No nos arriesgamos demasiado si decimos que el 11-S y sus secuelas ha sido el acontecimiento histórico reciente que más ficción artística ha generado a su alrededor. Con obras revestidas en muchos casos de ropajes documentales, lo cierto es que la recreación del atentado terrorista más trascendente de las últimas décadas y el drama por él desencadenado, han sido fuente inspiradora para guionistas de cine, pintores, escultores, arquitectos y... dibujantes de cómics, desde luego.
Así, a bote pronto, recordamos el polémico y controvertido ejercicio de estilo de Spiegelman en Sin la sombra de las torres o el más reciente El informe 11-S, de Sid Jacobson y Ernie Colon; bueno, claro, y todas las utilizaciones directas e indirectas del suceso en las colecciones superheróicas, que darían para más de un monográfico. Y también está aquel extraño cómic que sacaron el novelista Fabrice Colin y el ilustrador Laurent Cilluffo, en 2006, World Trade Angels.
Debo confesar que el tomo en cuestión, editado por Sins Entido el año pasado, ha estado en el montón de lecturas-en-espera durante bastantes meses, sin más razón que la simple y pura pereza. Quizás por los años que le he dedicado a la investigación del lenguaje comicográfico, tengo debilidad por la experimentación en viñetas; por eso, en cuanto huelo algo raro, me lanzo de cabeza a por ello (a la tienda), aunque luego, como en este caso, me cueste dar el paso subsiguiente esencial, el del buceo entre sus páginas (ya se sabe, la rareza narrativa suele requerir después de un esfuerzo mayor por parte del lector). En este caso, la falta de motivación venía motivada por la aspereza visual de la propuesta en sí: un ejercicio de narración pictográfica frío y bastante maquinal. Es decir, un cómic en el que el estilo recrea las toscas imágenes pixeladas de un ordenador; como decía Álvaro Pons hace unos meses, un estilo más cercano al pixel-art que a cualquier recreación estética comicográfica que nos pueda resultar familiar.
La aridez visual consiguiente se completa con un uso también parco del color, que se reduce únicamente a un tono salmón en dos grados de intensidad, que Cilluffo emplea con una evidente intención simbólica. Sucede, no obstante, que en ocasiones ese mismo sincretismo de la propuesta conduce a la ambigüedad y por la misma razón el simbolismo se convierte en confusión. La iconicidad del dibujo le resta dinamismo al conjunto y "escamotea" información necesaria. El uso connotativo del color (tanto en las líneas de dibujo como en el coloreado de superficies planas o, incluso, en su aplicación sobre las herramientas narrativas -globos, márgenes de viñeta, etc.) discurre entre la mencionada evocación figurativa y el simple ejercicio estético sin más trascendencia que el efectismo visual, de nuevo, creando algunos equívocos interpretativos.
Por lo que respecta a la historia en sí, World Trade Angels circula en el camino conocido de obras precedentes al describir un acontecimiento reciente, con tanta vigencia emocional en cada uno de sus posibles lectores: nadie puede negar que la comunicación global del atentado hizo a todo el orbe víctima, en diverso grado, de sus efectos; fue, por así decirlo, el primer "atentado mundial" de la historia. Debido a esa cercanía, resulta imposible abordar un tema como el que nos ocupa desde variantes genéricas que se le supondrían afines, léanse los dramas sobre desastres (naturales o provocados) o el thriller. En este sentido, y considerando la amplia producción cultural generada alrededor del 11-S, no sorprenden las ya señaladas recreaciones documentales o las obras y trabajos que indagan en la introspección psicológica de los personajes implicados, víctimas y verdugos. Este es el ámbito de actuación de World Trade Angels: el de las secuelas personales y la imposibilidad de romper la inercia negativa que genera un "terremoto" afectivo como éste en las personas que lo sufren de primera mano.
El resultado podría ser analizado en unos términos similares a los que ya le hemos dedicado al apartado gráfico: la contención informativa y la sugestión simbólica terminan por lastrar el resultado final. Cierto es que la trama adquiere fuerza y consistencia con el paso de las páginas y que en algunos momentos su carga de emotividad sincera ensalza el resultado final, pero no lo es menos que en ciertos momentos la confusión de la propuesta perjudica sus buenos propósitos y tiene un indeseado efecto anticlimático. Por ello, las rupturas temporales o la introducción de esbozos, que tan bien funcionan en ciertas narraciones líricas o en otras propuestas experimentales comicográficas, no encajan del todo bien con la asepsia visual de Cilluffo, ni con la pretendida tragedia personal del protagonista, que sólo se comprendería desde la señalada introspección psicológica, a tenor de las claves que va desvelando la historia según avanza.
Es loable, en todo caso, la propuesta de estos dos autores y prometedora por cuanto abre un camino inexplorado, que ha de dar frutos más maduros; quizás la cosa funcionara mejor con otros argumentos de una sensibilidad menos compartida. Estaremos a la espera.
3 comentarios :
En todo de acuerdo con usted. Este sigue siendo mi blog favorito para leer críticas, un saludo.
Muy flojito, muy flojito me pareció este tebeo en su día.
Muchas gracias por la visita y por las palabras amables (y motivadoras); seguiremos viéndonos por aquí y por allí (muy interesante lo que llevan usteds entre manos, por cierto).
Pues sí, don Javier, se queda en el intento, pero bueno, siendo un poco menos severo que usted, lo dejaremos en que no satisface las expectativas iniciales. Saludos.
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