martes, octubre 05, 2010
"Silver Surfer, Ghost Rider Go!", de Trentemøller. Psicofonías escenografíadas.
martes, septiembre 28, 2010
Tromarama, stop-motion, botones y madera tallada.
Se lo advertimos. En el piso 53 del Roppongi Hills Mori Tower está el Mori Art Museum. Desde nuestra perspectiva museística, la cosa pintaba extraña y, diríamos, poco ambiciosa: ¿qué podemos esperar de un museo en la cima de un rascacielos? El simple acto de la visita parece una expedición. La realidad nos devolvió a la realidad siempre sorprendente de las ciudades verticales japonesas. Una de las arañas Mamán de Louise Bourgeois, agazapada expectante en la base del edificio, nos situó además frente al valor real del Mori Art Museum: un cento de vanguardia del arte contemporáneo y un nido de sorpresas.
Nuestra visita mereció la pena, coincidió con la exposición "Sensing Nature", en la que tres jóvenes figuras del arte interdisciplinar japonés mostraban sus diferentes percepciones de la naturaleza dentro de la cultura japonesa. Yoshioka Tokujin, Shinoda Taro y Kuribayashi Takashi demuestran mediante espectaculares (y costosísimas) instalaciones hasta que punto la nieve, el agua, las montañas, la luz o los lagos han llegado a constituir parte esencial del imaginario artístico nipón. Obras como Snow (de Tokujin) envuelven al espectador en las complejas dinámicas de los ciclos y fenómenos naturales, creando el contexto adecuado para ese estado contemplativo que parece indisociablemente unido a la espíritualidad oriental.
No obstante, les traíamos este post a sus ventanas a causa de una segunda exposición, más conectada ésta con los asuntos del dibujo y la animación que normalmente nos ocupan. Hace mucho ya, les hablábamos fascinados de un maestro urbano del stop-motion, esa técnica de rodaje que consiste en la creación de una ilusión de movimiento a partir del ciclo: grabación del fotograma - manipulación del objeto filmado - grabación del fotograma... En el Mori Art Museum descubrimos a un colectivo de artistas también instalados en la virtud de la paciencia como componente básico para el ejercicio de la evolución creativa: se llaman Tromorama y son un trío de jóvenes estudiantes indonesios (con base de operaciones en Bandung), que dedican sus esfuerzos a la creación de instalaciones y vídeos basados en la mencionada práctica del stop-motion.
La extrema minuciosidad de su trabajo, su inteligencia y la sensibilidad de su propuesta han generado una creciente atención por parte de los medios y comisarios de arte. En el museo tokyota se exponen sus principales trabajos, así como la disección de su proceso creativo, junto a los materiales originales empleados para tal fin. Vídeos musicales como Serigala Militia (creado a partir de impresiones de 400 bloques de madera tallados individualmente, 2006), Zsa Zsa Zsu (realizado con miles de botones y cuentas de collares, 2007) o Ting* (que usa porcelana y piezas de vajilla, 2008) resultan una muestra valiosa para constatar el talento y la fe infinita que tienen estos muchachos en la creación artística como resultado de la paciente sudoración. Les dejamos con dos de ellos. La música que los adorna, como la propuesta, sofisticada cuando no incendiaria.
lunes, septiembre 20, 2010
Pluto, de Naoki Urasawa. El mayor suspense sobre la faz de la tierra
Naoki Urasawa tiene un secreto, tiene muchos, en realidad. Quién no los tiene. Pero Naoki Urasawa sabe cómo contárnoslos: se acerca a nosotros, nos mira a los ojos y nos susurra algo al oído, alguna verdad tortuosa, tres fragmentos de historia, dos soplidos de miedo y... ya estamos dentro. Sujetos a la silla y enganchados a sus páginas. Lo hizo con 20th Century Boys, lo hizo con Monster y lo vuelve a hacer con Pluto; y, no lo dudamos, lo repetirá en ese Billy Bat que mencionábamos en nuestro viaje japonés.
Resulta que Urasawa es una estrella. En su país lo es. Sus obras se adaptan a la gran pantalla con un éxito masivo entre los espectadores; una de esas adaptaciones, la de la mencionada 20th Century Boys, llega, de hecho, a nuestro país justo ahora. El género del suspense tiene una larga tradición cinematográfica, no tan larga por lo que respecta al cómic. Por lo que a nosotros respecta, Naoki Urasawa es su máximo y mejor representante a día de hoy.
