Si recuerdan, hace no mucho comentábamos en esta casa lo interesante que nos había parecido la propuesta bucólico-campestre de Loisel y Tripp, en Magasin Général. El Señor Punch, amigo bloguero, reseñaba la obra recientemente y decía de ella que resultaba "una lectura de grato poso, ligera, si se quiere, pero que nos deja con un agradable fondo, un regusto dulce, ciertas ganas de vivir, y de volver a visitar a esta gentes encantadoras".
Con esta segunda entrega las líneas argumentales abiertas empiezan a estar más claras y el recorrido narrativo planteado por Loisel y Tripp, nos empieza a hacer sospechar que quizá no sea ésta una obra tan menor y simple como presumíamos. Además, algunas inconsistencias iniciales (esa voz en off del marido fallecido, sobre todo) parecen menos gratuitas a medida avanzan las páginas y, sospechamos, esbozan alguna sorpresa futura.
Mantiene el número 2 de Magasin Général las constantes de la primera entrega, dentro de su costumbrismo vitalista de aldea canadiense y paisanaje rural. No obstante, el tono de Serge muestra algunas variables respecto a Marie. Si ésta se planteaba como un cuadro coral luminoso y veraniego dibujado alrededor de la viuda Marie y su lucha por adaptarse a su nueva situación, Magasin Général 2 nos presenta a Serge, el misterioso forastero recién llegado a Notre-Dame-des-Lacs, cuyo pasado esconde tantas sorpresas como atractivos: entre ellas, la más destacable, su destreza en los fogones.
Así, si la acción de Marie transcurría entre los cuadros ocupacionales y los avatares cotidianos de sus protagonistas, Serge plantea la irrupción sorpresiva de un extraño en ese contexto armoniosamente hermético. Quizás por eso, la luminosidad solariega de Magasin Général 1 se convierte en este segundo volumen en un juego de nocturnidades y paisajes invernales, que encajan mejor, sin duda, con la aspereza sospechosa con que muchos de los personajes reciben al recién llegado. De este modo, si practicáramos un juego frívolo de referencias cruzadas interdiscursivas, Marie vendría a ser una especie de La balada de Narayama a la canadiense, mientras que Serge tendría un parangón fílmico clarísimo en esa fabulosa obra de Gabriel Axel que es El festín de Babette.
Habrá que esperar a los siguientes volúmenes, pero ya sólo el talento artístico de sus dos virtuosos autores hace que la immersión en esta apacible (por ahora) comunidad rural valga la pena. Seguiremos a la espera de la tercera entrega, Les Hommes, ya publicada en Francia por Casterman.
2 comentarios :
oh qué bonito,qué navideño...la casita,la nieve, los borrachos...oh
pd: la de las pistolas era yo,of course
Muy bucólico todo, sí, lejos del malditismo poético que se me gasta usted, doña Cloe. No sé si sería de su gusto ;)
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