Hace menos de una semanita, dejé mi última reseña en manos de los hados de la imprenta del Culturas, suplemento cultural del Tribuna de Salamanca. En esta ocasión le tocó el turno a La mala gente, de Davodeau, de la que, ahora y aquí, me libero con bloguerío y diurnidad.
____________________________________________________________
Concluida su lectura, paso la lengua por mi paladar y adivino una esencia conocida: la de los cómics con sabor agridulce. Lo cual, después de las expectativas creadas, puede leerse también en términos de pequeña desilusión “culinaria”.
Y lo cierto es que me resulta complicado explicar el porqué de esta insatisfacción (creo recordar que fue incluso una de las lecturas que un servidor propuso para este veranito recién acabado), ya que La mala gente reúne muchas de las cualidades que se le piden a un cómic (a cierto tipo de cómics): a saber, Davodeau se muestra valiente al abordar un tema denso y complejo, la narración es en todo momento coherente y se apoya en un guión impecable, los personajes son redondos, verosímiles y están bien construidos, la técnica de narración autoconsciente y metaficcional, funciona en todo momento… ¿Entonces, por qué no voy a incluir La mala gente entre mis favoritos del 2006?
No es, desde luego, porque la mencionada autoconciencia me recuerde una y otra vez al Maus (algo que más bien se me antoja una virtud). Mis “peros” se mueven más bien en el terreno de la historia que en el de la técnica discursiva; en concreto alrededor de la cuestión temática y la capacidad del autor para generar expectación en torno a ella: aún reconociendo bastantes afinidades ideológicas con algunos de los planteamientos que Davodeau desarrolla en su libro, lo cierto es que casi nunca he conseguido engancharme a su historia del nacimiento del movimiento obrero en los Mauges (que por momentos, lo confieso, me aburre soberanamente). El bombardeo de siglas, organizaciones y partidos políticos, la sucesión de datos positivistas y la lista de personajes y sucesos trascendentes en la historia sindical francesa (y por ende europea), consiguen interesarme muchísimo menos que las pequeñas anécdotas infantiles de la niñez del autor. La presencia de aquellas fundamenta, no obstante, el armazón del relato.

No me malinterpreten (si es posible a estas alturas), la lectura de La mala gente es un ejercicio del todo recomendable. Se trata, como ya hemos dicho, de un cómic valiente, adulto y lleno de hallazgos… Una de esas lecturas que dignifican al medio y están consiguiendo resituar al cómic como discurso artístico al lado de la novela o el cine. Pero, que se le va a hacer, no he conseguido sacarle el jugo como hubiera querido. Volveré a intentar hincarle el diente a los siguientes platos que nos cocine el chef Davodeau. A comer también se aprende, dicen.
5 comentarios :
Bastante de acuerdo con lo que comenta, menos mal que no soy el único que se ha aburrido con este tebeo (que no es malo, que conste)
Puesss.... yo lo disfruté bastante. Con sus peros, sobre todo esa Planicie narrativa, mas sus aciertos (ese humanismo, esos personajes creibles gracias a un dibujo que, personalmente, es lo que más me ha gustado -dibujo, no narrativa, ojo-) le han dado puntos a favor (sin hacerle un templo, ni nada...sólo una buena lectura, adulta, interesante, con la que he aprendido algo, además... no es poco).
Hasta ahora casi todos las apreciaciones son compatibles, me parece a mi. Se pueden valorar las virtudes de una obra artística aunque uno personalmente no haya disfrutado demasiado de ella... ¿o no? El eterno debate.
Por cierto, Fer, no sé por qué, pero no tengo acceso a tu página desde tu vínculo ;)
"Se pueden valorar las virtudes de una obra artística aunque uno personalmente no haya disfrutado demasiado de ella... ¿o no?"
Por supuesto que sí. Es más, se puede disfrutar de algunas obras aunque carezcan de virtudes artísticas. En ambos casos es cuestión de si apelamos a la visión subjetiva (la fácil, la que traemos todos de serie) o a la objetiva (la que requiere estudio, investigación, tiempo y esfuerzo). Vamos, digo yo.
Publicar un comentario