Terminas la lectura hipnótica de Señal y ruido (obra que obtuvo el Premio Eisner en 1993), terminas sus interludios, conclusiones y postludios, y te encuentras con otro de esos collages cuasi-expresionistas, abstractos, de Dave McKean; sobre él, una leyenda tan pragmática como "El material intertextual fue creado con la ayuda de una Canon Lasercopier 3000 y el programa de sampler de texto Babler 2.0." No es ningún juego metatextual, verdaderamente se trata del final de la obra, hemos terminado de leer uno de los grandes trabajos conjuntos de los dos genios del cómic Neil Gaiman y Dave McKean. El dibujo tampoco es del todo abstracto: se trata de la carcasa oxidada de un rollo de película antigua.
Señal y ruido es la historia de una historia: la de una película sobre un supuesto fin del mundo (en el año 999), escrita por un anciano director que, verdaderamente, se enfrenta al fin de sus días, su mundo, debido a un cáncer. Con estos materiales, los dos autores construyen una historia biográfica densa, llena de insinuaciones y aspectos vitales parcialmente revelados, que se entremezcla con la segunda historia (metarrelato):
Están mirando a los cielos. Uno de ellos grita y no podemos oir las palabras. Se están preparando para dejar todo lo que poseen. Y están empezando, muy lentamente, a creer de verdad... Anno Domini 999, el último día del último mes del año. Es invierno en el centro de Europa, un pueblecito a la sombra de una montaña. Nos acercamos lentamente: es como un hormiguero, mientras corren en círculos, recogiendo sus posesiones, comida, niños...
Así, lentamente, las reflexiones del sabio y viejo anciano, sus miedos, sus dudas, sus certezas autoriales después de una vida de éxito crítico, se entretejen con su dolor terminal y con la génesis creativa que, página a página, deberá constituirse en su última nueva obra, una nueva creación: "Cuando se termina algo se obtiene una sensación de plenitud que no se parece a ninguna otra cosa. No hay otra forma de describirlo: la sensación de que uno ha arrancado algo a la eternidad, de que uno le ha ganado algo a un dios adormilado." La feliz paradoja se confirma en un juego de paralelismos temáticos (fin del mundo-fin de la vida-falso apocalipsis-creación artística) que se comunican narrativamente en una espesa red de relaciones polisémicas, enriqueciéndose unas a otras.
La complejidad artística es una de las claves de ese alquimista comicográfico que es Neil Gaiman, creador de sueños y pesadillas ficcionales. En ese sentido, Señal y ruido cuenta con muchas de las señas de identidad del guionista estrella del "stardom" comiquero: encontramos a sus personajes circunspectos y complejos hasta la retórica, descubrimos una historia poliédricas cuyas caras cristalizan, casi siempre, en vetas para la reflexión intelectual... Leemos Señal y ruido sobre la línea oscilante que discurre entre la ficción y la realidad (verosimilitud, tal vez), en muchos casos intuyendo tan sólo los juegos ficcionales que plantea su autor (como los que se presienten en esas páginas recargadas de texto confuso, jerigonza abstracta en la que el "ruido intertextual" sólo nos da algunas pistas al modo del "stream of consciousness").
Por su parte, el talento gráfico de McKean estalla en este trabajo en una de sus obras más ricas y elaboradas (con el permiso de Cages). No falta casi nada: sus collages, las fotos retocadas, las acuarelas, los rayados, la instantánea velada, borrosa, la abstracción, el mencionado expresionismo, el puzle matemático, etc. Todo ello bañado en un barroquismo que, entendemos, a muchos pueda resultarles cargante o pretencioso, pero que adquiere un sentido pleno en la complejidad del guión que "ilustra". Un trabajo virtuoso y brillante, desbordante por momentos, pero perfectamente medido en sus registros visuales adecuados a los diferentes puntos de vista y metarrelatos internos. Curiosamente, Señal y ruido nos recuerda, más que a cualquier otra, a una historia corta de McKean que no fue guionizada por Gaiman, sino por Grant Morrison, hablamos de Un vaso de agua. Uno de los más lucidos relatos que hemos leído acerca de la vejez y la desmemoria, el relato corto de una anciana que habla a la vez que olvida, y que pudimos leer en ese doble volumen recopilatorio que Ediciones Zinco tituló "Avance rápido" (que, sorprendentemente, aún podemos encontrar en tenderetes y saldos comiqueros de nuestra tierra).
