Ya en nuestra puesta de largo anunciábamos la falta de ínfulas "reporteriles" de este blog. Por eso, todo aquel que esté interesado en las crónicas del último gran fasto de nuestro mercado comicográfico, el Saló Internacional del Cómic de Barcelona, deberá buscar allende estas páginas, en cualquiera de las numerosas bitácoras que tan brillantemente las han venido publicando a lo largo de estos día (en La Cárcel, desde luego, pero también en Con C de Arte, en LaPeonza, etc. ; en este punto remitimos a TEBELOGS! para una indagación más minuciosa).
Sin embargo, a lo que no hemos podido resistirnos de ningún modo o manera es a acercarnos a su palmarés, y en concreto a la que ha sido considerada "Mejor obra extranjera publicada en España en el 2005", 20th Century Boys, de Naoki Urasawa (en contra de nuestros pronósticos que situaban a El Fotógrafo en lo más alto, todo sea dicho).
¿Se imaginan ustedes que alguno de sus políticamente incorrectos juegos bélicos infantiles sobre grupos secretos o confabulaciones mafiosas, llegara algún día a hacerse realidad? (ehem). El orbe se vería sumido inmediatamente en el caos más absoluto, debido a esas coordenadas incoherentes que, sin embargo, tan bien administran la lógica infantil. Este aparente dislate es el punto de partida de 20th Century Boys; pero sólo aparente, porque en la saga creada por Urasawa casi nada es azaroso y mucho menos incoherente.
El primer contacto con 20th Century Boys, uno de los indiscutibles best-sellers del cómic de todos los tiempos, impone respeto e invita a todo tipo de suspicacias: un manga con elementos básicos del thriller, que su autor estira año tras año, y que se anuncia con toda una retahíla de mensajes requetemanidos en torno a conspiraciones para acabar con el mundo y ataques terroristas globales. Cliches del tipo de “El 31 de diciembre del año 2000, un heroico grupo de personas salvó a la humanidad de ser exterminada…”, nos predisponen hacia la lectura con un estado de ánimo similar al que nos hace huir despavoridos del peor cine comercial hollywoodiense. Sin embargo, Urasawa es un auténtico maestro a la hora de confundir expectativas; prejuicios incluidos.
De primeras, 20th Century Boys es uno de los thrillers más adictivos, sorprendentes y enrevesados (en el buen sentido de la palabra), que un servidor ha visto o léido en muchísimo tiempo: la historia de los juegos infantiles de Kenji y su grupo de amigos en el Japón de 1971, es tan solo la primera de las muchas líneas argumentales (la principal por ser la desencadenante del resto) que recorren la obra. La habilidad dramática de Urasawa a la hora de dosificar la información (con constantes indicios narrativos estratégicamente escondidos en la trama) y su dominio autorial en la ordenación (alteración, más bien) del tiempo del discurso, funcionan a favor de un suspense acumulativo, que no suelta al lector desde el primer volumen de la serie (de la que en España Planeta ha publicado ya el número 18). Así, aunque en el algún momento el lector podría verse desbordado ante la aparición constante de personajes o el nacimiento de subtramas y segundas líneas argumentales, el control que muestra Urasawa sobre su historia, favorece siempre el seguimiento adictivo de la peripecia. Sin olvidar el virtuosismo gráfico de un autor que, manteniendo las coordenadas visuales del manga, se posiciona muy por encima de la mayoría de sus colegas nipones (¡Qué maravillosos escenarios los que diseña el maestro japonés y qué gran fisionomista es!)
Como señalábamos más arriba, casi nada es gratuito en 20th Century Boys. Urasawa no estira su relato (únicamente) con aviesos intereses comerciales, sino que organiza los componentes de su tablero de ajedrez como un jugador que conoce perfectamente los movimientos de antemano. Cada nueva línea argumental, supone una nueva vuelta de tuerca al motor de la gran maquinaria que mueve el armazón de 20th Century Boys. No se trata del tipo de ejercicio de confusión autocomplaciente que cuestiona la inteligencia del lector en aras de la sorpresa fácil. Los muros exteriores del laberinto de Urazawa están construidos con firmeza desde el principio de la aventura (o así lo parece) y es en el interior de sus pasillos donde se establece el caos ordenado, donde salta la sorpresa al final de cada corredor, donde la organización “Amigo” teje su tela para conquistar el mundo. Kenji y sus amigos se enfrentarán al mundo para salvarlo de sí mismo, como habían hecho en sus juegos infantiles treinta años atrás y, en el camino, se nos descubrirán bastantes de las coordenadas que explican la historia de la nación japnesa y la vida de sus habitantes en esos treinta años. Al mismo tiempo (en la línea de los grandes thrillers políticos de Graham Greene y las distopías de autores como Huxley u Orwell), Urasawa plantea interrogantes, nada ingenuos, acerca del futuro: ¿Hasta dónde debe llegar el control de los estados sobre sus ciudadanos? ¿Quién instiga verdaderamente la amenaza terrorista global? ¿Tiene el ciudadano la posibilidad de conocer la verdad última tras las grandes decisiones político-económicas? Y, sobre todo, ¿por qué una vez que hemos empezado sus páginas, es imposible dejar de leer 20th Century Boys?
3 comentarios :
Que bien has puesto este comic.
El mundo del comic es muy amplio y tiene muchas facetas, no sé por que pensaba que el manga no te gustaba.
Me alegro de mi equivocación.
Un saludo!!
Pues yo no he leído ni una sola página de este tebeo. Malas lenguas dicen por ahí que por el tomo 20 se ha echado a perder :(
¿Opinas lo mismo?
Puede ser, quizás hacia el final a base de dar vueltas de tuerca la historia va perdiendo fuelle, pero es una lectura recomendabilísima (igual que su otra obra mayor, Monster). Léalo, léalo..
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