Verano pop, oigan. No acabamos de hablar de lo de Hockney en Bilbao y volvemos ya con otro evento expositor, en Valladolid esta vez.
Resulta que desde el 19 de junio y hasta el 19 de septiembre, tendremos la oportunidad de ver una exposición de lo más granado del Pop Art estadounidense en la Sala Municipal de Exposiciones del Museo de Pasión, en Pucela. "This is Pop Art", se llama la muestra, y recoge algunos de los trabajos más conocidos de Andy Warhol, Keith Haring, Robert Indiana, Roy Lichtenstein, Steve Kaufman, el fotógrafo Bert Stern y el genial, y muy reivindicado en los últimos años, Robert Rauschenberg. De varios de ellos, hemos hablado en numerosas ocasiones en este blog. Ahora tenemos la oportunidad de contemplar en vivo más de 90 obras clave del movimiento.
El POP ART, cuyos orígenes habría que buscar en el dadaísmo, muestra los rasgos esenciales asociados al ambiente cultural de los años sesenta y al sentir de una sociedad consumista que idolatra a las estrellas de Hollywood y convierte a los mass media en testigos imprescindibles de un mundo que empieza a sentirse global. Las firmas comerciales -como Kellog´s, Heinz o Campbell- pasan de las estanterías de los supermercados a las paredes de las galerías de arte, acuñando códigos de una nueva era. La American way of live, la modernidad propulsada por los medios de comunicación masivos, el consumo desbordante en el mundo del próspero capitalismo tejían nuevos conceptos de cultura y ruptura.
El Pop Art se apropia de técnicas plásticas propias de los medios de comunicación masivos, como el comic, la fotografía y los distintos procedimientos derivados de ella -ampliaciones y yuxtaposiciones, collages, fotomontajes-, y el cartel publicitario, con sus diferentes técnicas visuales -acumulación, oposición, supresión-. La utilización de la pintura acrílica, derivada de los colores planos del cartel, el cultivo de la bidimensionalidad, el recuso del dibujo nítido y la utilización del gran formato son otras tantas características del pop-art americano.
La serigrafía se convierte en una de las técnicas más empleadas entre los artistas pop, por la libertad de creación que permite, la posibilidad de realizar trabajos de forma más rápida y porque permite al artista realizar gran número de obras, lo que se adapta al concepto de trabajo de repetición.
De casi todo ello encontraremos ejemplos en el Museo de Pasión: desde las Merilyns de Warhol o sus latas Campbell, al apropiacionismo viñetero de Lichtenstein, los collages de Rauschenberg o ese Love de Indiana que ya se ha convertido en icono del diseño tipográfico y la moda. Y todo ello presentado bajo el formato de serigrafías, litografías, collages, fotografías o grabados, las técnicas reproductivas favoritas del Pop Art, por su naturaleza seriada y la asequibilidad económica que aportaban a la obra. Recordemos que uno de los argumentos básicos del Pop residía precisamente en esa naturaleza popular y accesible de la obra: el arte al alcance del pueblo, junto al objeto de consumo introducido en el museo y convertido en obra de arte. En esta muestra se prescinde de óleos y acrílicos, aunque la obra de Lichtenstein y Rauschenberg, por ejemplo, reuna muchas obras relizadas con estas técnicas, en pos de piezas seriadas (por otro lado, mucho más fáciles de reunir, claro).
Otra de las virtudes de la exposición reside en el espacio elegido para la misma: una antigua iglesia que multiplica los matices simbólicos y ofrece un marco de lectura irónico a muchas de las obras representadas en sus salas. Es refrescante estudiar los diez cuadros de la serie Apocalypse, la serie de obras de Keith Haring elegidas para la exposición (que realizó junto al escritor beat William Burroughs en 1988), en un edificio que otrora servía para ensalzar y dar cobijo a casi todo lo que sus cuadros, profundamente antirreligiosos, critican: un ataque abierto y cruento contra la iconografía religiosa y el insoportable peso moralizante y punitivo que la religión tiene en la vida de las personas (más aún en la de un homosexual como él). Algo similar sucede con la ubicación de Saint Apollonia, de Andy Warhol, en los muros del rellano de la escalera que conduce al piso superior. Trasgresión Pop en estado puro.
Una exposición muy recomendable para todos los amantes del Pop Art, y una ocasión inmejorable para constatar la supervivencia de tantos y tantos iconos nacidos a la vera de un movimiento que, hace unas décadas que parecen siglos (así de rápido avanza el arte y el mercado que todo lo fagocita), fue el summum de la provocación.