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Primeras páginas de Señal y ruido, vía Cultura y Ocio.
7 comentarios :
sin duda uno de los tebeos de este 2008.
por cierto, el breve relato con Morrison era también devastador, y juraría (dado que McKean nunca ha dejado del todo quieta su plástica, que constantemente ha renovado), juraría que las similitudes de estilo se deben a que son coincidentes en el tiempo (hablo de memoria)
Sin duda...
Leo en Ergocomics que "A Glass of Water" es del 92. "Señal y Ruido" es del año siguiente, así que (como casi siempre) ha hecho usted bingo. Sea como fuere, el McKean dibujante de cómics siempre me ha parecido arrebatador, un poquito recargado, pero sorprendente, poderoso; me gusta aún más que como ilustrador (y eso que sus portadas para Sandman a veces son lo "mejor dibujado" de la serie de Gaiman -no se me enfade usted ;)
Abrazos.
:)
no me enfado, Gaiman no me parece Dios en la tierra, ni mucho menos (tampoco malo, ni mucho menos).Pero McKean es uno de mis artistas preferidos. Y si su faceta de ilustrador siempre me impacta, no es menos cierto que es terreno en el que quizá se ha industrializado. Pero cuando hace tebeos (que cada vez menos, snif) emuestra que conoce el medio (salvo quizá en algunos momentos de Arkham creo que nunca pierde el norte narrativo, o lo hace conscientemente, como en Signal), se ve que lo ama, se siente que para él es un reto (mientras que sus portadas para cómics o Lp se diría que ya las hace hasta dormido, y bonitas que le salen...) y además plásticamente en Historieta siempre ha dado pasos hacia adelante, cerrando el pico de sus detractores.
Señor Gato, ¿qué dice usted? El Señor Punch da SIEMPRE en el clavo. No hay mas que ver cómo ha puesto a Gaiman en su sitio con cuatro palabras y media ("no es Dios en la tierra"). A mi entender es McKean quien más aporta en esa asociación creativa de mutualismo. Gaiman es un simple...hmpfj.. ¡argh! No puedo decirlo en un blog tan correcto y cultivado como el suyo.
Besicos no vacacionales :)
iru, esa frase, lo juro por mi madre, me la soltaron a mí hace muchos años en el FIB. Yo llevaba una camiseta de The Sandman, y un chaval cada vez que nos cruzábamos me soltaba lo de ¡¡¡Gaiman es Dios, tíooo!!!
QUe como coña festivalera, de puta madre :)
Y conste que, ya se sabe, a mí me gusta Gaiman. Pero en su justo sitio (que no me da hmpfj como a tí, vamos ;D)
Jajaja, si lo escuchaste media docena de veces no me extraña que bajases del Olimpo a Gaiman.
Durante el Salón de Cómic de Getxo pasó por delante de nuestro stand un tipo clavadito a Alan Moore. -¡Alan Moore, Alan Moore!-grité, se acercó (no era Alan Moore, cachis) y compró unos tebeos. Imagino que si el pobre mozo hubiera escuchado eso mismo muchas veces, no le hubiera hecho tanta gracia.
Que conste que me gusta Gaiman, aunque creo que está sobrevalorado. El "hmpf" anterior era un sustantivo relacionado con, euh, el heno. A Gaiman lo veo un poco (salvando las distancias) como a Asimov, buenas ideas pero desarrollo algo más flojo.
Nunca me vi en una igual, ¿tendré que ser yo, después de todo, el que defienda a Mr. Gaiman en este foro improvisado? ¡Quién me lo iba a decir! Hombre, dios no es, pero hay que reconocerle su papel como geniecillo revulsionador del panorama comiquero en un momento en que la cosa estaba medio anquilosada. Aunque, como ustedes, el menda también se inclina por el Dave, Gaiman se nos suelta de tanto en tanto con genialidades impepinables como este "Señal y ruido", que no es poco.
PS. Doña Iru, usted aquí puede decir lo que quiera y cuando quiera, que ésta también es su casa... ¡faltaría más!
PS2. Sr. Punch, su anécdota con logo me recuerda a una frasecita que repetía una festivalera desconocida a mi lado este mismo verano, con motivo de uno de esos siempre-decepcionantes-porquesomoslosmásraros habituales conciertos estivales de Los Planetas; decía la moza con insistencia: "Planetas, meteos vuestra leyenda por...". Y nadie la miraba con cara rara. No somos nada.
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