Rebuscando entre webs de cacharrería digital y autómatas, hemos llegado hasta la "tienda-taller" de Serge Jupin. Y hemos descubierto que la juguetería ciberpunk ha entrado por méritos propios en el panorama del arte contemporáneo; o, al menos, así lo interpretan galeristas y coleccionistas.
De Jupin nos gusta su vocación por el reciclaje. Sus creaciones podrían haber protagonizado cualquier película de aquella ciencia ficción ochentera de serie B que nos sumergía en atmósferas chatarreras habitadas por robots de segunda mano y androides inadaptados. Estos encantadores hermanos pobres de C3PO y R2D2 tienen forma de aspiradoras humanizadas, teteras con cabeza valvular, maniquís pensantes y transistores con corazón de metrónomo. Retrofuturismo para todas las edades.
De Jupin nos gusta su vocación por el reciclaje. Sus creaciones podrían haber protagonizado cualquier película de aquella ciencia ficción ochentera de serie B que nos sumergía en atmósferas chatarreras habitadas por robots de segunda mano y androides inadaptados. Estos encantadores hermanos pobres de C3PO y R2D2 tienen forma de aspiradoras humanizadas, teteras con cabeza valvular, maniquís pensantes y transistores con corazón de metrónomo. Retrofuturismo para todas las edades.
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