jueves, agosto 25, 2011

The Accidental Salad, de Joe Decie. Una vuelta de tuerca sarcástica.

Cuando un inglés señala que algo es “hilarious” (que es la monda), normalmente se refiere, en realidad, a una cualidad del humor más cercana al sarcasmo inteligente y a la agudeza ingeniosa que a la carcajada. Formas de ver la vida y de mirar al mundo, sin duda.
Por ejemplo, hilararious es The Accidental Salad, de Joe Decie, otro de los tebeos que nos hemos traído de nuestra reciente visita a las islas. Es un cómic fantástico, añadimos nosotros. Muy en la línea del humor contemporáneo, basado en el absurdo y en la mirada cínica, mucho más que en la parodia gruesa o el astracán grosero que nos mataba de risa en otros tiempos. El tebeo de Decie es una colección de escenas breves (sketches), presuntamente autobiográficas, aparentemente cotidianas, que nos pasean por los recovecos vitales de un treintañero, artista, dibujante de cómics y padre de un hijo. No es un ejemplo más de slice of life independiente, aunque la recomendación de la contraportada esté firmada por Jeffrey Brown; el cómic de Decie es mucho menos autocompasivo, más cínico y ligero que la obra de Brown. La mirada del autor se posa en las pequeñas incongruencias de nuestra existencia, en esos dejà vues colectivos que en Matrix llamaban “fallos del sistema”, en la revisión del detalle que por habitual pasa desapercibido. Todo ello, narrado desde un yo autoparódico y lleno de ingenio, en el que muchos nos vemos reflejados sin demasiada dificultad:

Haraganeando: Todo el mundo sabe que paso demasiado tiempo enredando delante del ordenador, con la mente en blanco, la mirada perdida, dejándome llevar por su brillo. / Por eso, me prescribieron una temporadita en el campo, sin ordenador ni televisión. / Me pasé toda la semana mirando al fuego delante de la chimenea, enredando, con la mente en blanco, la mirada perdida, dejándome llevar por su brillo.
En cuanto abrimos las páginas de la ensalada de anécdotas accidentales que es el volumen de Decie y nos topamos con sus elegantes acuarelas, realistas y esquemáticas a un tiempo, pensamos en Gipi. Para más inri, el formato elegido por la colección “Chalk Marks” (la línea que Blank Slate ha creado para apostar por jóvenes artistas británicos) nos recuerda sobremanera a los cuadernillos de Sins Entido, en cuya edición pudimos leer el Apuntes para una historia de guerra de Gipi.
El estilo de Decie es, no obstante, mucho más directo y narrativo que el del italiano; al prescindir de intenciones evocadoras, su trazo resulta mucho más elemental y esquemático. En ese sentido, parecería mucho más sensato comparar The Accidental Salad con la obra de Ben Katchor o José Carlos Fernandes, con los que Joe Deci comparte, además, el gusto por el absurdo y la parodia social.
Hemos disfrutado sinceramente las ocurrencias vitales de Joe Decie y su habilidad para plasmarlas sobre el papel, jugando con mecanismos comicográficos y experimentando con su narración. Nos hemos quedado con ganas de seguir indagando en sus “Fun Facts” o en los “Parenting Tips” que salpican su producción. Él nos remite a su página de Internet y sus cómics online, nosotros le tomamos la palabra y les invitamos a ustedes a sumarse a la visita.
Una apuesta editorial ganadora la de Chalk Marks, sin duda.

lunes, agosto 22, 2011

fish + chocolate, de Kate Brown. Torturada maternidad.

A punto de regresar, por enésima vez en este curso, de un periplo por las Islas Británicas. Mucho English Breakfast, tragos de Cask Ales y paseos por arquitecturas normandas. Algunos cómics, también. Los mejores los encontramos en Page 45, la estupenda tienda que descubrimos en Nottingham con centenares de cómics independientes y joyas editoriales varias. Por exigencias de guión (aerolínea lowcost mediante), hemos tenido que limitar nuestro acopio comiquero a la mínima expresión, pero aún y así nos hemos traído alguna viñeta merecedora de atención.

Nos ha sorprendido, por ejemplo, fish + chocolate, de Kate Brown, por su simbolismo trágico y por esa explicitud que ya se avisa en la portada. Detrás de un apartado gráfico a medio camino entre un estilo manga estilizado (big eyes al frente) y el realismo manierista y manufacturado de la línea Vertigo, fish + chocolate esconde un espíritu experimental y grandes dosis de simbolismo.

Se trata de una colección de tres historias cortas (The Piper Man, The Cherry Tree y Matryoshka) conectadas entre sí por el concepto de la maternidad. Desconocemos el trasfondo biográfico que pueda haber llevado a Kate Brown a acercarse a las relaciones madre-hijo con tales dosis de crudeza y desgarro, pero no hay duda de que fish + chocolate es un trabajo que encierra una sensibilidad profundamente femenina en sus páginas: subjetividad y evocación simbólica. Sangre, desnudez, desafecto, abandono, dolor..., son elementos y sentimientos que se plasman en las páginas del cómic tejiendo un manto de incertidumbres y desasosiego, bastante críptico por momentos.

Detrás de la apariencia comercial de sus imágenes (y sus truculencias argumentales), fish + chocolate esconde, no obstante, fórmulas narrativas poco habituales: predominan en sus composiciones de página, las que Scott McCloud denominaba transiciones de viñeta aspecto a aspecto (esas en las que la narración se detiene para crear efectos contemplativos a través de la exposición sucesiva de objetos, el uso de planos cerrados o las acumulación de viñetas de detalle). Debido a ello, el cómic de Kate Brown avanza a paso lento, y crea atmósferas densas y desasosegantes, cuando no truculentas; unos efectos lastrados, en ocasiones, por el exceso de adornos y algunas elecciones caprichosas en los formatos de viñeta.

