La editorial Anagal publicaba textos libres de derechos de autor, obras cuyo copyright había prescrito, pero cuya relevancia artística-intelectual permanece anclada en el subconsciente cultural de occidente. Son trabajos, por norma, heterogéneos y de difícil acceso editorial, pues en su mayor parte reunían material descatalogado o pocas veces publicado. Su tamaño, de bolsillo, su precio, testimonial (10 €, tres libros). La editorial-agitadora cultural Anagal ha desaparecido, aunque parte de sus publicaciones se pueden descargar aún gratis en su página.
La que estamos leyendo ahora no está disponible, lamentablemente. Compendia integra (bajo el título Palabras a otro) la larguísima entrevista que en su día le hizo Pierre Cabanne al que para muchos es el artista más relevante (Picasso mediante) del S. XX: Marcel Duchamp; al menos, ese es el estado de pensamiento crítico contemporáneo (que, como sabemos, se ve alterado, año arriba, año abajo, cada década).
Nos han llamado la atención muchos fragmentos de la entrevista. Les daremos cuenta de nuestras inquietudes al respecto en dos o tres posts. Nuestro primer motivo de reflexión parte de este fragmento:
Duchamp: (…) Me asusta la palabra "creación". En el sentido social, habitual, de la palabra, la creación es muy gentil. Pero en el fondo no creo en la función creadora del artista. Es un hombre como cualquier otro, eso es todo. Su ocupación consiste en hacer ciertas cosas, pero también el businessman hace ciertas cosas, ¿me entiende? Por el contrario, la palabra "arte" me interesa mucho. Si viene del sánscrito, tal como he oído decir, quiere decir "hacer". Pero todo el mundo hace cosas, y los que hacen cosas sobre una tela, con un marco, se llaman artistas. Anteriormente se utilizaba un nombre que me gusta más: artesanos. Todos somos artesanos, con una vida civil, militar o artística. Cuando Rubens, o cualquier otro, necesitaba el color azul, tenía que pedir tantos gramos a su corporación y se discutía la cuestión para saber si se le podían dar 50, 60 o más. Eran verdaderos artesanos, y eso se ve claramente en los contratos. La palabra "artista" fue inventada cuando el pintor se convirtió en un personaje de la sociedad monárquica, en primer lugar; más tarde en un señorito de la sociedad actual. Ese pintor no hace cosas para alguien sino que ese alguien es quien va a elegir cosas entre la producción del pintor. Sin embargo, el artista está mucho menos sujeto a concesiones que antes, durante la monarquía.
Después de esto, nos asaltó un pensamiento que, sin ser recurrente, ya se nos había venido a la cabeza en alguna que otra ocasión: ¿son los dibujantes de cómic de Marvel, DC y demás factorías superheroicas norteamericanas “artistas” o “artesanos”? (léase esto sin rasgarse las mallas: para Duchamp, Rubens era un artesano) ¿Cuál era el estatus, según esta misma línea de razonamiento, de los dibujantes de estudio que trabajaban al servicio de los syndicates y la prensa en las diferentes Eras “metálúrgicas” (oro, plata, bronce, etc.) del cómic norteamericano?
Lo cierto es que los artistas o artesanos del cómic estadounidense han estado y, en muchos casos, están (como aquellos otros de la pintura que señalaba Duchamp) sujetos a decisiones ajenas, esenciales para la ejecución satisfactoria del proceso creativo.
La siguiente cuestión es ¿en qué momento (¿McCay, Herriman, los dibujantes de la EC, Crumb?) decide el artista comicográfico que no va a hacer “cosas para alguien sino que ese alguien es quien va a elegir cosas entre la producción del” dibujante? ¿Dónde quedan los artistas europeos en este debate? (con sus medios de publicación infantil y juvenil, las constricciones de nuestros -parece que nunca superados- periodos autoritarios y la aparición del “cómic de autor”?).
Lo más gracioso de todo es que el propio Duchamp participó de estos procesos de “producción artesana”, en campos ajenos a la pintura:
Cabanne: Así pues usted forma parte de los innumerables rechazados por la Ecole de Beaux-Arts...
Duchamp: En efecto, y actualmente estoy muy orgulloso de ello. En ese momento, evidentemente, tenía el entusiasmo del ignorante que quiere "hacer Bellas Artes". Entonces reemprendí las sesiones en la Tullían y el dibujo humorístico: me pagaban 10 francos por un cuarto de página en Le Sourire y Le Courrier français, que estaba muy bien considerado por esa época y en el que entré gracias a Villon...
4 comentarios :
Pues yo creo que dejando al margen de cualquier otra elucubración sobre ARTE con mayúsculas(siempre tan subjetivas, volubles y si se me permite, sujetas a modas)el trabajo del autor de cómic es sobre todo una artesanía. De hecho,(le guste a Gary Panter o no ;) este es un factor común a todos los autores, desde Harold Foster hasta Spiegelman pasando por Hergé, Goscinny, Crumb, Pratt, Vázquez, Tezuka, Ware, Uderzo, Giménez, Eisner, Moore, Mazzuchelli, Moebius, etc, etc, etc
Saludos!
Sí, el trabajo comiquero tiene mucho de sudoración, planificación y escuela. Sí encima aceptamos la palabra "duchampiana" que incluye a Rubens y demás maestros en el mundo artesano, entonces ya todo tendría amable cabida bajo ese concepto.
Pero, creo entender por donde va, lo que sucede es que también Antonio López o Lucian Freud tienen mucho de artesanos y no por eso dejan de ser artistas, con mayúsculas; no sé si me explico. Es complicado decir dónde se acaba el artesano y dónde comienza el genio en casos como los que usted menciona. Me parece mucho más fácil con algunas series regulares de, pongamos, "Los 4 Fantásticos" (y, como siga por aquí, me van a sacar cantares).
Tampoco sé, en este caso, cuánto hay de provocación en las palabras de un provocador profesional como
Duchamp, la verdad.
Gracias por la visita, señor Canales, ¿se pasa usted por Barna este finde?
¡Es que si además metemos el concepto de genialidad, se puede liar aún más la cosa! ;)
Replanteemos la cosa: ¿Dónde acaba el artesano y dónde empieza el artista? Pues francamente no lo sé y en un momento dado tampoco es algo que me quite el sueño. Además creo que los argumentos utilizados habitualmente para determinarlo no me convencen porque suelen ir unidos a la "trascendencia" del mensaje o peor aún (sobre todo desde la famosa "fuente" y demás obra del interfecto)a la "inutilidad" del objeto artístico, convertida en un valor artístico añadido e incluso me atrevería a decir que primordial.
Si aceptamos esta última premisa como válida, y por ahí iban los tiros del provocador Duchamp, todo es (susceptible de ser) arte y fin de la discusión...
¡Ays! No voy este año al Salón... Espero que haya pronto otra ocasión de saludarnos y charlar un rato...
¡Saludos!
Claro, ese es el punto de interés de Duchamp: si cuestionamos el objeto artístico en favor de la intención última del autor, casi todo es arte y se acabó la búsqueda de criterios objetivos para una posible definición artística; criterios que, por otra parte y como bien señala usted, se basan muchas veces en aspectos tan intangibles como el de la trascendencia. Y si cuestionamos encima la importancia que tiene el museo-contenedor-institución en la consideración de la obra (como hicieron Fluxus, los accionistas y demás herederos del francés), entonces ya sí que el debate se enreda hasta el inficito (el sueño húmedo de Duchamp, a fin de cuentas).
Una lástima que no sea ésta la ocasión del encuentro. Nos seguiremos viendo por aquí y por su casa, hasta que surja.
Un abrazo.
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