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miércoles, marzo 04, 2015

Biografía-cómics y vidas pintureras

¿Dónde se encuentran Joseph Beuys y el cómic? Creímos vislumbrarlo hace ya bastantes años en un viaje berlinés, sin embargo, la información completa nos ha llegado ahora gracias a la colección Muddy Mots que estrenan Sd.edicions. En su nota de presentación se nos presenta a Willi Bloss y Beatriz López Caparrós, los autores de unos minicómics biográficos cargados de arte:
Willi Blöß (Myhl, Alemania, 1958) ha sido arquitecto, traductor, crítico, docente en una escuela de diseño, dibujante y redactor publicitario. En 1998 realiza el concepto para su primera biografía-cómic a partir de un encargo de un coleccionista. La complicada vida del artista alemán Joseph Beuys se hace comprensible en 24 páginas y recibe una muy buena acogida de crítica y público, por lo que Willi Blöß decide hacer de ello una serie. Desde entonces trabaja la mayoría del año como autor, investiga, recolecta informaciones y escribe historias cautivadoras. En 2012 recibe el premio Deutsche Biografiepreis por toda la serie.
Beatriz López-Caparrós (Valencia 1969). Estudia en Barcelona y en Aachen (Alemania). Tras sus estudios conoce a Willi Blöß con quien colabora desde el inicio de la serie, dando color a las ilustraciones.
En estas páginas lo hemos repetido hasta la saciedad, la palabra "cómic" no sólo designa un "objeto" artístico y cultural o  su manifestación física, sino un lenguaje doblemente articulado (por imágenes y texto) capaz de expresar cualquier tipo de mensaje o contenido. Y queremos subrayar ese adjetivo indefinido "cualquier".
En el periodo de madurez que está viviendo el cómic en la actualidad estamos constatando que, como lenguaje artístico, el cómic se han liberado definitivamente de todo tipo de restricción cultural, temática o sociológica. Hoy en día, no hay contenido o idea que no pueda engarzarse y transmitirse por medio de viñetas. Cada vez hay más cómics que nos hablan de filosofía o de historia, más autores que deciden relatar acontecimientos de su biografía en forma de narración gráfica, e incluso instituciones, fundaciones y empresas que recurren a cómics con fines puramente explicativos o promocionales. Como ya sucedía en otras latitudes, con Japón a la cabeza, también en Occidente el cómic se está convirtiendo en un elemento icónico integrado en todos los niveles de la realidad cotidiana.
No nos soprende, por tanto, que Sd.edicions se hayan lanzado a editar estas minibiografías en viñetas de artistas clásicos como Van Gogh, Edward Hopper, Frida Kahlo o Salvador Dalí. Nos ha desvelado una de su editoras, además, la publicación de un nuevo tebeíto dedicado a Niki de Saint Phalle, con motivo de la inminente retrospectiva que prepara el Guggenheim en honor a la que muchos consideran la primera artista feminista del S.XX.
Al igual que una guía de viajes no tiene los mismo destinatarios ni intenciones que una novela o un catálogo de arte, en este S.XXI no todos cómics responden a los fines lúdicos o moralizantes de otros tiempos. Cada vez hay más autores que aspiran a trascender artísticamente o que persiguen un prestigio cultural. De igual manera, cada vez se publican más y más cómics con un componente marcadamente didáctico (como ya sucediera en las primeras décadas del S.XX). Las biografías-cómic que nos ocupan se mueven en ese territorio formativo, pero se disfrutan también por su materia narrativa y el interés de su contenido. No por conocidas, las peripecias biográficas de Van Gogh, Frida Kahlo o Edward Hopper pierden un ápice de interés o relevancia.

