En 1944, durante la ocupación alemana, un grupo de artistas e intelectuales se reunían clandestinamente en el apartamento de los Leiris para celebrar su libertad de pensamiento, un acto de transgresión gestual que los participantes bautizaron como fiestas. En ellas, opositores reconocidos al fascismo, como Camus, Sartre, Michaux, Cocteau, Braque, Queneau o Picasso llevaban a cabo "actos" de reivindicación artística, cuya naturaleza privada no esconde, analizados desde el presente, su calidad y valor simbólico. Más todavía si nos acercamos a ellos a la luz de la abundante documentación registrada en la época, que pervive aún.
En una de aquellas fiestas Picasso presentó su "Farsa teatral surrealista en seis actos": El deseo atrapado por la cola (Le désir attrapé par la queue). La obra, escrita por Picasso en 1941, se interpretó por vez primera un 19 de marzo de 1944 en casa de Michel Leiris. Éste seleccionó el plantel de intérpretes entre sus amigos, Albert Camus fue el director. Sobre la chimenea del apartamento presenció el acontecimiento un retrato de Max Jacob, amigo de Picasso recién fallecido en el campo de concentración de Drancy. Dos meses más tarde el fotógrafo Brassaï realizaría en el estudio de Picasso dos impresionantes "fotos de familia" de la mayoría de los asistentes a aquel acto de oposisión simbólica. En poco tiempo, la Ocupación llegaría a su fin con la derrota alemana. La Segunda Guerra Mundial concluyó y las multitudes ocuparon las calles parisinas y del resto de Europa. Otro fotógrafo mítico, Robert Doisnau captó las instantáneas de júbilo y los rostros alborozados de los aliviados y exultantes habitantes del viejo continente.
Estos y muchos otros documentos son los que conforman la exposición Picasso. El deseo atrapado por la cola, que se puede ver hasta el 17 de mayo de 2009 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Es una buena ocasión para ponerles rostro fotográfico a muchos de los genios de la Vanguardia europea. O para recrearse en la contemplación de primeras ediciones de las obras de Camus, Sartre, Simone de Beauvoir o nuestro admirado Raymond Queneau. El mismo lingüista y escritor (miembro del grupo experimental OuLiPo) que entre obras tan memorables, absolutamente recomendables y olvidadas en nuestro país, como El diario íntimo de Sally Mara, Zazie en el metro o Flores azules, escribió en 1947 sus mucho más célebres y anecdóticos Ejercicios de estilo. Ya saben, las 99 variaciones de un mismo relato alterando matices y "accidentes" discursivos como el punto de vista, el género o la voz narrativa. La misma obra que recientemente recibió su correspondiente homenaje comicográfico por parte de Matt Madden en sus 99 ejercicios de estilo.
También indirectamente relacionadas con el cómic nos encontramos en la exposición con los dos conocidos aguafuertes (la tirada original se compuso de unas 800 copias, éstas dos pertenecen a aquella) que componen Sueño y mentira de Franco, en las que muchos han querido ver un acercamiento del genio malagueño al noble arte de la viñeta. En realidad, nos tememos, las intenciones del pintor tenían más que ver con la satira ilustrada (mediante viñetas, eso sí) y con su deseo de ridiculizar "el glorioso alzamiento nacional", que con la narración secuencial. Nada mejor que acercarse a la exposición para observar a unos centímetros las viñetas ridiculizantes (pre-Guernica) que Picasso le dedicó al dictador, convertido en fantoche de opereta y modelo del despropósito.
Para los que prefieran el paseo visual al físico, la página web del Círculo permite una visita virtual (les recomiendo que aprovechen la intención para degustar el inmenso arte de otro de los invitados al museo, el genial fotógrafo checo Josef Sudek).
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