viernes, diciembre 08, 2017

Sabor a coco, de Renaud Dillies. En el camino

Se señala con frecuencia que lo importante de toda experiencia no es aquello que nos espera al final de la misma, sino el camino por el que ésta nos guía.
La historia del cómic nos ha conducido a su momento de esplendor creativo actual (aunque en países como España la fuerza del mercado no sigue el ritmo que marca dicha efusión creativa, precisamente) a través de un recorrido marcado por exigencias editoriales, restricciones de formato y una minusvaloración social evidente. Ya se sabe, el cómic era cosa de niños, cultura popular desechable. Debido a ello, los hallazgos técnicos y las evoluciones narrativas estaban supeditados a su aceptación inmediata dentro su amplio nicho de lectores juveniles y consumidores de prensa diaria. El espacio para las innovaciones vanguardistas era limitado. A comienzos del siglo pasado, el lenguaje del cómic sólo podía incluir los logros de la modernidad artística de forma solapada y siempre que éstos no interfirieran con las fórmulas clásicas de narración.
Y sin embargo, mucho antes del advenimiento de la novela gráfica y los nuevos modos de secuenciación comicográfica tan libres y experimentales, tan eclécticos y multidisciplinares, hubo autores que decidieron ir contracorriente y violentar convenciones, normas y reglas del lenguaje: a principios del siglo XX fueron los McCay, Feininger, Verbeeck y Sterrett; después, en los años 60 y 70, los autores del comix underground estadounidense y el "cómic de autor" europeo... Nombres propios que traspasaron fronteras y derribaron convenciones.
Hablamos de tipos, claro, como George Herriman, un dibujante que hizo del surrealismo y de la libertad creativa su marca de autor. A partir de un número reducido de personajes, una sencilla conexión argumental triangular entre ellos y una imaginativa y folclorista deconstrucción/reconstrucción contextual del desierto de Arizona (Coconino County), Herriman dio forma a Krazy Kat (1913-1944), una serie cómica basada en pequeñas variaciones temáticas (casi musicales), que enlazaba directamente con el pensamiento surrealista, el psicoanálisis y el humorismo slapstick tan en boga en aquel momento. Pocas veces el cómic ha estado tan apegado a la vanguardia artística como en manos de Herriman.
El magisterio de George Herriman nunca ha dejado de estar en vigor, más que nunca en estos tiempos de experimentación y vanguardia, pero su influencia pocas veces ha sido tan evidente como en Sabor a coco, el cómic de Renaud Dillies. Una obra ésta en la que, como pasaba con Krazy Kat, lo importante es el camino, no el punto de llegada.
Hay que reconocer que en Sabor a coco, la cigüeña Jiri y la ardilla Polka (¿es verdaderamente una ardilla?) se llevan mucho mejor que Krazy y el ratón Ignatz (o quizás algo peor, si nos atenemos al hecho de que aunque algunos amores matan amores son y que, tantas veces, la amistad es un afecto mudable). Dicho lo cual, por sus trazos y por su forma de moverse en la página, lo cierto es que los unos se parecen mucho a los otros. Hay incluso perro policía en el cómic de Dillies, además de avestruces, caballitos de mar con chistera, caracoles gigantes y un pez volador bohemio que parece una entelequia en medio de un espejismo. 
Pese a su nombre, tampoco Coconino es tal en Sabor a coco aunque sus paisajes con palmeras, cielos infinitos y casitas encaladas con techados de madera crean postales hermanas, sino "un país muy próximo al sol". Y es ahí donde arranca la peripecia, el caminar hacia ninguna parte de Jiri y Polka en busca de agua, o lo que es lo mismo, su búsqueda de vida y esperanza en el desierto. En sus sedientas andanzas, ambos vivirán episodios surrealistas y aventuras oníricas, como sucedía en cómic de Herriman; siempre sobre paisajes metamórficos que escapan de cualquier coordenada lógica espacio-temporal.
Da igual que nos movamos en el territorio ilógico de la ensoñación y la fábula surreal, la belleza del cómic de Renaud Dillies reside en su poética de paisajes mironianos y animales sabios enloquecidos en su nuevo país de las maravillas. Lo que más nos gusta de él es su personal y talentosa evocación del universo Herriman, su reconstrucción del mismo desde unas coordenadas presentes que, de algún modo, remiten a un ecologismo dentro de los estrechos márgenes consumistas de la sociedad del espectáculo.
Como sucedía en Krazy Kat, las planchas de Sabor a coco conforman macrounidades narrativas con vida propia. Componen un espectáculo visual postmoderno a medio camino entre el códice ilustrado y el cartel circense: una sucesión de estructuras impredecibles, marcos de viñeta polimórficos resemantizados (lexías) y una colección de filigranas, frisos, adornos y perifollo, que suspenden el ilusionismo de la historia y nos invitan a dejarnos llevar por la belleza visual de la apuesta estilística, por el jugueteo retórico de la línea y la creación de espacios mágicos sobre la página.
Eso es el cómic de Dillies: un truco de magia, un viaje visual con forma de homenaje, que el lector disfruta como un niño al que le han devuelto su juguete favorito de la infancia.

