viernes, abril 18, 2008

Maggots, de Brian Chippendale. Abducciones varias

Pero para jugueteos formales, marcianadas experimentales y quebraderos narrativos, el Maggots de Brian Chippendale, un tebeo tan citado y mencionado que se hace querer... y odiar. Vamos a hacer las cosas bien, comencemos por ofrecer las instrucciones de lectura de este post (no bromeamos): a partir de este punto comiencen a leer el post desde el último párrafo y suban hacia arriba.

Maggots es, decíamos, un (mini) cómic de tamaño reducido, pero desbordado de páginas, viñetas y excentricidades narrativas. Si han tenido paciencia, han llegado hasta aquí y han soportado esta ¿reseña?, quizás deberían intentarlo con el trabajo de Chippendale. Les prometemos que esto no ha sido nada. (Ah, Chippendale también es músico, toca la batería, el saxo y canta en Lightning Bolt).

¿Y saben lo peor, o lo mejor, de todo? Que superado el cripticismo y la aparente ilegibilidad inicial, cuando uno ha conseguido descifrar 40 ó 50 de las trescientasypico páginas que componen Maggots, uno comienza a nadar con relativa naturalidad dentro del magma caótico-narrativo que plantea su autor. Se trata simplemente, imaginamos, de dejarse llevar por la acumulación hipnótica de imágenes, sin esperar nada que responda a nuestra lógica narrativa aprendida. Algo así como lo que busca David Lynch en esa también rarísima (y para muchos también maestra) Inland Empire. Sucede que, nosotros, nunca llegamos a entrar en el último delirio de nuestro, por otro lado, admirado Lynch. Con Maggots el hechizo funcionó (más o menos).

Lo apabullante es que no se trata de una broma paródico-verbal, como las que nos regala don Chris Ware en sus prólogos y solapas. Lo de Chippendale es literal, literalmente confuso: algunas páginas se leen en ziz-zag de arriba a abajo, para cambiar en la contrapágina en dirección ascendente (de izquierda a derecha, de abajo a arriba), pero (¿alguien se creía que la cosa sería tan fácil? ¡debiles de espíritu y paciencia!) ¿por qué no improvisar y alternar modos de lectura sin avisar al lector, ni dar más clave que los itinerarios indescifrables de unos personajes sumidos en una historia que discurre entre lo onírico, lo orgiástico y lo puramente masturbatorio? Así, algunas páginas parecen continuar en la línea de viñetas de la derecha, para de golpe y porrazo, recuperar su ritmo zig-zagueante; otras culminan (como nos avisa en la introducción) con dos líneas de viñetas sucesivas que se leen de izquierda a derecha; otras llegan al final con viñetas seccionadas que hacen imposible reconocer lo que está sucediendo y, en consecuencia, estar seguro de la dirección a seguir. ¡Una fiesta!

No obstante, no son esas las mayores dificultades a la hora de enfrentarse a este cómic... peculiar. Chippendale juega al desconcierto y no hay mejor atajo para confundir al lector de cómic habitual (y bienintencionado) que cambiarle las reglas del juego, las de lectura. Rizando el ritmo lector , al americano no se le ocurre otra cosa que juguetear con la convención; en la solapa de cubierta se nos suelta con alegría la siguiente instrucción del tipo os-vais-a-enterar-a-que-huelen-las-flores: "Down page one, up page two! back 'n forth, or sometimes its fricky like page 4 gets weird. Read bottom two lines from left. Huh, funny. Stay alert!"????

Porque Chippendale tampoco dibuja demasiado bien, ni lo pretende. Sus personajes, con Mr. Potato a la cabeza, son esbozos de personaje, garabatos cuasi-infantiles que gesticulan espasmódicos sobre el rayado negrísimo que hace de fondo en casi todas las viñetas de Maggots (suponemos que resulta el mecanismo más eficaz para tapar las letras japonesas que acabamos de mencionar). Unos personajes que, para más inri, no acaban de disinguirse con claridad entre ellos.

Maggots es un (mini) cómic de tamaño reducido, pero desbordado de páginas y viñetas. Su autor, Brian Chippendale, lo creo jugando con la idea de caos. Un lector despistado que se acerque a Maggots sufrirá varios shocks sucesivos (con síntomas parecidos a una indigestión acompañada de migrañas y desespero cultural). El primer sobresalto es visual: Maggots es caótico, febril. Chippendale lo dibujó sobre unas hojas de un folleto comercial japonés, así que sus viñetas ínfimas de tinta negra desparramada se mezclan con el alfabeto kanji. El poco texto que tiene es indescifrable (hasta con lupa), lo que sucede en sus secuencias, casi incomprensible.

martes, abril 15, 2008

Burning Building Comix, se nos quema la página.

