El miércoles 4 de marzo, tuvo lugar en el solemne Salón Rojo del Instituto Antonio Machado de Soria la presentación del cómic Ligero de equipaje; a unos metros tan sólo del aula en la que su protagonista, el poeta Antonio Machado, dio clases de francés entre 1907 y 1910. De esa estancia y de su posterior regreso a Soria (tras un breve periodo en París) para acompañar durante su convalecencia a su esposa Leonor, surgieron algunos de los versos más emocionantes y admirados de la poesía española.
A Soria regresaron también los autores del cómic, el dibujante Quique Palomo y el célebre historiador e hispanista Ian Gibson, autor de la biografía (Ligero de equipaje) que adaptan las viñetas de Palomo. Ambos habían colaborado ya en el trasvase al cómic de otra biografía escrita por Gibson: Vida y muerte de Federico García Lorca.
En una sala abarrotada (entre cuya heterogénea audiencia se adivinaban adeptos machadianos, admiradores de Gibson, lectores de cómic y un buen número de historiadores y estudiosos), se recorrieron a vuela pluma diferentes etapas de la biografía del poeta sevillano y se iluminó su recuerdo con la lectura de algunos de sus versos más conocidos, apoyándose en las imágenes del cómic.
Se habló largamente del Machado regeneracionista y rebelde. De su formación juvenil en la Institución Libre de Enseñanza fundada por Giner de los Ríos; ese modelo educativo visionario que intentó plantar una semilla de libertad y modernidad en un pueblo iletrado y lleno de prejuicios. Fue allí donde Machado se convencería de la importancia del diálogo y donde aprendió a escuchar desde el respeto y la tolerancia; unos valores pacifistas que acompañarían al autor a lo largo de toda su vida.
De esas raíces nacen su reivindicación de Europa y la modernidad de su propia literatura. En sus viajes al París finisecular, Machado descubre a los poetas simbolistas (Verlaine, Valerie, Rimbaud...) y modela su lista de lecturas, la biblioteca personal que nos ayudará a entender su primera poesía; profundamente simbolista, pero también revolucionaria en tanto en cuanto aspiraba a cambiar un país: la idea misma de España que él quiere reformular desde unas nuevas coordenadas europeas, cosmopolitas y progresistas. Luego llegaría su peregrinar por la geografía española (Madrid, Soria, Baeza, Segovia...), su amor platónico por Guiomar, los años de compromiso republicano, las decepciones y la tristeza, la guerra y la derrota, el exilio y la muerte. Señalaba Gibson que del mismo modo que Lorca personifica la imagen simbólica por excelencia de los desaparecidos, Machado representa a todos los exiliados del mundo.
De todo ello hablaron los autores de Ligero de equipaje. Y se habló también de Soria. La ciudad en la que el poeta vivió uno de los periodos más agridulces de su existencia, donde conoció a Leonor y donde la perdió. Donde escribió algunos de sus mejores versos, los de Campos de Castilla (que escribió durante la convalecencia y el posterior fallecimiento de su esposa). “A orillas del Duero”, el poema que escribe tras su primera visita soriana (el primero de su poemario en el que aparece la palabra "España"), muestra un cambio en Machado y da fe de su magisterio unamuniano: el que le lleva a combinar el amor a la tierra con el deseo de regeneración. Durante el acto se leyó el poema y se mostró la página que éste ocupa en el cómic de Quique Palomo. Como en la biografía del poeta, "A orillas del Duero" es también un punto de inflexión en las páginas de Ligero de equipaje, el preludio a la aventura soriana de Machado.
En sus intervenciones, Palomo reivindicó la capacidad del cómic como vehículo transmisor de contenidos e ideas, su capacidad evocativa para dotar de matices significativos a la poesía machadiana y añadir nuevas connotaciones a su carga simbolista. Su línea clara realista, el sincretismo simbólico de su planificación secuencial y el empleo de un bitono ocre para ilustrar la obra confluyen a veces en páginas casi desnudas, minimalistas, en las que el paisaje castellano y sus personajes se funden en un relato no por bien conocido menos emocionante.
Después de la muerte de Leonor, Machado no volvió a regresar a Soria hasta que fue nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad, veinte años después. Cualquiera que haya estado en esta pequeña capital de provincias castellana, sin embargo, descubrirá huellas machadianas en cada uno de sus rincones: las riberas del Duero, inmutables en su belleza serena; el olmo viejo, hendido por el rayo y más muerto que nunca, junto a la Iglesia de Nuestra Señora del Espino; el cementerio con la tumba de Leonor, sólo unos pasos más arriba de aquella; su aula en el Instituto Antonio Machado, casi idéntica a como lucía en los tiempos en que dio clase en ella; las siluetas de Leonor y el poeta en el cerro de El Mirón; el Casino de la Amistad, donde Machado se reunía con los pocos hombres de letras que encontró en su "exilio soriano"... Con su presencia en Soria, Ian Gibson y Quique Palomo honraron al poeta sevillano, pero también a aquella pequeña ciudad que durante un tiempo lo acogió, aunque no siempre supiera entenderlo.
Después de la muerte de Leonor, Machado no volvió a regresar a Soria hasta que fue nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad, veinte años después. Cualquiera que haya estado en esta pequeña capital de provincias castellana, sin embargo, descubrirá huellas machadianas en cada uno de sus rincones: las riberas del Duero, inmutables en su belleza serena; el olmo viejo, hendido por el rayo y más muerto que nunca, junto a la Iglesia de Nuestra Señora del Espino; el cementerio con la tumba de Leonor, sólo unos pasos más arriba de aquella; su aula en el Instituto Antonio Machado, casi idéntica a como lucía en los tiempos en que dio clase en ella; las siluetas de Leonor y el poeta en el cerro de El Mirón; el Casino de la Amistad, donde Machado se reunía con los pocos hombres de letras que encontró en su "exilio soriano"... Con su presencia en Soria, Ian Gibson y Quique Palomo honraron al poeta sevillano, pero también a aquella pequeña ciudad que durante un tiempo lo acogió, aunque no siempre supiera entenderlo.
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