jueves, noviembre 30, 2017

Cómics en la universidad (de León)

Seguramente estén ya enterados, pero la Universidad de León es desde hace unos años uno de los focos académicos de estudios comicográficos más dinámicos de España. Se lo debemos en gran parte a nuestro amigo José Manuel Trabado Cabado, profesor, investigador y divulgador a partes iguales. A Trabado debemos ese excelente libro titulado Antes de la novela gráfica, así como la coordinación de La teoría del cómic: La novela gráfica. Poéticas y modelos narrativos, uno de los mejores libros teóricos sobre el estado de la cuestión de la novela gráfica
Fue él también el encargado de aquellos estupendo cursos de verano dedicados a la novela gráfica en los que tuvimos el placer de participar en varias ocasiones hace ya algunos años.
En estos momentos desde la Universidad leonesa ya se ha puesto en marcha un grupo de investigación sobre el cómic que también nos deparará gratas sorpresas. Pero, hasta que ese momento llegue, como director de publicaciones de la Universidad de León, José Manuel sigue regalándonos libros de investigación sobre el tema desde la colección Grafikalismos (junto a Eolas Ediciones).
Hasta el momento han visto la luz tres volúmenes a cargo de tres autoridades sobre la materia viñetera: 
Desde esta bitácora, como hacemos siempre, apostamos por la investigación comicográfica como vía para reivindicar la narración comicográfica. Gracias, José Manuel, por hacernos las cosas más fáciles.

viernes, noviembre 17, 2017

El lánguido erotismo de Zipcy

Después de varias entradas cargaditas de texto, vamos a dejar descansar los ojos. De las últimas ilustraciones que hemos encontrado en la red, las que más nos han gustado son las de la coreana Zipcy. Sus imágenes de parejas retozando y zanganeando son un tanto candorosas y pastelonas, de acuerdo, pero desprenden un erotismo de caricias y andar por casa magnético e irresistible; son imágenes de una belleza lánguida y sencilla que conecta con el manga y el anime, pero también con la ilustración erótica clásica japonesa y hasta con cierta mirada costumbrista amatoria que explotó en el cine europeo de autor de los años 60 y 70.

Sugerentes y sensuales las ilustraciones de Zipcy.