Una curiosidad, este fish + chocolate, con algunos momentos verdaderamente excelentes, como los que protagoniza esa madre desesperada hasta la paranoia de Matryoshka. ¿Lo veremos por aquí? Nos informaremos en su blog.

lunes, agosto 15, 2011

La rabia y unos superhéroes vandalizados.

Europa, poco a poco, empieza a perder su vieja compustura y la eterna impostura que se esconde detras de su máscara de civilización. Cuando no es el vandalismo de unos hooligans ingleses rabiosos y descontrolados, se trata de la juventud francesa de los arrabales que no espera nada de nadie o de la ejemplar y muy civilizada protesta ciudadana española (dando ejemplo, por una vez). No queremos meter todos estos "levantamientos" en un mismo saco (seria injusto, por ejemplo, para la causa que se levantó y continua alzada en nuestro país, enfrentarla a todo lo que estamos viendo estos dias en la televisión), pero encontramos un elemento común a todos ellos: la rabia; sea esta controlada, muda, violenta, explícita, organizada o anárquica, observamos hastío y saciedad detras de la impotencia.
Los ciudadanos empiezan a sentirse cansados de quienes les gobiernan en la sombra. Reconocida la gran mentira que ha resultado ser esta crisis que esta devorando al mundo, descubierto el andamiaje que sujeta la gran falacia de la especulación, de las ganancias bancarias, del entreguismo politico y de un planeta hipotecado, sólo nos queda reírnos con amargura de nuestra propia inocencia, pisotear nuestra buena fe y rebelarnos. Pudimos hacerlo cuando se nos engañó con guerras ancladas en la mentira, guerras mercadeadas por un puñado de políticos codiciosos mientras capoteaban en charcos de petróleo. No lo hicimos.
Ahora, mientras asistimos impotentes al espectáculo grotesco de la especulación, al derrumbe de unos mercados de monopoli que obligan a los estados a cercenar derechos sociales y a estrujar el panal, mientras los zánganos se ríen en sus poltronas, ahora, parece que la colmena esta a punto de reventar. Los políticos asisten estupefactos al estallido de realidad de una realidad que desconocen. Algunos, incluso, los mismos neoliberales que nos han metido en este fango, se postulan para sacarnos de él (a costa de nuestra salud, de nuevo, suponemos). Probablemente lleguen tarde. Probablemente esta vez no les creamos. A ellos ni a sus pornográficos consejos de administracion de las cajas de ahorros, ni a sus diputaciones engolfadas en el nepotismo, ni a sus amigos banqueros o empresarios millonarios que en un mismo consejo de administración anuncian de forma obscena, mientras babean petrodolares, benefici0s millonarios y despidos masivos de trabajadores. Ya no les creemos, tampoco podemos sentir pena por ellos, porque estamos en sus manos, pero sí podemos acariciar su decadencia putrefacta (como ya están haciendo en Islandia).
Nos habeis engañado, nos estáis engañando, cada vez que anunciáis repartos de beneficios entre vuestros accionistas os deseamos nuestra misma suerte, la peor de las suertes. Cada vez que nos aumentáis el diferencial de la deuda con otros reinos mejor provistos, nos ciscamos en vuestras colecciones de aes, bes y ces, en vuestros mases y menos, en vuestras obscenas calificaciones aleatorias que no supieron avisarnos de que el barco se hundía. Cada vez que os negáis a viajar en primera, a renunciar a vuestros derechos de pernada vitalacia, a vuestros sueldos dobles, triples y cuadruples, sospechamos que detrás de vuestras pashminas, modelo-amigos-de-los-trabajadores, se esconden dos colmillos afilados.
Y a pesar de todo, no os deseamos más mal que el mismo que nos infrinjáis a nosotros. No creemos en revoluciones cruentas, no asentimos ante los machetes descerebrados de los hooligans britanicos. No, sólo esperamos que la red global os envuelva y consiga apagar vuestra codicia.
Hasta entonces, no aceptamos mas vandalismo que el que se esconde detrás de, por ejemplo, la ironía y el humor resignados. Entre todos los actos de levantamiento a los que hemos asistido últimamente, nuestro favorito es éste (¡grandes estos búlgaros!):
Over the weekend, the citizens of Sofia, Bulgaria awoke to find a public monument to Red Army defaced by an unknown interventionist. The statues of Soviet soldiers who “liberated” Bulgaria in 1944 were painted as Superman, Ronald McDonald, Santa Claus and other pop culture icons of capitalist Americana. Below it, a graffiti caption read: “In step with the times!”
Today, the Bulgarian Minister of Culture condemned the act as “vandalism,” concluding that “We (Bulgarians) are the only ones led by some kind of destructive force when it comes to monuments of socialism.” Maybe, maybe not. Czech artist prankster-extraordinaire David Černý had pulled a similar stunt years ago when he
painted a Soviet tank pink.

lunes, agosto 08, 2011

Sin título (2008-2011), de Rayco Pulido. Elaboración y factura (postmoderna) de un thriller (experimental).

Es complicado hacer la crítica de una obra que la contiene, la crítica, en sí misma. Cuando se revisa el fenómeno postmoderno (vamos contando con la perspectiva histórica para hacerlo), una parte de la crítica habla de su falta de originalidad, de su continuidad manierista de lo Moderno; para otros, la Postmodernidad es un movimiento en sí mismo, una ruptura respecto a lo anterior, que cuenta con unas marcas definitorias propias. Ambas tendencias, confluyen, no obstante, en reconocerle una serie de características propias a la obra postmoderna: su revisión irónica del corpus precedente, su autorreflexividad crítica, los procesos de autorreferencia, la interdiscursividad, etc.

