lunes, diciembre 24, 2018

March, de John Lewis, Andrew Aydin y Nate Powell. Barbarie y derechos civiles

March es un cómic sobrecogedor. Un mazazo en nuestras conciencias y una reivindicación de los héroes anónimos, las figuras históricas y los momentos decisivos en la lucha por la democracia en los Estados Unidos de América. El dibujante Nate Powell y el asesor político Andrew Aydin dan forma a la voz y la memoria de John Lewis, único superviviente de los "Seis Grandes" (Philip Randolph, Dr. Martin Luther King, Jr., Roy Wilkins, Jim Farmer y Whitney Young); el grupo de hombres que pusieron rostro a la lucha por los derechos civiles y el fin de la segregación racial en Estados Unidos durante los años 60. En su país, los seis tienen categoría de leyenda por su lucha pacífica a favor de los derechos humanos, pero en España (con la excepción de Martin Luther King) la relevancia de su empresa no es tan conocida. 
El cómic de Lewis, Powell y Aydin describe algunos acontecimientos históricos fundamentales del siglo XX, como la Marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad de 1963, y arroja luz sobre uno de los hechos más vergonzante y dramático de la historia reciente de las democracias liberales: la segregación racial en Estados Unidos. John Lewis fue uno de los miembros fundadores y posterior presidente de la SNCC (Comité Coordinador Estudiantil No Violento), uno de los movimientos que más trabajó por el final del racismo social y político en los Estados Unidos. La obra se acerca a los acontecimientos históricos sin remilgos ni medias tintas, desde la posición privilegiada que ofrecen los recuerdos de un testigo directo como Lewis. El lector asiste espantado al teatro de deshumanización y barbarie que, durante décadas, protagonizaron los estados sureños de Estados Unidos. Somos testigos de las matanzas y atrocidades que los ciudadanos de ciudades como Nashville, Liberty, Montgomery, Selma o Birmingham cometieron contra sus conciudadanos negros ante el silencio cómplice del resto del país y de su clase dirigente.
 
El cómic desmenuza los hitos sangrientos que marcaron el camino hacia la Ley de Derecho al Voto de 1965, del presidente Lyndon Johnson. Junto a la cronología minuciosa de la lucha por los derechos civiles (y acontecimientos fundamentales como el desafío de Rosa Parks el 1 de diciembre de 1955, la Marcha sobre Washington del 28 de agosto de 1963, el Viaje por la Libertad de 1961, el Domingo Sangriento de marzo de 1965, etc.), March dignifica la memoria de los héroes (algunos de ellos casi anónimos) que perdieron la vida en el camino: Emmett Till, asesinado por hablar con una dependienta blanca; las niñas Addie Mae Collins, Carole Robertson, Cynthia Wesley y Denise McNair, fallecidas en el atentado contra la Iglesia Baptista de Birmingham en septiembre de 1963; los voluntarios Mickey Schwerner, Andy Goodman y James Chaney, torturados y asesinados; Viola Liuzzo, que murió por un disparo en la cabeza en 1965... La espeluznante descripción de esta serie de atrocidades pone el foco sobre la sociedad enferma que las perpetró o permitió, pero también sobre aquellos nombres propios que desde su puesto de autoridad los alentaron; en el repaso histórico salen malparados, por su crueldad y sus decisiones aberrantes, personajes como el sanguinario comisionado de seguridad pública de Birmingham Eugene "Bull" Connor, los jueces racistas James Hare y Harold Cox o el homicida Sheriff Clark de Dallas. Es, precisamente, esta profusión de nombres propios, siglas de organizaciones (SNCC, NAACP; CORE, SCLC...) e hitos históricos un aspecto que puede llegar a generar cierta incomodidad en el lector. La cronografía detallada y la abundancia de información de March, sin embargo, nunca llega a ser un obstáculo para una narración que mantiene el ritmo sin llegar a verse lastrada por su apego fidedigno a la Historia que la inspira.
Así, paso a paso, fecha a fecha, el lector es testigo −entre el extrañamiento y alivio− del triunfo de la razón. Sin testimonios directos como el de John Lewis no resultaría fácil ponerse en la piel de aquellos que, hace tan sólo unas pocas décadas, sufrieron la tiranía y el desprecio de una sociedad que se suponía libre y democrática. Si no fuera por páginas como las de March, parecería que aquellos eventos infaustos nunca sucedieron. La obra de Lewis, Aydin y Powell se nos antoja necesaria, porque nos enseña que un día hubo alguien que estuvo dispuesto a luchar y a morir por esos mismos derechos civiles que, con gran irresponsabilidad cívica, algunos políticos y ciudadanos de dudosa catadura democrática se empeñan en trivializar cada día. Por todo ello, este libro es una piedra más en la batalla por la memoria histórica y por la defensa de los derechos humanos.