jueves, noviembre 09, 2017

Júpiter, de Daniel Torres, en Culturamas

http://www.culturamas.es/blog/2017/11/07/roco-vargas-jupiter-una-aventura-en-el-espacio-tiempo/
Acabamos de publicar en Culturamas, nuestra revista cultural online favorita, una reseña sobre Júpiter, la última entrega que Daniel Torres ha dibujado para esa saga mítica del género de acción espacial que son las aventuras Roco Vargas.
Como señalamos en nuestra reseña, Roco Vargas: Júpiter plantea una mirada postmoderna, distópica y fragmentaria. En sus páginas, Torres rompe el juguete de las arquitecturas futuristas cargadas de utopía para desplegar un mensaje pesimista y un activismo ecologista que conecta con el signo de los tiempos; y, de otro modo, con las reflexiones que también se planteaban en los capítulos finales de La casa. Sin abandonar el género de aventuras interespaciales, la nueva obra de Daniel Torres alude a la necesidad inminente de repensar el espacio y la ubicación del ser humano en el mismo: una relación que abarca desde la pequeñez de los espacios habitacionales, hasta nuestra interacción con el planeta Tierra y su situación en la Galaxia.
Por su planteamiento circular y sus referencias interdiscursivas a otros volúmenes de la saga, parece Júpiter una revisión crepuscular y el cierre de las aventuras de Roco Vargas; no es así. Sí que es, sin embargo, un ejercicio visual de virtuosismo gráfico y una colección de escenarios, situaciones y proyecciones futuristas al alcance de muy pocos dibujantes de cómics del planeta. Les dejamos con: "Roco Vargas: Júpiter Una aventura en el espacio-tiempo".

miércoles, noviembre 01, 2017

Nankin, de Nicolas Meylaender y Zong Kai. Contra el revisionismo

En el año 2009, una película china, terrible y reveladora, mostró a los espectadores occidentales una de las masacres más atroces de la historia de la humanidad: el sitio, asalto y devastación a las que las tropas japonesas sometieron la ciudad china de Nankin entre el 13 de diciembre de 1937 y el mes de febrero de 1938. 300.000 personas fueron asesinadas durante esos pocos meses; la gran mayoría de ellos, civiles indefensos que no opusieron resistencia y creyeron en las proclamas japonesas que garantizaban una rendición pacífica y respetuosa con los vencidos. Decenas de miles de niñas y mujeres fueron violadas y golpeadas hasta morir. Bebés, niños y ancianos torturados, fusilados y defenestrados. Las zonas francas y espacios de protección sistemáticamente violentados en escenas de cacería en busca de nuevas víctimas. La película, dirigida por Lu Chuan, se llama Ciudad de vida y muerte. El año de su estreno, recibió la Concha de Oro a la mejor película en el Festival de Cine de San Sebastián. La crudeza de sus imágenes en blanco y negro, de un esteticismo trágico, y el verismo de los hechos narrados conmocionaron a una audiencia que, mayormente, hasta ese momento jamás había oído hablar de la ciudad china de Nankin.

No resulta extraño. Durante décadas, las autoridades, los historiadores y una parte de la población japonesa se negaron a reconocer los hechos terribles relatados por los escasos ciudadanos chinos que sobrevivieron a la masacre de Nankin. Al igual que todavía existen fanáticos negacionistas del nazismo, en Japón, libros de historia y profesores universitarios se dedicaron durante años a un revisionismo histórico que diera forma a una interpretación menos cruenta e inculpatoria de las atrocidades cometidas en nombre de la patria japonesa y el nacionalismo ciego de sus seguidores. Nacionalismos y patrias.

Nankin, el cómic con guión de Nicolas Meylaender y dibujos de Zong Kai, ahonda sobre aquella misma tragedia. Para ello recurre a un formato apaisado que nos recuerda a los cuadernillos de cómic estadounidenses que recopilaban las populares tiras diarias que Milton Caniff, Alex Toth o Frank Robbins pubicaran durante la Segunda Guerra Mundial; era aquel un cómic de aventuras, épica belicista con afanes proselitistas. Nankin es prácticamente lo opuesto a aquello, un cómic antimilitarista de denuncia y reivindicación; sin embargo, el dibujo de Zong Kai se alimenta de la iluminación cinematográfica de aquellos grandes maestros del cómic norteamericano, y la combina con unos perfiles angulosos y un uso expresionista de la mancha (casi tenebrista), que nos recuerda al mejor Frank Miller; al más extremo y audaz.