martes, febrero 17, 2015

The Return of Picturator, de Gonzalo Rueda. Surrealismo y exuberancia pop

Gonzalo Rueda es uno de los máximos representantes del surrealismo pop en nuestro país (y es uno de nuestrosa artistas favoritos). Lo vio con claridad Joan S. Luna, editor de Los colores del underground, esa antología de referencia del surrealismo pop contemporáneo.
Le conocemos, además, por su labor editorial al frente del colectivo Estudiosos del Tema, responsables de una revista de arte brillante e impredecible que responde al nombre de La Cruda. La labor de Rueda en los últimos años ha sido prolífica y diversa, ha dejado su impronta en portadas de discos (reales e imaginados), ha dibujado cómics y cuadernos de viajes y ha pintado, mucho, desde retablos a series fábuladas, pasando por óleos de gran tamaño tan fértiles como voluptuosos.
Los lienzos de Gonzalo Rueda se alimentan del humor y de la descontextualización (histórica, geográfica y cultural), herramientas que el artista emplea para crear ácidas paradojas y reubicaciones surrealistas cargadas de ingenio y cultura pop. El sentido del absurdo y la carga de profundidad de su mensaje se acrecienta gracias a la notable técnica pictórica de Rueda, quien, con su detallismo figurativo y su paleta de verdes turquesas, dorados y ocres carne, consigue crear auténticos bodegones del exceso, retratos del disparate y orgiásticos bestiarios.
Encontramos ejemplos de casi todo ello en The Return of Picturator Magazine el imaginativo y fecundo catálogo de su obra que Estudiosos del Tema acaba de publicar bajo la forma y apariencia de un comic-book tan pulp y exuberante como la misma obra del autor. En él encontramos reproducciones de los óleos de Rueda, un póster de una de sus obras, un ensallo de Mery Cuesta sobre lo bizarro en Rueda y una reproducción de Retablo Santhagio Martir, uno de sus trabajos más impresionantes y representativos.
¿Muestrario pop, catálogo, faznine pulp ilustrado? Da un poco igual, cuando un artista nos regala una tarjeta de presentación semejante la sonrisa de gratitud la tiene ganada de antemano.

