De tanto en cuanto agradecemos toparnos con una de esas obras artísticas que desafían al espectador/lector con su experimentalidad formal o estética. Lo mismo me vale para aquellos trabajos que por pertenecer a otra cultura, país, continente se nos presentan a los profanos directamente como parte de aquellas. Vamos, que no suelo ponerme chaleco-antiobras contemplativo-deconstructivo-experimentales (ehem). Dicho lo cual, si tengo que elegir un cómic/película/libro/disco/cuadro que en los últimos tiempos haya marcado índices muy altos en mi medidor de "rareza asimilable", creo que el elegido sería Recidivist, de Zak Sally. "The Odd and Obscure Minicomics" lo denominan en The Comics Journal, no nos extraña. Veamos por qué.
En uno de esos viajes de ida vuelta por las páginas de minicómics a la rebusca del espíritu amateur de vanguardia en el cómic actual, encontré unas imágenes de un tal Zak Sally que, literalmente, me hipnotizaron. Curiosamente, el cómic al que pertenecían (Recidivist) era un poco más caro de lo habitual (lo bueno de los minicómics es que por 15 euros te llevas media docena, gastos de envío incluídos) y se anunciaba con pastas duras y cuidada presentación (frente al espíritu informal y casero habitual en el formato). Decidí investigar ("googlear", como lo llaman ahora).
Parece ser que el tal Zak es miembro de un colectivo artístico-editorial formado por un único miembro, él mismo, que atiende al nombre de La Mano 21. La Mano publica materiales del propio Zak y de otros artistas, digamos, ajenos a las tendencias de la cultura de masas. Sigo indagando y ¡sorpresón!: antes de dedicarse en cuerpo y alma al cómic y a la edición, Zak fue componente (bajista) de uno de mis grupos fetiche: Low; una de las bandas más sugerentes, creativas y misteriosas del panorama musical estadounidense de los últimos tiempos.

Anonadado, hice el pedido y esperé los 10 ó 15 días de rigor a que me llegara Recidivist. Tras la lectura, mi pasmo sigue increscendo. Las historias del cómic de Zak Sally son desasosegantes (como una película de David Lynch), oscuras (como anunciaba The Comics Journal) y, por momentos, crípticas e indescifrables (que conste la redundancia): juegos de secuestros masoquistas, pesadilla catárquicas, parábolas pseudo-científicas... El circo de Recidivist, está pensado para aventureros de la viñeta. El mundo interior de Zak Sally recorre aguas turbulentas, rápidos entre riscos del subconsciente que harán zozobrar cualquier embarcación desprotegida. Sin embargo, hay algo en las historias del norteamericano... algo místico, trascendente. De hecho, ahora que lo pienso, sucedía lo mismo con Low. Su música parece buscar más allá del raciocinio. Ahonda en las raíces de la fe. Me imagino que de eso se trata, hay que creer en Zak Sally para disfrutar de su Recidivist: algunas de sus historias, como la maravillosa alegoría de "The Great Healing", te allanan el camino. De otras, nos quedaremos con ese realismo esquemático de Sally que tanto nos recuerda al mejor Mazzucchelli. Dicho queda, indaguen ahora ustedes. Yo les dejo con el blog de Zak Sally (en la columna de blogs de autor) las planchas que me condujeron a Recidivist y con dos temas de Low, para que vean y escuchen.
Low en estado puro:
Dinosaur Act (en Things We Lost in Fire)
Sunflower (en Things We Lost in Fire) 
Just Stand Back (en The Great Destroyer)
 

 
 
 Después de décadas de transposición de anhelos, suplantación de sexualidades y ocupación genérica indebida, llegó por fin el día, el momento de la verdad, la ascensión de la artista a su mesa de dibujo:
Después de décadas de transposición de anhelos, suplantación de sexualidades y ocupación genérica indebida, llegó por fin el día, el momento de la verdad, la ascensión de la artista a su mesa de dibujo:


 
  Y, frótense las manos, todavía está por llegar
Y, frótense las manos, todavía está por llegar 


 Pospongo por segunda (y última) vez ese azaroso recorrido de la mujer en el cómic, que tenemos entre manos. En este caso, la dilación viene provocada por un cómic que me apetece reseñar antes de que se me pasen los efluvios de su lectura. Se trata de uno de los tebeos de imprtación que arramblé (y nunca mejor dicho) en mi última visita a la Ciudad Condal: Monster Parade, de Ben Catmull.
Pospongo por segunda (y última) vez ese azaroso recorrido de la mujer en el cómic, que tenemos entre manos. En este caso, la dilación viene provocada por un cómic que me apetece reseñar antes de que se me pasen los efluvios de su lectura. Se trata de uno de los tebeos de imprtación que arramblé (y nunca mejor dicho) en mi última visita a la Ciudad Condal: Monster Parade, de Ben Catmull.