Seguimos hablando de indagaciones formales. Uno de los últimos tebeos que nos hemos agenciado vía internáutica ha sido el segundo número de Burning Building Comix, una ocurrencia de Jeff Zwirek; autor que en el mundo de la red comiquera no es un desconocido perfecto. Es un poco más grande (en dimensiones) que un minicómic habitual, pero comparte filosofía, intención autorial (Zwirek utiliza dicha etiqueta para definirlo) y espíritu experimental. Porque lo importante de la serie Burning Building Comix (que constará de cuatro números) no es lo que cuenta sino cómo lo cuenta, concretamente su formato.
La historia se resume en pocas palabras: un edificio comienza a quemarse desde su planta baja y, mientras el fuego "trepa" piso a piso, sus ocupantes intentan abandonar sus hogares respectivos. Una historia básica, dibujada con estilo cricaturesco muy esquemático, que nos conduce de un inquilino a otro del edificio mostrándonos sus reacciones ante la situación recreada; el humor y la solución ingeniosa, de fondo.
La curiosidad del tebeíto reside en la organización de sus materiales. El autor lo explica gráficamente en las "Instrucciones de lectura", en su segunda página: "For full effect, start on bottom story and read all the way across to the end. Start back on upper story and read across once again", y añade "future issues will buid up creating stories to complete the building".
Vamos, que Zwirek se propone crear todo un edificio formado por minicómics, cuya lectura se guiaría por la dirección de subida del fuego (de abajo a arriba) y por la ruta de escape de los inquilinos, piso a piso, de izquierda a derecha; nos leemos un piso y subimos al siguiente (a razón de dos pisos por número).

No sabemos si les suena esta propuesta, pero a nosotros nos ha recordado inmediatamente al "modelo de bandas" que proponía Sergio García en ese interesantísimo libro de análisis teórico comicográfico que es Sinfonía gráfica. Variaciones en las unidades estructurales y narrativas del cómic y que él mismo ha llevado a la práctica en su reinterpretación del cuento de Caperucita Roja o en Los tres caminos, su trabajo a dos manos con Lewis Trondheim.
El planteamiento es sencillo y Burning Building Comix lo ilustra a la perfección: se nos ofrece una historia montada en dos o más bandas paralelas que se leen independientemente, hasta que en un momento dado se interseccionan o sus acciones de cruzan. En el caso del cómic de Zwirek, la intersección entre bandas no se constata técnicamente: el elemento de unión entre ellas es el fuego que asciende de un piso a otro y sirve como nexo entre todas ellas. Es interesante observar como la aparición de las llamas, obviamente, se va retrasando con cada minicómic a medida vamos subiendo los pisos. Inteligente. Nos encantan los experimentos comiqueros hasta con fuego, aunque luego corramos el riesgo de mearnos en la cama (de gusto, como decía la Julia Roberts, supongo).

jueves, abril 10, 2008

Un MAMUT para el niño.

En esta casa nos encanta tener invitados. Hace unos días se nos apareció por los comentarios un viejo amigo bitacórico, don Ed, quien además de artista puede presumir de uno de esos blogs que siempre sorprenden y merecen visitas a mansalva. Nos vino a comentar que, valiente él, había decidido sumar a sus méritos comiqueros el de la temeridad: se nos hace (junto a Maxi Luchini) director editorial, nada menos que de cómics infantiles. Niños y cómics, una dicotomía necesaria. ¡Qué hubiera sido de nosotros sin esos tebeos de El Capitán Trueno, o los Spirou Ardilla, o los Super Mortadelo Especial, los Marvel y Dc, los Boixcar paternos y los míticos Asterix, entre tantos otros!
La propuesta editorial de Ed y Luchini es ya bien conocida, pues ha sonado mucho en las páginas más in de la blogosfera tebeística, así que no queremos ser menos y desde aquí nos gustaría sumarnos a la ola de apoyos y buenos deseos que deben acompañar a esa nueva colección de cómics infantiles auspiciada por BANG Ediciones, que responde al nombre de MAMUT. El mismo Ed, nos daba los detalles:
Se trata de una apuesta dentro del terreno del tebeo: la de hacer comics para niños. Me refiero a "exclusivamente para ellos". Una manera de introducirlos en este mundo, promocionar y extender las ramas del cómic, acercándolo a los niños más pequeños que recién comienzan a tomar contacto con la lectura que arranca generalmente en el colegio con libros infantiles... y poco más. Buscamos con esta colección Mamut (se llama así el proyecto editorial), sumar un elemento más a ese proceso de lectura: un comic sólo para ellos.
Por eso dividimos la colección en dos: comics para niños mayores de 3 años (de 3 a 6 aprox.) con viñetas sencillas y con pequeños globos de diálogos y sin ellos. Es decir, lectura en imagenes. Un primer contacto, en el que la narrativa cuadro-a-cuadro, será la principal baza donde se apoye la "lectura". Y por otro lado, cómics dirigidos a niños mayores de 6 años (hasta nueve aprox.)
Maxi Luchini y yo dirigimos esta locura que espero dure lo suficiente y no se extinga antes de empezar! Bang ediciones nos da el apoyo necesario para lanzarnos...
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MAMUT LA NUEVA COLECCIÓN DE COMICS PARA NIÑOS dirigida por Maxi Luchini y Ed
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BANG ediciones lanza una nueva colección de cómics para niños:
MAMUT es una colección de cómics diseñada y pensada exclusivamente para los más pequeños, y estará dividida en dos: para mayores de 3 años y para mayores de 6 años (+3 y +6), dirigida para aquellos que comienzan a leer y para los que aún no saben.
A PARTIR DE 3 AÑOS: Esta colección quiere acercar el cómic a los niños que aún no saben leer y para eso creó estos pequeños libros, que cuentan pequeñas historias en viñetas. De esta manera el niño sumará a su lectura habitual de cuentos ilustrados, un nuevo lenguaje: el del cómic. Porque leer no es sólo un verbo es también imagen.
A PARTIR DE 6 AÑOS: A esta edad el niño ya tiene incorporado el lenguaje visual y está mucho más en contacto con el mundo de las palabras. Por ello la Colección Mamut ideó una serie de cómics en los que abordará historias que conectan con sus fantasías; llenas de humor, aventuras, magia, sueños… y también con su entorno: familia y amigos.
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Mi primer cómic: Quiere ser un complemento de la lectura habitual de nuestros niños; que les ayude a comprender que existen otros mundos, sin dejar de disfrutar el que los rodea.
Acompaña a tu niño en este camino hacia la lectura, que es el apasionante camino de descubrirse a sí mismo.¡Un Mamut te acompaña!
Links mamut:
Sobre los editores:

