
Ya la tenemos. Leer (releer, de hecho) sus antiguas historias ha sido todo un ejercicio de nostalgia fanzinera de calidad suprema. Descubrimos a Tomine en una de esas listas con lo mejor del año que hacen en Rock de Lux (la del año 1999, nos parece recordar). Eran los tiempos de Sonámbulo y otras historias, los comic-books que publicaba La Factoría de Ideas de forma dispersa y episódica. El enganche fue inmediato. Nos encantaron esos relatos que parecían comenzar in media res y acababa también de sopetón, dejándonos con la sensación de que, en realidad, no necesitábamos mucho más para entender lo que allí estaba pasando, con la idea de que esa disección, esa selección deliberada de un instante fragmentado, recogía de hecho la esencia concentrada de un universo existencial completo. Oímos, o leímos, que Tomine era el Raymond Carver del cómic y que, encima, sólo tenía 19 años. En aquella época tampoco habíamos leído a Carver. Ahora nos damos cuenta de que ignorando al norteamericano ignorábamos también uno de los episodios fundamentales de la narrativa contemporánea. Carver es necesario, sus cuentos son la vida misma.
Tomine es un digno heredero, ciertamente, aunque no demasiado prolífico. En nuestro país hemos ido leyendo las obras que ha seguido publicando La Cúpula: Noctámbulo y otras historias, Rubia de verano, Shortcomings (su primera narración larga)...

Algunas de esas historias fueron publicadas en Optic Nerve el mini-cómic autoditado que Tomine vendió y distribuyó por suscripción postal, hasta que su obra fue descubierta por la editorial canadiense Drawn & Quarterly; fue en torno a 1994. Fueron ellos quienes en 2004 publicaron también una recopilación de aquellas primeras historias de Tomine en un librito llamado 32 Stories. The Complete Optic Nerve Mini-comics. En ellas, ya está el germen de la narrativa de este estadounidense-japonés precoz y superdotado para la concisión significativa. 32 Stories recopilaba los relatos de sus primeros siete números de Optic Nerve, narraciones breves tan brillantes como "Solitary Enjoyment" (nº 2), "Rodney" (nº 3), "Two in the Morning" (nº 5), "Leather Jacket" (nº 6), "Dine and Dash" (nº 7), etc.

Pues eso, que después de todo, la espera mereció la pena. La ha merecido también la relectura de los primeros trabajos de uno de nuestros autores favoritos. Algo que a veces olvidamos, y es que parece que su fama no le ha convertido en un dibujante más prolijo, sino todo lo contrario.
2 comentarios :
Preciosa entrega de un admirador hacia un autor. Para mi gusto Tomine retrata mejor que nadie la america esceptica y real de una juventud bastante descreida de todo. A mi me gusta mucho más que clowes o burns que quieren contar lo mismo pero necesitan personajes estrafalarios o mundos oscuros.
Siempre tan amable, Miguel. No sé si más de lo que lo hacen Clowes y Burns o tanto como ellos, pero lo cierto es que sí, Tomine es un autor que me encanta. Supongo que la diferencia de tono, su anclaje con la calle y la normalidad, tiene algo que ver con la diferencia de edad y referentes respecto a aquellos: Tomine es un autor que ha crecido con el grunge, los trabajos basura, los mini-cómics y el cine de Tom Solondz, mientras que las referencias de Clowes y Burns eran el underground, las revistas pulp, la confrontación mod/rocker y la estética camp de los años 70.
Como muy bien señalas, en todo caso, Tomine es un creador que describe como nadie una época escéptica y desilusionada: la de los pertenecientes a esa Generación X (a la que el pertenece), que han (hemos) contemplado con cara alelada como sus expectativas (las nuestras) han terminado en un gran estallido flatulento de fogueo.
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