De nuestra lectura lejana del Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi conservábamos algunas sensaciones. La de cierta nostalgia desesperanzada, la de un personaje arrastrado por un costumbrismo melancólico sutilmente teñido de referencias políticas o la de una prosa fluida e intimista enhebrada a ese "sostiene Pereira" que funciona en el libro como leitmotiv.
Por eso nos ha gustado tanto la versión de Sostiene Pereira que ha dibujado el francés Pierre-Henry Gomont. Porque nos ha ayudado a recordar por qué disfrutamos la obra original en su día. También porque conserva el mismo tono lírico (un tanto decadentista) del libro de Tabucchi, preservando su esencia a través de un dibujo delicioso.
El estilo de Gomont enlaza directamente con esa escuela de trazo suelto, sutilmente expresionista, que se ha convertido en marca de estilo del último cómic francés a la sombra de autores como Baudoin, Sfar, Blutch, Blain o Bastien Vivès. Dibujantes que, tanto en su línea de dibujo como en el uso de las herramientas icónicas, huyen de la recreación naturalista para dotar a sus obras de una subjetividad cargada de simbolismo, connotación o incluso poesía.
Así sucede también en el caso de este cómic. Al paso del periodista Pereira, que sobrelleva los días anclado a una rutinaria abulia vital, recorremos las páginas con el ritmo lento del caminante que se recrea y demora en cada esquina, en cada parque o mirador. Gomont nos invita a pasear por las soberbias postales de una Lisboa inasequible a su propia belleza decadente: el Jardín Botánico, el Mirador de Santa Justa, la Praça da Alegría, la Praça do Comercio, la Casa do Alentejo... El mapa se completa con una paleta de matices ocres, verdes y grises que intentan no perderse en la inmensidad azul del cielo y el mar; fronteras espaciales y existenciales de unos protagonistas que otean el horizonte en busca de una salida.
Mientras el periodista Pereira pasea por las callejuelas empedradas pensando en su siguiente artículo cultural para El Lisboa, suena de fondo el rumor político de una dictadura que terminará por sacudir sus convicciones de conservador-moderado, católico y silencioso. Sólo el día que aparecen el joven escritor Monteiro Rossi y la bella Marta, Lisboa empieza a adquirir una tonalidad diferente, sostendría Pereira. Así, a la vez que descubrimos junto al protagonista los espacios físicos de la ciudad, tan llenos de magia e historia, empezamos a presentir también aspectos en los que antes no habíamos querido reparar, como esa soledad que llena las calles de silencio y miedo (a las delaciones, a la censura, a los asesinatos clandestinos). Como Pereira, hubiéramos preferido quedarnos y recrearnos con el paisaje trasatlántico, colonial y arrabalero de la vieja ciudad, pero poco a poco se nos van apareciendo aquellos otros fantasmas necrológicos de la dictadura que entre 1937 y 1974 sometió a Portugal a las sombras y a un miedo paralizante. Sostiene Pereira adquiere entonces el tono sombrío de una novela negra, un thriller político sí, pero pausado, reflexivo y filosófico, como el escenario que lo cobija.
El cómic de Gomont nos ha gustado mucho. Gracias a la luz que aporta esta nueva mirada, hemos vuelto a recorrer unas páginas que ya habíamos disfrutado en su día; y hemos devuelto la mirada hacia tiempos peores deseando que los errores antiguos no se repitan. Ni siquiera Lisboa ha sido siempre perfecta.
Así sucede también en el caso de este cómic. Al paso del periodista Pereira, que sobrelleva los días anclado a una rutinaria abulia vital, recorremos las páginas con el ritmo lento del caminante que se recrea y demora en cada esquina, en cada parque o mirador. Gomont nos invita a pasear por las soberbias postales de una Lisboa inasequible a su propia belleza decadente: el Jardín Botánico, el Mirador de Santa Justa, la Praça da Alegría, la Praça do Comercio, la Casa do Alentejo... El mapa se completa con una paleta de matices ocres, verdes y grises que intentan no perderse en la inmensidad azul del cielo y el mar; fronteras espaciales y existenciales de unos protagonistas que otean el horizonte en busca de una salida.
Mientras el periodista Pereira pasea por las callejuelas empedradas pensando en su siguiente artículo cultural para El Lisboa, suena de fondo el rumor político de una dictadura que terminará por sacudir sus convicciones de conservador-moderado, católico y silencioso. Sólo el día que aparecen el joven escritor Monteiro Rossi y la bella Marta, Lisboa empieza a adquirir una tonalidad diferente, sostendría Pereira. Así, a la vez que descubrimos junto al protagonista los espacios físicos de la ciudad, tan llenos de magia e historia, empezamos a presentir también aspectos en los que antes no habíamos querido reparar, como esa soledad que llena las calles de silencio y miedo (a las delaciones, a la censura, a los asesinatos clandestinos). Como Pereira, hubiéramos preferido quedarnos y recrearnos con el paisaje trasatlántico, colonial y arrabalero de la vieja ciudad, pero poco a poco se nos van apareciendo aquellos otros fantasmas necrológicos de la dictadura que entre 1937 y 1974 sometió a Portugal a las sombras y a un miedo paralizante. Sostiene Pereira adquiere entonces el tono sombrío de una novela negra, un thriller político sí, pero pausado, reflexivo y filosófico, como el escenario que lo cobija.
El cómic de Gomont nos ha gustado mucho. Gracias a la luz que aporta esta nueva mirada, hemos vuelto a recorrer unas páginas que ya habíamos disfrutado en su día; y hemos devuelto la mirada hacia tiempos peores deseando que los errores antiguos no se repitan. Ni siquiera Lisboa ha sido siempre perfecta.
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