lunes, abril 07, 2008

Sobre Rilke, Cézanne, Picasso y otras historietas.

Vamos a cerrar la ronda de reflexiones acerca de El Salón, Picasso y el resto de la prole bohemio-parisina, remitiendo a unas palabras de Domingo Hernández que leímos tiempo atrás. En su obra La ironía estética. Estética romántica y arte moderno, Domingo (experto en estética del arte y buen amigo de este blog -y en el que ya hemos recibido su visita anteriormente) dedica un muy interesante capítulo a "La novela del artista contemporáneo". En él, analiza las relaciones entre la novela y el arte "moderno", dibujando el tratamiento que el arte de la post-vanguardia ha merecido entre los novelistas coetáneos y posteriores al mismo. Previamente, se detiene a modo de introducción en aquellos precedentes que vinculaban a ambos vehículos discursivos, en el salto del S.XIX al S.XX; en un momento dado del capítulo señala:
Cuando Rilke escriba sus Cartas sobre Cézanne (...) será Cézanne el ilustrado y no el ilustrador. El tema se encontrará en esa “visión justa” de la que habla Rilke, la perfecta objetividad de la mirada de Cézanne, el ver como un recién nacido precisamente para que las cosas se muestren también en el momento de su nacimiento. Ver las cosas como si fueran siempre las primeras, en una “objetividad ilimitada” (...), y conseguirlo precisamente a través del color, de las nuevas relaciones entre los objetos, de las infinitas posibilidades que ofrecen.
Pero ahora se da un paso más en la relación de Cézanne con la literatura. Ya no se trata de la incapacidad de Zola para “ilustrar” al verdadero Cézanne, ni del Cézanne “ilustrado” por Balzac. Ahora la transmutación en la manera de ver las cosas por parte del pintor afecta también al escritor: Rilke también aprende a ver, y lo hace en parte desde los cuadros de Cézanne. El viraje de Cézanne en su modo de mirar, de pintar, era también el del propio Rilke, y así lo expresa en carta a Clara Rilke del 8 de octubre de 1907, mediante esa afirmación ya citada más arriba: «Lo que yo reconocí fue el viraje que constituye esta obra, pues a lo mismo había llegado yo con mi trabajo», o, de otro modo, la “visión adecuada” de Cézanne, la búsqueda de la objetividad ilimitada, también remitían al propio Rilke. Es siempre el mismo tema, el de la visión. A partir de ahí surge la vinculación entre Cézanne, Rilke, el Frenhofer de Balzac y, ahora, un nuevo personaje, aquél que llegó a afirmar que Cézanne era su único maestro, Pablo Picasso. Y no será el único en afirmarlo. También Paul Klee escribía en su diario en 1909: «Vi ocho cuadros de Cézanne. Es para mí el maestro por excelencia, mucho más maestro que Van Gogh».
¿Les suena de algo? ¿No es eso mismo (un "viraje" afín al momento-estilo-personaje artístico recreado) lo que en una medida u otra parece perseguir Bertozzi en El Salón? Ya ven, nada está inventado, aunque, cierto es, al cómic le quedan por descubrir muchos de esos conceptos que en otros discursos parecen ya lugares comunes. Algunos, como Bertozzi, están en ello.

viernes, abril 04, 2008

Reflexiones y provocaciones postSaloneras.

Después de leer y hablar sobre El Salón, la obra de Bertozzi, nos vemos asaltados por referencias cruzadas y reflexiones a posteriori. Por ejemplo, ayer, día 3, en la edición de The New York Times inserta en El País, se hablaba de Gauguin con motivo de la adquisición por parte del J. Paul Getty Museum de Los Ángeles de una obra suya, con aires de malditismo. Se trata de Arii Matamoe [El fin real], un trabajo en el que el pintor francés muestra la cabeza cortada de un antiguo rey tahitiano, sobre una mesa florida, en el contexto de una de sus típicas y paradisiacas estampas coloniales; "la naturaleza muerta por excelencia", según Scott Schaefer, el director del museo.
En "Una obra de Gauguin destinada a provocar" (que así se titula el artículo) se comenta:
Una explicación más probable es que Gauguin, al sentirse hasta cierto punto fracasado entre los éxitos de los demás post-impresionistas, la hizo para escandalizar a los burgueses y crear interés en su exhibición, en la galería Durand-Ruel en 1893, dijo Schaefer.
Quería ser rico y famoso, y escandalizar a la gente”, dijo, “y creo que esperaba renovarse en Tahití y encontrar imágenes que el público parisino no hubiera visto antes”.
Gauguin vendió once pinturas en 1893. “Arii Matamoe” fue comprada años después por el pintor Henry Lerolle y permaneció en su familia hasta los años 30, cuando fue comprada por un coleccionista suizo.
Aunque muy publicada, “Arii Matamoe” sólo ha sido mostrada en público dos veces desde entonces, en exhibiciones en 1946 y 1998, en Suiza.
Ironías del arte: el genio post-impresionista acomplejado por el éxito ajeno, termina convertido a su vez en referencia de éxito y modelo de cambio para la generación vanguardista subsiguiente. Para más información retómese El Salón, obra que, parece, nos vam0s a resistir a abandonar.

