Llevábamos tiempo con ganas de leer a Michael DeForge. La
ocasión perfecta nos ha surgido con la publicación de A Body Beneath. El volumen editado por Koyama Press recopila las
historias cortas de los números #2-5 de la serie Lose, el fanzine (en
formato de comic-book) que publica aproximadamente cada año en Canadá para la
misma editorial; un bocado para minorías que llevaba tiempo degustándose en los
circuitos del cómic de autor.
El propio DeForge confiesa en el prólogo dibujado para la
edición (siguiendo “instrucciones” de su editor, añade) que el libro no incluye
ningún contenido de Lose #1 porque sus historias eran realmente malas; y que algo
similar siente hacia algunos de los relatos que sí se han recogido en A Body Beneath: en particular se refiere
a la torpeza argumental de “Dogs 2070” y al “esforzado y lamentable” dibujo de
“It’s Chip”. Sorprendentemente, en una primera impresión, el lector encuentra
que estas dos historias son visualmente dos de las más atractivas del volumen
(“It’s Chip” nos recuerda a un Luke Pearson corregido por un filtro underground; y “Dog’s 2070” parece
salida de los lápices de Paco Alcázar). Una vez concluida la lectura del
volumen es cuando reconocemos las dudas del autor: esas dos historias primerizas
tienen ya una fuerte personalidad, pero no se parecen gráficamente al creador
que DeForge es hoy en día, al dibujante que ha preferido conducirse hacia un
estilo mucho más minimalista y falsamente infantil, que aquel que comenzó a
publicar Lose en 2009. En sus últimos
relatos se nota, además, una clara evolución por lo que respecta a la
construcción de la historia y la amplitud temática en los últimos números de Lose.
Pertenece DeForge a una generación de autores que han
decidido rescatar para la historieta una Vanguardia Clásica de la que el cómic
apenas disfrutó: autores que se han apropiado de los ismos históricos (Constructivismo, Futurismo, Dadaísmo, Cubismo,
Surrealismo, etc.) para dar forma a un nuevo cómic experimental y sorprendente,
una nueva vanguardia que no empieza de cero, sino que se alimenta a su vez
(sobre todo en el plano temático y argumental) de ese mismo extrañamiento que desde
hace lustros habita en las historias de Charles Burns o de Daniel Clowes. Incluimos
a DeForge junto a dibujantes jóvenes como Yuichi Yokoyama, Anders Nilsen, Dash
Shaw, Oliver Schrauwen, Johnny Ryan o José Ja Ja Ja; gente que, en diferentes
grados, ha optado por estrategias de apropiacionismo y reformulación para
construir un nuevo discurso formal que se adapte al contenido desconcertante de
sus historias.
Hay bastante de Clowes y de Burns en A Body Beneath, acabamos de señalar. Como aquellos, DeForge
desborda imaginación en la construcción de unos universos ficcionales que no se
rigen por más reglas que las que sus personajes y situaciones van levantando
viñeta a viñeta. Y pese a esa rareza, esa falta de conexión con la cartografía
del mundo ordinario, las historias del canadiense funcionan y, dentro de sus
coordenadas improbables, resultan verosímiles en un mundo paralelo tan
excéntrico como excepcional.
Funciona también la inmediatez de su dibujo, contagiado por
el manga, a veces pura exhibición de
línea clara, otras cargado de cierto barroquismo geométrico, adornos y
metamorfosis imposibles. Pero la clave resida, tal vez, en la cualidad
emocional, en la capacidad de Michael DeForge para encerrar sensaciones y
sentimientos familiares para el lector detrás de la simbología extravagante de
monstruos mutantes, adolescentes desubicados y animales antropomórficos como
los que habitan en historias como “Manananggal”, “Someone I Know” o la
extraordinaria y desasosegante “The Sixties”.
Sus historias son magnéticas, impredecibles y
profundas. Sutil y acerado es el acercamiento crítico a instituciones como la
monarquía que encontramos en “Canadian Royalty”; como sutil e inquietante es la
recreación en viñetas de la inseguridad humana de “Recent Hires”. En “Living
Outdoors”, penúltima historia de la recopilación, un adolescente cabezón de
ojos abotonados como un Lego, se debate entre su curiosidad verdadera por el
mundo natural y sus deseos púberes por agradar a la tribu e impresionar a la
chavalilla más guapa de la “manada”. El artista, como en muchos de sus relatos,
construye un universo social y biológico ad
hoc, partiendo de su inventiva: unas leyes naturales propias que se repiten
en sus cómics, pero que no se explican fuera de su fértil imaginación. El
resultado es un desafío para nuestro intelecto, un gozo para la experiencia
lectora. Pura exuberancia, puro DeForge.