La historia recorre en cuatro episodios (no marcados numéricamente) las indagaciones del abogado chino Tan Zhen sobre la biografía de una mujer, Xia Shuqin, que en el momento de la tragedia tenía sólo ocho años. La investigación del Tan Zhen le llevará a entrevistar a varios testigos supervivientes de la masacre: el soldado Wang Shan-Ti, quien después de ayudar a Xia Shuquin sobrevivió milagrosamente al fusilamiento masivo de todos los soldados chinos que optaron por rendirse ante la promesa de un trato justo como prisioneros de guerra; el empresario Zhao Pin, adolescente en aquel entonces y vecino de la familia de Shuqin; o la anciana Dong Sun, quien fuera secuestrada junto a docenas de universitarias japonesas para ser violadas por los soldados del ejército imperial japonés, en la mayoría de los casos hasta sus muertes.

Lo significativo de Nankin es que tanto el abogado Tan Zhen como la ahora anciana Xia Shuqin no son personajes de ficción, sino dos ciudadanos chinos reales que han ejercido como activistas para testimoniar los atroces actos cometidos por el ejército japonés en China durante los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial. Tan Zhen, junto a un equipo de abogados japoneses, reivindicó en un juicio la autenticidad del relato de víctimas como Xia Shuquin y exigió la restitución de su honor; honor que había sido puesto en entredicho por las cobardes versiones revisionistas de numerosos libros de historia publicados en Japón acerca de la invasión de Nankin.

La última sección del cómic se acerca, precisamente, al  testimonio en primera persona de la propia Shuqin: al recuerdo lacerante de cómo su padre, su hermano bebé y sus abuelos fueron ejecutados en su presencia, mientras su madre y sus hermanas eran violadas antes de ser también asesinadas.

Una vez concluido el juicio a favor de la restauración de su dignidad, varios periodistas japones se acercaron a entrevistar a Xia Shuqin:

- Señora Xia, ¿una pregunta, por favor? 
- Señora Xia, ¿está satisfecha con el veredicto del jurado?
- Sí, desde luego... -respondió ella- Sólo lamento no haber podido mirar a los ojos a mis acusadores...
- ¿Usted y los otros supervivientes culpan al pueblo japonés?
- No, y le debemos mucho a los abogados japoneses que han ayudado al abogado Tan. Sabemos diferenciar entre el pueblo japonés y los extremistas... Todo lo que queremos es que esta masacre sea reconocida por todos.

Hay ocasiones en que la verdad vale más que cualquier recompensa o restitución.

viernes, octubre 20, 2017

Las grietas de Europa (y España)

Hay muchas razones para recomendar la lectura de La grieta, de Carlos Spottorno y Guillermo Abril. Sorprende, en primer lugar, la osadía formal de un reportaje periodístico a medio camino entre el cómic y la fotonovela. Pero también lo hace la clarividencia de su recorrido narrativo, que se despliega como un artículo de investigación sobre el terreno acerca de las fronteras de Europa y su inestabilidad reciente, para terminar mudando hacia el ensayo político sobre el porvenir de la Unión. 
Además de todo ello, personalmente hemos disfrutado de La Grieta porque compartimos de principio a fin algunas de las conclusiones de su exposición; su lectura, nos sugiere varias reflexiones que podríamos sintetizar en tres puntos:
  1. Después de la Guerra Fría y una vez concluido el conflicto de los Balcanes (derivado en gran medida del cierre en falso de aquella), Europa ha vivido un periodo insólito de paz, estabilidad y bienestar. 
  2. Esta situación se explica en gran medida gracias a la consolidación de un europeísmo comunitario impulsado por los tratados y resoluciones de la UE en su compromiso para consolidar una Europa de las naciones articulada en torno a los valores racionalistas de la modernidad.
  3. En los últimos años, sin embargo, la estabilidad europea y esos mismos valores de solidaridad y compromiso supranacional se están viendo amenazados por una serie de factores achacables tanto a causas endógenas (la inoperante maquinaria burocrática del aparato europeo y los dispares intereses nacionales), como a factores exógenos de naturaleza impredecible, ante los cuales la administración comunitaria ha respondido con ineficacia y lentitud. Para Spottorno y Abril, esas son "las grietas" que amenazan con socavar este largo periodo de Pax Europea.
En su primera parte, La grieta analiza el drama de la emigración que se estrella contra los muros y las alambradas de Ceuta, Melilla, Orestiada, Lesovo, Rözske o Medyka. El fracaso de Europa en la absorción e integración de refugiados (políticos, amenazados, evacuados) conecta tangencialmente con otros factores de riesgo cuya expansión comienza a ser preocupante, y amenaza con resquebrajar el proyecto común europeo: el aumento de los populismos antieuropeístas; la fiebre nacionalista e independentista que encara crisis globales con soluciones centrípetas; la desprotección ante los terrorismos islamistas asociados al desarraigo de colectividades de emigrantes de segunda generación; la aparente resurrección de la vieja dialéctica de bloques en forma de una nueva Guerra Fría soterrada en la que Rusia vuelve a ser protagonista principal, etc.
La conclusión última de La grieta le hiela a uno la sangre y nos deja en un estado de suspensión desesperanzada. Ante la fotografía a doble página de unos emigrantes ubicados delante de un puesto fronterizo, el narrador sentencia:
Es como si uno se viera en un espejo. Cuando los mira, realmente ve el mundo que somos. Se ve Oriente y sus guerras. La miseria en África. Se ve Rusia al fondo. Y se ve también Europa, a este lado, ese remanso seguro. La unión, el sueño de paz, su riqueza. Y todas sus grietas. Se ve al Reino Unido con un pie fuera y a Estados Unidos ya con un presidente en plena evolución. Los muros alzándose entre países. El auge del nacionalismo. Y un lenguaje militarizado. Beligerante. Enconado. Voces que alertan de una tercera guerra mundial. Incluso algunas que aseguran que ya ha empezado.