martes, abril 01, 2008

Nick Bertozzi, absentismo de salón.

De las estrechas relaciones entre cómic y arte pictórico ya hemos hablado por aquí en más de una ocasión. Hay cada vez más ejemplos de trabajos que intentan estrechar ese vínculo desde diferentes puntos de vista, tanto teóricos, divulgativos, como directamente artísticos. En este último grupo inscribiríamos el último trabajo de Nick Bertozzi publicado en nuestro país: su polémico El Salón (Astiberri). Polémico, en realidad, porque a uno de esos puritanos enmohecidos que pueblan las variopintas estepas culturales estadounidenses, se le cruzaron penes con pudores cubistas. Pecata minuta convertida en razón de estado (de la cuestión bitacórica, al menos).
1. La Vanguardia parisina. Se alimenta El Salón de la recreacción ficcional de los encuentros mantenidos por los diferentes grupos pictóricos pre y postvanguardistas del París bohemio de principios del S.XX. Ahí aparece el mecenazgo patriarcal (respecto al arte pictórico) de los hermanos Gertrude y Leo Stein, la omnipresente influencia de Gauguin, la que ya se presentía declinante tradición fauvista de Matisse y el nacimiento del cubismo con Braque y, especialmente, Picasso; juntos al ritmo musical impresionista de Satie. Todos ellos partícipes y protagonistas de un thriller pictórico con asesino en serie incluido y misterios paranormales plasmados en el lienzo de la historia recreada con aires de sueño etílico.
Bertozzi se lanza a un juego de interreferencias arriesgado: crear una ficción histórica jugando con los mimbres visuales que alimentan lo narrado. Es decir, hacer un cómic sobre el nacimiento de la vanguardia que se nutra de los propios elementos vanguardistas que recrea. No es nuevo, lo vemos en Las Ninfas, esa pintura Umbraliana exaltada adolescente del Modernismo poético; es la base conceptual de esa maravilla de la animación "abstracta" que es Fantasía de Disney y, si se descuidan, una de las mejores virtudes de la doblemente reseñable Expiación. En cómic encontramos jugueteos semejantes en Larcenet y su hipotética parodia de aquel Van Gogh en primera línea de guerra o en los delirios surrealistas dalinianos de Paco Roca en El juego lúgubre; El Salón va un poco más lejos.
Se observa su intencionalidad vanguardista tanto en la construcción de la historia (retorcida, serpenteante, fuertemente anclada en la creación de imágenes desde el subconsciente y la idea azarosa), como en su formalización estilística. Para El Salón, Bertozzi recurre a un dibujo más recargado, detallista y abundante en tramas que en otros trabajos suyos precedentes. Su uso del color (combinaciones bitonales -aparte de la línea negra de dibujo- que cambian de capítulo a capítulo) abundan en ese aire experimental que persigue la obra. Gracias a ello, El Salón funciona visualmente mucho mejor, en nuestra opinión, que Houdini: el rey de las esposas; un trabajo en las antípodas de éste por su minimalismo estilístico y mucho más ralo en términos narrativos.
No obstante, en esa misma indagación encontramos los límites estilísticos del trabajo del norteamericano: lo bello no siempre es rentable en términos artísticos. Muchas páginas de El Salón son bellísimas, ahora bien, nos da la sensación que su distribución cromática (la elección de los dos colores que "animan" cada capítulo) es aleatoria y azarosa, pero, si no nos hemos perdido alguna clave oculta, poco significativa; excepto en aquellos casos en que se recrea el componente soñado mediante un azul celeste que marca incluso las líneas de contorno.
2. La Absenta: La absenta (del latín absinthĭum, y éste del griego ἀψίνθιον, apsinthion) es una bebida con alto contenido alcohólico (de hasta 89,9º) y con sabor muy parecido al licor de anís. Se trata de un compuesto con base en hierbas y flores de plantas medicinales y aromáticas, con predominio de ajenjo (denominado también madera de gusanos). Aunque a veces se la considera un licor, la absenta no contiene azúcar añadido (Wikipedia dixit). Una curiosidad, la ingesta de grandes cantidades (o no tanto) de absenta suele generar el "síndrome del absentismo", que puede llegar a producir visiones, excitabilidad y espasmos, entre otros síntomas.
Viene esto a cuento porque precisamente es una variedad ficticia de esta bebida, la llamada "absenta azul", la que termina convirtiéndose en leitmotiv y caudal de las aventuras paranoicas de los protagonistas del tebeo que nos ocupa. Una bebida cuya ingesta facilita la entrada al interior de cualquier lienzo es una buena chispa argumental para encender toda una maquinaria de narración surreal, al mismo tiempo que un buen justificante argumental para cualquier desparrame visual (como los anteriormente señalados).
De nuevo debemos hacer un inciso crítico: la ensoñación onírica narrativa argumentada sobre los efectos psicotrópicos producidos por un licor alucinógeno, se nos antoja un recurso perfectamente legítimo a la hora de desarrollar una historia, sin embargo, en ningún caso disculpa o consigue esconder los posibles altibajos narrativos de un relato. He aquí el principal problema de El Salón: es ésta una obra que adolece de cierta irregularidad narrativa y, por consiguiente, presenta algunos baches de interés. Junto a episodios brillantes (la escena del tren o casi todas las que protagonizan Braque y Picasso), algunas subtramas resultan repetitivas o excesivamente largas (sobre todo, los episodios finales con la búsqueda de Annah).

