Hace unos días conocimos a Alfredo Santos, pintor. Estuvimos hablando con él de arte, de cuadros y de cómics. Y hablamos de Andrei Molotiu y su obra Abstract Comics, ese libro que en 2010 reabrió el debate acerca de la naturaleza narrativa del cómic. Hubo críticos y estudiosos entonces que vieron en los ejemplos seleccionados por Molotiu una prueba clara de que podían existir cómics no narrativos.
Nunca secundamos la moción. El elemento narrativo (en ocasiones expresado sólo de forma latente y sujeto a la coherencia global de la obra) es inherente al cómic, más allá de que éste pueda abundar en un componente lírico, surreal, onírico o parcialmente abstracto. En las tripas de cualquier artefacto comicográfico existe una base secuencial y una intención narrativa; aunque ésta no aparezca obviamente presentada ni se exprese de forma diáfana en primera instancia. La causalidad y la existencia de unos vínculos espacio-temporales condiciona la lectura de un cómic, incluso la de un cómic abstracto.
De estos asuntos y varios más hablábamos con Alfredo mientras nos paseábamos por los trabajos que con frecuencia cuelga en su página Copygrafías. Resulta que su obra encaja a la perfección entre muchos de los ejemplos que Molotiu suele utilizar para aumentar la nómina de sus "abstract comics". Cuando compramos su libro con el mismo nombre, lo abordamos con una certeza que no nos abandonó en todo el recorrido por sus páginas: lo que teníamos ante nosotros no era cómic, sino arte plástico puro y duro. ¿Cómo debemos leer en ese caso ejemplos como los que se muestran en la obra de Alfredo Santos y otros autores (Mark Gonyea, Stan Brakhage o el propio Molotiu)?
La clave está en la propia acepción del término "cómic". Lo hemos repetido aquí en numerosas ocasiones, con él nos referimos al medio y al objeto que lo contiene (al libro, comic-book, álbum...), pero también a un lenguaje artístico y cultural que cuenta con unas herramientas propias y unos mecanismos definidos. Estos instrumentos (secuenciación, viñetas, globos, didascalias, personajes, etc.) funcionan conjuntamente como instrumentos que permiten crear narraciones gráficas. No obstante, como ya demostró Roy Lichtenstein en su momento, las bellas artes se retroalimentan unas de otras (que le pregunten a Duchamp) y el apropiacionismo es uno de los rasgos esenciales del arte contemporáneo. En este sentido, las herramientas del cómic (líneas de viñeta, globos, líneas cinéticas) están presentes en la obra de multitud de artistas plásticos actuales; como muchos de los que se recogen en Abstract Comics, y como demuestra la obra de Alfredo Santos.
Los aparatos y mecanismos que habitan sus cuadros crean ritmos y secuencias que a veces nos remiten a estructuras musicales y en otros casos se parecen más a estructuras arquitectónicas polimórficas y mutantes. Hay muchas pistas y referencias en la obra del artista cántabro que demuestran su pasión por el cómic, como esas líneas y modulaciones que nos conducen directamente a la escuela Marvel o sus construcciones espaciales que tanto nos recuerdan a Moebius y sus fantásticos escenarios futuristas. En el fondo, todo puede ser materia prima y todo termina por imbricarse.
Si quieren ver a Alfredo en acción, pasense por aquí.
No hay comentarios :
Publicar un comentario