jueves, diciembre 13, 2018

Follow Me In, de Katriona Chapman. México lindo

Quien más quien menos, todos nos hemos dejado llevar en alguna ocasión por el placer de viajar en vidas y páginas ajenas. Los libros de viaje conforman un género que exige una disposición mental particular y un prurito de curiosidad. En nuestro caso, solemos acercarnos a ellos cuando estamos planeando una aventura o andamos en busca de inspiración para alguna; pero también cuando regresamos de una travesía y no nos resignamos a abandonar el camino; o cuando se nos echa encima el sedentarismo rutinario. Viajar sin cesar, aún sea con la mente y desde el sofá.
Aunque hay ejemplos muy anteriores, el boom de los cómics de viaje llegó con la entrada en el nuevo siglo. Los referentes previos y los autores más influyentes son bien conocidos: Guy Delisle, con su divertido aire cínico de turista siempre extrañado; Jiro Taniguchi, el contemplador silencioso que camina, come y observa con la mirada aguda del artista privilegiado; o, en menor medida, Joe Sacco y su escrutinio de los conflictos bélicos recientes, un Kapuściński en viñetas.
En el caso del cómic los ejemplos de diario de viajes puro y duro son aún menos frecuentes que en el campo literario. Al cómic de viajes se le superpone, normalmente, un valor alegórico enlazado a la biografía, una carga connotativa añadida que transforma el periplo narrativo en un ejercicio de búsqueda o descubrimiento; o que transforma el viaje en metáfora de crecimiento vital (interior y exterior). Algo de todo ello hay en Follow Me In, la novela gráfica que describe el periplo que, durante casi un año, su autora Katriona Chapman y su pareja realizaron por México en 2003. Como ella misma se encarga de avisarnos en el prólogo de la historia, eran otros tiempos: en México, aún no se había desencadenado con toda su furia homicida la guerra contra el narco que actualmente desgarra el país y amenaza con convertirlo en un cementerio; en el resto del mundo, internet se aparecía como una utopía incipiente a la que asomarse desde cibercafés y conexiones insuficientes. Cada vez es más difícil perderse como hizo Chapman.
Follow Me In nos embarca en una road story fascinante por la geografía mexicana más recóndita, por sus tradiciones, su gastronomía y sus paisajes espectaculares. Enamorados de la cultura indígena mesoamericana, la autora y su novio Richard deciden invertir sus ahorros en uno de esos viajes exploratorios de largo recorrido tan habituales entre los jóvenes estadounidenses y británicos, pero que tan extraños nos resultan en los países mediterráneos. Durante su itinerario, descubrirán aquello que iban buscando, pero al mismo tiempo crecerán como personas y se verán obligados a enfrentarse a sus propios demonios: al alcoholismo de Richard, a la autoexigencia obsesiva de Kat por el dibujo (devenida en martirizante obligación) o a la sensación creciente de que la suya es una relación abocada al fracaso. Paso a paso, la descripción del viaje se entrelaza con la de ese otro viaje que es la convivencia y la búsqueda de un camino propio: la historia del crecimiento personal, en definitiva.
El cómic de Chapman construye su narrativa a partir de esta mezcla de la autobiografía y el material puro del relato de viajes. Los episodios se ordenan a partir de mapas y hojas de ruta que se completan con apéndices explicativos acerca de la gastronómica, el arte, la cultura, la arquitectura o el español de México (los protagonistas enfocan su viaje, también, como una oportunidad para aprender castellano). Entre los insertos que componen sus páginas, se incluyen muchos de los bocetos, anotaciones y dibujos al natural que la autora realizó durante ese año en su inseparable cuaderno. Todo ello contribuye a dotar al cómic de una naturalidad que favorece la fluidez y el interés de la lectura. También lo hace el realismo minucioso de su dibujo.
Katriona Chapman es una artista hábil y académica. Su realismo ligeramente caricaturesco nos demuestra, como ya hicieron Stassen o Tom Tirabosco en su día, que un dibujo amable puede estar cargado de estricnina y crudeza. En Follow Me In, el color es tan importante como el dibujo y su autora demuestra tener una intuición especial para recrear texturas, ambientes y geografías a partir de una viva paleta de colores. La luz de México, la exuberancia esmeralda de su vegetación y la luz ocre de la tierra y sus pueblos de barro, adquieren un protagonismo capital en sus páginas.
No teníamos más noticias de Katriona Chapman que la existencia de Katzine, su fanzine unipersonal. A partir de ahora, seguiremos con atención su trayectoria e intentaremos embarcarnos con ella en algún nuevo recorrido. No es mala aventura seguir a un autor como si viajaras con él.