A lo largo de la historia, el arte ha encontrado un motivo de distinción y diferencia en el cripticismo y en la codificación intrincada. La dificultad de la propuesta solía ir pareja a intenciones de clase y educación elevada. La complicación venía normalmente marcada por simbolismos alegóricos o metafísicos y densos academicismos.
Luego, con la llegada del componente subjetivo y la idea vanguardista de "el arte por el arte", lo inextricable se desplazó al campo de la expresión y a la mirada deformante (el ojo azaroso dadaísta, el ojo de la mente del surrealismo, el ojo poliédrico cubista o el lápiz modernista y oblicuo del modernismo anglosajón).
A partir de ese S.XX, cuando uno rebusca complejidades noveladas, se le vienen a la cabeza James Joyce y su Ulises (o su Finnegans Wake), Virginia Woolf (Las olas), William Faulkner (Mientras agonizo) o nuestros Luis Martín Santos (Tiempo de silencio) y Juan Benet (con su Volverás a región). Espesuras narrativas.
Cuando miramos hacia el cinematógrafo, de nuevo, la mirada se nos vuelve abstracta con los trabajos surrealistas de Buñuel (y Dalí) en Un perro andaluz. Luego llegó el experimentalismo extremo de la escuela norteamericana de los 50 (Maya Deren, Sidney Peterson, los hermanos Whitney) y el más digerible y cinematográfico rupturismo de la Nouvelle Vague (con propuestas tan densas, políticas y rupturistas como La China o Una mujer es una mujer de Godard). Vinieron después muchos otros cineastas impenetrables: la lírica densidad críptica de Tarkovsky (El espejo), la desarticulación narrativa de Atom Egoyam (Exótica), el alucinamiento surreal de David Lynch (Inland Empire), el simbolismo poético de Kiarostami (El sabor de las cerezas) o, más recientemente, el moroso espiritualismo de Weerasethakul (Uncle Boom recuerda sus vidas pasadas).
¿Tedio o desafío? ¿vanguardia o ínfulas elitistas? Esas son las eternas interrogantes. A nosotros, personalmente, cuando tenemos la cabeza despejada, nos apetece de vez en cuando probar con puzzles narrativos del tipo de los mencionados (aunque, lo reconocemos, en algunos casos, como el de Weerasethakul, a veces nos dejamos la salud y la paciencia en el intento). En el caso del cómic, siempre nos ha parecido densita (y absolutamente genial) la apuesta de Chris Ware por la renovación del medio; como lo es la hipnótica microsecuenciación art-brut de ese marciano punk que es Brian Chippendale (Maggots). Complejísimas y exigentes, tanto por lo que respecta a la propuesta gráfica como a su expresión narrativa, son algunas de las obras de Bill Sienkiewicz, con mención de honor para Stray Toasters, que es un auténtico galimatías enloquecedor de voces narrativas, puntos de vista desquiciantes y abstracción visual.
La duda, el reto, está planteada y se la lanzamos a ustedes, para que nos instruyan y aporten nuevos caminos en los comentarios de este post: ¿cuál es el cómic más críptico e impenetrable que han leído?
11 comentarios :
no hay que confundir impenetrable con "calidad", claro, pero sí que posiblemente ese Stray Toasters sea de los atrevimientos más locos y también absurdos que recuerdo... sé que se me escaparán mil y una cosas, pero desde luego por citar un evidente y no mentado pro tí, "Viaje" de Yokoyama es un buen tour de force, y hay partes de los hermanos Hernández ( puntuales, a cuentagotas, eso sí) que también merecen un lugar de honor, generalmente en un empleo de la elipsis de vértigo puro. Y "Como un guante de seda forjado en Hierro" de Clowes, claro...
como siempre cuando me preguntan nombres me quedo espeso y no recuerdo gran cosa :D pero seguro que otros vendrán dando un buen puñado de títulos...
Quizás el Nova-2 y el Manuel no está solo.
Verdad, acabo de releer el "Como un guante..." de Clowes y, debo confesar que no lo recordaba tan marciano y retorcido.
Grande el Nova-2, Ismael, y exigente, exigente...
Uff, la de horas que me pasé intentanto completar ese puzzle narrativo que supuso para mi ese Stray Toasters con sus elefantitos rosas incluidos.
Mi memoria a estas alturas ya flojea mucho, pero aparte de los ya mencionados, voy a tirar por el mainstream en cuanto a texturas espesas y crípticas, y para eso, los punteros son los que tienen el toque británico: El espesísimo Mundo sin Fin de Delano y Higgins. El tono político-surrealista de Shade The Changing Man de Milligan y Bachalo en sus primeros números. Y también, como no, algunos pasajes de ciertas obras de Morrison como son El asco o Los invisibles.
Le compro, amigo Ximo, el pack completo Morrison-Delano-Milligan, porque mira que cuando se ponen "especialitos" es difícil seguirles la corriente...
"La voluptuosidad"
Usando los recursos de narración más académicos el autor monta un relato con tantos significados como lectores.
Además el dibujo invita a leerla y verla una y otra vez.
Blutch, claro. ¡Qué grande es Blutch y que sinuosa, excitante y retorcidamente simbólica es su "Voluptuosidad"!
Yo de Milligan destacaría también la obra Enigma. Imprescindible para algunos, la terminé de leer sólo por fuerza de voluntad.
Más lejos de lo que yo llegué con "Egipto", por ejemplo ;)
Gracias por el aporte, a lo mío.
La Voluptuosidad, cierto, qué tebeazo inescrutable...
Ben Katchor es otro difícil, no llega a lo abstracto, pero yo el Judío en NY aún lo tengo por la mitad... me pudo, auqneu reconozco que es alucinante.
otro que pía raro en De Crecy en solitario, por ejemplo
Lo que a usted le pasa con Judío en NY, me pasó a mí también con Julius Knipl. Un tipo exigente, sí.
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