martes, febrero 03, 2015

Enrique Marty y dibujos a tutiplén en el DA2

Acaba de concluir la exposición sobre la trayectoria de Enrique Marty en el DA2 de Salamanca (su ciudad de origen). Conocíamos el eclécticismo artístico de Marty a través de vídeos, fotografías y alguna escultura que se había incluido en muestras colectivas anteriores. Sin embargo, no habíamos tenido la ocasión de acercarnos a una recopilación tan amplia de trabajos suyos como la que se ha mostrado en esta ya finalizada exposición bajo el título Terapia de grupo, acto de fe, cuarto oscuro.
Como se anunciaba en su epígrafe y se desarrollaba en el catálogo de la muestra, las obras del autor salmantino se estructuraron sobre tres ejes (o "Actos"). En el "Acto I: Cuarto oscuro", se nos mostraba "el mundo de las obsesiones, del miedo y la megalomanía o la sed de poder"; "Acto II: Terapia de grupo", "recogía obras en las que Marty aborda las relaciones por las cuales los seres humanos se constituyen en sujeto y, en particular, la 'economía de esas relaciones de poder' -como afirmaría Focault-, ejercidas por instituciones como la 'familia' y los 'amigos' sobre nosotros o los otros"; finalmente, "Acto III: Acto de fe", nos invitaba a recorrer aquellos trabajos que "tratan básicamente de creencias, convicciones, sentimientos religiosos o, incluso, fantasmagorías y esueños de circo".
En realidad, muchas de las obras de Marty presentes en la muestra podrían haberse desplazado de una categoría a otra sin desentonar. Batantes de ellas mantienen ciertas constantes temáticas y conceptuales que tienen que ver con un acercamiento desesperanzado a la visión del hombre como ser social, y a esclavitud respecto a convenciones e imposiciones culturales. El autor plasma su mirada sobre el absurdo de la existencia a través de diferentes soportes artísticos y una variedad sorprendente de técnicas plásticas y escultóricas.
Precisamente, sus esculturas, hombrecillos contrahechos dotados de una solemnidad patética (Escena al azar, Los bastardos, Modelos de gente fácilmente ofendible o Rezad, rezad, P.I.G.S.), nos recuerdan a los "ejércitos" alienados de Juan Muñoz, pero también al desgarrado existencialismo expresionista de Giacometti o al cruel absurdo neodadaísta de algunas esculturas antropomórficas de Oppenheim como Attempt to Raise Hell. En el caso de la serie "Excena exterior revelada" las piezas adquieren un carácter mucho más marcadamente alegórico, con referencias simbólicas a la tópica literaria (Vanitas vanitatum, Memento mori, Ars moriendi) y a la historia del arte, desde el Barroco y el Romanticismo al Étant Donnés de Duchamp.
Los cuadros, fotografías y vídeos de Marty funcionan también como espejos de la sociedad y la familia. El espectador se contempla en ellos y recibe el reflejo matizado de sus propias miserias y frustraciones, sin adornos o filtros embellecedores. Las imágenes que observamos en Terapia de grupo, acto de fe, cuarto oscuro hurgan en las heridas hasta hacerlas sangrar, nos devuelven una visión esperpéntica de la realidad que termina por resultar mucho más real que la realidad misma.
La segunda exposición presente en el DA2 consistía (consiste, de hecho, ya que tienen ustedes la ocasión de visitarla hasta el 8 de febrero) en una estimable selección de Dibujo contemporáneo en la Colección DKV. Entre las muestras elegidas por la compañia aseguradora para su colección itinerante se hallan algunos de los dibujantes e ilustradores con más futuro de nuestro país; y sobre todo encontramos razones para afirmar que el arte plástico contemporáneo ha recuperado la fe en el dibujo y ha hallado en él una de las vías más fructíferas e inspiradas de su propducción.
Más allá de los diferentes enfoques y estilos, la exposición reivindica el protagonismo que vuelve a tener hoy el dibujo, que reside precisamente en su sencillez extrema, en la humildad de un procedimiento que contrasta con el mundo que nos rodea, donde reina la desmesura tecnológica y el exceso de artificio. Frente a todo ello, el discurso de la comisaria, Alicia Ventura, defiende la resistencia y la fascinante capacidad de atracción del dibujo.
En ella podemos disfrutar de ejemplos figurativos como las irónicas y sutiles reconstrucciones grupales de Rosana Antolí, la doméstica fragilidad naïve de Andrea Canepa, los grafitos insinuantes y elípticos de Agustín Bayón, el lánguido romanticismo de los retratos de Marina Puche o las escenografiadas arquitecturas interiores de Saelia Aparicio. No faltan referencias abstractas y conceptuales, como las que encontramos en las delicadas hojas de humo de Señor Cifrian, en la intelectualizada propuesta de Ignacio Uriarte, en la colección de acrílicos de José Medina Galeote o en la muy inteligente deconstrucción acumulativa conceptual de Almudena Lobera.

martes, enero 20, 2015

Super Flemish, de Sacha Goldberger. Nobleza superheroica

De entre las cada vez más frecuentes "apropiaciones" artísticas comiqueras que nos han llegado últimamente, la que más nos ha interesado y divertido (por su depuración técnica, por su revisionismo paródico y por la mezcla entre intenciones pop y presentación academicista) ha sido Super Flemish, del fotógrafo francés Sacha Goldberger.
En sus retratos, Goldberger adopta una mirada irónica que abarca la composición, la iluminación, el atuendo y la interpretación de sus modelos, convenientemente disfrazados de superhéroes al estilo de los retratos flamencos del S.XVI. El shock del anacronismo provoca en el espectador una mirada perpleja al mismo tiempo que divertida, e invita a una reflexión acerca de conceptos como la heroicidad, la jerarquización social o el valor de la fama a lo largo de la historia.
No es la primera incursión del fotógrafo en el universo superheroico. En 2006, Goldberger llevó a cabo una serie de retratos humorísticos de su abuela húngara Federika con la terapéutica intención de levantarle el ánimo a sus 91 años. La colección, titulada Mamika ("abuela" en húngaro) hace gala de un sentido del humor desatado y de una puesta en escena rutilante de las "aventuras y gestas" de esta superheroina nonagenaria. Todo ello con una cuidadísima puesta en escena y una realización perfecta, que Goldberger debe en gran parte a su formación publicitaria.
En cierto modo, el trabajo de Sacha Goldberger nos recuerda aquellas otras ficciones fotográficas de Pablo García y Erwin Olaf que ya comentamos en su día con motivo de aquella exposición en el DA2 de Salamanca. Ya lo ven, cada vez más, el cómic y su mitología convertidos en materia prima para otros discursos artísticos.

