Como es tradición en esta casa, hemos escondido una lista con los mejores cómics de 2016 en nuestro roscón de Reyes.
Este año, de nuevo, hemos tenido una excelente cosecha viñetera. Pero por encima de
la calidad y cantidad de cómics y autores, nos llena de alegría que un
porcentaje alto de nuestras lecturas favoritas de 2016 sean de producción local. Quizás no haya mejor indicador de la buena salud (creativa, no tanto pecuniaria) del cómic nacional que
la publicación por parte de Fantagraphics de Spanish
Fever; una
antología de autores españoles que está teniendo repercusión y aparece en
varias listas norteamericanas de los mejores cómics de 2016. Aunque la obra es,
en realidad, una edición inglesa de Panorama (la recopilación que Astiberri
publicó en 2013), no es casualidad que algunos de los autores recogidos en ella
vuelvan a repetirse en muchas de las listas con lo mejor de este año, incluida
la nuestra:
Vencedor
y vencido (autoeditado), de Sento: Podríamos haber incluido a Sento entre lo mejor del año con cualquiera de las dos obras anteriores que componen esta trilogía sobre la vida del Doctor Uriel y la Guerra Civil Española vista desde dentro. Tras Un médico novato y Atrapado en Belchite, se cierra el ciclo con Vencedor y vencido, si cabe, la entrega más desesperanzada de la saga. Basados en la historia real y los diarios de Pablo Uriel, los cómics de Sento escapan de sentimentalismos, intrigas gratuitas y efectismos de acción; quizás sea por eso que se ha visto obligado a autoeditar las dos últimas entregas de la serie. Por su honestidad, por su labor de investigación y por como lo cuenta, hay que leer al señor Sento Llobell.
El ala rota (Norma Editorial), de Antonio Altarriba y Kim: El ala
rota es el cómic de Antonio Altarriba, dibujado de nuevo por Kim, que
completa su díptico familiar dedicado a los derrotados de la Guerra Civil
Española: memoria histórica necesaria. Otra vez artistas y creadores haciendo lo que no hacen nuestras instituciones. El de Altarriba y Kim es un cómic áspero y honesto, un ejercicio confesional de restitución por
partida doble: a su madre Petra, pero sobre todo, a todas esas mujeres que
sobrevivieron de forma heroica al drama de la muerte de los seres queridos, la
humillación y el menosprecio sistemático que recibieron por parte de una
sociedad machista, embrutecida y profundamente cruel.
Intemperie (Planeta Cómics), de Javi Rey: Tremendismo y mucha aspereza para contar la historia de un superviviente en un medio hostil. Javi Rey adapta la novela del mismo título de Jesús Carrasco y construye un relato que convierte en imágenes la tradición literaria española de postguerra: esa dureza que La familia de Pascual Duarte ejemplificó como pocas. Chico, el protagonista, es un niño que intenta escapar de su familia, de su pueblo y de su vida, y que, en su huida de animal acorralado, tras sus encuentros con individuos honestos, terminará por convertirse en un superviviente, es decir, en un hombre (que no adulto). Javi Rey reconstruye los paisajes rurales de la desolación con un sólido dibujo realista y un deslumbrante (y medido) empleo del color. Intemperie es un relato clásico, una historia dura que nos devuelve a un pasado de amos, esclavos, dominación y un control ideológico que parece lejanísimo, pero que está en realidad a la vuelta de la esquina o a unas páginas de periódico de distancia.
Intemperie (Planeta Cómics), de Javi Rey: Tremendismo y mucha aspereza para contar la historia de un superviviente en un medio hostil. Javi Rey adapta la novela del mismo título de Jesús Carrasco y construye un relato que convierte en imágenes la tradición literaria española de postguerra: esa dureza que La familia de Pascual Duarte ejemplificó como pocas. Chico, el protagonista, es un niño que intenta escapar de su familia, de su pueblo y de su vida, y que, en su huida de animal acorralado, tras sus encuentros con individuos honestos, terminará por convertirse en un superviviente, es decir, en un hombre (que no adulto). Javi Rey reconstruye los paisajes rurales de la desolación con un sólido dibujo realista y un deslumbrante (y medido) empleo del color. Intemperie es un relato clásico, una historia dura que nos devuelve a un pasado de amos, esclavos, dominación y un control ideológico que parece lejanísimo, pero que está en realidad a la vuelta de la esquina o a unas páginas de periódico de distancia.
