martes, julio 31, 2007

Billy Avellanas, ojos de irrealidad

Últimamente, las actualizaciones veraniegas de este blog son menos fiables que una aplicación de Windows (esté o no sometida a los rigores estivales). Disculpen. Al menos, acabo de leer el Billy Avellanas de Tony Millionaire; le tenía ganas.

Arrancar una reseña con la información promocional de la contraportada es un recurso tan fácil, que uno puede arriesgar su escasa credibilidad en caso de abuso. Permítannos, sin embargo, hacer una excepción y repetir la letra impresa en este caso:

BILLY AVELLAS es un ser artificial dispuesto a dar con la cara oculta de la luna a la vez que descubre la suya propia. Para ello se embarcará en un viaje fantástico junto a Becky, la científica más inteligente de la granja Rimperton.

En la tradición del Pedro Melenas del doctor Hoffman, el Pinocho de Collodi, el Manostijeras de Tim Burton y otros tantos clásicos inolvidables, Billy Avellanas es una novela gráfica para adultos de edad indefinida con la que el multipremiado Tony Millionaire se acredita entre los grandes narradores de nuestro tiempo.

No tanto, la verdad, pero la cosa merece unos apuntes. Hacía tiempo que esperábamos a Millionaire por estos lares (como seguimos esperando a tantos otros, claro: Harkham, Catmull, Ralph, etc.). Es cierto que la figura del norteamericano no ha dejado de crecer entre los amantes del cómic y la crítica estadounidense, desde sus orígenes más o menos independientes hasta el momento actual en que su trazo inconfundible aparece en mil y una publicaciones norteamericanas. Sus obras se cotizan a lo grande, y el bostoniano consigue crear universos personales sorprendentes y llenos de magia.

De acuerdo también con los referentes autorales y narrativos mencionados: Billy Avellanas tiene puntos de conexión claros con la cuentística tradicional y moderna. Las referencias a Pinocho o Eduardo Manostijeras son obvias; como podrían serlo incluso a Frankenstein o, por qué no, a la tradición mítico-religiosa del Gollem o la misma creación del ser humano por Dios (Adán la tierra, Eva la carne). Como hemos señalado, especialmente clara nos resulta la semejanza entre Millionaire y Tim Burton. Ambos crean mundos a medio camino entre la tradición gótica y el cuento fantástico; ambos hurgan en el terreno desconocido de la psique humana (los miedos, los sueños, el deseo…), aludiendo, simbólicamente, con sus creaciones ficcionales a sentimientos, comportamientos y otros niveles de la existencia; ambos hacen discurrir las peripecias de sus personajes por un universo ficcional alucinado, que se rige por unas coordenadas propias, tejidas con hilos de la simbología cuentística y la fantasía onírica, un universo que no adquiere más sentido que el que determinan esas reglas internas propias de fantasía desbordada que dirigen y modelan sus tramas. Aquí está también la diferencia entre Burton (o Carroll o Perry) y Millionaire.

Mientras que aquellos, de un modo u otro, anclan sus trabajos a la realidad empírica y social (Eduardo Manostijeras es la anomalía de lo social; en Alicia todo es sueño dentro de un sueño; Peter Pan es el niño eterno que vive en un mundo de fantasía infantil). Billy Avellanas es un cuento de lo irreal, marciano, de principio a fin (¿se acuerdan de Jali?). Esa es su virtud y su defecto: la irrealidad lo preside todo sin excusas, de ahí que ni la línea onírica valga como excusa para sostener su trama. Y la trama de Billy Avellanas, en ocasiones, no se sostiene (en términos de equilibrio narrativo, nos referimos), todo parece desbordado. Millionaire termina por saturarnos con su cascada de sorpresas, detrás de cada viñeta, de cada secuencia, de cada página. De modo que, cuando uno termina de leer Billy Avellanas, se queda con la sensación de haber acabado un sprint demasiado largo. Si exceptuamos el emocionante y templado final, y algún otro instante de sosiego narrativo (bellísima la escena del naufragio con Billy y Becky, llevados por las olas, alejándose en el mar), todo es una vorágine en este cómic y se corre el riesgo de que el lector acabe fatigado, claro.

