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miércoles, noviembre 12, 2014

Arte Santander 2014, retrasos y revisiones.

Regularmente, nos gusta ir a pequeñas exposiciones y muestras de arte contemporáneo, como la de Arte Santander, porque nos parece que es una buena forma de hacerse una idea, a escala, de por dónde andan las tendencias artísticas y culturales en nuestro país (al menos desde un punto de vista expositivo).
Aunque aún no hayamos hablado de ello, también este año estuvimos en el evento en cuestión, que se celebró durante los últimos dias de julio. Como ya ha llovido mucho desde entonces y seguramente las inercias plásticas se habrán mudado de camisa, vamos a señalar sólo dos o tres apuntes de lo que vimos, y a mencionar algunas cosas que nos gustaron y que, de algún modo, nos acercan al cómic.
En esta nueva edición, la feria mantenía el concepto de "solo projects", de modo que las 42 galerías estaban representadas por un único artista o, como veremos, por varias obras encuadradadas bajo un único concepto estético. Después de lo visto el curso anterior, nos sorprendió la escasez de material fotográfico, que suele ser muy socorrido en tiempos de crisis e inversiones controladas. En su lugar, quizás también con cierta lógica, nos encontramos con bastantes trabajos conceptuales, abordados desde técnicas y enfoques muy heterogéneos: nos gustaron, por ejemplo, las Geometrías expandidas de Liliana Zapata en la galería asturiana Gema Llamazares; unas esferas con intestinos de arcilla y circuitos tentaculares.
Dentro del dibujo y el arte ilustrativo, nos fijamos en los delicados retratos difuminados (Miradas) de Nacho Zubelzu, en la cántabra Estela Docal; en las siluetas con aire decimonónico de Charris para la madrileña My Name's Lolita Art; en el juego referencial de apropiación de portadas literarias (Libros blancos sobre fondos oscuros) por parte de Chema López para la galería Rosa Santos o en la estupenda y muy sugerente intervención tridimensional figurativa de Rebeca Menéndez sobre los mismos muros del stand de Espacio Líquido.
Aunque si hubiera que destacar un trabajo de los que desbordan con ironía el marco, literal y conceptualmente, para no pocos el ganador hubiera sido Los cerdos de Martin y Sicilia en la galería tinerfeña Artiza; una obra cargada de humor autorreferencial que muestra la buena mano de sus autores.
Como en otras ocasiones, las obras con una referencia más directa al mundo del cómic se mostraron en la galería etHALL, de Jorge Bravo. En ella nos encontramos con el delicado simbolismo de los dibujos de Sinéad Spelman o con las viñetas y páginas de cómic de Jochen Gerner, que crea una nueva caligrafía misteriosa e inquietantemente mutilada a partir de la manipulación de las viñetas y la composición de la página.

lunes, diciembre 09, 2013

BLU, libros y vídeos.

