Hasta los grandes dibujantes suelen confesar que hay pocas cosas más difíciles de dibujar que las manos. En un documental del que hemos hablado recientemente, el dibujante argentino Roberto Fontanarrosa confesaba que, mucho antes de adquirir su propio estilo, se pasó parte de su aprendizaje plástico intentando imitar esas manos inigualables de dedos separados que dibujaba Hugo Pratt (porque las manos, decía el humorista argentino, "son dos caritas más").
La cinta de animación ¿Dónde está mi cuerpo?, del director Jérémy Clapin, está protagonizada por una mano separada de su cuerpo (¿influencia, quizás, de Zil Zelub, el cómic de Buzzelli?). Surrealismo daliniano como premisa inicial. Una mano amputada con vida y voluntad propias. Una mano que funciona como metáfora de resistencia contra el destino marcado, contra ese fracaso irremisible que espera a los perdedores a la vuelta de cada día, de cada entorno desestructurado, de cada tropezón laboral. La película, adaptación libre de un relato de Guillaume Laurant (coguionista también del film), está protagonizada por el joven Naoufel, uno de tantos franco-magrebís de segunda generación de los que habitan en los suburbios parisinos. Un accidente laboral secciona su mano en la primera escena del filme. A partir de ese momento, la historia se bifurcará en dos líneas de relato paralelas: por un lado, la de la biografía del propio Naoufel, esbozada a partir de una yuxtaposición anacrónica de recuerdos (en blanco y negro) entremezclados con las vivencias presentes del protagonista después del accidente; y, por otro, la que dibuja esa mano amputada con vida propia, que elige sus propias aventuras por los barrios parisinos.
El diseño hiperrealista de los escenarios urbanos (la película combina técnicas 2D sobre bases de animación tridimensional) imprime verosimilitud a una fantasía surreal cargada de intenciones simbólicas. El impulso irracional, contranatura, del miembro seccionado (más animalización que personificación) ayuda a construir un relato de aventuras cargado de suspense y tensión (con episodios tan desasosegantes como el del enfrentamiento entre la mano y las ratas en el andén del metro). Por contra, los episodios biográficos de Naoufel deberán interpretarse, más bien, dentro de cierto costumbrismo melodramático: el fracaso de su vida familiar, el instante traumático intuido, su historia de amor imposible con Grabielle, etc.
Así, se va fraguando una alternancia narrativa entre las dos subtramas y se construye el argumento de la película a partir de un juego de contrastes genéricos y temáticos. Los sucesivos episodios de acción de la mano, y su arriesgado deambular por la ciudad, contrastan con el destino predecible del protagonista principal: las expectativas dictadas por su condición de ciudadano de segunda clase. No es hasta que los dos itinerarios argumentales confluyen en un mismo presente narrativo cuando el espectador descubrirá hacia que lado (¿determinismo o libre albedrío?) se va a inclinar la balanza existencial de su trama.
Por esa misma naturaleza dual, ¿Dónde está mi cuerpo? alterna los momentos de acción y suspense, con instantes contemplativos cargados de emoción; una emoción presente también en las historias, apenas esbozadas, de los personajes secundarios del filme (el padre roto por la pena y el rencor, el tío enfermo de Gabrielle que cree ver una luz en su aprendiz, etc.). El realismo estilizado de Jérémy Clapin (un trazo que nos recuerda al de otros dibujantes franceses, como Pascal Rabaté o Cyril Pedrosa) ayuda a construir unas personalidades convincentes dentro de ese teatro de sueños posibles y provocaciones simbólicas que da luz a esta película de dibujos animados. Los numerosos premios (el premio del Jurado del Festival de Cannes y el César a mejor film de animación, entre ellos) y las muchas nominaciones (mejor película de animación en los Oscar de 2019) recibidos desde su estreno testimonian dicha valía.
Así, se va fraguando una alternancia narrativa entre las dos subtramas y se construye el argumento de la película a partir de un juego de contrastes genéricos y temáticos. Los sucesivos episodios de acción de la mano, y su arriesgado deambular por la ciudad, contrastan con el destino predecible del protagonista principal: las expectativas dictadas por su condición de ciudadano de segunda clase. No es hasta que los dos itinerarios argumentales confluyen en un mismo presente narrativo cuando el espectador descubrirá hacia que lado (¿determinismo o libre albedrío?) se va a inclinar la balanza existencial de su trama.
Por esa misma naturaleza dual, ¿Dónde está mi cuerpo? alterna los momentos de acción y suspense, con instantes contemplativos cargados de emoción; una emoción presente también en las historias, apenas esbozadas, de los personajes secundarios del filme (el padre roto por la pena y el rencor, el tío enfermo de Gabrielle que cree ver una luz en su aprendiz, etc.). El realismo estilizado de Jérémy Clapin (un trazo que nos recuerda al de otros dibujantes franceses, como Pascal Rabaté o Cyril Pedrosa) ayuda a construir unas personalidades convincentes dentro de ese teatro de sueños posibles y provocaciones simbólicas que da luz a esta película de dibujos animados. Los numerosos premios (el premio del Jurado del Festival de Cannes y el César a mejor film de animación, entre ellos) y las muchas nominaciones (mejor película de animación en los Oscar de 2019) recibidos desde su estreno testimonian dicha valía.
Dónde está mi cuerpo se puede ver Netflix.
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