Una de encuentros casuales, en dos episodios. El primero comienza cuando el que suscribe se encuentra en el autobús de vuelta a casa desde la ciudad condal (con motivo del salón del cómic). Andaba entonces leyendo (con retraso evidente) el fabuloso Pyongyang de Guy Delisle, cuando un amable individuo, claramente más joven que el menda, se nos acerca atraído por el aroma irresistible de señalada lectura. Entablamos conversación.
Comenzada la charla, resulta que nuestro anónimo y animado conversador, no es en absoluto anónimo, aunque sí muy animado: los hados comiqueros nos han sentado en el mismo autobús que a Jorge García, uno de los más talentosos y prolíficos guionistas jóvenes españoles. De hecho, por un nuevo capricho del azar, la faceta creativa de don Jorge, adquiere hoy mismo plena actualidad, gracias a la edición francesa de su galardonado Cuerda de presas (según acabamos de leer en Con C de Arte). No he leído Cuerda de presas, el trabajo guionizado por Jorge e ilustrado por Fidel García, pero prometo solventar el dislate en cuanto tenga ocasión. Por de pronto, la obra de Jorge germina en mil ramificaciones y proyectos floridos: desde sus no muy lejanas colaboraciones con Ángel de la Calle (para Nuestra Guerra Civil), M. A. Díez en Dos Veces Breve, Pablo Auladell o Andrés Leiva, hasta la más reciente con David Rubín, para BDBanda.
Pero es que, además, nuestro nuevo amigo resultó ser un gran conversador y aún mejor conocedor del cómic y sus vericuetos narrativos. No es casualidad que Jorge García haya compaginado su labor creativa con una actividad crítica más que estimable (colaborando en revistas y medios como Trama, TOS o Tebeosblog) y con trabajos y reseñas tan recomendables como aquella, aquella otra o el especial, ya clásico, que le dedicaron a Luis García en Tebeosfera. De nuestro admirado Luis hablamos, por supuesto, y de su breve aparición estelar en el interesantísimo proyecto que Jorge y Fidel están construyendo para la revista Humo, bajo el título de Retratos (un homenaje al recientemente fallecido periodista Ryszard Kapuscinski transformado en narración comicográfica mediante un sorprendente juego de cajas chinas).
Así, tirando del cabo, fueron surgiendo nombres, se desvelaron secretos y se tejieron nuevas conversaciones: hablamos de su fervor indisimulado hacia Milton Caniff, del prometedor futuro que se le adivina al joven cómic español o de la devoción compartida por algunos "clásicos-jóvenes", como don Federico del Barrio y su El artefacto perverso, uno de los mejores cómics publicados en nuestro país. Y hablando de del Barrio, salió el nombre de otro maestro, de éste, y salió otra joya escondida a la luz durante largos años... pero eso ya es otra historia.
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