Dos semanas después de la clausura del 34Salón del Cómic de Barcelona, hemos tenido tiempo para reflexionar sobre lo que
vivimos en él. Sobre lo bueno y lo malo.
Entre esto último (comencemos
con la cal, para que queme menos), nos volvió a desconcertar la
lista de premios. No porque los elegidos no tuvieran la calidad necesaria para formar parte de ella, sino
porque, como ocurriera el año pasado, algunas ausencias fueron estruendosas. Que los
premios del Salón del Cómic más importante de nuestro país hayan ignorado
durante dos campañas obras como Fabricar historias, de Chris Ware, Aama, de
Frederik Peeters, Aquí, de Richard McGuire, Chapuzas de amor, de Jaime Hernandez, El árabe del futuro, de Riad Sattouf o las dos “Casas”,
de Daniel Torres y Paco Roca (todas ellas, obras llamadas a perdurar y dejar huella en la
historia del medio), dice poco a favor de uno de los principales eventos
comiqueros de Europa. Hitchcock y Kubrik nunca ganaron un Oscar, pero el demérito
no fue suyo, sino de los miopes que no supieron elegirlos.
El problema de base es,
seguramente, la falta de transparencia de un proceso en el que no sabemos ni
quiénes, ni cuántos votamos. La ausencia de listas públicas tiene un doble
efecto pernicioso: por un lado, favorece la indolencia y el desinterés de una
parte de la crítica, que ni se ve retratada, ni puede evidenciar de forma
pública las posibles razones de su negativa a participar en el proceso; por
otro lado, el voto oculto invita a las suspicacias y a la participación
interesada o “colegiada”; hace, por ejemplo, que dudemos de premios y
editoriales, cuando éstos confluyen de forma abrumadora en un mismo sentido (y
con ello, insistimos, no pretendemos arrojar dudas sobre la calidad de los premiados).
Simplemente, algunas ausencias duelen por inexplicables. Entonamos también un
mea culpa por la dosis de responsabilidad que, como votantes, podamos tener en
el asunto.
Se nos anuncia que en su 34ª
edición el Salón ha batido nuevamente su récord de asistencia con un total de
118.000 visitantes, 5.000 visitantes más que en la edición precedente. No vamos
a decir que echemos de menos las aglomeraciones del pasado, pero es cierto que
si hasta esos más de 100.000 aficionados parecían pocos en los 45.000 metros de
capacidad de los Palacios 1 y 2,
qué podemos decir de las exposiciones y actos celebrados en ellos. Hubiera sido
interesante, por ejemplo, cerrar espacios, añadir muros de separación y
contextualizar (escenografiar) de alguna manera una exposición como la del homenaje a Ibáñez
que, diseminada como estaba en la nave este del Palacio 2, ofrecía un
espectáculo desangelado y de inmerecido abandono. El resto de exposiciones,
ubicadas entre stands, expositores y tiendas, corrieron mejor suerte y
minimizaron el contraste de proporciones. Nos divertimos intentando adivinar
los autores de los originales de la muestra “Ellas tienen superpoderes”; y nos
maravillamos ante la exposición que recogía el meticuloso, documentado y
laborioso proceso que se esconde detrás de ese cómic fabuloso llamado Las Meninas, que tan merecidamente
obtuvo el premio a mejor cómic español del año pasado.
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Superpoderosas |
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La maña de Santiago y Javier |
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Cumpleaños con eco |
Aunque la plantilla de
nacionales fue espléndida (con la presencia de maestros del medio como Daniel
Torres, Javier Olivares, Miguel Gallardo, Miguelanxo Prado, Antonio Altarriba o Esteban
Maroto), entre los autores invitados internacionales no había tantos nombres de
relumbrón como en otras ocasiones; aparte de unos tales Serpieri y Azzarello,
que firmaron toneladas de cómics. Se contó, eso sí, con la presencia de muchos
artistas, más o menos jóvenes, más o menos consolidados, de los que se está
hablando mucho o que darán mucho de qué hablar, y cuya obra muestra ya rasgos
de excelencia. Nos encantó volver a ver a un Jali que creíamos desaparecido,
conocer al talentoso Gustavo Rico, inmejorablemente acompañado de ese gran guionista
que es Jorge García (a quien un día nos encontramos en un autobús) y observar
en acción a artistas tan dotadas como Marion Fayolle, Zeina Abirached o Mathilde
Domecq.
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Eleuterio Serpieri. Hacedor de beldades |
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Brian Azzarello. A mí los fans |
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Daniel Torres. Como arquitecto por su casa |
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García y Rico, talento y simpatía |
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Marion Fayolle. La délicatesse |
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Zeina Abirached. Oriente es oriente |
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Mathilde Domecq. No, no somos hermanas |
Pero si por algo
recordaremos esta Edición del Salón, en el plano personal, fue por el “momento
mágico” que vivimos el sábado a las 5 en punto de la tarde.
