Entre los últimos estrenos de Aronofsky, Brian de Palma, Stephen Frears o Alain Resnais, este año se estrenarán en Venecia las últimas cintas de Katsuhiro Otomo (Mushishi) y Satoshi Kon (Paprika -en la foto). Del primero poco se puede decir que no se sepa (bueno, yo puedo confesar que Steamboy me aburrió soberanamente). Satoshi Kon es menos conocido que aquel, aunque su labor como guionista y director de ánime incluya títulos tan populares como Perfect Blue (1997), Millenium Actress (2001) o Héroes al rescate (Tokyo Godfathers) (2003).
Sin embargo, lo primero que se me ha venido a la cabeza cuando he leído el cartel de Venecia no ha sido ni la obra de ánime de Satoshi Kon ni la del creador de Akira (en la que también trabajó Kon, por cierto). Me he acordado de un cómic que publicó Planeta en 1994 y que pasó muy discretamente por nuestro panorama editorial, ahogado por la celebridad de los Dragon Balls, Ranma 1/2 y Shirows. Y, pese a todo, para un servidor, Regreso al mar fue uno de los primeros manga españoles que situó al cómic nipón a la altura de las exigencias artísticas que se le exigen a otras obras. Después, han sido legión los autores y los cómics manga (valga la redundancia) de calidad y excelencia artística (más allá del simple entretenimiento, me refiero), pero hasta Kon, apenas había podido interesarme por las páginas sueltas de El Caminante de Taniguchi en El Víbora y por alguna obra de Hisashi Sakaguchi (Versión). Además ("yo confieso") ni siquiera leí Regreso al mar el año de su publicación, por lo cual seguramente la única responsabilidad de esta tardía relación con los manga de élite sea mía y nada más que mía.
Sin embargo, lo primero que se me ha venido a la cabeza cuando he leído el cartel de Venecia no ha sido ni la obra de ánime de Satoshi Kon ni la del creador de Akira (en la que también trabajó Kon, por cierto). Me he acordado de un cómic que publicó Planeta en 1994 y que pasó muy discretamente por nuestro panorama editorial, ahogado por la celebridad de los Dragon Balls, Ranma 1/2 y Shirows. Y, pese a todo, para un servidor, Regreso al mar fue uno de los primeros manga españoles que situó al cómic nipón a la altura de las exigencias artísticas que se le exigen a otras obras. Después, han sido legión los autores y los cómics manga (valga la redundancia) de calidad y excelencia artística (más allá del simple entretenimiento, me refiero), pero hasta Kon, apenas había podido interesarme por las páginas sueltas de El Caminante de Taniguchi en El Víbora y por alguna obra de Hisashi Sakaguchi (Versión). Además ("yo confieso") ni siquiera leí Regreso al mar el año de su publicación, por lo cual seguramente la única responsabilidad de esta tardía relación con los manga de élite sea mía y nada más que mía.
Pero regresemos a Regreso al mar. El dibujo de Satoshi Kon es meticuloso, casi primoroso. Sí, es cierto, los rostros de sus protagonistas podrían ser los de cualquier otro manga que se les ocurra, pero pocos mangakas se toman las molestias de Kon en la recreación del detalle, en la construcción de sus escenarios y fondos; da gusto "mirar" las páginas de Regreso al mar, caramba.
Por lo demás, no es una obra perfecta y su ritmo, en ocasiones, es irregular. Curiosamente, en esa arritmia reside uno de los aspectos destacados de la obra. Regreso al mar es un catálogo de narración manga, un compendio de la capacidad del cómic japonés para buscar soluciones imaginativas a la linealidad de los relatos. Los occidentales siempre hemos interpretado el clímax (literario, desde luego) de un modo diverso al de los artistas orientales. Pasa lo mismo con el mundo de las viñetas. En las primeras páginas de Regreso al mar aparece esa maravillosa cadencia contemplativa que Taniguchi lleva a su grado más perfecto, pero, a medida avanza la trama, también encontramos en las páginas de Satoshi Kon acción desenfrenada y un ritmo tan vertiginoso como sólo saben conseguir los autores del sol naciente.
En fin, una vez más, he sucumbido ante uno de mis ataques de nostalgia y he tenido que releer Regreso al mar. Así da gusto lamentarse de los tiempos pretéritos, ¿no creen?