Si en El asesino de Green Green River, de Jeff Jensen y Jonathan Case, se analizaba la figura del asesino en serie desde el punto de vista del detective y de la investigación criminal, Mi amigo Dahmer, de Derf Backderf se acerca al mismo tema desde una postura no menos original al intentar indagar en las razones de la "locura", los factores personales, familiares y sociales que conducen a un adolescente aparentemente normal y anodino ("Nunca noté nada raro en él", decían sus profesores) a convertirse en un monstruo con 17 asesinatos y otros cargos atroces (canibalismo, necrofilia o abuso de menores) en su haber.
Como el cómic de Jensen y Case, Mi amigo Dahmer no se centra en la actividad criminal de su protagonista, ni exhibe las escenas sangrientas de su biografía, sino que opta por un acercamiento mucho más psicológico y sociológico que puramente forense o sensacionalista. Ambos cómics comparten otro punto esencial, además. Las dos historias están contadas por narradores que tuvieron una implicación más o menos directa en la biografía de los dos asesinos: Jeff Jensen, el guionista de El asesino de Green Green River es el hijo de Tom Jensen, protagonista del cómic y el detective que finalmente detuvo a Gary Ridway, el asesino de Green River; por su parte, Deff Backderf, autor de Mi amigo Dahmer, fue -como anticipa el título- compañero de clase y "amigo" de Jeffrey Dahmer, el Carnicero de Milwaukee que protagoniza esta novela gráfica.
Ahí se acaban las diferencias entre ambas obras. El dibujo de Jonathan Case es realista y frío en su afán por dotar de objetividad visual a un trabajo que busca adentrarse en la guerra psicológica entre asesino e investigador. El estilo de Derf Backderf está claramente influenciado por el underground de Crumb, Shelton y compañía, y funciona con eficiencia a la hora de situar la historia en un contexto temporal muy concreto: el de los años 70 y su relativa laxitud con las drogas, la sexualidad, la cultura y las relaciones sociales. En cierto modo, Backderff explica la degeneración del protagonista en base a la falta de atención y control institucional y familiar que permitió que un adolescente de 16 años pasara de forma "desapercibida" por diversas fases disfuncionales (aislamiento social, sadismo, alcoholismo y psicopatía) hasta llegar a su degeneración total. Desde la mirada horrorizada y el terror indisimulado hacia el Otro, el cómic de Dahmer intenta buscar explicaciones, entender en la medida de lo posible los procesos interiores de la enfermedad mental y la actitud del entorno ante el enfermo:
Si un solo adulto hubiera dado un paso adelante y hubiese dicho: "Eh, este chico necesita ayuda"... / ...¿Se podría haber salvado a Dahmer? ¿Se podría haber evitado el sangriento final de sus víctimas? No estoy diciendo que hubiera tenido una vida normal... / Probablemente habría pasado el resto de su vida adormecido con antidepresivos y viviendo en el cuarto extra de casa de su padre. Una vida triste y solitaria que Dahmer habría aceptado gustosamente antes que el futuro infernal que le esperaba.
La historia de Mi amigo Dahmer está narrada desde la voz de su autor Derf Backderf, pero el punto de vista principal es el del asesino. Seguimos sus movimientos y actuaciones desde una cámara sólo en apariencia objetiva. A partir de recuerdos propios y ajenos, testimonios de testigos y conocidos, confesiones del propio Dahmer, registros policiales y noticias de prensa, el autor reconstruye el relato de la adolescencia del psicópata completando la información de primera mano de su relación directa con él. De este modo, la historia nos ofrece un cuadro mucho más amplio y abierto del que el narrador podría haber completado por si solo; y el punto de vista, por tanto, tiene más recorrido que esa primera persona de un Derf Bakderf adulto que intenta ajustar cuentas con su pasado.
Se observa, de hecho, cierta incomodidad y sentimiento de culpa en el relato respecto a la materia narrada: la caída en desgracia, el tobogán hacia la locura del protagonista, que el narrador observó en primera persona sin llegar a intervenir en modo alguno. ¿Se podía haber evitado de alguna manera la espiral de sangre y horror? ¿Existió algún punto de inflexión en el que alguien debería haber actuado para evitar futuras consecuencias trágicas? La narración reparte culpas entre la familia de Dahmer, sus compañeros y profesores, la policía y la sociedad del momento, y el autor asume su parte de responsabilidad, aunque racionalice la culpabilidad desde la limitada responsabilidad del adolescente:
A menudo me pregunto por qué nunca dije nada. Por qué no intenté ayudar a Dahmer. Tienes que recordar que esto era 1976. Uno no se "chivaba" de un compañero. Era algo que no se hacía. Además, mis amigos y yo eramos críos de pueblo ensimismados en nuestras propias vidas, no nos enterábamos de nada. / Y ninguno teníamos ni idea de lo que estaba pasando de verdad por su cabeza. / Mejor sería preguntarse... / ...¿Dónde narices estaban los adultos?
El relato, con inteligencia, se detiene en el instante en el que Dahmer ya se ha convertido en un monstruo, en el que ya no hay vuelta atrás después de su primer asesinato (aunque tardaríaa en volver a matar casi diez años). Los títulos de los capítulos crean un itinerario lleno de significado: "Prólogo", "El chico raro", "Una vida secreta", "El club de fans de Dahmer", El nacimiento del monstruo", "Fundido en negro". Después de tan brillante elipsis, en el "Epílogo", Backderf y sus amigos recuerdan en una cafetería los años del instituto entre risas, rememoran sus despreocupadas crueldades adolescentes, sin saber aún que uno de sus compañeros, el raro de Dahmer de quien y con quien se reían todos, se había convertido en uno de los asesinos en serie más terribles de la historia de Estados Unidos.