Si esto es así, Sin título (2008-2011), la primera obra del canario Rayco Pulido, es una obra postmoderna con todas las de la ley, desde su portada o el mismo título (que en realidad no es su título). Estamos, en todo caso, ante un trabajo profundamente reflexivo y muy experimental, una lectura que exige un esfuerzo del lector, aunque, como veremos, en este caso sus propias páginas desvelan todas y cada una de las claves de la lectura. Un cómic sorprendente y muy meritorio, con sus imperfecciones y sus muchos hallazgos, que se esfuerza por expandir el lenguaje del medio en el que se desarrolla.

En realidad, Sin título es el cómic de cómo se gesta y se lleva a cabo otro cómic, Pie de trinchera, enmarcado en las páginas de aquel, como metarrelato (otro nuevo rasgo típico de la narración postmoderna). Hemos visto un recurso parecidos con anterioridad en obras como Hicksville o El artefacto perverso. La historia de Pie de trinchera es sobre todo la historia del desencuentro de dos de sus protagonistas principales: Abel y Helena; pero es también el escenario de otras muchas historias que se ramifican a partir de ella y que consiguen crear una atmósfera de serie negra costumbrista con un alto grado de denuncia social. Como anuncia desde las páginas de Sin título el crítico literario que somete Pie de trinchera a crítica, Rayco Pulido aborda “un montón de temas delicados: corrupción policial (…), adulterio, xenofobia, violencia doméstica”. En este sentido, Pie de trinchera podría leerse, aparte de como un thriller comicográfico breve, como un relato simbólico de la decadencia contemporánea, de la suciedad que los países occidentales (España en este caso) esconden bajo sus opulentas alfombras. Quizás por eso casi todos sus personajes resultan tan antipáticos e imperfectos, como personas.

Le encontramos defectos a Pie de trinchera, como casi a cualquier narración: cierta premura en el desenlace de algunas escenas, ambigüedades o elipsis narrativas un tanto crípticas, incluso, dándole la razón al plomizo crítico de Sin título, no nos llega a convencer del todo la resolución casual del conflicto. Lo asombroso de este ejercicio crítico es que ni siquiera es nuestro del todo, nos lo da la misma narración marco en la que se integra Pie de trinchera como metarrelato. Nos explicamos.

Resulta que Sin título (2008-2011) no es un cómic propiamente dicho, es una fotonovela, un fragmento de realidad protagonizado por el mismo Rayco Pulido (en el papel de el “dibujante”), Manuel Henríquez (interpretando al intransigente “analista”) y Inés Álvarez (como Ángela). En las dos primeras páginas del cómic, aparece toda la galería de protagonistas de Pie de trinchera (Abel, Helena, Lázaro, Don Cándido, etc.), entre ellas se insertan las fotos reales de Rayco, Manuel e Inés (en la última página, aparece otro casting: el de los hombres y mujeres subsaharianas muertas en pateras al intentar cruzar el estrecho; en este caso sólo la fecha de su muerte al pie del dibujo les identifica). Es toda una declaración de principios: la obra desvela su andamiaje ficcional desde la primera página, lo hace a tumba abierta, sin medias tintas o falsos giros narrativos. De ahí la elección del formato de la telenovela, para crear el primer marco de la narración: el de un dibujante que le presenta su obra (Pie de trinchera) a un crítico, por intercesión de su pareja, amiga de éste.

En un primer momento, sorprende la intercalación de páginas dibujadas con la secuenciación fotográfica telenovelada (aunque de una forma diferente, viéramos una técnica similar en esa obra maestra que es El fotógrafo). Hubiera parecido más lógica y menos agresiva la elección de un simple cambio estilístico (como hacía Horrocks en Hicksville o Del Barrio en El artefacto perverso) como vehículo para diferenciar niveles narrativos. Sin embargo, a medida avanza la lectura, uno tiene la impresión de que la elección de Rayco Pulido es todo un hallazgo narrativo (aunque por su naturaleza experimental, no debería ser un ejercicio perpetuado como marca de estilo del artista). La fotonovela funciona a la perfección a la hora de distinguir ese plano de la realidad (que, no nos equivoquemos, también es pura ficción -no hay más que ver que los protagonistas están representando roles, aunque el dibujante sea un claro alterego del mismo Rayco) del otro plano del relato narrado (en el que, no obstante, el personaje principal y su pareja también nos recuerdan al “dibujante” y a “su pareja” Ángela). Además, desde estas páginas venimos defendiendo desde hace mucho que el “cómic” es un medio, sí, pero también un lenguaje artístico con unas herramientas narrativas propias, que comparte en gran número con la fotonovela. No es un hecho baladí en este caso.

A lo largo de la narración marco, el dibujante le muestra sus páginas semiacabadas de Pie de trinchera al crítico y éste las somete a una disección despiadada, revelando sus defectos y llamando la atención sobre su aparente inconsistencia. Señala en un momento dado a propósito de una escena conflictiva:

Entonces debería buscar mecanismos diferentes, no sé... realidad fragmentada o algo así... más experimental, de ese modo los críticos serán más indulgentes je, je. Porque tratar de ser “real” usando las herramientas de ficción más académicas suele dar como resultado un tostón... realidad=aburrimiento... y para ser tu primer trabajo quizás sea demasiada pretensión...