Pero sí, no cabe duda de que Millionaire es un artista con un universo personal, convincente y brillante en muchos casos, capaz de elaborar un lenguaje propio (más de lo que se puede decir de muchos autores, hoy en día). Parte de ese lenguaje personal descansa sobre la belleza de unas imágenes, un dibujo, que huele a clásico y a respeto por la tradición de la ilustración gráfica de los últimos 150 años. En el trazo elegante de Millionaire se puede rastrear a McCay y a Gray, pero también a Cruikshank, a E. H. Shepard, al mismo Töpffer y, sobre todo, a Tenniel. Volvemos a Wonderland, como ven, no podía ser de otro modo.
Por cierto, preciosa la edición de La Cúpula.

5 comentarios :

Octavio B. (señor punch) dijo...

Magnífico rastreo de influencias, sí señor.
También es evidente que la suciedad underground de un Crumb está en esas ilustraciones, pero claro, la sombra de Crumb lo toca casi todo, si hablamos de comic independiente.
En todo caso, y tras leer este comentario, queda el autor en mi punto de mira esperando futuros trabajos más afinados (se intuye que alguna obra redonda va a darnos, si esta no lo es)

Por cierto, La Frase: "es un artista con un universo personal, convincente y brillante en muchos casos, capaz de elaborar un lenguaje propio (más de lo que se puede decir de muchos autores, hoy en día)"
Has dado con el meollo, la esencia que emociona realmente: por encima del entretenimiento, o del asombro ante la pericia de un dibujo o/y el entramado de un guión, está el sentirnos, como lectores, partícipes de un mundo personal.
Precisamente ahora ando yeyendo (saboreando con calma, como uno de esos excelentes tés que ya sabe el gato ;)) el trecer tomo de Locas, de Jaime Hernandez, y sobre todo está esa sensación. En una sola viñeta Jaime traspira "mundo propio", y eso, aunque no nos cuente nada (dispersión argumental, casi abstracción) es lo mejor que puede darte un autor: esa sensación de mundo propio... incluso cando no hay onirismo, ni realidades paralelas ni gaitas, sólo un grupo de personas charlando.
Bueno, desvarío, lo dejo :)

Little Nemo's Kat dijo...

Usted sí que ha tocado una tecla, y es que los Hernandez Bros están en el origen de muchas obras actuales y, más que mundos, crean universos. No me extraña que hable en términos superlativos de Jaime (podría hacerlo de Beto también); ambos, como lo hace la buena literatura (y cada vez más cómics) consiguen envolver sus historias de verosimilitud (que no significa necesariamente realidad) e introducirnos de la mano en sus reflexiones y planteamientos.
Tiene también razón con Crumb. Su influencia es obvia en el Billy Avellanas y lo cierto es que si no lo he señalado ha sido por imperdonable despiste (me perdí en los orígenes), así que le agradezco la ayuda referencial.
Siempre es un placer (instructivo) tenerle por aquí, ya lo sabe ;)

Octavio B. (señor punch) dijo...

¿Beto? Yo es que no puedo hablar de Palomar... no puedo evitarlo, sale Palomar en la charla y yo me hago un hatillo y salgo a buscarlo por esos caminos... y luego me riñen en casa :))
Ah, que no comento siempre, pero paso, paso...

Cloe dijo...

Qué pasa???. jeje. cuánto tiempo, desgraciaoss... Seguís por allí alguno?, tu en concreto?.

salud, sexo, rock!

nos vemos

Little Nemo's Kat dijo...

Señorita poetisa, ¡qué lenguaje arrabalero se me gasta usted ultimamente! Los aires del norte han debido de alterar su lírico verbo... Besos