En la enésima revisión a su ya clásica tesis sobre "el fin de la historia", el politólogo Francis Fukuyama supeditaba el recorrido de su teoría (que, recordemos,  anunciaba el final de las ideologías y el triunfo del capitalismo económico y las democracias liberales como modelos de gobierno en el mundo) a la irradiación de diferentes factores
poco controlables; a saber: la expansión impredecible del Islam; el déficit democrático que provoca la pérdida de un objetivo común que unifique los esfuerzos colegiados de Europa (y sus países miembros) y Estados Unidos; la dependencia estricta que existe entre el desarrollo económico y la consolidación democrática; y, por último, las consecuencias imprevistas de la tecnología.
Los peores presagios que Fukuyama enfrentaba a la democracia liberal moderna universal (no muy diferentes, algunos de ellos, de los que se mencionan en La grieta) parecen estar confirmándose sin remisión en este bienio dramático (2016-2017), que no deja de traer malas noticias y castigarnos con malos augurios.
Acerquémonos al caso de España.
Llevamos en nuestro país más de dos meses secuestrados por un nerviosismo "prebélico" que está afectando a todas las estructuras y estratos del país, y que ha sumido a una gran parte de la población en un estado de desasosiego galopante: hablamos del caso catalán, desde luego.
El independentismo desatado como un virus en Cataluña, hasta el extremo de violar la legalidad constitucional vigente (con la que podemos estar o no de acuerdo, pero en ella se establece la norma legal que garantiza la convivencia democrática), responde a una acusada ineficiencia política por parte de los gobiernos central y autonómico, y a una alarmante visión cortoplacista asentada en mezquinos intereses políticos y en una insolidaridad intolerable, en ambos casos.
Frente a países democráticamente más maduros, desde hace décadas, en España (y Cataluña, como una de sus partes) la política ha estado marcada por intereses individuales y partidistas cuya rentabilidad se ha visto supeditada a la permanencia en el poder (lo cual explica en gran medida el fenómeno infeccioso de la corrupción). Además, la política española se ha visto gravemente contaminada por un frentismo (muy acusado en la derecha española y catalana) que se ha alimentado siempre del odio proyectado sobre un enemigo recreado artificiosamente en el imaginario colectivo de sus masas de votantes. Durante años, la derecha española (aunque no únicamente) pretendió, de forma torticera y peligrosa, que la amenaza cruenta y real del grupo terrorista ETA proyectara su sombra difamante sobre rivales políticos, periodistas y ciudadanos, a quienes desde la bancada del PP se acusó también de "ser ETA" o de "apoyar el terrorismo", con espurios intereses electorales (entre las víctimas de la infamia encontramos a auténticas víctimas de ETA e incluso al entonces Presidente de Gobierno del partido de la oposición).
Concluida la amenaza terrorista, la derecha española decidió proyectar su ofensiva frentista contra un nacionalismo catalán que hasta entonces, no lo olvidemos, había sido su aliado de gobierno en diversas legislaturas y mantenía el independentismo en mínimos testimoniales. La suspensión del Estatuto de Autonomía de Cataluña en 2010, por parte del Tribunal Constitucional a instancias del Partido Popular (después de que hubiera sido aprobado por los Parlamentos catalán y español en 2006), encendió una mecha que ahora, siete años después, amenaza con hacer explotar el autogobierno catalán y, de rebote, la economía regional y nacional.
El nacionalismo catalán, por su parte, comparte el mismo grado de culpa que sus viejos socios de gobierno, y añade el agravante de haber incumplido las leyes que garantizan el estado de derecho. Sus cifras electorales han engordado en gran medida gracias a esa confrontación contra el "gobierno de Madrid" (todo es Madrid en el ideario nacionalista) y una retroalimentación victimista sustentada en proclamas como el célebre "España nos roba"; que tan hondamente ha calado en el inconsciente colectivo catalán, como reactivo a afrentas históricas pocas veces constatables fuera del imaginario independentista. Todos estos aspectos se han consolidado y exacerbado en el actual salto al vacío que supone el Procés; y que, como sucediera con el Brexit o anhelara el Frente Nacional de Marie Lepen, amenaza con desestabilizar el Estado de Bienestar europeo.
Entendiendo el muy subjetivo sentimiento de pertenencia a una nación o un territorio, y estando a favor de un referéndum pactado dentro de la Ley (con unas condiciones pautadas de mayoría cualificada y unas consecuencias claramente expuestas), nos cuesta creer que alguien se tome en serio (más allá de farisaicos intereses económicos) su pertenencia a un proyecto común europeo, basado en la solidaridad interterritorial y la unión de fronteras, al mismo tiempo que se plantea la ruptura unilateral de uno de sus estados miembros. No entendemos gran cosa, siempre pensamos que "unir" era un antónimo de "separar".
Cuanto más distante presintamos su fondo, más escabrosa será la grieta.