Obviamente, el crítico, el personaje de ficción, no conoce el proceso posterior de reelaboración discursiva que sufrirá ese relato que está analizando, ni sospecha que el terminará formando parte de él (en este sentido, es divertida y muy irónica la posible insinuación de la obra como ejercicio de venganza hacia la crítica en general o hacia un crítico concreto en particular -un nuevo guiño/juego narrativo, no obstante). Como lectores, observamos muchas de estas críticas como excesivas y, en muchos casos, si estamos acostumbrados al lenguaje de las viñetas (el crítico reconoce pertenecer al mundo del cine), entendemos que sus consejos no harían sino empobrecer la narración y nos posicionamos claramente junto al personaje que respira detrás de la fotografía de Rayco Pulido. En otros caso, reconocemos las palabras del crítico como una guía útil para seguir la lectura y tenemos que estar de acuerdo con sus ataques despiadados. Ahí se encierra uno de los grandes hallazgos de este cómic: aunque en ocasiones no sabemos a ciencia cierta si las páginas que estamos leyendo (las de Pie de trinchera) son las mismas que sojuzga el crítico o son la versión corregida posterior a sus palabras, lo cierto es que el lector nunca llega a percibir enteramente los defectos del relato (sus ambigüedades o sus posibles arritmias), ya que la reflexión crítica (previa o posterior) que hacen el dibujante y el crítico sobre las mismas, encierra en sí misma la solución de lectura y la “fe de erratas” que aquellas pudieran contener. Cuando la propia narración habla de sus errores internos, estos resultan subsanados, gracias un ejercicio de honestidad autorial y humildad creativa (pese a las enormes dosis de ambición que esconde en su trastienda).

Entre tanto aliciente, no se nos escapan algunos detalles que, como lectores críticos, nos rechinan un tanto. En algunos casos, tenemos la sensación de que un acabado más “limpio” de algunos dibujos, hubiera funcionado de un modo más efectivo en la transición entre los dos niveles narrativos. Puede ser que cierto esquematismo facilite la sensación de contraste entre ambos, por lo que respecta a la faceta gráfica; sin embargo, no nos acaban de convencer la factura abocetada de las onomatopeyas, ese aire exageradamente manual e irregular de la tipografía o las veladuras en el entintado de las tramas negras...

Son minucias, lo sabemos, dentro de una obra que plantea multitud de sorpresas narrativas y lecturas interesantes. Un trabajo que juega a experimentar con el lenguaje comicográfico desde dentro y que demuestra, como no muchas obras pueden hacer, las enormes posibilidades narrativas de un medio al que le queda aún mucho por explorar. Rayco lo sabe y estira las posibilidades de su lenguaje con unos resultados más que interesantes. Claro, como críticos, le tenemos que sacar punta hasta a lo bueno.

lunes, agosto 01, 2011

From the Shadow of the Northern Lights (vol. 1). La luz underground del norte.

A la vuelta de uno de nuestros últimos viajes, les comentábamos que nos habíamos traído material nórdico y que les daríamos cuenta del mismo a su debido tiempo.

En una pequeña tienda de Estocolmo descubrimos la existencia de From the Shadow of the Northern Lights (Top Shelf, 2008), una antología de cómic sueco con los autores más representativos de las últimas décadas, surgidos casi siempre alrededor de Galago, la revista underground que nació a finales de los años setenta. El descubrimiento de una colección de cómics traducida al inglés nos ayudó a sacarnos la espinita que se le clava a uno cada vez que llega a un país cuya lengua desconoce; especialmente, cuando en ese país existe una industria interesante de cómics (tampoco se piensen que andamos con las viñetas en la cabeza día y noche).

En el prólogo From the Shadow of the Northern Lights, el editor de Galago, Johannes Klenell, introduce el volumen:

"Oscuros" es una palabra que la crítica emplea frecuentemente para describir los trabajos de Galago. Evidentemente, esto es cierto en el caso de la recopilación que tiene usted entre manos, aunque también el humor ha tenido siempre un papel importante en nuestras publicaciones. Siguiendo la inspiración de los cómics contraculturales de Crumb, Galago nació a finales de los años 70 como revista de sátira política. En las últimas tres décadas, este extraño superviviente en un clima cultural adverso, ha crecido hasta convertirse en el buque insignia de la escena de cómics alternativos suecos. Se convirtió en la plataforma crítica contra los yuppies de los 80, un reducto de sinceridad durante los superficiales años 90, y permanece como uno de los pocos espacios de cultura alternativa que han resistido en el nuevo milenio. Los suecos somos una antigua raza, somos de un país tan septentrional que el sol apenas brilla durante los helados, glaciales y húmedos meses del año. Quizás este hecho ayude a la mezcla de melancolía y sarcasmo que brilla en esta colección. Esperamos que la disfrute, nuestro primer intento de sacar a los mejores artistas suecos fuera del Círculo Polar Ártico.

Lo hemos hecho, disfrutar de la antología. Se esconde talento en sus páginas. De hecho nos hemos quedado con ganas de saber más de algunos de sus componentes. En los siguientes párrafos les mencionaremos los nombres de aquellos de los que nos gustaría seguir oyendo hablar en el futuro; quién sabe, a lo mejor algún día llegan a nuestro país o se les sigue traduciendo desde editoriales como Top Shelf.

Se menciona en los breves perfiles biográficos del índice que Joakim Pirinen es una leyenda viva del cómic escandinavo. Su estilo underground es una extraña mezcla entre el trazo sucio de Vuillemin y el underground más ortodoxo (paradoja al canto) de Crumb. Nos gustó la ironía costumbrista de su "Bear family".