Talco de vidrio (La
Cúpula), de Marcelo Quintanilla: Después
del éxito de Tungsteno, Marcelo
Quintanilha vuelve a impresionar con un trabajo de naturaleza muy diferente: Talco de vidrio, un relato psicológico
del desaliento. Celia, su protagonista, es una triunfadora eternamente
insatisfecha, el prototipo del fracaso de este modelo social en el que nos hemos
instalado los países capitalistas. La obra de Quintanilha es una crónica realista
y convincente de la envidia, la codicia y la desesperación como motores
sociales. Un cómic que quema y nos invita a repensar hacia dónde vamos y qué
caminos estamos dispuestos a tomar.
Intrusos (Sapristi Ediciones), de
Adrian Tomine: La
última obra de Adrian Tomine recopila seis historias breves; género en el que
el norteamericano se ha revelado un auténtico maestro desde que publicara sus
primeras historietas en su fanzine Optic
Nerve. Tomine bucea en las inconsistencias de lo real, en las miserias de cada día con una profundidad y un pulso narrativo al alcance de pocos autores contemporáneos. Intrusos es un trabajo
complejo y ambicioso, una obra de madurez y,
en cierto sentido, una declaración de principios por parte de uno de los
nombres esenciales de la revolución de la novela gráfica.
Beverly (Fulgencio Pimentel), de Nick Drnaso: Los relatos breves sutilmente cruzados que componen Beverly parecen resultar de una mezcla curiosa entre Carver, Solondzt, Clowes y Porcellino. Una mirada aguda sobre las miserias humanas y el crudo egoísmo del ciudadano común. La línea clara clarísima de Drnaso (así, sin vocal) reproduce la falsa asepsia de las existencias inmaculadas: el American Dream convertido en la cobertura glaseada de un pastel de mierda. Debajo del trazo finísimo de este cómic y sus perfectos colores planos, detrás de sus historias de familias felices, adolescentes efervescentes y esos resorts vacacionales de ensueño en los que le pedirías la mano a tu amor eterno se esconde la existencia miserable y hueca que santifica al común de los mortales: una planicie que se disfraza de sonrisa hipócrita y maravilla de cartón piedra en simulacros de vida como Facebook o Instagram. El brillo, los focos y la música de Barry Manilow de fondo son un invento de Hollywood. Así nos lo cuenta Nick Drnaso, con mucho pulso narrativo, momentos incómodos y dobles sentidos, en Beverly.
Chiisakobee
(ECC Cómics), de Minetarô
Mochizuki: Hacía tiempo que no disfrutábamos tanto de un manga. Entre otras cosas, porque los cuatro volúmenes que componen Chisakobee
no se parecen a nada que hayamos leído antes. Detrás de la, sólo
aparentemente trivial, trama de un joven ingeniero que hereda la empresa
de construcción de sus padres después de la muerte de éstos en un
incendio, se esconde uno de los cómics más osados y asombrosos en la
planificación de escenas que se recuerdan. El lenguaje del cómic recurre
a la alternancia de planos para dinamizar la acción; Mochizuki lo hace
para describir sentimientos profundos y estados de ánimo que parecían
difícilmente traducibles a un lenguaje gráfico. Parece imposible que una
acumulación de primeros planos de manos, piernas y nucas pueda llegar a
transmitir la carga emocional que consigue esta obra. Dejándose llevar
por la estética y la forma de vida de sus personajes, muchas voces han
definido el de Mochizuki como un "manga hipster". No se compliquen la
vida: más allá de etiquetas, Chiisakobee es un cómic prodigioso. Y punto.