viernes, octubre 13, 2017

Protanopia de Andre Bergs. Un webcómic diferente

En un artículo reciente que escribimos para Cómic digital hoy (ACDCómic, 2017), hablábamos de webcomics y de cómo, pensamos nosotros, las expectativas creadas en torno a los cómics online no se habían visto del todo satisfechas, ni por lo que respecta a la evolución del formato, la autonomía de las historias, la consolidación de sus autores fuera de la página de papel o incluso las técnicas narrativas facilitadas por el medio digital.

Hablábamos también de iniciativas como Electricomics, la plataforma para tablets ("A self-publishing ecosystem", se definen) auspicada, entre otros, por gente Alan Moore y Daniel Merlin Goodbrey. Decíamos:

Quizás se trate sólo de una cuestión de plazos y los cómics digitales del futuro terminen por abandonar el mimetismo formal de los ejemplos pretéritos. A lo mejor, McCloud sólo erró en las fechas y, como podría demostrar la irrupción de plataformas como Electricomics, exista un territorio prometedor para el webcómic dentro del hipervínculo, el lienzo infinito y la animación, pero la realidad actual nos dicta que, más allá de soluciones tecnológicas, el gran cambio del cómic contemporáneo ha tenido que ver con nociones tan antiguas como la libertad artística y la madurez creativa: el éxito editorial y social de la «novela gráfica» es el mejor ejemplo de ello. 

Después de su irrupción con cómics online tan asombrosos como Nemo o Sway, de un tiempo a esta parte Electricomics parece estar bastante paradita. Sin embargo, muchos de sus hallazgos han reaparecido por sorpresa en un webcómic gratuito para tablets, tan breve como sorprendente, que responde al nombre de Protanopia. Su autor, Andre Bergs, lo presenta en los siguientes términos:

A revolutionary digital comic for Iphone and Ipad.
Protanopia is a digital comic for Ipad and Iphone. Created as an experiment into the possibilities of digital comics. Using elements from 3D and 2D animation in a realtime game engine, it creates an unique visual style, whilst still having a familiar feeling.