Lo hemos repetido ya en varias ocasiones, en nuestra opinión BLU es uno de los artistas más importantes dentro del panorama cultural contemporáneo. Lo es por su talento gráfico, por la reflexividad crítica y social de su trabajo, por la invectiva símbolica de sus murales y grafitis; y lo es por el grado de virtuosismo que se encierra en su propuesta técnica y en su manejo novedoso del stop motion aplicado sobre muros vivos en flujo constante (que en sus últimos trabajos incluye con cada vez mayor frecuencia la animación de elementos reales). El fenómeno BLU se circunscribe dentro del ámbito postmedial, esa nueva realidad de un arte contemporáneo abierto, democrático, intertextual y multimedia, que según Domigo Hernández se mueve en el doble contexto imbricado de la postmodernidad y los ámbitos tecnológicos. En cierto sentido, los trabajos de BLU condensan ese nuevo estadio medial, esa reformulación del arte, mestiza, abierta y tecnológicamente sofisticada (aunque su base plástica sea puramente instintiva y manual).
 Nos sigue fascinando la complejidad hipnótica de MUTO, de Morphing o de Big Bang Big Boom y aún conservamos viva la sensación de pasmo cada vez que (intencionada o casualmente) nos hemos topado con alguno de sus colosales grafitis en Berlín, Barcelona, Zaragoza o Lisboa.
Por eso, cuando, hace no mucho, alguien muy especial nos sorprendió con un regalo también especial, una de las primeras cosas que pensamos fue en compartir con ustedes la existencia de BLU sketch note-book y la de BLU 2004-2007. Se trata, respectivamente, de un DVD y un libro ilustrado, en los que se recopila buena parte del videoarte y la producción ilustrada de BLU, además de numerosas fotografías, grabaciones filmadas de la elaboración de sus grafitis y los célebres wall-painted animations que hemos mencionado más arriba.
BLU 2004-2007 (Studio Cromie) recoge una selección de sketches y de fotografías murales realizados por el autor entre los años señalados en el título. El libro es todo un festín de gourmet dedicado a fans y completistas de la obra del artista taliano; un capricho primorosamente editado.
Por su lado, el DVD BLU sketch note-book es una recopilación de sus vídeos, pequeñas películas animadas y las grabaciones de su proceso de trabajo en la creación de murales y grafitis animados. La recopilación de materiales comprende los siguientes cuatro apartados: "wall-painted animations", "animations on paper or computer", "time-lapse videos" y "extras"; en esta última categoría encontramos las primeras pruebas de BLU con sus grafitis vivos, experimentos diversos de animación, e incluso algunos de sus primeros ejemplos de "dibujos animados" realizados con lápiz (Dialogo), tinta (China), rotuladores de colores (Limone) o medios digitales (OK NO).
Precisamente, una de las mayores sorpresas que encierra el DVD se encuentra en la estupenda colección de animaciones "convencionales" de BLU que se recogen en el mismo. Deslumbrados por su faceta de artista urbano, no nos habíamos parado a pensar en que el artista hubiera trabajado también sobre papel o con materiales reales (como la plastilina, en FFWD). Algunos de estos dibujos y trabajos de animación tradicional son tan sorprendentes como sus stop-motions sobre muros, y, como sucede con toda su producción, se reconoce inequivocamente en ellos el sello BLU: por su estilo, por su realización virtuosa y por el mensaje crítico que encierran.
Los temas de cada una de estas animaciones son variados, pero casi todas incluyen conceptos e ideas muy habituales en el universo del creador italiano, como la evolución y la lucha por la supervivencia (que vemos en Palla, FFWD), la mutación y la trasformación (FFWD, Child, Fino), la alienación de las sociedades de consumo (Child) o la muerte y la destrucción de toda forma de vida como elementos consustanciales de la naturaleza humana (Palla, Sulla differenza tra un sorriso e una risata).



Dos joyas, tanto el libro como el DVD, dos regalos como dos soles que satisfarán a cualquier fan de BLU y del buen arte en general.

lunes, octubre 08, 2012

Ilustración, Brueghel, Amberes.