Pero, como ya hemos dicho en otras ocasiones, no se lleven a equívocos con estas matizaciones críticas finales: El Salón es un buen cómic, una obra diferente, ambiciosa y sorprendente en muchas de sus páginas. Un buen experimento teñido de azul (absenta).

viernes, marzo 28, 2008

Entrevista a Gaspar Naranjo.

Gaspar Naranjo (Ciudad Real, 1971) es el autor de De cómo te conocí, te amé y te odié, su primer tebeo, recién editado por la también nobel Viaje a Bizancio Ediciones. En persona, Gaspar es como uno de sus propios personajes, afable, extrovertido y muy espontáneo. Por eso suponemos que esta entrevista, realizada a través del correo electrónico, ha debido de ser una dura prueba para él. Pero, aunque la pérdida del componente cinético-visual no deja de ser un pequeño drama para un dibujante de cómics (hasta cuando de una entrevista virtual se trata), resulta que Gaspar Naranjo es un tipo tan divertido de palabra como de trazo. Juzguen ustedes mismos el resultado.
De cómo te conocí, te amé y te odié no es tu primera incursión en el campo del cómic, sin embargo sí será el primer tebeo tuyo para los lectores. Cuéntanos algo de tu recorrido viñetero hasta llegar aquí.
Que yo recuerde, siempre he tenido madera de lápiz más que de líder. De pequeño era el típico niño que nadie quiere en su equipo (problemillas de coordinación) así que tenía que sacar la mala leche por algún sitio.
Llevo años inventando pequeñas historias y haciendo ilustraciones para mi y los que me rodean, pero nunca me había planteado la posibilidad de publicarlas. De cómo te... es el fruto de la terquedad y la apuesta de un par de amigos para que diera ese paso. Montones de gratitud para ellos.
Entonces, deduzco que nunca te planteaste sacar a la luz aquellas, como tú las llamas, "pequeñas historias" ¿Cómo han cambiado las cosas desde esos proyectos iniciales hasta De cómo te conocí…? ¿Qué constantes y que líneas se mantienen en tu trabajo desde entonces?
En los últimos años (digamos desde que he alcanzado cierto grado de madurez) mis historias siempre han versado sobre las sensaciones y sentimientos que desarrollo o me gustaría desarrollar en cierto momento: soledad, alegria, desconcierto, anhelo, odio, megalomania, amor... aunque ultimamente todos vienen hilvanados por el más machacón de todos, el del Amor. Es un buen contrapunto o complemento a cualquiera de los anteriores, dando como resultado una suerte de "slice of life" algo surreal.
El de "slice of life" es un término genérico tan controvertido como popular en los últimos tiempos. Veo que no te sientes incómodo dentro de categorizaciones de este tipo...
"Slice of life", "corte de realidad"... me gusta, es bastante elocuente. Cuando uno habla de sentimientos y sensaciones, pues eso, está hablando de la vida misma. A veces me vuelvo más histrionico, más imposible, es entonces cuando este término se queda algo corto (siempre puedes volverlo más elástico con un prefijo como sub- o super- si quieres).
A tenor de tus palabras, uno se pregunta si tu dibujo sería igual de efectivo y tendría la misma fuerza expresiva, aplicado a otro tipo de temas (obras de género, por ejemplo) o formatos diferentes, como la tira cómica. ¿Te lo has planteado alguna vez?
Constantemente. Donde más cómodo me siento es en una simple viñeta o en una tira; de hecho, si observas De cómo te... cada página puede funcionar de forma independiente, es un conjunto de tiras o gags bajo un hilo conductor. En cuanto a obras de genero... me encanta el desafío creativo. Está por ver.
En todo caso, parece que tu estilo está ciertamente enfocado hacia la narración humorística...
Ahí me has dado. Una de las mejores bazas históricas que tiene el lenguaje comicográfico es su gran capacidad de manejo del humor, al poder representar fácilmente situaciones fantásticas, inverosímiles o histriónicas y esta faceta es la que siempre me ha interesado, aunque, como te he he insinuado antes, estoy abierto a cualquier tipo de trabajo o situación. No descarto otros registros pero por ahora la sonrisa es lo que nos interesa.
¿Alguna influencia concreta dentro del cómic o fuera de él, que te haya marcado en esta apuesta por el humor?
Soy de la generación de Marco y Heidi, eso marca. Desde pequeño he utilizado el dibujo y el humor (sobre todo el humor) para escapar de esa monstruosa y desdichada presión (de verdad que no se que les ven a estos dibujos). Cuestión de supervivencia afectivo-sentimental.
Veo que fuiste uno de esos que se engancharon a La bola de cristal para superar la retirada de pantalla de Mazinger Z y la transición a Verano Azul.
Tio... no bromes con eso... lo de Mazinger fue muy duro... Aunque puestos a hacernos los reivindicaguays rompo una lanza por La Pantera Rosa, que parece que a la gente se le olvida y luego dicen: ¡ah!... claro... La Pantera Rosa, La Pantera Rosa... pues sí, coño, sí.
Bueno, cambiemos de tema. Pasemos del contenido a la forma. Cuando se describe tu estilo, aparecen inevitablemente adjetivos como "minimalista", "desnudo", "simple". En todo caso, nos sitúa inmediatamente en la órbita de otros autores que han vivido entre calificativos semejantes; nos acordamos de Calpurnio y su Cuttlas, por ejemplo, o de los cuadros esquemáticos y fuertemente icónicos de Keith Haring ¿Cómo describirías tú tu propio trabajo en términos estilísticos? ¿Reconoces alguna influencia clara en este sentido?