martes, diciembre 16, 2014

Arte urbano en el Barrio del Oeste de Salamanca. Algo está cambiando.

Salamanca es una ciudad a la que le tenemos especial cariño. En ella estudiamos primero, trabajamos después y, en suma, vivimos muchos años. Nunca se aburre uno de pasear por sus calles renacentistas, recorrer la zona histórica y dejarse llevar por su intensa vida, nocturna y diurna. Gastronomía, diversión y cultura garantizadas en un mismo lote, en una de las tres o cuatro ciudades más bonitas de España.
No obstante, siempre nos dio la impresión de que, en términos puramente artísticos, Salamanca era una ciudad demasiado conservadora y poco abierta a la realidad cultural contemporánea. Aunque las instituciones programaran exposiciones coyunturales de arte moderno, teníamos la sensación de que tanto la ciudad comos sus gentes vivían de espaldas a la vanguardia artística; y eso a pesar de contar con una facultad de Bellas Artes, un museo de arte contemporáneo tan estimable como el DA2, algunas interesantes galerías de arte y con una masa social de estudiantes muy jóvenes, a quienes se les supone hambre, iniciativa y energía creativa. Y, con todo, pensábamos en Salamanca y lo primero que se nos venía a la cabeza eran cuadros y esculturas costumbristas y paisajes de dehesas taurinas.
En nuestra última visita, nos ha dado la impresión de que, quizás, algunas cosas puedan estar cambiando en la ciudad charra. Paseando por la Plaza del Oeste, una zona céntrica, humilde y trabajadora, repleta de pequeños negocios de barrio y viviendas, hemos descubierto la iniciativa Arte Urbano en el Barrio del Oeste. Se nos ha dislocado la mandíbula. Por un momento, hemos creído descubrir la versión modesta y castellana de las intervenciones urbanas que abundan en ciudades como Barcelona o Berlín.
Nos ha parecido un soplo de aire fresco que una ciudad tan poco dada a veleidades vanguardistas como Salamanca, haya decidido adentrarse en el últimamente efervescente y exitoso campo del arte urbano; una de las puntas de lanza (junto al videoarte, el cómic de mano de la novela gráfica, los vídeojuegos o las series televisivas) de la vanguardia cultural contemporánea. Entre la producción pictórica, fotográfica, escultórica y grafitera que inunda muros, garajes y edificios de la Plaza del Oeste, hemos encontrado trabajos mejores que otros, pero el conjunto funciona a la perfección como concepto homogéneo y revitalizante. Es más, presentimos que alrededor de la iniciativa surgirán otras propuestas estéticas de ocio y negocio, igualmente atrevidas (lo es La salchichería, un local nacido en el epicentro mismo del barrio, que, con mucho respeto, ha transformado un antiguo colmado de ultramarinos en un divertido, fresco y muy estético bar de tapas y espacio artístico, con dos pequeñas salas de exposiciones).
Parece que la iniciativa ha llegado para quedarse y que en ella se han implicado muy activamente vecinos, instituciones como la Facultad de Bellas Artes, asociaciones culturales y pequeños comerciantes. Estamos deseando volver y volver a pasear por nuestro antiguo barrio, de veras.