El difícil arte del suspense suele estar sujeto al truco de guión y al engaño narrativo (en sus peores ejemplos), a la sorpresa que salta a cada vuelta de página. En esta ferretería hemos hablado mucho últimamente de vueltas de tuerca y cliffhangers, una especialidad que para el maestro japonés no tiene entresijos. En Pluto, Urasawa y el guionista Takashi Nagasaki consiguen, en un más difícil todavía, anudar la intriga prácticamente a cada salto de página, por no decir a cada secuencia. Su capacidad para generar suspense y abrir nuevas vías de escape tensional se demuestra en un constante crescendo climático, que funciona con la meticulosidad de una bomba de relojería, gracias a un guión medido y muy minucioso.
Curiosamente, la historia de Pluto no es suya, sino de otro maestro del manga, de "el maestro del manga", de Osamu Tezuka. Declara Urasawa en uno de los textos que acompañan a los volúmenes de esta serie (ocho en total) que la impresión que le produjo de niño el episodio de Astroboy titulado "El mejor robot sobre la faz de la tierra" fue tal, que siempre cobijó en su fuero interno la idea de homenajear al maestro vía adaptativa. Llegado a la cima de su popularidad, le planteó su idea a Macoto Tezka, el hijo de Osamu, quien, con no pocas reticencias, decidió apoyar el proyecto. El resultado es Pluto y la suma de genialidades resulta en una historia llena de atractivos y con un evidente gancho comercial. Es, además, una obra de "autor" (Macoto presionó a Urasawa para que este la hiciera suya e intentara ajustarla a su estilo y maneras; la sombra de Tezuka es alargada, ya se sabe).

Parece contradictorio hablar de cómic de autor en un producto tan flagrantemente delimitado por los patrones de la "obra-espectáculo" como es Pluto (y como lo son tantos y tantos manga), pero sería absurdo negar que los cómics de Urasawa son inconfundibles y que su personalidad (y la de su equipo) se trasparenta en todos y cada uno de sus trabajos.
Gráficamente Pluto es un prodigio. Su imaginario visual futurista derrocha imaginación. La capacidad de Urasawa y su equipo de creadores y dibujantes (el cómic funcionando al modo y manera de los grandes estudios cinematográficos), gente como Hideaki Urano, Tadashi Karakida o Kazuma Maruyama, es digna de mención. Han logrado alcanzar un grado de minuciosidad en el dibujo que, en algunos momentos de la serie, llega realmente a apabullar visualmente. La recreación arquitectónica de los paisajes urbanos de Pluto es fascinante. Su capacidad para reinventar nuestra civilización (con nuestras ciudades, países y similares registros sociales) en clave de ciencia-ficción, denota un ejercicio de creatividad que últimamente escasea en otros discursos narrativos (y que resulta un cebo cinematográfico inevitable).
Nos espera, según Tezuka, según Urasawa, un futuro en el que la robótica y la cibernáutica formarán parte de nuestra realidad cotidiana (si no lo son ya) y en la que seres humanos y robots convivirán en paz sin distingos ni remilgos. Un mundo en el que no resultará fácil distinguir entre los seres vivos biológicos y las IA (Inteligencia Artificial). Un mundo expuesto a incertidumbres, a un control exhaustivo, cuasi-militar, por parte de autoridades omnipresentes y organismos de control invisibles y con muchos acontecimientos históricos que olvidar: las guerras eternas, el exterminio. Un mundo no tan diferente del actual. En este contexto, surge la amenaza, un misterio oscuro llamado Pluto, y en este contexto asistiremos a los crueles asesinatos que sacudirán al mundo entero y al lector, abriendo la puerta del misterio.
Pluto es un thriller psicológico y futurista, pero también es un ejercicio metafórico con tintes pacifistas. En esta serie, el lector contemporáneo reconoce sin dificultad el estado presente de nuestro Planeta y sus vicios, como a esos políticos incompetentes y sin escrúpulos que dirigen o han dirigido el mundo en fechas recientes. Urasawa dibuja a oligarcas ambiciosos, a empresarios y economistas únicamente obsesionados por el yo y el ahora, a señores de la guerra sedientos de petróleo (perdón, energía) y a científicos al servicio del negocio bélico; se vislumbra diáfana la crítica a las guerras infinitas en Oriente Próximo (con Iraq y sus mentiras a la cabeza) y se adivina sin duda la crítica al papel del Imperio Yanki soberano, que se ha arrogado el rol de emperador universal en estos (y aquellos) tiempos de zozobra.
