ya me tenían tocado el corazoncito de antemano, porque, como ya habrán leído ustedes, Días como estos habla precisamente del nacimiento de uno de aquellos grupos femeninos que a finales de los 50 y, sobre todo, en los años 60, consiguieron introducir sus gorgoritos vocales y sus melodías coloristas de menos de tres minutos en las listas de éxitos que se radiaban una y otra vez en los Estados Unidos (y desde allí al planeta entero). Las Ronettes, Las Chordettes, Las Supremes... nombres sonoros y colectivos para tríos y cuartetos de jóvenes chicas negras que cantaban como los ángeles y conseguían mover las caderas del más anquilosado de los viejos amantes de las ya viejas, por aquel entonces, Big Bands.
Tina y las Tiaras podía haber sido uno de aquellos grupos, al menos eso es lo que nos hacen creer (convincentemente) Chantler y Torres. El nacimiento, casi casual, de un grupo de éxito en un tiempo en el que el negocio de la música (la "música moderna") estaba tan abierto y era tan impredecible como la aún incipiente cultura popular. Días como estos es una crónica costumbrista y entretenida de los tejemanejes discográficos de aquellos años, de las reticencias sociales de las viejas generaciones ante la nueva música, de la urgencia musical del joven mercado, de la inocencia que adornaba a muchos de sus protagonistas, etc. La virtud de sus autores reside precisamente en eso, en su capacidad para crear un cuadro costumbrista al gusto de todos, partiendo de un campo tan especializado como podía ser el de la edición musical (toda una aventura fuera de las tierras niponas, donde, ya sabemos, hacen cómic hasta para cocineros).
Se trata de una lectura agradable, fluida, con un ritmo narrativo trepidante, que se apoya con firmeza en ese estilo de Chantler, asentado en el cartoon (tan cercano, a su vez, a nuestro admirado Bruce Timm). Un relato amable que se acerca en ocasiones el territorio de la alegría radiografiada y la comedia tópica con obvio final feliz, pero que evita el infantilismo gracias a su acertada descripción de personajes y al contrapunto que ejercen algunos de ellos sobre el tono naif global (ese padre hostil, machista, tan chapado a la antigua como debían de serlo el 80 % de los padres de aquellos años; o esa otra mujer, productora discográfica ambiciosa, divorciada y hostil con su ex-marido...). En el equilibrio y el pulso está la virtud de Días como estos, no lo duden. Se merece la oportunidad, tampoco lo duden (aunque estoy con 13 millones de naves en lo del desastroso epílogo final).
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Los incondicionales, tienen la posibilidad de adquirir el trabajo orginal de Chantler por algo más de 50 euros aquí. A mi me gusta la plancha que les he puesto ahí arriba. Mañana seguimos hablando de originales, por cierto.

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