La llegada de “el
señor de la noche” se aguardaba con expectación desmedida: los afortunados que
habían ganado en un sorteo el privilegio de saludarle en persona y disfrutar de
una firma dedicada se apelotonaban junto al stand de firmas preparado ex
profeso para él, junto al stand de ECC Ediciones; los miembros de seguridad les daban
instrucciones acerca de como proceder en su presencia; el periodista que iba a entrevistarle
antes de la sesión esperaba junto al cámara de televisión y repetía para el
cuello de su camisa las preguntas que había de hacerle antes de que comenzaran las firmas; y los curiosos revoloteábamos alrededor, con la única
intención de ver en directo y fotografiar con el móvil al mito. En esas,
apareció un miembro de la organización y nos preguntó a los presentes si
estábamos interesados en asistir a la conferencia del homenajeado. Ante
nuestro asentimiento bovino, nos soltó entradas de primera fila a quienes
tuvimos a bien estirar la mano. Tick-tack, tick-tack. Dieron las cinco y asomó
él, serio pero con una mueca de sonrisa irónica, ligeramente encorvado y
consciente de que a todos los presentes nos tenía ganados de antemano. Señoras
y señores, con todos ustedes, un genio, el Señor Frank Miller. Muy por encima
de incomprensibles e insultantes perfiles periodísticos y rumores sobre
serias dolencias, estábamos ante uno de los nombres esenciales en la historia
del cómic. Un tipo que se merece el mismo respeto que los mejores directores de
cine y novelistas vivos. Aplausos.
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Genio 1: Miller,
rockandroll star |
Un momento... Ya hemos
aplaudido, ¿nuestra ovación tiene eco? Estalla otra ola aplausos, pero suena en
la distancia. Dejamos a Miller unos instantes en busca de otro acontecimiento.
Sólo unas decenas de metros más allá, otra masa de fans enfervorizados se
agolpa, grita y agita palmas (con más vehemencia aún que en el caso del Señor
de la Noche). “¿Qué pasa?” “Es Ibáñez. Acaba de llegar”. Son las 17:05 y se
acumulan los genios en el Salón. Alguien le canta el cumpleaños feliz a un tipo
calvo y sonriente de 80 años que durante mucho tiempo fue la industria del
cómic en España y que ahora acaba de ver
publicada en un sólo volumen una de las series más macanudas, influyentes y
desternillantes del tebeo español: 13, Rue
del Percebe. En el recibimiento a Ibáñez hubo mucho de admiración,
reconocimiento espontáneo y homenaje a un señor que es maestro de maestros y al
que algún día (tarde, seguro) se le dedicarán calles y Honoris Causa póstumos.
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Genio 2: Ibáñez,
rockandroll star |
Así, con esa sensación de
“pues-a-lo-mejor-sí-que-hay-que-volver-el-año-que-viene”, que suele seguir al
hastío cansino de un mediodía con lata y bocata en el suelo de una nave
industrial, paseamos, compramos tebeos (de los que ya les hablaremos aquí) e
hicimos tiempo hasta la hora de la conferencia a pachas Miller-Azarello. Colas
y más expectación, pero, amigos, teníamos un ticket de primera fila. No se lo
pusieron fácil los agasajados al presentador de la charla ni al traductor, pero, poco a poco, los dos dibujantes se soltaron y fueron desglosando planes, opiniones y
agradecimientos. Dejó entrever Miller, por ejemplo, que a lo mejor Sin City vuelve a aparecer en un mapa.
Confesó muy serio, entre las risas (perplejas o cómplices) de la audiencia, que
en su carrera ha trabajado más con DC porque son los que tienen buenos
personajes. Durante la ronda de preguntas de un público, que después de la
pugna por ganarse un sitio tuvo que hacer cola ordenada en el pasillo para
preguntar por turnos, Azzarello tuvo tiempo hasta de hablar bien del cómic
español y de un autor como David Rubín (nos sumamos al club de fans), quien
entre el público y algo descolocado por la situación (la escena no estaba
preparada) agradeció los halagos a un sonriente Azzarello. Después, distendido
ya el ambiente y con la carcajada a flor de piel, Azarello le soltó un “sonofabitch”
amistoso a un agudo e impertinente joven preguntador, pero esa ya es otra historia...
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Yo estuve allí |
Se la contamos cuando,
cabreados como una mona por los premios, nos encontremos con alguno de ustedes
en el siguiente Salón.
e
deuien le canta el cumpleańoseliz a un tipo calvo y feli pero suena en la
distancia. Dejamos a Miller unos instantes en busca