En Bélgica, si nos siguen ya lo saben, se viaja con una cesta llena de cerveza, chocolate y cómics. Por cortesía de Ryanair, y sus precios imbatibles acompañados de emociones fuertes, la visitamos con bastante frecuencia. En Bélgica se encuentran algunas de las ciudades más bellas de Europa: esa Brujas de cuento de hadas (pero bastante aburrida); Gante, la de los castillos y los canales, o la Amberes portuaria, con sus callecitas de canto rodado y una estación en la que bien valdría poner una pica.
En Amberes, además, vivió y creó parte de su obra el gran Rubens. Para los amantes del barroco, la visita a la catedral (que cobija dos increíbles trípticos del genio flamenco) y a su casa-taller compensa la visita.
Lo que no conocíamos, y hemos descubierto en nuestro último viaje, es el Museo de Mayer van den Bergh, una casa en el centro de la ciudad en la que vivió el coleccionista que da nombre al museo que ahora la ocupa. Van den Bergh era un joven adinerado del S.XIX que dedicó una gran parte de sus ganancias y de la fortuna familiar al coleccionismo de obras de arte; muchas de ellas de origen flamenco. La visita a su casa-museo tiene el doble aliciente de comprobar in situ las condiciones de vida burguesa de la Bélgica decimonónica y de poder disfrutar, al mismo tiempo, de la muy interesante colección de pintura y escultura (de distintos periodos) que ocupa sus estancias, y que el propio Van den Bergh se encargó de atesorar durante su breve vida (1858-1901) a lo largo y ancho de Europa. Hay, verdaderamente, piezas impresionantes, pero ninguna como las que ocupan los muros de la estancia dedicada a Pedro Brueghel el Viejo (Pieter Brugel, dicen los belgas).
Resulta que la gran virtud del joven coleccionista fue la de apostar por un autor que, en aquel momento, era básicamente un desconocido. Hasta que el bueno de Fritz Mayer no pusó los ojos (y su bolsa) en él, nadie había dado un doblón por un pintor al que en su propia época muchos habían considerado cuanto menos estrafalario y, cuanto más, obsceno y sacrílego. Sus trabajos se encontraban dispersos y a menudo se confundían con los de sus hijo (Pedro Brueghel el Joven) y los otros miembros pintores de la saga (los Jan Bruegel, padre e hijo). En el museo se encuentran algunas de sus obras maestras, como Censo en Belén (1566), Dulle Griet (1562) o Los doce proverbios, pintados sobre platos.
Siempre nos ha parecido que el arte de Brueghel el Viejo, como el de su contemporáneo Hyeronimus Bosch, el Bosco (del que también hay alguna obra importante en la casa Van den Bergh), tenía mucho de cómic; quizás por su caricaturismo paródico, que hoy se entiende en un plano alegórico, o por su sentido del humor extremo, que en los siglos XIX y XX encontró una vía de desarrollo en la ilustración, primero, y en el cómic, más tarde. Lo cierto es que siempre nos ha parecido encontrar los rostros de los personajes de Brueghel en ilustradores posteriores como Daumier y en otras obras del arte popular contemporáneo, más allá de la Vanguardia Surrealista con las que siempre se emparenta la obra del pintor flamenco.
En este viaje ha coincidido, además, que en el museo se exponía una colección completísima de los muchos grabados que eBrueghel elaboró a lo largo de su vida (muchos de ellos junto al editor al Hieronymus Cock). La exposición se titulaba The Unseen Pieter Bruegel y allí estaban sus Grandes paisajes (1555-1556), los Episodios de La Biblia o sus series de Las siete virtudes y Los siete pecados capitales. Revisando todos ellos (algunos iluminados por la presencia de las placas de cobre originales), el espectador adivina que detrás de la mirada alucinada y de las visionarias pesadillas alegóricas de Brueghel, se escondía en verdad una de las manos más dotadas para el dibujo de aquella Europa convulsa y efervescente.
Una de las confusiones más molestas que vive el amante del cómic, en estos tiempos tan documentados y "enciclopédigitalizados", es la que unifica al cómic junto al ánime, la ilustración o cualquier otra disciplina más o menos afín que se les ocurra. Es cierto que el cómic es hermano discursivo de otros vehículos narrativos, por un lado, y plásticos, por el otro, pero su idiosincrasia parece ya, a estas alturas, bien trazada y estudiada. Dicho lo cual, de vez en cuando produce verdadero placer zambullirse en las afinidades (muchas) que el cómic sigue compartiendo con otros vehículos, como este de la ilustración que nos ocupa (y que forma parte esencial de su identidad genética y de su particular prehistoria), y dejarse llevar por ellos. Gozoso el viaje a través de los viejos grabados del viejo Brueghel.

lunes, junio 04, 2012

Latidos y Pejac, dándole vueltas a la intervención.

