lunes, diciembre 31, 2012

Del fin del mundo y otras Crudas historias.

A punto de entrar en el 2013 y todavía coleando entre píxeles, redes globales y vínculos internáuticos. Aunque, gracias a políticos, banqueros y macroempresarios codiciosos lo haya parecido, parece que la olla a presión global aún no ha reventado. Sospechamos, sin embargo, que como decía aquel visionario el milenarismo va a llegar... aunque sea con unos lustros de retraso.

Encontramos designios evidentes en algunas lecturas que hemos abordado recientemente. Muchos, por ejemplo, en el último número de La Cruda; esa revista de arte minoritaria que nació bajo una muerte anunciada y no deja de renacer año tras año, que por el número 6 se llega ya.

Lo hemos dicho antes en esta casa, La Cruda es una anomalía editorial. La publicación de Nacho Simal y Gonzalo Rueda no es un fanzine, ni una revista al uso, pero tampoco un libro, cómic o catálogo de arte. Es un poco de todo ello y más. Es un muestrario de arte contemporáneo de más de cien páginas, un escaparate perfecto para ver lo que está pasando en el universo pop y en el panorama icónico del S.XXI. En sus páginas se mezclan referencias de algunos de los discursos artísticos que están moviendo la máquina cultural contemporánea: encontramos cómics, pintura, arte urbano, instalaciones, dibujos e ilustraciones... Un muestrario inmaculado de cómo las artes nobles están viviendo un trasvase popular, de cómo la conexión global, la enciclopedia universal y la información absoluta que ofrece Internet, se está reflejando de forma decisiva en la concepción viral del ocio actual y de la recepción artística. Y aquí seguimos.   

Pensábamos en ello el otro día cuando descubrimos La literatura en la Play, el nuevo blog que un viejo amigo, Antonio Gil, ha estrenado para eldiario.es. En él, el profesor universitario da cuenta de las interrelaciones y vínculos que se establecen entre los diferentes vehículos narrativos de la cultura actual, léanse, la novela, el cómic, el cine, el vídeojuego y la animación. La Cruda funciona en un nivel similar, pero aplicado al arte plástico y desde un punto de vista puramente expositivo. En sus páginas, el lector/espectador encontrará un muestrario de la interdiscursividad icónica que agita este agitado mundo que amenaza con romper costuras antes que después.

Resulta curioso constatar cómo muchos de los artistas que habitan en las páginas de La Cruda 6 apuestan por esa misma idea. Desde los dibujos a tinta de Heiko Muller (sucios, desasosegantes, despiadados) a las ilustraciones/grabado/collage de David Curto (empapados en crítica social, mala uva y una agría visión decimonónica del mundo contemporáneo) o las bestias de Nacho Simal, muchos de los autores incluidos en el volumen rezuman escepticismo y una visión ciertamente cínica, cuando no salvaje, de la vida. Otros, apuestan por la desfiguración pop y el aire cartoon para asomarse a la realidad mutante: es el caso de los monstruos polimórficos del genial Jim Woodring, dibujante clásico del underground menos clásico y uno de los artistas pop que más influencia ha tenido en el universo plástico contemporáneo. La pintura de Gonzalo Rueda se mueve en la órbita del surrealismo pop de los Gary Baseman (que también ha aparecido alguna vez en las páginas de La Cruda) o de Mark Ryden, incidiendo en el detallismo y en un realismo dislocado como punto de partida para su obra. En una línea similar se mueve el trabajo de Julio Falagan. Nunca lo habíamos observado así, aislado, excindido y troquelado: la obra de la que proceden los fragmentos recogidos en La Cruda es en realidad un cuadro de varios metros de largo (Eldía de la hecatombe), construido alrededor de pequeños lienzos encontrados (en rastros y baratillos), que aparecen cosidos al lienzo principal en un continuum de locura kitsch y serie B de devastaciones (con sonido incluido). Nos gustó verlo en su día en el DA2 y toquetear los botones de su panel de mandos sonoro, y nos ha divertido verlo troceado ahora en La Cruda.


Quizás resulta exagerado emplear el calificativo “nihilista” para referirse a la obra de Anders Nilsen, pero lo cierto es que los dibujos y los cómics del norteamericano son ejercicios de desolación y tristeza genuina: sus bosques de chatarra y sus cervatillos abandonados en paisajes abandonados anuncian un apocalipsis interior, privado, que llega más hondo que la devastación de un Gozilla cualquiera. Nos encanta Nilsen, aunque nos joda el día. También nos gustan mucho, nos hemos cansado de decirlo, las instalaciones superheroicas de Martín Vitaliti. Sus collages de explosiones, colapsos arquitectónicos (viñeteros) y aceleraciones vertiginosas nos parecen inteligentes ejercicios de deconstrucción postmoderna; una suerte de desmitificación heroica del héroe dorado y argento.

En otros casos, la crítica tiene que ver con la ironía y el extrañamiento. Sucede con el falso orientalismo e indigenismo de los trabajos de Carratalá Rey, con la abstracción expresionista secuenciada con aire surreal de Xabier Robel (que nos recuerda a los “Primitivos cósmicos” del nuevo cómic estadounidense, que diría don Santiago). Mucha ironía y extrañamiento “clowsiano” (“lynchiano”, “burnsiano”) hay en el cartelismo de Jorge Alderete y en las falsas portadas de los falsos tebeos de Luis Pérez Calvo (a medio camino entre los trabajos híbridos de Judas Arrieta y aquellos míticos e irreverentes collages de Haring, de los que les hablamos aquí).

Por lo que respecta al cómic, en La Cruda 6 vuelve a aparecer un clásico cuasi-olvidado del cómic español, nuestro Charles Burns particular, el gran Martí, que nos vuelve a entregar una de sus historias de desasosiego y alienación costumbrista . El volumen abre con el trabajo de uno de los autores revelación del último cómic europeo, Brecht Evens (autor de Un lugar equivocado y Los entusiastas), que nos ofrece una muy divertida colección de tiras paródicas que desmontan la mitología clásica y la cuentística infantil en clave metaficcional. Son divertidos también el homenaje musiquero sheltoniano de Karim Lebbal y los cadáveres exquisitos sobre un mismo guión, del colectivo holandés Lamelos, que juega con estilos y referentes comicográficos muy diversos para completar cuatro páginas llenas de amor y muerte.  

Ya ven, a punto de entrar en el 2013 y estos chicos de La Cruda que no dejan títere con cabeza. ¡Qué el año que llega nos pille uncidos!

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