Hay algo que he tenido muy claro desde siempre, desde que empecé a dibujar cómics de una forma consciente y con intencionalidad (allá por mis tiernos trece años) y es que necesitaba un lenguaje que me permitiera expresarme y contar historias lo más rápido posible. ¿Influencias? Me lo he planteado mucho porque tarde o temprano saldría la pregunta. Nunca he sido un gran lector de cómic, siempre he preferido dibujarlos, así que las influencias en este sentido han sido escasas. Si te digo qué Jan con su Superlópez o Ibáñez con Mortadelo y Filemón, me mirarás raro, pero me influenciaron durante muchos años (sobre todo Jan) hasta que di un salto bastante radical a este estilo más esquemático. Toda una ruptura.
¿Calpurnio con su Cuttlas? Supongo..., aunque no recuerdo muy bien que fue antes, si el huevo o la gallina, si me inspiró en esa pirueta o me empecé a fijar más en él por la afinidad de estilo. Conocí a Cuttlas años antes de esa ruptura y aunque seguí a lo mío algo quedaría rondándomelo en las meninges. En todo caso me encanta, me acabo de comprar su último álbum "Esto no es un Cómic" y me lo estoy pasando bomba, tanto por sus historias como por la forma de contarlas. Es curioso, pero tengo más claras las influencias desde otros ámbitos como por ejemplo la música pop española de los 80 o la independiente actual, o la poesía de Gloria Fuertes (su poesía para adultos, no la literatura infantil por la que es conocida por la mayoría de nosotros). Es decir, lenguajes aparentemente fáciles pero cargados de emoción y si es posible de buen humor.
En cuanto a mi estilo, solo trato de que este sea lo más sencillo posible y que haga sonreír al lector de una forma inteligente. Hay algo que sí que me gustaría transmitir y hacia lo que trabajo, que es cierto "lirismo", una especie de búsqueda de poesía visual. Por eso, esa línea y esa composición. No digo que lo consiga pero sí que trabajo para ello. Las inevitables y voluntariosas etiquetas las dejo para los demás.
Llama la atención en tus historias la desnudez de la página, la forma en que tus personajes se mueven sobre el papel blanco, revelando escenarios y contextos ocultos hasta que ellos se posan sobre ellos. ¿Forma, el modo en que organizas la página, parte consciente de esa búsqueda poética o es una solución intuitiva, puramente narrativa?
Inevitablemente las dos cosas forman parte del proceso creativo. Por un lado, la intuición te ayuda a avanzar en tu búsqueda y por otra, las estructuras y conocimientos adquiridos apuntalan y cimientan ese camino a recorrer. Creo que ambos hechos (intuición y consciencia) están muy presentes en cualquier actividad creativa humana ya sea arte o ciencia.
Y estamos seguros de que también hay mucho de trabajo y planificación; de hecho, sería interesante conocer las pautas de tu proceso creativo. ¿Qué pasos sigues para dibujar un cómic?
No tiene mucho misterio, la verdad. Me siento y pienso. Mesa, silla, papel, lápiz y paciencia. Me planteo unos personajes y una situación que les va a acontecer, a partir de ahí tiro del hilo. Esta es la parte más divertida, los bocetos, donde se te pasa de todo por la cabeza, cosas muy sosas y otras que no dejan de sorprenderte a ti mismo; me rió mucho dibujando. Para dibujar un personaje tengo que meterme en él, adoptar su mismo estado de ánimo; si pudieras verme la cara, mis gestos van a la par que sus expresiones, parece un teatrillo más que una mesa de dibujo. Me gusta leer un poco o escuchar algo de música que acompañe a la que voy a dibujar y así ir metiéndome en el folio. Voy depurando y descartando hasta que tengo toda la historia abocetada.
Después me paso al ordenador (la parte aburrida, más aburrida y dolorosa, por la espalda digo... ¿alguien es capaz de ponerse recto delante de una pantalla?). Escaneo los bocetos, los vuelvo de un color gris claro y sobre ellos voy dibujando con mucho más detalle (en los bocetos a penas si se ve algo, cuando se me ocurre enseñarlos con orgullo solo encuentro caras raras y de circunstancia). Por último coloreo y ya está... ¡A dar la brasa a los amigos con mira-lo-que-he-dibujado!
Resuélvenos dos cuestiones respecto a tu técnica de trabajo, ¿empleas algún software o programa especial? ¿significan tus palabras que has medio jubilado las técnicas tradicionales del lapiz y el pincel?
¡Nooooooo, por Dios! ¿Qué será lo próximo, sexo por Bluetooth? El formato digital está muy bien para evitar que se te corra la tinta y te caigan goterones pero la precisión e imperfección de la mano le da una viveza y humanidad al dibujo (al menos en mi caso) que el software no te da. Uso más el ordenador por comodidad y limpieza. Me valgo de programas vectoriales y trabajo con tableta gráfica (no uso ratón sino lapiz) pero aún así insisto... los dedos y el pincel me parecen insustituibles en las distancias cortas.
Bueno, don Gaspar, muchas gracias por habernos regalado una dosis de su tiempo y esfuerzo. Esperamos repetir el encuentro dentro de no mucho. Por cierto, ¿algún proyecto en ciernes?
Despues de tanto amor-desamor y dibujo tierno, aparte de continuar con la historia de De como te... o alguna cosa en esa linea, está cuajando la idea de hacer algo de tipo pornográfico o al menos de una fuerte carga sexual, debe ser la primavera en ciernes o algo del cambio climático...