La favorita (La Cúpula), de Matthias Lehmann: No conocíamos a Lehmann en nuestro país, pero habrá que seguirle con atención después de leer La favorita. El francés recurre a un dibujo heredero de la ilustración decimonónica (no por algo es un maestro en el linograbado) para contar una historia que arranca como un homenaje a la novela gótica y concluye en un acercamiento postmoderno a cuestiones tan complejas como la identidad sexual, los derechos de la infancia o el peso de las apariencias en las sociedades conservadoras. Entre medias, secuenciaciones audaces y alguna vuelta de tuerca sorprendente que dejará al lector en un estado de plácido estupor y le regalará unas buenas horas de reflexión.
Una entre muchas
(Astiberri), de Una: Una entre muchas es un cómic necesario,
uno de esos trabajos que zarandean conciencias y remueven pasividades cómplices.
Una, su autora, aborda sin excusas temas como el maltrato machista, la
pederastia, la violación o la connivencia y el silencio social en el asesinato
de mujeres. Se nos relata con crudeza el caso del Destripador de Yorkshire,
cuyas atrocidades se vieron amparadas por la inacción y los prejuicios
sociales. Y Una habla de sus traumas personales, como víctima de abusos y
violaciones a lo largo de su vida. Una voz autorizada, un cómic sobrecogedor.
La ternura de las piedras (Nørdica Cómics), de Marion
Fayolle: La ternura de las piedras, de Marion Fayolle, es un ejercicio
único de mestizaje entre el cómic y la literatura: la autora
francesa dibuja y escribe su cómic como una alegoría poética y lo dota de una
profundidad lírica tan íntima y sutil que el lector no puede sino sobrecogerse
por lo que en él se narra. Porque La ternura de las piedras no es otra cosa que
una elegía a la muerte del padre edificada en viñetas, un ejercicio de
exorcismo convertido en símbolo y metáfora de la tragedia. Fayolle recurre al símbolo y la metáfora para, con su estilo delicado y evocador, construir un relato cargado de dolor, empatía y belleza. Uno de los cómics más bonitos e intimistas de este curso.
Diagnósticos (La Cúpula), de Lucas Varela y Diego
Agrimbau: Diagnósticos fue concebido tras un año de estancia en la Maison de Auteurs de Angoulême por parte de sus dos autores argentinos. Seguramente no ha tenido la repercusión que hubiera merecido, pero este trabajo es la prueba fehaciente de que en cómic todavía quedan muchas cosas por hacer. Usar la enfermedad como excusa creativa es la vía que han tomado Varela y Agrimbau para construir un conjunto de historias cortas cohesionadas por la vinculación literal entre forma y contenido: seis personajes aquejados de seis trastornos mentales (agnosia, claustrofobia, sinestesia, afasia, akinetopsia y prosopagnosia) son la excusa para experimentar con la secuenciación narrativa y la manifestación gráfica de los síntomas y efectos de la enfermedad. Cada relato se desarrolla desde el interior de la mente enferma y cobra forma a partir de la disfunción de sus protagonistas. Una idea valiente que funciona en su traslación a viñetas.
El fin del mundo y antes del amanecer (Norma Editorial), de Inio Asano:
Últimamente, se habla de Inio Asano en todos los foros. No nos extraña.
Su actualización de algunos géneros tradicionales del manga (hentai, shojo, gekiga...)
y su acercamiento, curioso, perspicaz y excéntrico, a la sociedad
nipona, no deja de ganar adeptos para su causa y para el manga adulto.
Pero es que, además, Asano dibuja como pocos: el hiperrealismo de sus
escenarios impone y sus personajes desbordan expresividad. El fin del mundo y antes del amanecer
recopila varios relatos cortos para componer un inquietante fresco
urbanita de jóvenes melancólicos y desilusionados que miran con
inquietud hacia un futuro sombrío, como quien observa la llegada
inminente de un apocalipsis inevitable. En este contexto, Asano
entreteje con maestría una urdimbre de detalles existenciales, hábitos
del día a día, diálogos cargados de intenciones e indicios filosóficos y
teleológicos que parecen señalar a una instancia superior. Son
intuiciones y símbolos que emergen de historias cotidianas. Apuntes para
una crisis, que a lo peor deberían leerse como un vaticinio agorero
dedicado a nuestra forma de vida, frenética y sofisticada.
