Se lo advertimos. En el piso 53 del Roppongi Hills Mori Tower está el Mori Art Museum. Desde nuestra perspectiva museística, la cosa pintaba extraña y, diríamos, poco ambiciosa: ¿qué podemos esperar de un museo en la cima de un rascacielos? El simple acto de la visita parece una expedición. La realidad nos devolvió a la realidad siempre sorprendente de las ciudades verticales japonesas. Una de las arañas Mamán de Louise Bourgeois, agazapada expectante en la base del edificio, nos situó además frente al valor real del Mori Art Museum: un cento de vanguardia del arte contemporáneo y un nido de sorpresas.
Nuestra visita mereció la pena, coincidió con la exposición "Sensing Nature", en la que tres jóvenes figuras del arte interdisciplinar japonés mostraban sus diferentes percepciones de la naturaleza dentro de la cultura japonesa. Yoshioka Tokujin, Shinoda Taro y Kuribayashi Takashi demuestran mediante espectaculares (y costosísimas) instalaciones hasta que punto la nieve, el agua, las montañas, la luz o los lagos han llegado a constituir parte esencial del imaginario artístico nipón. Obras como Snow (de Tokujin) envuelven al espectador en las complejas dinámicas de los ciclos y fenómenos naturales, creando el contexto adecuado para ese estado contemplativo que parece indisociablemente unido a la espíritualidad oriental.
No obstante, les traíamos este post a sus ventanas a causa de una segunda exposición, más conectada ésta con los asuntos del dibujo y la animación que normalmente nos ocupan. Hace mucho ya, les hablábamos fascinados de un maestro urbano del stop-motion, esa técnica de rodaje que consiste en la creación de una ilusión de movimiento a partir del ciclo: grabación del fotograma - manipulación del objeto filmado - grabación del fotograma... En el Mori Art Museum descubrimos a un colectivo de artistas también instalados en la virtud de la paciencia como componente básico para el ejercicio de la evolución creativa: se llaman Tromorama y son un trío de jóvenes estudiantes indonesios (con base de operaciones en Bandung), que dedican sus esfuerzos a la creación de instalaciones y vídeos basados en la mencionada práctica del stop-motion.
La extrema minuciosidad de su trabajo, su inteligencia y la sensibilidad de su propuesta han generado una creciente atención por parte de los medios y comisarios de arte. En el museo tokyota se exponen sus principales trabajos, así como la disección de su proceso creativo, junto a los materiales originales empleados para tal fin. Vídeos musicales como Serigala Militia (creado a partir de impresiones de 400 bloques de madera tallados individualmente, 2006), Zsa Zsa Zsu (realizado con miles de botones y cuentas de collares, 2007) o Ting* (que usa porcelana y piezas de vajilla, 2008) resultan una muestra valiosa para constatar el talento y la fe infinita que tienen estos muchachos en la creación artística como resultado de la paciente sudoración. Les dejamos con dos de ellos. La música que los adorna, como la propuesta, sofisticada cuando no incendiaria.