Protanopia aúna en una sola aplicación (gratuita, insistimos) varios recursos técnicos de los que encontrábamos en los trabajos de Electricomics (el barrido lateral para pasar página, el empleo del click para generar efectos, etc.); sin embargo, lo que realmente llama la atención en el cómic de Berg es su conseguido efecto tridimensional y la rotación de cámara para conseguir cambios ligeros en el ángulo de visión. La impresión inicial garantiza bocas abiertas en los lectores.

En la lista de peros del experimento que es Protanopia debemos destacar el irregular funcionamiento de la interface que posibilita todos estos recursos (al menos en nuestra tablet): la interacción con la pantalla no siempre funciona efectivamente y las páginas y las viñetas no se desplazan con fluidez.

A pesar de estos incovenientes técnicos, la historia Protanopia tampoco deja indiferente. En sus seis páginas, Berg desarrolla una historia antibelicista que recurre a una parodia bufa del Desembarco de Normandía para denunciar el absurdo de la guerra. En estos días aciagos de banderas, gritos abducidos y masas zombies, mensajes como el de Protanopia no dejan de agradecerse. Lo de las tres dimensiones, además, ayuda a darle más relieve al asunto.

viernes, octubre 06, 2017

Lisboa hipster (y alrededores)

Hace algo más de un año, les hablábamos de los muchos grafitis que nos encontramos en una escapada lisboeta y nos poníamos tremendos con unas expectativas insatisfechas creadas por el enésimo artículo de tendencias.
Pues bien, ¿se pueden creer que hemos insistido en la búsqueda de esa Lisboa moderneta y que esta vez sí que la hemos encontrado? (Amigos y familiares mediante, todo sea dicho).
Llevados por los mejores guías posibles, nos acercamos a Sintra con la sana intención de visitar sus maravillas arquitectónicas, comer bien y olvidarnos de crisis y banderas (que tantas veces van unidas). Pero cuando nos propusieron visitar el alucinante y escondido Monasterio de los Capuchos y "vermutear" luego por los alrededores, no esperábamos encontrarnos con el rincón más hipster de Portugal a apenas unos cientos de metros de distancia: en la freguesía de Colares.
Resulta que en el espacio reducido de dos o tres manzanas, descubrimos varios alicientes que merecen una visita. Por ejemplo, el espectacular centro cultural/restaurante/sala de exposiciones Flores do Cabo: entre las amplias estancias de una antigua nave industrial rediseñada con un gusto se esconden antigüedades, piezas de arte contemporáneo, mobiliario de estilo orientalizante y un restaurante con muy buena reputación... Un lugar por el que pasear con total libertad y perderse un buen rato.
 
Solo unos metros más allá, se encuentra también el anticuario Francoise Boudry, una nave de antigüedades que ocupa un viejo almacén y que parece sacada del Camden londinense o el Soho neoyorquino. Muebles, vajillas y ropajes conviven en un espacio, reinventado con elegancia en múltiples microentornos, que tiene la cualidad de transportarnos en el tiempo y hacernos olvidar dónde estamos.
Ya en la calle, subiendo unas cuantas escaleras desde el lateral del anticuario, se llega a la placita-terraza en la que se ubica cada mes el Coolares Market. Pijo o estiloso (allá cada uno con sus prejuicios, filias y fobias), lo cierto es que este mercado mensual ofrece la posibilidad de comprar regalitos, comer y beber productos artesanos, pasear entre tenderetes con joyas (no siempre asequibles) y comprobar que la moda hipija no está en crisis. Una buena pausa entre visitas monumentales y palacios masónicos.
Al día siguiente nos acercamos a Lisboa. Sorpresa, sorpresa. Nos dimos cuenta de que en nuestra visita anterior (que tampoco era la primera) se nos habían pasado por alto, no sólo algunas de las cervecerías más flamantes y modernas de la ciudad, sino el verdadero espacio hipster local, la madre de todas las gentrificaciones industriales culturetas lisboetas: el LX Factory. Como quien entra en una nueva ciudad, entre el microcosmo de antiguas naves forradas de grafitis y fábricas reconvertidas, el visitante encontrará numerosos restaurantes para foodies, elegantes coctelerías, tiendas de diseño y una librería de escándalo construida en el espacio de una vieja fábrica textil que aún conserva intacta su estructura y parte de su maquinaria: Ler Devagar. Sólo por ella, LX Factory ya merecería la visita.

