viernes, junio 30, 2006
Junji Ito. Miedo a las espirales.
Jali. Un marciano de paseo por el más allá.
miércoles, junio 28, 2006
Forges lo (pre)dijo.
lunes, junio 26, 2006
Blogs de autor.
Comienzo con cuatro únicamente, todos ellos fantásticos dibujantes, ingeniosos contadores de historias y protagonistas de algunos de los buenos momentos del último cómic español: la poesía extraterrestre de Jali, la cándida belleza de la línea clara de Calo, la disección aguda del humor de Entrialgo o la magia surreal y misteriosa de ese maestro que es Olivares. Más adelante se irán incorporando nuevos nombres y abriremos una sección de autores-bloggers extranjeros. Pero no adelantemos acontecimientos...
miércoles, junio 21, 2006
Donde no alcanza la mirada... llega el recuerdo.
lunes, junio 19, 2006
Todos somos "amigos" de Naoki Urasawa.
lunes, junio 12, 2006
Jason Little. El fotógrafo indiscreto.
jueves, junio 08, 2006
God Save il rei Giardino.
miércoles, junio 07, 2006
Little Nemo's Kat entre rejas.
martes, junio 06, 2006
Descubriendo a Fred Schrier.
jueves, junio 01, 2006
Chris Ware. El cirujano y la poesía.
Comenzamos con la "liberación" de material publicado anteriormente. En concreto, el siguiente artículo apareció en el suplemento "Culturas" del Tribuna de Salamanca, el 12 de Diciembre de 2004. Disculparán ustedes lo anacrónico de la intromisión:
Si tuviéramos que destacar a un autor de comics que a lo largo de la última década haya suscitado por igual la atención del público, la crítica y los profesionales del mundo de la narración gráfica, no hay duda, ese sería Chris Ware. Probablemente, no exista un dibujante reciente más citado y alabado que el americano. Y a tenor de los frecuentes artículos aparecidos tanto en publicaciones especializadas como en medios de difusión nacional, podemos afirmar que el fenómeno Ware ha llegado a nuestro país con la misma fuerza que en otros lugares del orbe cómicográfico. La causa debe buscarse en la reciente publicación en castellano de su obra magna, Jimmy Corrigan. El chico más listo del mundo.
Pero, ¿quién es este nuevo pope del cómic y dónde reside su genialidad?
Chris Ware nace en Omaha (Nebraska) en 1967. Ya en 1991 colabora en Raw, la mítica publicación de comics editada por el creador de Maus, Art Spiegelman. En 1994, ‘ficha’ por Fantagraphics, la editorial más importante del panorama del cómic independiente americano. En ella, comienza a publicar su celebrada Acme Novelty Library, un comic- book atípico, publicado en diferentes tamaños y formatos, con diferentes personajes y técnicas gráficas en cada número, cuyo hilo conductor se encuentra en la meticulosa edición de todos sus volúmenes (un homenaje palpable a las lujosas ediciones periódicas de la primera mitad del siglo XX) y en la frecuente aparición de su personaje más emblemático, Jimmy Corrigan.
Las señas de identidad que fundamentan la especificidad autoral de Ware, las que le convierten en pionero, forense y maestro del arte comicográfico (quizás en el más influyente de los últimos tiempos), deben rastrearse en diferentes niveles de análisis. Desde la más obvia (por externa) constatación de su personalísimo estilo gráfico, hasta la reconstrucción de la arquitectura secuencial, casi todo en él huele a novedad. Vayamos por partes.
Su dibujo, esa línea clara sustentada por el uso de colores planos y un trazado de contorno preciso, imprime a las páginas del autor americano la impronta de un acabado perfecto; en cierto modo, las páginas de Ware respiran cierto aire aséptico, casi mecánico, que algunos han calificado de frío. Lógicamente, su dibujo rememora a algunos de los nombres ilustres de la escuela franco-belga (Edgard Pierre Jacobs, Yves Challand, etc.), sin embargo, su trazo afilado, sus composiciones planas de extraña perfección, nos retrotraen a épocas más lejanas, hasta algunos ilustradores del siglo XIX, como Walter Crane, célebre por sus planchas para cuentos infantiles.
Ciertamente, hay algo de oscuro cuento infantil, de ensoñación trágica, en historias como Jimmy Corrigan. El chico más listo del mundo. Para llevar a cabo la disección emotiva de sus personajes, Chris Ware no emplea más instrumental que la peripecia cotidiana, la anécdota vital (retrospectiva en ocasiones), con cierta apariencia intrascendente, pero esencial para la construcción del gran fresco del fracaso existencial que es Jimmy Corrigan. Esa humanidad, el compromiso, entre compasivo y resignado, que se establece entre el lector y los personajes, alejan a Ware de la citada frialdad que algunos le achacan. Muy por el contrario, la poética del fracaso de Jimmy Corrigan, encuentra su refrendo hermoso y humano en la profunda limpieza del virtuosismo gráfico de Ware.
El resultado es un sentido poema visual, un enorme puzzle elegiaco sobre la angustia vital del hombre ‘moderno’. Como narrador, Chris Ware ha emprendido un camino, si cabe, más ambicioso aún: se ha atrevido a transgredir algunas de las convenciones discursivas del medio (sobre todo por lo que respecta al montaje de la página), con la clarividencia de aquel que ve un campo fértil en posibilidades creativas donde otros no se atreven si quiera a hundir su pluma. Nos hemos re ferido a Jimmy Corrigan como a un gran puzzle. Nos valdría el mismo símil a la hora de entender el modo en que Ware secuencia y organiza sus páginas. Cada pieza del puzzle, cada viñeta, pare ce encajar con exactitud en su fracción de página, aún incluso cuando esa posición signifique una alteración del habitual ordenamiento en estructuras reticulares lineales del cómic tradicional.
De esta peculiar distribución de viñetas sobre la página (que en ocasiones le obliga a utilizar cartuchos o flechas como índices de dirección en la lectura), de la alternancia de tamaños y esquemas compositivos, nace la esencia del ritmo narrativo de Chris Ware. Una pulsión viva del lento transcurrir del tiempo en una realidad anodina.
En algunos pasajes de Jimmy Corrigan, la composición de la página impone un ritmo de lectura lento y reflexivo; es entonces cuando apreciamos en su integridad la organización meticulosa de sus viñetas, su gusto por el detalle y la sencilla pero abrumadora expresividad de sus personajes. Por estas, entre varias otras razones, descubrimos en Chris Wa re a uno de esos autores llamados a escribir las páginas definitivas del imparable trayecto hacia la madurez que está viviendo el cómic en los últimos veinte años. Un medio cada vez más asentado en su búsqueda de un corpus artístico propio, sin complejos de inferioridad respecto a otra s disciplinas. De hecho, Jimmy Corrigan. El chico más listo del mundo se nos presenta a los amantes del cómic como una oportunidad única, la de reivindicar la validez del medio comicográfico como vehículo discursivo capaz de engendrar obras de arte con mayúsculas. Que nadie lo dude, esta joya de la narrativa que es Jimmy Corrigan, no pierde brillo en la comparación con cualquiera de las grandes novelas publicadas a lo largo de este año.