Hay mucho underground costumbrista en From the Shadow of the Northern Lights, ya saben, slice of life en la línea de Jeff Brown y coetáneos como Liz Prince. "Oktoberfest", la historia de Sofia Olsson se parece a las de Brown hasta en su vertiente gráfica; un clon sueco de esas historias que entienden la existencia como una rutina salpicada de alegrías mínimas y desconsuelos erosionadores. En la misma liga, juegan Mats Jonsson y Anneli Furmark. El primero, artista y coeditor de Galago, presenta también muchísimas similitudes a Jeffrey Brown y pasa por ser una leyenda viva del cómic autobiográfico sueco, "un icono pop de la escena del cómic sueco", reza su presentación. De "I dated a teenager" no podemos sacar conclusiones tan extremas, aunque resulta interesante como episodio de honestidad autobiográfica amorosa (descubrimos en su blog que Top Shelf acaba de editar en inglés su Hey Princess). El estilo de Anneli Furmark sigue emparentado con el underground (gracias sobre todo a su abigarrado entramado manual y el esquematismo de su propuesta), aunque se acerca a cierta concepción naturalista de los personajes y el escenario: la historia que desarrolla en "A private place" indaga en la autodestructiva naturaleza humana y en las dudas de la angustia creadora. Anneli Furmark ha publicado también con Drawn & Quarterly.

En un estilo igualmente esquemático, con una línea mucho más clara, cercano al de Porcellino, Henrik Bromander nos ofrece "The World-Wager", probablemente la historia más desasosegante y oscura de la recopilación. Detrás del trazo infantil, se esconde un relato familiar con carga de profundidad. El dibujo de Liv Strömquist mantiene los mismos patrones de esquematismo, trazo infantil y línea clara minimalista. Curiosamente, su historia ser aparta radicamente de ese aire naif: en "I was stalin's girlfriend" hace un recorrido crítico, no exento de ironia, por la vida sentimental de Stalin y su relación con las mujeres; el villano universal no lo era menos, en la trastienda del corazón, parece que nos viene a contar Strömquist con un discurso planteado desde un interesante feminismo activista. En este volumen, nos ha sorprendido mucho el talento visual de Lars Sjunnesson (con una historia cercana al mundo de la ilustración). O la capacidad gráfica de Marcus Ivarsson en su fábula "Nemesis", con un mundo de animales antropomórficos que se enfangan en los peores vicios de la humanidad. Con un estilo que nos recordaría al surrealismo pop animalizado de Woodring, después de un mal viaje psicodélico por los bajos fondos del subconsciente.

Nos ha impresionado la delicada línea underground de Tom Karlsson, un cruce perfecto de Dave Cooper y Anders Nilsen, que en "Tell me about the mountain" nos sumerge con dramatismo en las profundidades del recuerdo y la pesadilla. También lo ha hecho el académico y elegante naturalismo de Loka Kanarp en "The party", una historia acerca de la soledad y el dolor interior, cuyo dibujo y desarrollo nos ha hecho pensar en los mejores trabajos de Jessica Abel. Nos encantaría volver a tener ocasión de leer obras de estos dos autores en el futuro.

No hemos acabado con el tema, en algún post venidero, les contaremos nuestras impresiones acerca del segundo volumen de From the Shadow of the Northern Lights que publicó Top Shelf dos años después. Hasta entonces, buceen entre los autores de Galago y las muchas páginas que les hemos vinculado en este post. Seguro que descubren algún diamante en bruto.

lunes, julio 25, 2011

Gaspar en Tebeosfera.

Entre tanto evento veraniego y repaso televisivo, casi se nos pasa: en el nuevo número de esa imprescindible revista digital que es Tebeosfera, hemos publicado, a modo de informal artículo "hagiográfico", un perfil bibliográfico-fanzinero de nuestro buen amigo Gaspar Naranjo: "Trazo esquemático, máxima expresión", se titula.

Conocedores de esa amistad, Manuel Barrero y su tropa de eficientes colaboradores se pusieron en contacto con nosotros para que les informáramos de primera mano de los comienzos comiqueros de don Gaspar Naranjo; de aquellos fanzines autoeditados como minicómics con tiradas mínimas, pero llenos de ideas y en la línea estilística que habría de consolidarse en trabajos posteriores como De cómo te conocí, te amé y te odié o Sexo. La idea era incorporar el perfil al número tebeosférico sobre los "Hijos de la democracia", pero resulta que el ciudarrealeño es más viejuno de lo que su juvenil look sugiere, así que se quedó fuera de la lista de jóvenes creadores y se reservó el artículo para este último número. Se trata de nuestra primera colaboración con Tebeosfera.

Últimamente, también hemos tenido presente a nuestro colega de andanzas comiqueras, porque suyo era el dibujo de fondo que ilustró la presentación de nuestra charla "Mujeres de cómic y cómics de mujeres" en León. Su proyección provocó sonrisas en la sala; seguro que lo entienden:


lunes, julio 18, 2011

Teleshakespeare. Gran cine, televisión y cómic.