Pluto es también una excelente galería de personajes, algunos excepcionalmente perfilados. Junto a los grandes protagonistas de la serie (Astroboy, Gesicht, Épsilon, etc.), este manga consigue grandes momentos narrativos gracias a la presencia de algunos personajes secundarios con gran potencial emocional: como Urán, la niña hipersensible, que protagoniza algunas escenas dignas de una película de Capra; o el de ese pequeño robot indigente que persigue a Gesicht en Persia; o ese otro robot, remedo de Hannibal Lecter, cuya presencia consigue desasosegar al lector tanto como a los propios personajes de la trama.
Mucha información, muchos misterios. En ocasiones, a Urasawa le pierde su hambre de intrigas, su propia red de expectativas. Abre tantas puertas que termina enfriándosele la casa (otra avería compartida con el cine-espectáculo reciente). Le sucedía en 20th Century Boys y le pasó, parcialmente, con Monster (cuyo final no estaba a la altura de la expectativa creada, nos parece). Pluto mejora los precedentes, todo parece mejor atado y empaquetado al final, sin ser redondo en este sentido; pero no sufran que no les vamos a contar nada al respecto. Nos gustan los mangas que (como las buenas series de HBO) empiezan y acaban. Se disfrutan más entre medias, Pluto es el ejemplo perfecto.

lunes, septiembre 13, 2010
Japón (y III): calles, disfraces y panteones museísticos.
Otro lugar común del mangaka tokyota es el barrio de Akihabara. Allí habitan esas muchachuelas disfrazadas de camareras-doncellas que te invitan a tomarte un refrigerio en su local, mientras escenifican servidumbres pretéritas. Pese al orgullo con que lucen sus atuendos estrafalarios, algunas se muestran reacias al posado fotográfico (al revés que los vampiros y las orgullosas lolitas de Harajuku); no es lo mismo posar que trabajar, suponemos. Akihabara es también el barrio de la electrónica y de los otakus. Tiene bastantes tiendas de manga; alguna de varias plantas.
Entrar a una tienda de cómics en Japón es un ejercicio de desesperación. Algo así como meterse en un buffet libre con el estómago revuelto. Uno se ve rodeado de miles de tebeos, sabe que entre ellos encontraría a algunos de sus autores favoritos de los últimos tiempos (Tezuka, Kago, Taniguchi...), pero no hay tu tía: rodeados del jeroglífico kanji, resulta imposible, no ya entender algo, sino siquiera localizar a dichos autores. Además, como no podía ser de otro modo, en Japón, hasta la librería más pequeña está repleta de cómics. Omnipresente, la nueva entrega de Naoki Urasawa, su Billy Bat, en plena promoción. La oferta es ingente (con mucho hentai -cómic erótico- de por medio), la respuesta del no iniciado en las destrezas lingüísticas niponas, la impotencia pura y dura. Aún y así, claro, nos compramos algún que otro manga: testimoniales algunos (a ver si adivinamos de quién es lo que nos agenciamos, porque tiene buena pinta) y sentimentalmente valiosos los otros (un Astro Boy viejísimo de segunda mano).
Hablando de Tetsuwan Atom, ya les dijimos que en la estación de Kyoto, la impronta Tezuka se deja notar desde los primeros pasos. En realidad, el despliegue estatuario tiene que ver con la tienda oficial del célebre mangaka, que se encuentra en la misma estación. No pudimos visitar el Tezuka Osamu Manga Museum, en Takarazuka (no encajaba en la ruta y tampoco está uno ya para esos excesos), así que tuvimos que conformarnos con el merchandising, variado y carísimo, de la tienda de la estación. Algo de utilísimo menaje para el hogar y el necesario atuendo cayó, por supuesto.