Retomamos el asunto del arte urbano y las intervenciones. Lo hacemos, además, con gusto, porque vamos a hablar de amigos de esta página.
Desde hace unos meses, un colectivo de artistas sorianos que responde al nombre de Latidos del olvido, se ha propuesto rescatar el recuerdo y restaurar las sombras que, junto al musgo y el escombro, se esconden entre los muros de los viejos pueblos castellanos abandonados o antiguas fábricas desmanteladas. El colectivo lo forman Javier Arribas, Paye Vargas, Enrique Rubio y Diego Llorente; cada uno de ellos maneja un lenguaje artístico, una mirada diferente a la hora de abordar lo que ellos denominan la “crea-ocupación" de dichos lugares abandonados. La profesora de historia Eva Lavilla nos deja adivinar la motivación que dirige los pasos de este proyecto colectivo, cuando señala que:
Habría que inventar un nuevo término para los lugares que ya no nos pertenecen, los que abandonamos o de los que hemos sido expulsados.
Marc Augé acuñó el de los no lugares para esos espacios de la postmodernidad en los que el ser queda en suspenso, donde la transitoriedad corroe la esencia del individuo (si es que tal cosa existe de forma objetiva). No nos gusta el concepto de arqueología industrial, demasiado emparentado con el espíritu romántico de la ruina porque sólo rescata aquello que es estéticamente bello e institucionalmente útil; las antiguas estaciones de ferrocarril y las fábricas de ladrillo con sus hermosas chimeneas son ahora centros cívicos de la democracia postindustrial. ¡Tan hermosas que han borrado definitivamente las huellas de la explotación y el hollín!
Sin embargo aquí hay una apuesta clara por el feísmo, que es una experiencia estética e intelectual tan fértil como la contemplación de la más bella de las arquitecturas. Lo que un día fue lugar de trabajo es hoy umbral hacia otra dimensión. Entramos a las tripas de la sociedad, accedemos al laberinto de puertas desvencijadas y mobiliario arrumbado. No sólo pasado y abandono pretérito. El ruido nos anuncia el encuentro con seres fagocitados por la voraz alimaña, hombres desdibujados que recorren nuestras ciudades como espectros en su búsqueda de un refugio. Tenemos miedo.
Uno de sus miembros fundadores, Javier Arribas, por ejemplo, llena las paredes y los muros abandonados de rabiosos trazos expresionistas, que recrean literalmente las sombras de personas que pudieron proyectarse sobre ese mismo espacio; su pintura es natural, orgánica, invade las paredes con agua y barro, o construye sus esculturas con materiales prestados de la naturaleza y amasados con espíritu póvera. No sorprende que sus intervenciones hayan ocupado, entre otros espacios, los muros de La Tabacalera, esa fábrica enorme que ha transformado el madrileño barrio de Embajadores en un nuevo Berlín vanguardista.
Son ya dos las revistas que el colectivo Latidos del olvido ha publicado recogiendo sus intervenciones artísticas, junto a un buen numero de textos críticos y literarios, que ayudan a conformar y confirmar su propia poética creativa. La última, "Carne: materia prima".


A nuestro segundo invitado ya lo conocen ustedes, porque hemos hablado de él aquí en numerosas ocasiones. Nos referimos al pintor-escultor, grafitero e ilustrador cántabro Pejac. Volvemos a traerle a colación porque su crecimiento artístico en los últimos tiempos no está pasando desapercibida entre la crítica y el público.
Después de su aparición en las páginas de Los nombres esenciales del arte urbano y del graffiti español, su actividad ha sido frenética y la calidad de su propuesta multidisplinar creciente. No ha abandonado la intervención urbana, es más, la ha extendido hasta las "costas" de París, los raíles de estaciones semi-abandonadas o su serie "Arte urbano desde casa". Pero es que, además, la línea más clásica de su producción (la de las ilustraciones sobre papel, las esculturas de pequeño tamaño y el collage) está viviendo un periodo brillante de inspiración y excelencia simbólica, gracias a series y motivos como el de las "medusas", que ha vertebrado su reciente exposición "La cara oculta" con la galería mallorquina Fran Reus, y que ha coleccionado críticas entusiastas.
Completa Pejac su actividad frenética con proyectos de ilustración llenos de sensibilidad y poesía, como la que encierra a un pájaro en la jaula de papel de libreta, para la agencia Mimuik, o la que libera a toda una bandada en la portada del último disco de la banda Haddoks Orphans. Talento desatado y creatividad sin bridas, los de Pejac.

Ya ven, imaginación y arte urbano para unos tiempos difíciles. La mirada crítica encauzada con barro y gesto airado o con ácida inteligencia simbólica. Afortunadamente, los caminos del arte son libres e inescrutables. Mientras haya gente capaz de ver más allá del muro blanco, de la pared que enclaustra y encierra, seguirá habiendo esperanza.

martes, octubre 26, 2010

Sufjan Stevens, Henry Darger y las niñas voladoras (con permiso de Chippendale)

Como quedó claro en nuestra entrada anterior, los caminos multidireccionales de la asociación son inescrutables. Más ejemplos.