viernes, septiembre 29, 2017

Hollow Press: la parada (underground) de los monstruos

Les vamos a descubrir una cueva de Ali Babá que parece en realidad una gruta tenebrosa poblada de bestias, insectos espectrales y otras criaturas del averno. Se llama Hollow Press, y aunque su aspecto inicial sea primario y poco acogedor, no hay nada en ella que no merezca una visita.
En los años 70 el comix underground se bifurcó en gran medida hacia los territorios de la fantasía y la ciencia ficción. Luego en los 80, algunos autores, como Dave Cooper, Hunt Emerson o, más tarde, Peter Bagge, recuperaron la sátira grotesca de los padres del asunto (los Crumb, Shelton y compañía...).
Sin embargo, las derivaciones del underground que percibimos con más vitalidad en nuestros días son aquellas que provienen del low-art y del magisterio de outsiders como Gary Panter o la tribu surgida alrededor de aquellos okupas talentosos que fueron los artistas de Fort Thunder. Este underground, mucho más oscuro y radical, está habitado por engendros metamórficos y seres amenazantes que sobreviven en naturalezas hostiles y malsanas. Es un underground del inframundo, modelado por extrañas geometrías, entramados virales y tramas espesas. Ese es el estilo y la línea conceptual que completa el catálogo de Hollow Press, la editorial de Michele Nitri que también es una página web, una galería de arte original y una fraternidad de autores unidos por su calidad, su marginalidad deliberada y un gusto innegable por los paisajes mórbidos y las escenas tóxicas.
Alrededor de Hollow Press y sus pequeñas tiradas de coleccionista (casi artesanales), orbitan nombres conocidos del cómic, como Shintaro Kago, Matt Brinkman (miembro fundador de Fort Thunder), Jesse Jacobs o nuestro inefable Miguel Ángel Martín; pero también lo hacen talentos menos conocidos en nuestro país, como Darío Delmás, Paolo Bacilieri, Paolo Massagli o Henri Dumas.
Precisamente a este último pertenece nuestra última adquisición en la editorial. Hay que tener en cuenta que entre las publicaciones de Hollow Press tienen cabida cómics en ediciones limitadas y revistas colectivas (U.D.W.F.G.), pero también objetos de coleccionista, que incluyen camisetas, parafernalia o minicómics firmados. V∴V∴V∴V∴ ARCHIVE #1 (Virulent Vessels of Vesicating Vice) es uno de esos objetos exclusivos que se mueven entre el cómic y el arte de vanguardia. Se trata de una carpeta personalizada (numerada y asignada al nombre del comprador) que incluye cinco minicómics de Dumas, junto a una pegatina y una chapa que garantizan al comprador la membresía oficiosa y vitalicia a la "Logia del Miembro": "If you buy this set you have yielded to the vesicating archive #1 becoming a limb of the V∴V∴V∴V∴ lodge. You don't need to know what it means. Reading Henri Dumas tales, you will just be conscious to be a limb of the lodge."
Más allá de la gamberrada gótica, la carpetilla de Henri Dumas y los cinco minicómics que incluye (Den Dwellers #1, Subterranean Centrifuge, Egg Thieves, Toad, Subterranean Sacriledge) son un delirio fascinante plagado de serpientes mutantes, inquietantes huevos primigenios y pesadillas psicodélicas. Una muestra del mejor underground primitivista que se puede leer hoy en día; sólo uno de los muchos tesoros que se pueden encontrar en Hollow Press. Atrévanse.