miércoles, marzo 26, 2008

Operación 700: el retorno (I).

¿Se acuerdan?, hace poco más de un año. Recordamos, además, que terminada aquella aventura prometimos deslindarnos de veleidades coleccionistas y del sucio arte de la acumulación materialista, sí. Pero que quieren, abierta la veda y constatada la oferta, ha sido recaudar (ahorros y queridas "regalaciones" materno-familiares) otros 700 euros del ala y no hemos podido resistirnos. Nos hemos vuelto a lanzar a la piscina de los originales vía-subasta internáutica. Somos de lo peor... con criterio (el nuestro), eso sí.

¿Razones para este desfalco pecuniario y atraco al cerdito de cerámica? Similares a las que aportábamos en aquel entonces:

a) Creemos en la valía artística de un Pogo o un Bringing Up Father. Nos encanta el cómic y admiramos a algunos de sus creadores, en el mismo grado o similar al que nos lleva a recrearnos con trabajos cinematográficos, pictóricos o literarios (si bien, reconocemos que a la historiografía viñetera le queda un trecho por recorrer antes de alcanzar maestros y maestrías como las que alumbran a los otros vehículos artísticos). Dicho lo cual, y salvando ese inevitable ramalazo fetichista que a todos nos sacude en mayor o menor medida, ¡qué bonito es deleitarse con el arte original que cuelga de una pared!

b) En estrecha relación con el punto anterior y para curarme de sibaritismos clasistas o elitismos mal entendidos: comprar cómic original es infinitamente más asequible que adquirir pintura o escultura. Sobre todo en este momento. Subrazones:

b.1/ La relación de la sociedad con el cómic se está normalizando y, en consecuencia, el cómic está empezando a adquirir "cierto" prestigio entre la crítica, los medios y "cierto tipo" de lectores que hace 4 años no hubieran leído un tebeo jamás de los jamases. Dicho lo cual, su consideración artística (y su precio de salida) está aún cogido con los alfileres del ajuste de mercado. Es un buen momento para hacerte con esa página de Sienkiewicz que siempre has querido a precios populares. El debate (¿cuánto vale el trabajo de un artista gráfico?) se abrió en otro momento; no sabemos cuándo se cerrará o cómo, si lo hace.

b.2/ El dollar está cayendo tanto y tal velocidad respecto al euro, que cualquier compra transoceánica presenta un descuento aproximado del 33% respecto a la valoración inicial. Es decir, que sumados los gastos de envío (mucho más baratos también en US que en, digamos, UK) un original por la estimable suma de $150, cuesta en realidad €100 (que tampoco está mal la gracia).

c) Una de patética exculpación: algunos se meten en hipotecas, nosotros nos compramos originales para decorar los muros de la casa nuestra que algún día nos hipotecara. En román paladino, que suele decir el de las barbas, cada uno gasta su dinero como bien quiere. Esperamos que surjan aquí ideas y sugerencias para inconscientes de nuestra quinta y curiosos varios. Ya conocen la regla primaria: límite inicial de la inversión €700. Los resultados, sorprendentes.

Dicho lo cual, nuestra primera adquisición de esta segunda "Operación 700" ha sido...

Nos encanta Dave Cooper y su interpretación orgánico polimórfica del underground y, además, nos convence casi siempre con sus historias marcianas, sus personaje-plaga epidémicos y su trazo inmaculado. Así que cuando nos vimos en la chance de pagar €100 por esta fantástica página, la número 23 de Suckle, no dejábamos de pestañear.