Otra de libros, bueno y de mucho más.
Llevamos tiempo pensando que las mejores "películas" que se pueden ver en estos tiempos se fabrican en pequeño formato. En los últimos años, no hemos visto un film mejor que The Wire y, además, dura casi cincuenta horas. Mad Men es una colección de muchas grandes películas que se leen como una saga del declive del sueño americano. Les estaremos eternamente agradecidos a los cerebros y a los productores que hay detrás de las siglas mágicas de HBO y AMC, nos han salvado la vida en varias ocasiones.
Uno ve The Wire y lo hace como si estuviera asistiendo a una ráfaga de gran cine de autor, pongamos de Michael Winterbottom; vemos Mad Men como gran cine clásico, digamos de Ernst Lubitsch o Frank Capra; disfrutamos de los capítulos del Boardwalk Empire de Scorsese y lo hacemos como si estuviéramos viendo cine de, pongamos, Martin Scorsese.
La lista es amplia y sigue creciendo: En terapia, Treme, Dead Wood, Juego de tronos... Para poner orden entre tanto capítulo serial y joya televisiva, Jorge Carrión ha publicado este año Teleshakespeare: una colección de ensayos y reflexiones acerca del fenómeno global de las series televisivas. En su "Episodio piloto", bucea en profundidad entre los condicionantes sociohistóricos y los cambios culturales postmodernos y tecnológicos que han condicionado este despegue imparable del pequeño formato televisivo a la hora de configurar el nuevo marco de la narración contemporánea, el espacio catódico que organiza y modela los macrorrelatos de la era moderna, las nuevas obras maestras que se encierran en un aparato de difusión digital.
En Teleshakespeare (sin esquivar spoilers y más spoilers), Carrión habla de la paternidad del cine sobre el modelo televisivo, del marco histórico que cobija al nuevo arte y a su industria, del mundo como escenario global, un melting-pot que se refleja en la pantalla, del concepto de red que lo imbrica todo (política, tecnología, comunicaciones...), del barroquismo de la imagen representada, de la universalización del saber (vía internáutica) o del efecto de la visión cuántica en la interpretación del mundo. El hecho es que, como se señala en esta obra, la visión del espectador, del consumidor artístico, ha cambiado en las últimas décadas al mismo ritmo frenético que el mundo que le rodea. Internet, por ejemplo, ha hecho realidad algunos de los grandes sueños imposibles de la Humanidad: la biblioteca global, la comunicación sin barreras, la primicia interplanetaria instantánea, etc. El mundo ha cambiado en las dos últimas décadas más que en todo el siglo anterior. El arte, el entretenimiento, la percepción de la realidad no podían sino adaptarse a ese cambio tecnológico-digital. La cultura pop, entendida como fenómeno popular, se ha extendido como una red de araña que lo llena todo de iconos y mitos fugaces. La era de lo representado filtrado por un circuito integrado. "Cosmopolitismo pop" y "nomadismo estético".
No extraña que en este nuevo mundo cargado de signos, iconos e imágenes, el cómic esté empezando a cobrar un papel relevante a la hora de aprehender la realidad. El cómic tiene una presencia constante en el libro de Jorge Carrión, que habla de la importancia que autores como Moore o Miller han tenido, junto a otros creadores como Lynch o Tarantino, en la creación de este nuevo contexto artístico postmoderno. El capítulo dedicado a Héroes ("La supervivencia del supergénero: Héroes en el contexto de la superheroicidad"), hace un recorrido exhaustivo y lúcido de la evolución del género de los superhéroes en las últimas décadas, de su agotamiento, resurrección y actualización postmoderna; en él, Carrión habla de Kirby, de Mazzucchelli, de Miller y Moore o de Carver y Brubaker, de cómo el cómic contemporáneo de superhéroes ha pasado a reflejar la ultraviolencia y la explicita sexualidad contemporánea del mismo modo que lo hacen series como Espartaco, Fringe o Treme. Menciona a personajes como Elijah Snow, Batman o Rorschach junto a otros como Homer Simpson, Donald Draper o Jimmy McNulty. También habla de la relación que hay entre Las ciudades ocultas de Schuiten y Peeters con la poética de Borges y de Calvino, de la conexión entre Fun Home y The Wire, como dos de las grandes novelas americanas, etc. La asociación interdiscursiva como vehículo de reflexión crítica, una de las premisas favoritas de este blog, no se nos podía pasar por alto.
Hace unos días hablábamos de Alison Bechdel en León. Jorge Carrión lo hace en un pasaje de su introducción. Les dejamos con su reflexión (aunque no la compartamos al cien por cien) para que le vayan cogiendo el aire a este libro necesario y, por Crumb, vean Mad Men y The Wire:
Seguramente, el término más adecuado para hablar de "teleserie", cuando nos referimos a algunas de las de mayor ambición artística, sería precisamente "telenovela". Esa palabra, obviamente, tiene connotaciones en nuestra lengua que nos alejan de la excelencia conceptual y técnica, de la literatura de calidad. Sin embargo, estamos ante una aspiración de legitimidad que otro arte narrativo afín, el cómic, sí que ha logrado mediante el término "novela". La novel gráfica disfruta en estos momentos de un estatus, en progresión, cada vez más cercano al de la gran literatura. Como ejemplo se puede citar un cómic estrictamente contemporáneo a The Wire, Fun Home, de Alison Bechdel, que narra una historia familiar en clave explícita de Familienroman, que es autobiográfico y, sobre todo, que ostenta una voluntad intertextual, estructural y metafórica tan ambiciosa que debe ser leído como una obra maestra literaria. Es decir: no poseemos otro modelo, otro marco de lectura más adecuado que ése. Y el propio autor tampoco posee otro. De modo que su intención es que leamos su arte como literatura (una literatura expandida, donde lo visual ha sido incorporado naturalmente, gracias a nuestra educación multidimensional) y nosotros no somos capaces de leerlo de otro modo. Fun Home o The Wire son "grandes novelas americanas" en un sentido más justo que muchas novelas recientes que se conciben a sí mismas como piezas de esa tradición literaria, sin darse cuenta de que ésta ha mutado.

lunes, julio 11, 2011

Bailando un Vals con Bashir en León.