Estábamos el otro día cloqueando ante las maravillas reveladas del último disco de Sufjan Stevens (The Age of ADZ, inapelablemente, de lo mejorcito del presente curso), publicado apenas un mes después de su también brillante EP, All Delighted People, cuando un amigo musiquero nos puso en la pista de un viejo tema suyo; un tema instrumental con uno de los títulos más barrocos, marcianos y sugerentes que hayamos leído nunca: "The Vivian Girls Are Visited In the Night by Saint Dararius and his Squadron of Benevolent Butterflies". Nos contaba nuestro amigo que Sufjan y sus secueces interpretaron el tema en escena disfrazados de bandada de mariposas polinizadoras, nada menos.

El señor Stevens es un tipo leído, por eso tampoco nos sorprendió descubrir que tamaña gesta nominal no era completamente de su cosecha, sino homenaje flagrante a Henry Darger. Un personaje. Después de rastrear su legado, nos acordamos de aquel otro artista alucinado del que hablamos aquí hace ya tanto.

Henry Joseph Darger (1892-1973) pertenecía a esa tribu de literatos invisibles y camuflados detrás de su propio halo de inasibilidad, como los señores Salinger o Pynchon, entre tantos otros. Curiosamente, como tantas otras veces ocurre también, debe Darger su fama a dicho aire de autor maldito y a una gesta literaria no menos trascendente: es el escritor de la novela The Story of the Vivian Girls, in What is known as the Realms of the Unreal, of the Glandeco-Angelinnian War Storm, Caused by the Child Slave Rebellion, descubierta sólo después de su muerte. El manuscrito original constaba de 15.145 páginas a un espacio y, esto nos interesa, estaba ilustrado de mano del propio escritor, con cientos de acuarelas.

Nos parece recordar que leímos algo de toda esta historia hace algunos años en un dominical de El País. Pero no ha sido hasta ahora cuando nos hemos puesto en firme a revisar algunos de los dibujos de Darger y, que quieren que les digamos, nos parecen asombrosos. Una mezcla entre la ilustración inglesa más clásica del S.XIX (Walter Crane, John Tenniel...) y el dibujo infantil o primitivo (que ya reivindicaron, entre otros, los pintores fauvistas y cubistas).Tienen las acuarelas de Darger esa belleza arrebatada e intuitiva, que surge del subconsciente, propia de algunos locos ilustres, como Daniel Johnston. Pero, por otro lado, demuestran un virtuosismo y una capacidad para la recreación del detalle imaginativo, que nos hace pensar en un dibujante lleno de talento y extremadamente hábil. La falsa sencillez de un parnaso ficcional a la medida de su autor: la fantasía como fuente y motivo de creaciones imposibles. Sus dibujos son inquietantes y perturbadores: su obsesión por las imágenes de soldados y niñas (aladas, insinuantes o maltratadas), la repetición de elementos y personajes extrañamente descontextualizados, la desafiante religiosidad de sus dibujos, la ruptura de la perspectiva, etc., ayudan a crear un universo visual preciosista y desasosegante a un tiempo. Encontramos algunas claves del personaje y su trabajo en el documental In the Realms of the Unreal, que filmó la ganadora del Oscar Jessica Ju en 2004.No es de extrañar que la obra ilustrativa de Henry Darger resida o sea visitante asidua de museos de primer orden, como el Museum of Modern Art de New York, el Art Institute y el Museum of Contemporary Art, de Chicago, o la colección de l’Art Brut, en Lausanne; o de otros centros aún más peculiares, como el Center for Intuitive and Outsider Art, también en Chicago.¿Y saben qué? A nosotros el estilo colorista, exuberante, extrañamente hipnótico y muy heterodoxo de los dibujos de Darger nos recuerdan a las ilustraciones y planchas en color de uno de nuestros autores favoritos (ahora que acaba de publicar su If-n-Oof). Nos referimos, sí, a Brian Chippendale, especialmente a su trabajo en obras como Ninja. Y es la segunda vez que nombramos esta obra. A la tercera ha de ir la vencida, por fuerza.