Necrópolis (Astiberri), de Marcos Prior: Necrópolis
es el cómic de Marcos Prior que cierra su "trilogía de la
crisis", después de Fagocitosis y Potlatch. El autor
reformula la idea de cómic comprometido para hurgar en la herida de la
"gran estafa global" que nos ha explotado a los ciudadanos en la cara
por obra y gracia de nuestra clase política y su servidumbre ante los poderes
financieros. Sus páginas proyectan hacia el absurdo postmoderno la
inercia de los acontecimientos contemporáneos, para dibujar un cuadro social
presidido por la violencia, la corrupción, la miseria, la estupidez y la
insolidaridad generalizada.
Todos los hijos de puta del mundo (Astiberri), de Alberto González Vázquez: La fina mala
hostia de Alberto González Vázquez es tan fina y está tan repartida que estamos
todos invitados en la dispensa. Que le llamen a uno gilipollas a la cara, debe
de ser muy jodido, pero es tremendamente gracioso para quien observa desde otro
lado de la viñeta. Todos los hijos de
puta del mundo, la recopilación de las páginas que González Vázquez ha ido
publicando en El Mundo Today y Orgullo y Satisfacción a lo largo de
estos años, es un cómic que busca soltar lastre a base de escupitajos e inteligencia:
un tebeo dedicado a todos esos que siguen pensando que España va bien, mientras
aplauden con las orejas y disculpan resignados a fulanos trajeados con tarjetas
black. González Vázquez ha publicado un cómic hilarante como una patada en los
huevos. No puede uno dejar de reírse, oigan.
Paciencia (Fulgencio Pimentel), de Daniel
Clowes: Hablar de Clowes es hacerlo de uno de los grandes renovadores del
lenguaje comicográfico, de una de las figuras emblemáticas en lo que ha sido el
asentamiento de la novela gráfica y su despegue como medio artístico de
prestigio. Todas las obras del estadounidense son reconocibles y valientes; en
casi todas ellas encontramos algún hallazgo narrativo o méritos estilísticos
que las convierten en obras de referencia. Paciencia tampoco decepciona.
Enmarcada dentro del territorio de la ciencia ficción, el nuevo cómic de Clowes
desafía las convenciones y desborda las expectativas que se van planteando en
cada una de sus páginas.
Los dientes de la eternidad (Norma Editorial), de Jorge García y Gustavo Rico: El cómic de Jorge García y Gustavo Rico resuena como
un viejo cantar moldeado por gestas milenarias y dioses inmortales. Con su
narración densa y épica del ocaso de los dioses, del triunfo efímero y amargo
del hombre sobre la gloria legendaria de Asgard, García confirma que es uno de
los grandes guionistas de nuestro país; un autor capaz de construir historias
que parecen surgir de la memoria de los pueblos. La reconstrucción de esta
mirada mítica habitada por dioses escandinavos y guerreros de hielo moldea sus
dimensiones heroicas definitivas gracias a la enérgica imaginería de un Gustavo
Rico en estado de gracia: no exageramos si afirmamos que, en muchos momentos,
el torbellino expresionista de su dibujo nos devuelve la imagen exuberante de
maestros como Alberto Breccia y Miguel Calatayud... ¿Hace falta decir más?
Golem (Roca Libros), de Lorenzo Ceccotti: El de Ceccotti es un cómic que bebe del manga clásico
para crear un sorprendente universo de
ciencia ficción: una propuesta brillante y vertiginosa que nos presenta a un
dibujante sobresaliente y a un creador de mundos ficcionales diferente y
complejo. El manga del italiano Lorenzo
Ceccotti es un ejercicio de frenesí visual que fagocita muchos rasgos icónicos
de la ciencia ficción clásica y del cibermanga de autores como Otomo o Shirow:
su gestualidad y ruido cinético, la profusión tecnológica o la combinación
entre los pasajes contemplativos y las escenas de violencia vertiginosa son características que Golem recupera, actualiza y trasnsforma en un tebeo que se lee sin dejar de sudar.
Enter the Kann (Autsider Comics), de Víctor Puchalski: Si le hacía falta un Tarantino al cómic, alguien que recuperara los viejos géneros de
la serie B y el pulp para
revestirlos de colorido barniz kitsch y efervescente violencia
gratuita, si hacía falta, decíamos, Víctor Puchalski acaba de proponer su
candidatura en firme con Enter the Kann.
