El auge presente de la novela gráfica se
asienta, en sus orígenes, sobre los ejercicios autobiográficos ácidos y
descarnados de aquellos Robert Crumb y Justin Green que desnudaban sus
vergüenzas impúdicamente ante un lector desacostumbrado. Luego tomaron el
testigo los canadienses de Drawn & Quarterly (Doucet, Seth, Joe Matt...) y
los innovadores autores de L'Association (David B, Jean-Cristophe Menu...),
entre otros.
La autobiografía es ahora una de las marcas
diferenciales del cómic adulto, un género que la narración gráfica ha
desarrollado con una naturalidad desconocida en otros discursos narrativos.
Wonderland, del italiano Tom Tirabosco, es un ejemplo notable de novela gráfica en primera persona. En ella, recoge sus experiencias vitales infantiles y rastrea entre las influencias culturales que en aquellos años dejaron una huella posterior en su obra. Nos confiesa sus primeras influencias artísticas: el amor por los pintores italianos del Renacimiento que le contagió su padre; la impresión que le causaban las estampas ilustradas de la naturaleza y de la prehistoria del dibujante checo Zdenek Burian; o los cómics de Herge. En un momento de su repaso autobiográfico, cuando se refiere a los estímulos provocados por el cine, la television y el cómic, menciona a Walt Disney; y a Bambi en particular:
Wonderland, del italiano Tom Tirabosco, es un ejemplo notable de novela gráfica en primera persona. En ella, recoge sus experiencias vitales infantiles y rastrea entre las influencias culturales que en aquellos años dejaron una huella posterior en su obra. Nos confiesa sus primeras influencias artísticas: el amor por los pintores italianos del Renacimiento que le contagió su padre; la impresión que le causaban las estampas ilustradas de la naturaleza y de la prehistoria del dibujante checo Zdenek Burian; o los cómics de Herge. En un momento de su repaso autobiográfico, cuando se refiere a los estímulos provocados por el cine, la television y el cómic, menciona a Walt Disney; y a Bambi en particular:
…era un fanático de las películas de Disney
/ Peter Pan, La Isla de los Piratas, Mowgli, Bancanieves y Merlín… / Bambi.
Todavía hoy sigo calculando la magnitud de los daños causados por esta gran
película elegíaca y mórbida en algunos de mis trabajos actuales: cierto lirismo
y una tendencia al sentimentalismo…
Wonderland es una constatación del despiadado
espíritu crítico del dibujante en su mirada al pasado, al mismo tiempo que una
prueba evidente de que los temores sugeridos en la cita eran infundados. Porque
si este cómic peca de excesos, lo hace por su crudeza, nunca por su
sentimentalismo. Tirabosco recorre su infancia sin ahorrarse resentimientos,
frustraciones y autocrítica.
En su catarsis autobiográfica, el dibujante
le dedica abundantes páginas a las relaciones familiares. Aunque en muchos
momentos habla con nostalgia de su infancia y descubre su cariño de hijo y
hermano, tampoco hace demasiadas concesiones al amor paterno o fraternal: en Wonderland
se subraya la dureza de carácter y el distanciamiento egoísta del padre; se
reprocha, sin aspereza, la naturaleza sumisa y débil de la madre; pero, sobre
todo, se descubre con dolorosa crudeza la impotencia infantil y la confusión
del niño que no sabe gestionar la invalidez física de su hermano, ni es capaz
de convivir con la constante necesidad de cuidados y atenciones que éste
demanda. En este terreno, Tirabosco se mueve en unas coordenadas no demasiado
alejadas de las que David B trazara en Epiléptico. La ascension del gran mal,
un cómic también autobiográfico en el que es central la figura del hermano
discapacitado y la convivencia con la enfermedad.
No es la primera vez que Tom Tirabosco construye su relato a partir de la mirada al pasado. Era ésta, por ejemplo, una de las claves temáticas de esa historia luminosa repleta de secretos familiares que es Los ojos del bosque (2003) y también de El fin del mundo (2008), el intimista relato preapocalíptico que realizó junto a Pierre Wazen en 2008. En Wondeland, no obstante, el dibujante y guionista pone el acento sobre la idea de la mirada subjetiva y la percepción fragmentaria: como se nos muestra con lucidez reflexiva en el breve epílogo del cómic, casi todos nuestros recuerdos (en estrecha correlación con su antigüedad) son incompletos, inexactos o están filtrados por el tamiz deformante de nuestra siempre personal e interesada interpretación de los acontecimientos. Esta premisa nos conduce hacia una encrucijada a la hora de interpretar el sentido último de la obra: ¿hasta qué punto es fidedigno el relato de los hechos que nos trasmite Tirabosco y en qué medida está condicionado decisivamente por la mirada deformante del niño? Quizás sea ésta una de las claves de Wonderland: su honestidad nace de la asunción de su naturaleza imperfecta.
No es la primera vez que Tom Tirabosco construye su relato a partir de la mirada al pasado. Era ésta, por ejemplo, una de las claves temáticas de esa historia luminosa repleta de secretos familiares que es Los ojos del bosque (2003) y también de El fin del mundo (2008), el intimista relato preapocalíptico que realizó junto a Pierre Wazen en 2008. En Wondeland, no obstante, el dibujante y guionista pone el acento sobre la idea de la mirada subjetiva y la percepción fragmentaria: como se nos muestra con lucidez reflexiva en el breve epílogo del cómic, casi todos nuestros recuerdos (en estrecha correlación con su antigüedad) son incompletos, inexactos o están filtrados por el tamiz deformante de nuestra siempre personal e interesada interpretación de los acontecimientos. Esta premisa nos conduce hacia una encrucijada a la hora de interpretar el sentido último de la obra: ¿hasta qué punto es fidedigno el relato de los hechos que nos trasmite Tirabosco y en qué medida está condicionado decisivamente por la mirada deformante del niño? Quizás sea ésta una de las claves de Wonderland: su honestidad nace de la asunción de su naturaleza imperfecta.
Pero volvamos a la cita en la que el artista
se disculpaba por su inclinación hacia la sensiblería. Es cierto, como
señalaba, que las formas redondeadas y la caricatura de sus cómics nos remiten
de algún modo a los entrañables iconos dulcificados de la factoría Disney. El
efecto que consigue Tirabosco con su estilo no está, sin embargo, sujeto al
chantaje sentimental de las imágenes amables. Al contrario, con su estilo
consigue crear una especie de enmascaramiento caricaturesco que,
paradójicamente, subraya la crueldad del alma humana: detrás de una sonrisa y
unos enormes ojos brillantes se esconden diablos insospechados. Lo hemos visto
en casi toda su producción. En Kongo (2013), por ejemplo, empleaba su línea
preciosista de ilustrador infantil para contar los episodios más oscuros y
sanguinarios de la biografía de Joseph Conrad en la África colonial, esclavista
y agreste de finales del S. XIX. La cosificación del indígena en un viaje al
corazón de la civilizada barbarie de los colonizadores occidentales, filtrada
por el trazo cartoon de un narrador sin remilgos.
Encontramos disociaciones similares entre la imagen y lo narrado en numerosos trabajos de la extensa bibliografía de su
autor, con aproximaciones a diferentes territorios que van desde de cuentística
infantil al suceso histórico. Sin embargo, en pocos casos alcanza su obra el
tono confesional y la patética desnudez que despliega en Wonderland. El de
Tirabosco es, no cabe duda, un cómic lleno de virtudes y un paso adelante dentro
del ya fructífero campo de la autobiografía comicográfica.
No hay comentarios :
Publicar un comentario