Volvemos de las charlas de León con las baterías recargadas, como siempre. Hemos conocido físicamente a amigos blogueros que nos han instruido con sus palabras y hemos tenido la ocasión de volver a conversar largo y tendido con José Manuel Trabado (estupendo anfitrión, y organizador del evento). Nos da pena habernos perdido las charlas de autoridades como Ana Merino o de esa fenómena de la ilustración que es Noemí Villamuza; habrá más ocasiones, suponemos.
El último día, además, hemos vuelto a ver esa estupenda película que es Vals con Bashir, de Ari Folman (nada extraño si consideramos que el curso se titulaba "Cómic, ilustración y cine de animación. La imagen y sus públicos"). La ilustrada exposición de José Manuel al final de la película y las reflexiones que nos ha generado este nuevo visionado nos han inclinado a dedicarle este post, aunque hace ya más de dos años de su estreno.
Cuando la vimos en su día, no habíamos leído aún el Notas al pie de Gaza de Joe Sacco; esta vez, no podíamos sacárnoslo de la cabeza mientras repensábamos la obra de Ari Folman. Si recuerdan, en un artículo muy reciente en Culturamas, hablábamos del cómic de Sacco en términos de fidedigna indagación periodística, sí, pero también reconociéndole el enorme valor que tiene como documento recuperador de una historia olvidada por la misma Historia: el olvido oficial e interesado del drama, el poder y sus efectos anestésico. Resulta que, vuelta a ver, tenemos la impresión de que Vals con Bashir nos está hablando de lo mismo, con recursos narrativos no demasiado diferentes, aunque, eso sí, con una excusa de arranque mucho más subjetiva: el Ari Folman-personaje (la película se plantea como un ejercicio de exorcismo personal) no busca tanto rescatar la memoria sociohistórica de una tragedia, sino recuperar su propia memoria y recuerdos acerca de la misma. Literalmente.
En una escena de Vals con Bashir comentan que la mente se encarga de cerrar el acceso a los pasillos oscuros, a los hechos traumáticos de nuestra existencia. En el caso de Folman, los de su participación más o menos directa en la masacre en los campos de refugiados de Sabra y Chatila, en 1982. El asesinato terrorista del líder libanés Bashir Gemayel, en 1982, junto a otras 40 personas en Beirut, desencadenó un verdadero acto de genocidio en los campos de refugiados palestrinos de Sabra y Chatila. Milicianos falangistas cristianos libaneses vengaron el asesinato de su líder entrando en los campos de refugiados y matando a más de 2.400 personas, la mayoría ancianos, mujeres y niños, durante varias jornadas de masacre. Los soldados israelís, siguiendo las instrucciones del entonces jefe del estado mayor Ariel Sharon, asistieron impávidos a las matanzas, cuando no las alentaron o encubrieron.
En Vals con Bashir, Folman, soldado israelí en aquella misión, intenta recuperar sus recuerdos, la memoria de unos hechos que sabe que presenció, pero que ha borrado completamente de su mente; en su lugar, no hay sino vagos presentimientos y ensoñaciones, cuando no pesadillas. Para rescatar su pasado, el personaje de la película intenta desandar sus pasos mediante encuentros y entrevistas con algunos de los personajes que estuvieron junto a él en aquellos fatídicos momentos. Como hiciera Sacco en su intento de desentrañar los oscuros sucesos en otra matanza, la de la Franja de Gaza, en las poblaciones de Khan Younís y Rafah, ahora Ari Folman entrevista a los espectadores de la Historia con el fin de rescatarla del olvido. Y todo ello "escrito" con la gramática de una película de dibujos animados y todo ello "escrito" desde el lado de los culpables, por un ex-soldado israelí
Señalábamos en aquel artículo sobre Notas al pie de Gaza que en estos tiempos de sobre-exposición a la violencia y de anestesia colectiva ante el dolor, a veces las imágenes representadas generan una descarga empática en el espectador mucho más intensa que la percepción directa de la realidad misma. Por eso, las imágenes hipnóticas de Vals con Bashir, la recreación cuasi-lírica de los pasajes oníricos (con los subrayados magistrales de la música de ese genio que es Max Richter) o sus irónicos juegos visuales con trasfondo crítico (las escenas de violencia en el campamento de la playa tratadas como si fueran un videoclip de punk-rock), consiguen provocar en el espectador una tensión creciente ante cada uno de los avances en la indagación personal de Ari Folman y un contagio sincero ante el dolor que se presiente al final de búsqueda. La aparición de imágenes reales al final de la cinta, el vídeo de las viudas palestinas llorando entre las ruinas, rompe la ilusión, nos devuelve a la realidad, nos conecta con el universo de lo conocido y, al mismo tiempo, nos saca del drama personal de Folman (filtrado por la imperfección de la memoria, por la representación icónica de la imagen animada -vease el inteligente recurso al doble filtro ficcional), para meternos de lleno en la realidad conocida de la tragedia, esa que, impasibles, contemplamos todos los días en las pantallas de nuestros televisores. En este caso, la realidad se vuelve más real y dolorosa cuando es introducida mediante el artificio de una ficción que, lo sabemos, no lo es en absoluto. El arte convierte en eterno el recuerdo de lo que en los noticiarios televisivos no dura más allá de lo que lo hace el calor de la primicia.
Así de triste es la cosa, así de grande es Vals con Bashir.

lunes, julio 04, 2011

Los jueguecitos y manipulaciones de Vitaliti.

Trasteando por la web, llegamos a la página del ilustrador publicitario Martin Vitaliti. Luego, descubrimos que entre sus secciones y apartados el cómic está muy presente, y que el señor Vitaliti tiene un espíritu artísticamente juguetón y experimental respecto a su acercamiento al mismo.
En este sentido, nos gustan las pequeñas manipulaciones que lleva a cabo sobre las viñetas o el espacio de la página, con el fin de alterar las convenciones de lectura establecidas y estirar las posibilidades del lenguaje comicográfico.
En "salto mortal" se replantea la esencia del tiempo que en verdad se puede llegar a encerrar una didascalia; "Flash, el más rápido", lleva el concepto de raccord al extremo de la artesanía manual y el collage repetitivo; esa es la misma esencia de "un hombre lleno de fe", en la que esa misma noción de raccord no conduce a otra cosa que a la desaparición del mismo contenido narrativo; "home run" es un libro intervenido, vaciado de viñetas y, por tanto, de nuevo también de contenidos, en el que la representatividad de la imagen responde a procesos de selección aleatoria o, por lo menos, absolutamente diferentes de los que constituían la obra inicialmente; Flash es también el protagonista de "tres variaciones para un trayecto", un juego de alteración temporal a partir de tres hipótesis inciertas: retrasar a Flash al punto de partida / retener a Flash en el recorrido / adelantar a Flash al objetivo.
Y así podríamos seguir durante párrafos, diseccionando, glosando, cada uno de los pequeños entretenimiento y manipulaciones experimentales de Vitaliti: un sano ejercicio de imaginación y reflexión lingüístico-icónica. Trasteen, trasteen entre sus juguetes visuales y nos cuentan si la cosa no tiene su miga.

