¿Se imaginan ustedes que los asuntos trascendentes de la vida y la muerte fueran negociados desde corporaciones empresariales por yuppies trajeados del más allá? Pues bien, ese es el punto de partida de Parting Ways, el alabado cómic del año pasado (2005) de Andrew Foley, Scott Mooney y Mick Craine.
Llegué a Parting Ways a partir de las recomendables recomendaciones de Paul Gravett, uno de los gurús de la crítrica estadounidense y colaborador habitual de publicaciones y páginas como Read Yourself RAW (¡atención al número de diciembre!). El hecho es que en mi último pedido intenáutico (no me miren con esa cara que viendo el cambio de divisa, sale más barato que comprar los cómics de importación desde aquí), además del último de McCloud, pedí cositas como este cómic sobre un muerto muy vivo.
Efectivamente, Parting Ways en su juego de hipótesis plantea el mencionado supuesto de los asuntos de la muerte dirigidos como una gran empresa, con sus jefes, mensajeros, currantes-oficinistas, clientes penitentes, etc. Ofrece también la posibilidad de que una persona (el protagonista) fenezca sólo por lo que respecta a su parte espiritual (del alma para arriba, vamos), mientras que su cuerpo permanezca en la tierra como un zombi-trabajador-asalariado-pasivo-inofensivo (es decir, como uno más de nosotros; observen la fina ironía).
La idea (el guión de Foley), así a priori, es brillante. La realización gráfica de Mooney y Craine, aceptable, con un estilo realista que toma del cartoon cierto gusto por la deformación facial y la exageración gestual; muy en la línea del estilo underground, con el que comparte también una trama abundante, el rayado marcado y superficies negras muy espesas, además de un acabado informal. La historia, que, como hemos señalado, tiene momentos brillantes, fruto de su original concepción (me gustan especialmente esa crítica al negocio del arte moderno, con el representante artístico, trepa y oportunista o los mensajeros de defunciones, con sus muy especiales encargos de "paquetería"), se torna sin embargo en otros casos, confusa y poco operativa. Da la impresión de que, en su búsqueda de la comicidad alegórica, los autores recurren a algunos giros de tuerca y a un exceso de diálogo innecesarios para la trama.
En todo caso, si quieren usted invertir sus cuartos en material foráneo y practicar su inglés de negocios, aquí tienen una buena opción. En caso contrario, esperen a que se edite en español y lo adquiera su biblioteca.
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