Ya desde esa alucinante portada holográfica que le golpea (literalmente) al lector
en la cara en tres fases, el cómic de Puchalski destila incorrección política,
violencia underground en tonos
psicodélicos y un homenaje a la cultura pop desde su primera página: a los
videojuegos de arcade, al cine de artes marciales de Bruce Lee, a la línea
chunga española iluminada por el espíritu de Clay Wilson y Gary Panter... Enter the Kann es lowbrow en estado
puro que en sus escenas más violentas y alucinadas roza la abstracción. Enter the Kann es un espectáculo visual
fabuloso, un tebeo mestizo, irreverente, asalvajado y además muy divertido...
Safari Honeymoon (DeHaviland Ediciones), de Jesse Jacobs: El sólo hecho de recorrer las viñetas mutantes de Jesse Jacobs y pasear por los paisajes metamórficos, abigarrados y exuberantes de sus cómics resulta en sí un festín visual. El neoyorquino ha conseguido convertir su estilo gráfico en un lenguaje: Safari Honeymoon es un valioso muestrario de su caligrafía. La historia de los dos recién casados que organizan, para su luna de miel, una expedición a las selvas de un peligroso y fecundo planeta es sólo la excusa argumental que emplea Jacobs para desplegar su catálogo de criaturas multiformes y la alucinante flora imposible que habita sus páginas. Con su amable estilo underground y una combinación preciosista de tonos verde, Safari Honeymoon es una delicia para amantes de la ciencia ficción y la rareza freak, pero, sobre todo, es un tebeíto que se lee con el deleíte hipnótico de quien emprende un viaje excitante al planeta soñado.
La visión (Panini Cómics), de Tom
King, Gabriel Hernandez Walta, Jordie Bellaire: El cómic de superhéroes más citado, aclamado y premiado del año. La idea no es nueva: adentrémonos en la cotidianidad del superhéroe, intentemos capturar la normalidad de lo extraordinario (como hicieron, por ejemplo, Aja y Fraction con Ojo de Halcón de forma deslumbrante). En La visión, sin embargo, el ejercicio especulatorio se enriquece con unas buenas dosis de crueldad, humor negro y, sobre todo, gracias a la propia naturaleza sintética de sus protagonistas. ¿Cómo se cuenta la humanidad de algo que no es humano? Debido a estos factores, el cómic de King, Walta y Bellaire invita a reflexiones propias del género superheroico, como la hostilidad social, la identidad o la inadaptación, pero planteadas desde una óptica muy diferente y novedosa. Una lectura refrescante.
Noche
Oscura: Una historia verídica de Batman (ECC), de Paul Dini y Eduardo Risso: Uno
de los mejores cómics de superhéroes de 2016 no es un cómic de superhéroes,
sino el ejercicio de catarsis biográfica de un guionista que adquirió su fama
gracias a ellos. Paul Dini fue uno de los responsables (junto a tipos como
Bruce Timm, Joe Chiodo, Michael Avon Oeming, etc.) del exitoso giro cartoon que los personajes de DC
vivieron a comienzos de este siglo. Cuando su carrera como guionista de
animación parecía lanzada, dos atracadores le dieron una brutal paliza a Dini que lo
dejó a las puertas de algo peor... Batman,
una historia verdadera cuenta esa experiencia traumática. Azzarello (100 Balas) recurre a su talento gráfico
para dar forma a un relato en el que se mezclan los hechos reales, el recuerdo,
la narración en primera persona del propio Paul Dini, convertido en personaje, y
las historias cruzadas de los personajes de ficción que han ayudado a Dini a
ser quien es. El cómic autorreferencial de un exorcismo en toda regla (Batman
mediante).
Y si se quedan con ganas de leer más, este año ACDCómic (la Asociación de Críticos de Cómics) ha publicado el esperado Cómic Digital Hoy: 33 capítulos que recorren el panorama contemporáneo del cómic digital internacional a base de estudios (entre ellos este nuestro) y análisis llenos de interés. Una de las buenas publicaciones de este 2016; y encima de balde.