lunes, junio 27, 2011

McNaught vs Van Rysselberghe. Birchfield Close no estaba en Broadstairs.

Otro regreso, esta vez vía inversa. Hemos estado una semana en un apacible pueblecito costero del sur de Inglaterra, uno de esos paisajes de esencia victoriana, félizmente arcaicos, de los que aún disfrutan los británicos. Tenemos la sensación de que en las islas siempre supieron llevar mejor aquello del desarrollismo y, sobre todo, han sido mucho más honestos con su pasado y con la esencia de su geografía histórica. Mientras aquí conseguíamos que toda nuestra franja mediterránea perdiera el encanto que una vez tuvo, allí conservan condados como el de Kent donde, sin haber sacrificado las ventajas del progreso, uno tiene la sensación de vivir en un estado de folclore arquitectónico permanente. Aunque no todo es maravilla, ni envidia. Los lazos de la decadencia se entrecruzan de forma caprichosa.

En Broadstairs, que es donde hemos estado, conviven los ordenados jardines ingleses, con el sempiterno pup tradicional y una línea de playa idílica que nos recuerda hasta al decimonónico Santander de los baños de ola: con sus casetitas azules, sus tumbonas y el sabor marinero de un buen "promenade". Luego nos enteramos de que hubo un tiempo en que Broadstairs y sus pueblos limítrofes (sobre todo Ramsgate y Margate) fueron un centro turístico de prestigio en las islas, y de que a su alrededor crecieron los cafés, los casinos y salas de juego, los restaurantes... como en ese ideal de Atlantic City, de Boardwalk Empire. Resulta que, con la llegada del turismo continental y con el magnetismo que para un británico siempre han tenido las costas griegas y españolas (esas mismas que poco a poco hemos ido perdiendo para nosotros), el turismo en el condado de Kent se echó a perder definitivamente y, hoy en día, aquellos antiguos centros vacacionales parecen el decorado de una postal en blanco y negro. Sucede que mientras España prometía un sol incombustible, en la costa del sureste inglés los rayos dependían del azar.

Con tanto ruralismo inglés, promenade playero y nostalgia contemplativa, hemos vuelto a casa con ganas de revisitar a uno de los autores que habíamos descubierto en nuestro anterior periplo: hablamos de Jon McNaught. Teníamos varado en la mesilla su Birchfield Close, amedentrados después del buen sabor de boca que nos había deparado Pebble Island. Y, claro, nos ha sabido a menos. Superado el factor sorpresa, nos hemos quedado con la sensación de que el contenido de esta obra de McNaught está menos cohesionado, que sus escenas contemplativas están más forzadas dentro del hilo conductor que ofrecen los dos niños observadores que se suben al tejado de su casa a contemplar la vida pasar. En ese sentido, probablemente funcionaban mejor la colección de escenas dispersas que ofrecía Pebble Island, donde la isla era el único y verdadero elemento conductor. En Birchfield Close tampoco pasa nada, más allá de ese ejercicio contemplativo, pero tenemos la sensación de que McNauught se pierde en anécdotas banales integradas en el relato de forma un tanto forzada (los pasajes del avión y del globo, por ejemplo).

Queda el disfrute, por otro lado, del apartado gráfico, ese precioso ejercicio de puntillismo que convierte cada uno de los libritos de McNaught publicados por Nobrow en pequeñas joyas ilustradas. El estilo, los sutiles tonos, la línea suntuosa sin perfiles definidos, los paisajes a merced de la luz de cada día, todo en McNaught nos invita a pensar en cómo el pictoricismo se ha convertido en una más de los millones de puertas que ha abierto el lenguaje del cómic en los últimos años. Visualmente, Birchfield Close es un verdadero goce.

En este punto, retomamos el asunto donde lo empezamos en los primeros párrafos. En nuestro último viaje británico hemos podido hacernos una escapadita a la capital del reino y a sus museos. Hemos vuelto, como hacemos de forma recurrente, a visital las habitaciones neoclásicas de la National Gallery y a disfrutar de Monets, Manets y Seurats. En la última reseña que le dedicamos a McNaught hablábamos de sus influencias puntillistas. Nos referíamos, obviamente, al mencionado Seurat y a sus discípulos (Sisley, Signat...); a quien nunca tuvimos en mente fue al pintor belga Theo Van Rysselberghe: supongo que habíamos pasado por delante de sus cuadros en visitas anteriores, pero nunca nos habíamos fijado en Coastal Scene. Seguramente, porque tampoco conocíamos la obra de McNaught, y es que pocas veces hemos encontrado paralelismos interdiscursivos tan transparentes. Juzguen ustedes, aquí Theo:

Aquí la portada de Pebble Island de McNaught:

A veces tenemos la sensación de que con tanto meandro ensayístico, interconexión mental y referencia cruzada, no hacemos sino aburrirles. Prometemos más concisión en entradas venideras.