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El que lo quiera tener todo y, además, tenga dinero, que se compre "novelas gráficas". Ahí estamos, otro término maldito-ambigüo-complejo, alabado por
muchos y maligno como la kriptonita para otros. A mi me encanta, que le vamos a hacer. Me gusta tener un volumen con una historia autoconclusiva (ahora que las revistas de cómics para adultos han pasado a mejor vida tal y como las conocíamos -historias por entregas, series dispersas, etc.-, en favor de un modelo más sofisticado); me gusta también que podamos colocar los cómics en estanterías con huecos de menos de medio metro de alto (aunque no se crean que soy enemigo de los albums, faltaría más) y me gusta que los editores piensen que algún día (¿o ya ha pasado?) los cómics tendrán su sitio en las librerías. El hecho es que con lo de las novelas gráficas, muchas editoriales han tenido la brillante idea de reeditar antiguos materiales dispersos en cómic-books (o su equivalente castizo de las tapitas duras satinadas) en un solo volumen. ¡¡¡¡Aleluya!!!! La lista de este año es enorme y a un servidor se le caen las lágrimas cuando mira a sus baldas y ve el Agujero negro de Burns en un solo volumen (ehem, más una página) , o los tomos gorditos (en cantidades contables) de Locas, Ciudad de cristal, Balas perdidas, Sonámbulo; y, por estos lares, las historias dispersas del gran Max y su Bardin, el superrealista o el Sofía, Ana y Victoria (en formato álbum, éste), de March, etc. En fin, que parece que los editores se han hecho mayores junto a sus lectores.
Sólo así se entiende también que al fin, a las casas editoriales se le haya iluminado la bombillita mágica de otro tipo de reediciones, las de los clásicos. Como unos cascabeles ando, oigan. Después de décadas (que digo décadas, milenios) oyendo hablar de las bondades de Little Nemo, El Príncipe Valiente, Krazy Kat, Modesty Blaise o Rip Kirby, resulta que ahora (suenan las fanfarrias) hemos podido leerlos en español (gracias Planeta, gracias Norma). E incluso otros, como Glénat, siguen gloriosamente empeñados en resucitar a nuestros ídolos patrios de los 70 y 80 y en juntar lustrosos albums con sus materiales dispersos por las revistas de lo 80; da gusto tener de vuelta a los Bea, Luis García, Fernando Fernández, Usero o Carlos Giménez.
Y al que le falten los dineros para novelas gráficas, albums, recopilaciones y series infinitas de estas y otras tierras, pues que se lance a comprar mini-cómics. Sí, lo sé, soy un pesado con el tema de los mini-cómics, pero ahora viene a colación más que bien ¿o no estamos hablando de formatos? Además, me creo lo que digo, el mini-cómic tiene futuro y es todo un campo de pruebas para el descubrimiento de nuevos buenos valores. Hagan juego,oigan, y gracias a todos los que tienen la osadía de editar cómics, tan queridos, tan inciertos y oscilantes.
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