Descubrimos a Battiato sentado en una alfombra persa, rodeado de timbales y violines, señalando con el dedo al espacio y anunciando un futuro de nuevas vibraciones que no tardó mucho en alcanzarnos. Muchos años después, pudimos satisfacer uno de nuestros deseos musicales más anhelados y tuvimos la suerte de verle en directo en Burgos, en un concierto que el auditorio vivió con ánimo ceremonial y devoción admirativa. Maestro del pastiche y del mestizaje genérico, artista renacentista, humanista sin subterfugios, intelectual con cierta aura mesiánica para sus muchos adeptos, tiene Battiato en su discografía más de una docena de canciones que suenan a clásicos imperecederos desde la primera escucha. Como letrista, fue siempre un genio postmoderno con esa capacidad suya para construir escenarios atemporales a partir de ráfagas luminosas de imágenes y citas culturales. Battiato fue un artista con conciencia social y crítica disfrazado de cantautor neorromántico, un músico pop que componía sinfonías instantáneas, un poeta con gesto filosófico. Y, así, enlazando paradojas y glosando sus virtudes en racimo, podríamos seguir una vida, pero nos consolaremos con disfrutar de sus música emocionante y, como insinuaron en Cachitos, con la certeza de que al menos hubo un Franco bueno.
El cómic italiano tuvo el buen gusto de dedicarle a Battiato un homenaje (no póstumo) en el número de octubre de 2020 de la mítica revista Linus. Pueden ojear algunas páginas del ejemplar aquí.
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