Leo en El País del dominigo 16 de julio, un artículo de Alex de la Iglesia (“Yonquis del recuerdo”) en torno al estreno del nuevo Superman cinematográfico. Dice el director: "Kevin Spacey no consigue hacernos reír como Gene Hackman. No consigue ni ser simpático, ni darnos miedo. ¿Se han fijado en el careto de Superman en el póster? Imagino un centenar de ejecutivos de los estudios discutiendo cada poro de la piel de esa foto para que no moleste a nadie, hasta convertirlo en un polvorón inexpresivo, una especie de torta de mazapán caliente. Nuestra mente transforma rápidamente la película de Richard Doner en un clásico, en una joya de la cinematografía, y a Christopher Reeve en el mejor de los actores cuando vemos esta irreprochable y demencial caricatura con resonancias cristológicas."
No soy de los que piensan que una opinión sea suficiente para formar juicios de valor en torno a la obra artística, ni creo en la infalibilidad del crítico, juez o artista metido a opinador, pero, aún sin haber visto la película todavía, tengo la sensación de que el amigo Alex (que me parece un muy buen director de cine) debe de haber dado en el centro de la diana, a tenor de las informaciones que a uno le llegan sobre este nuevo Superman. De hecho, no es la primera opinión que leo en la misma dirección.
No soy de los que piensan que una opinión sea suficiente para formar juicios de valor en torno a la obra artística, ni creo en la infalibilidad del crítico, juez o artista metido a opinador, pero, aún sin haber visto la película todavía, tengo la sensación de que el amigo Alex (que me parece un muy buen director de cine) debe de haber dado en el centro de la diana, a tenor de las informaciones que a uno le llegan sobre este nuevo Superman. De hecho, no es la primera opinión que leo en la misma dirección.
Nunca sentí especial afinidad hacia el héroe de Kripton; por qué negarlo, me caía un poco gordo. Tanta perfección, esa presencia sin mácula, la corrección política del héroe de Shuster y Siegel me echaba un poco para atrás frente a otros colegas suyos, como Spiderman y Batman, más erráticos y llenos de dudas, más humanos en definitiva.
Sin embargo, hallábame yo en los últimos tiempos lleno de júbilo por mi nueva amistad con el forzudo de Metrópoli. El redescubrimiento del mito superheroico, gracias a dos cómics, sobre todo, que por primera vez en mucho tiempo me dibujaban a un Superman más adulto y creible. Me refiero a Superman: Identidad secreta, de Immonen y Busiek, y más recientemente, Superman. Para todas las estaciones, de Loeb y Sale. La primera, una obra que podríamos encuadrar estilísticamente dentro del hiperrealismo, crea su trama en torno a un personaje maduro y lleno de dudas (en la línea del Señor de la Noche de Miller en el que están todos pensando, desde luego). Un trabajo lleno de segundas lecturas y líneas temáticas que orbitan alrededor de la trama principal, que se convierte en una lectura fascinante casi desde las primeras páginas. Un cómic que, albricias, invita a la reflexión sobre nuestra actualidad sociopolítica y supera el estigma de entretenimiento superficial (que en ocasiones puede bastar para alabar una obra de arte, pero que en la mayoría, me parece a mí, dice bastante poco de ella.)
Por su lado, la multipremiada obra de Jeph Loeb y Tim Sale, busca una recreación diferente del personaje y, aunque conserva cierto interés por la indagación psicológica, tiene unas inquietudes épicas más definidas. Se trata de un trabajo que, como tantos otros, intenta asentar los fundamentos heroicos del mito, recuperando episodios perdidos de la adolescencia y la juventud del personaje. Comprendamos al personaje a través de su intrahistoria, parecen querer decir los autores; y se toman su tarea en serio. Superman. Para todas las estaciones es un trabajo que se lee con verdadero interés, un cómic al que se ha emparentado artísticamente con las grandes epopeyas de John Ford, debido sobre todo a esas grandes viñetas generales panorámicas, abiertas y luminosas, a una ordenación cíclica de los sucesos de la historia (basada en la repetición y el paralelismo) y a el respeto enorme que los autores muestran por el personaje, evitando cliches, topicazos y rutinas inexorablemente unidas a nuestro amigo de acero.
Por eso sorprende que, justo en este momento (en realidad sorprende muy poco), los gerifaltes hollywoodienses hayan vuelto a caer en lo previsible, en la apuesta sin riesgo, y, como parece ser que es, se hayan marcado otra de esas adaptaciones por las que uno no debería rascarse el bolsillo. Vaya… mira por donde, con este post me acabo de dar una idea a mi mismo.
Sin embargo, hallábame yo en los últimos tiempos lleno de júbilo por mi nueva amistad con el forzudo de Metrópoli. El redescubrimiento del mito superheroico, gracias a dos cómics, sobre todo, que por primera vez en mucho tiempo me dibujaban a un Superman más adulto y creible. Me refiero a Superman: Identidad secreta, de Immonen y Busiek, y más recientemente, Superman. Para todas las estaciones, de Loeb y Sale. La primera, una obra que podríamos encuadrar estilísticamente dentro del hiperrealismo, crea su trama en torno a un personaje maduro y lleno de dudas (en la línea del Señor de la Noche de Miller en el que están todos pensando, desde luego). Un trabajo lleno de segundas lecturas y líneas temáticas que orbitan alrededor de la trama principal, que se convierte en una lectura fascinante casi desde las primeras páginas. Un cómic que, albricias, invita a la reflexión sobre nuestra actualidad sociopolítica y supera el estigma de entretenimiento superficial (que en ocasiones puede bastar para alabar una obra de arte, pero que en la mayoría, me parece a mí, dice bastante poco de ella.)
Por su lado, la multipremiada obra de Jeph Loeb y Tim Sale, busca una recreación diferente del personaje y, aunque conserva cierto interés por la indagación psicológica, tiene unas inquietudes épicas más definidas. Se trata de un trabajo que, como tantos otros, intenta asentar los fundamentos heroicos del mito, recuperando episodios perdidos de la adolescencia y la juventud del personaje. Comprendamos al personaje a través de su intrahistoria, parecen querer decir los autores; y se toman su tarea en serio. Superman. Para todas las estaciones es un trabajo que se lee con verdadero interés, un cómic al que se ha emparentado artísticamente con las grandes epopeyas de John Ford, debido sobre todo a esas grandes viñetas generales panorámicas, abiertas y luminosas, a una ordenación cíclica de los sucesos de la historia (basada en la repetición y el paralelismo) y a el respeto enorme que los autores muestran por el personaje, evitando cliches, topicazos y rutinas inexorablemente unidas a nuestro amigo de acero.
Por eso sorprende que, justo en este momento (en realidad sorprende muy poco), los gerifaltes hollywoodienses hayan vuelto a caer en lo previsible, en la apuesta sin riesgo, y, como parece ser que es, se hayan marcado otra de esas adaptaciones por las que uno no debería rascarse el bolsillo. Vaya… mira por donde, con este post me acabo de dar una idea a mi mismo.
1 comentario :
¿Sabes? yo ya he ido al cine a verla.
No está tan mal como parece, eso si, hay trocitos horteras, incluso que te dan vergüenza, o puede ser que yo sea vergonzosa, no sé, jajaja.
Ves a verla que no está tan mal.
Es una alegría volver a ver actualizaciones tuyas por aquí.
Ese contador como ha subido.... no habia pensado en que fuera un gesto de vanidad, más curiosidad de saber cuantos miran, no? o eso es un gesto de vanidad??
Bueno por aquí seguiré entrando.
Un saludo, de nuevo!!
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