En Kyoto estaba también el Museo del Manga, presidido de nuevo por una gigantesca estatua de Tezuka, su Fenix en este caso. Curioso museo, por la literalidad de su nombre, sobre todo: el museo del manga de Kyoto es una enorme biblioteca de mangas, miles y miles de ellos (incluido alguno en español), a la que acuden los aficionados, simplemente, a leer. Hay algunas vitrinas con una escueta historia del cómic japones, con algunos datos acerca de la industria y con ciertas menciones a los autores más importantes, pero sobre todo encontramos cientos de lectores, de todas las edades, devorando series enteras de personajes clásicos y modernos, que se suele decir. Cosas niponas, de nuevo.

Otro museo que nos quedamos con las ganas de ver, éste en Tokyo, fue el Ghibli Museum, de Hayao Miyazaki. Dicen que vale la pena y que parece más un pequeño parque de atracciones que un museo, dicen que la entrada es una transparencia real de una las películas animadas de Miyazaki, pero (y esto no lo dicen, lo pudimos comprobar) la entrada está limitada a un reducido número de visitantes diarios y la alta demanda exige reservas con mucha más previsión de la que nosotros mostramos.lunes, septiembre 06, 2010
Japón (II): soba, matcha y manga.
martes, agosto 31, 2010
Japón (I): Regreso al futuro.





sábado, agosto 21, 2010
Arte Santander 2010. Pinturas y polacos.
Hubo más trabajos que nos movieron a la correlación comiquera y que invitaban al juego asociativo. Los oleos de Toño Camuñas, de la galería Valid Foto de Barcelona, escondían, detrás de su simbolismo colorido, referencias claras al underground, por lo que respecta a la línea de su dibujo y a su inclinación por la caricatura grotesca de explícita “visceralidad”. Parecían una mezcla bastarda entre la iconografía mejicana funeraria y los cómics de Hunt Emerson, con aquella voluptuosidad orgánica de su cartoon descarnado.lunes, agosto 16, 2010
Metralla, de Rutu Modan. En busca de las identidades.
El primer impacto de Metralla (disculpen el fácil juego de palabras), la última obra de Rutu Modan, es básicamente visual: la impronta realista de sus figuras troqueladas, armónicas, equilibradas, pero intencionadamente planas en su reflejo del volumen, el color y la textura, sugiere una estética de fotografía retocada vía Photoshop, de realismo depurado hasta su mínima expresión. Es imposible no acordarse de representantes del arte pop contemporáneo como Julian Opie, con el que Rutu Modan comparte (salvando la distancia interdiscursiva) una evidente semejanza en la representación icónica de la figura humana (que llega al mimetismo en el caso de los planos alejados). El realismo esquemático de los fondos y el juego de profundidades basado en el uso de colores uniformes (con tramas planas para cada plano) ahonda en la búsqueda de cierta asepsia realista y el distanciamiento (llámenlo objetivismo) que transpira esta primera obra de Rutu Modan.
Curiosamente, y contra lo que venimos comentando hasta ahora, en la misma entrevista de la que hemos tomado esas palabras, la autora confesaba cierta aversión al distanciamiento a la hora de enfrentarse a la escritura de sus historias; toda una declaración de intenciones que cobra su sentido en el modo en que Metralla se acerca al territorio de las relaciones personales y familiares. Existe en este trabajo una sinceridad emocional evidente a la hora de abordar las relaciones entre los personajes protagonistas de la obra:
martes, agosto 10, 2010
Más niños en Culturamas.
Es complicado hablar tres o cuatro veces de lo mismo sin repetirse, así que nos hemos repetido. Hace unos días nos pluriempleamos en Culturamas para glosar y recomendar las gloriosas andanzas de uno de los más asiduos visitantes de esta casa, últimamente.miércoles, agosto 04, 2010
Blogperación estética.
Así, junto a nuestros Little Nemo y Krazy Kat originales (sólo cambia el diseño del mosaico), desde ahora, nuestro fondo de pantalla puede presumir de contar con los divertidamente coloridos diseños del Gaspar Naranjo's littlenemoskat:
...con la sugerente elegancia pictórica acuarelada del Pejac's littlenemoskat:
...y con ese clasicismo de último gran romántico que siempre acompañará al Joaquín López Cruces' littlenemoskat:
Evidentemente, nuestra legendaria impericia informático-webera no habría garantizado éxito alguno ni tan siquiera con tan cualificada materia prima. Por eso, como siempre, agradecemos su apoyo logístico a ese fenómeno informático y gran amigo que es Jorge Sánchez.