Llegada la página a nuestras manos, nos llamó la atención el tamaño reducido sobre el que trabaja Cooper (9 1/2 x 12 pulgadas, unos 24 x 30 cms) y la precisión milimétrica de su acabado, sin restos del lápiz por ningún lado y apenas dos o tres huellas de corrector. Asusta un tipo con el pulso tan firme dibujando trozos de carne en mutación constante. Suckle está publicado en España por La Cúpula, es uno de los mejores trabajos de Cooper y cada vez que nos acercamos a él nos recuerda lo olvidado que últimamente está su hacedor por estos lares.

martes, marzo 18, 2008

Por qué he matado a Pierre, secretos y mentiras.

Cuando Olivier Karali (Olivier Ka) se puso en contacto con Lionel Papagelli (alias Alfred) para proponerle la transformación en cómic de un episodio autobiográfico, poco podían imaginarse ambos que estaban a punto de alumbrar una de las novelas gráficas más exitosas de los últimos años. Ganadora del Premio del público y del Premio Esencial de Angoulême 2007, Por qué he matado a Pierre (Ponent Mon) relata los años de infancia de su autor y guionista, Olivier Ka, así como el periodo de áspera transición hacia la adolescencia, primero, y hacia la juventud, finalmente.
No obstante, en Por qué he matado a Pierre la recreación del proceso ordinario del crecimiento infantil se deforma progresivamente con cada página, como un tumor existencial, que convierte la transformación del pequeño Olivier en una gran mentira; todo por un secreto escabroso e inconfesable, uno de esos que no se deben desvelar de antemano (y que tampoco descubriremos aquí, no teman).
Casi todo parece medido con una precisión de cirujano en esta historia de niños felices, progenitores hippies esperanzados, curas de izquierdas y universitarios posrevolucionarios. Desde el tiempo discursivo ("cronometrado" por una precisa organización en capítulos que se abren con una imagen del protagonista en continuo crecimiento), hasta la dosificación de los indicios que amparan y esbozan la "tragedia" del protagonista; y que, después, preparan su desenlace catártico. Les hubiera sido más sencillo a sus autores recrearse en un ejercicio hierático de tragedia aséptica (en la línea de obras recientes como Madre vuelve a casa, de Paul Hornschemeier), sin embargo, Alfred y Olivier Ka optan por un género mucho más ajustado al pulso de la cotidianeidad: la tragicomedia.
Porque si algo innegable hay respecto a esta obra es que, en Por qué he matado a Pierre, las sonrisas conviven con las penas en perfecta armonía. A las primeras ayuda, sin duda, ese dibujo caricaturesco limpio y resplandeciente de Alfred. Un trabajo gráfico que nos ubica instantáneamente en el territorio de la línea clara belga, en el feudo de clásicos de Charleroi como Franquin o Jijé. Un dibujo que, paradójicamente, consigue ampliar la carga dramática de las escenas más peliagudas de la obra; ya conocen el dicho pervertido: en ocasiones no hay nada más terrible que la sonrisa de un niño. En ese mismo sentido, funciona el uso del color: Henri Meunier (encargado de tales menesteres) elige gradaciones y gamas cromáticas de una forma simbólica, como herramientas de exposición anímica y termómetro de la transición entre el niño y el hombre, entre el sueño y la vida. De fondo, la crónica social de un periodo convulso en Francia y en Europa: el que avanza desde los proyectos infinitamente revolucionarios del 68, hasta el descreimiento político-cultural que surgiría entre los estertores de un S. XX moribundo. Como las personas, las ideas también se hacen mayores.
En esos tránsitos múltiples, se determina el despertar de Olivier a la realidad adulta (en un recorrido retorcido por la culpa de una niñez golpeada) y en ese camino se concretan las virtudes de Por qué he matado a Pierre. Desde sus página iniciales, salpicadas por el arco iris de la inocencia infantil, hasta el episodio final de la expiación, compuesto como una fotonovela (con fotografías reales -¿se acuerdan de ese otro gran cómic que es El fotógrafo?-), el lector vive y vislumbra en este cómic un secreto argumental doloroso: el que se esconde tras la pérdida de la inocencia (traumática, en este caso).

La inteligencia de sus autores a la hora de medir, dosificar y organizar materiales, evita subrayados innecesariamente trágicos y simplificaciones psicológicas (o maniqueas) en la descripción de sus personajes. Por eso, por su inteligencia, Por qué he matado a Pierre nos toca como lectores en lo más hondo, porque, en ese territorio de nuestra memoria (o alma, vayan ustedes a saber) donde se mueve su historia, es donde aún habita el crío que fuimos algún día, alguien no tan diferente del pequeño Olivier, después de todo. Y me van a perdonar que me haya puesto sensible, cayendo precisamente en las tentaciones que este tebeo trata de evitar a toda costa.
Sobra el comentario, pero Por qué he matado a Pierre fue uno de nuestros favoritos del 2007, por supuesto.

jueves, marzo 13, 2008

Little Ripper's Kat.

Se nos quejaba recientemente don Álvaro de la guisa charcutera y escaso sexapeal con que se mostraba en algún retrato bizantino. Nos solidarizamos con sus cuitas y añadimos nuevos argumentos: para visión terrorífica y gesto atemorizante, el que nos ha salido en esta foto. !Miedito nos damos¡ ¡Cuidado editores, la próxima vez que nos endilguéis una página en negro o un error tipográfico, os abrimos el tebeo en canal!

Por supuesto, gracias mil, doña Zoraida, ¡es usted una artistaza!