martes, noviembre 09, 2010
Pobre marinero, de Sammy Harkham. Emocionante concisión.
martes, noviembre 02, 2010
El gourmet solitario, de Taniguchi y Kusimi. Apetito episódico.
Los 19 capítulos se desarrollan de forma semejante: son episodios autoconclusivos que muestran al personaje (un representante de productos de importación que trabaja por cuenta propia), en diversas escenas culinarias. Los títulos contextualizan geográficamente la acción de cada capítulo y mencionan el plato que el protagonista engullirá en sus páginas; el resultado puede resultar en ocasiones un tanto críptico si uno no ha visitado Japón: “Kawasaki, pasada la región industrial Meihin; ‘Yakiniku’ en.la Avenida del Cemento” o “Distrito Toshima, Tokio; ’Sanuki-udon’ en la azotea de unos grandes almacenes en Ikebukuro”. En realidad es como si estuviéramos ante una de esas series típicas de televisión en las que cada capítulo plantea y resuelve un conflicto, dentro de un marco general de la serie (personajes, peripecia, etc.) bien conocido por los espectadores. El riesgo que se corre con planteamientos narrativos tan encorsetados es evidente: la monotonía.
martes, octubre 26, 2010
Sufjan Stevens, Henry Darger y las niñas voladoras (con permiso de Chippendale)
Como quedó claro en nuestra entrada anterior, los caminos multidireccionales de la asociación son inescrutables. Más ejemplos.
Estábamos el otro día cloqueando ante las maravillas reveladas del último disco de Sufjan Stevens (The Age of ADZ, inapelablemente, de lo mejorcito del presente curso), publicado apenas un mes después de su también brillante EP, All Delighted People, cuando un amigo musiquero nos puso en la pista de un viejo tema suyo; un tema instrumental con uno de los títulos más barrocos, marcianos y sugerentes que hayamos leído nunca: "The Vivian Girls Are Visited In the Night by Saint Dararius and his Squadron of Benevolent Butterflies". Nos contaba nuestro amigo que Sufjan y sus secueces interpretaron el tema en escena disfrazados de bandada de mariposas polinizadoras, nada menos.
El señor Stevens es un tipo leído, por eso tampoco nos sorprendió descubrir que tamaña gesta nominal no era completamente de su cosecha, sino homenaje flagrante a Henry Darger. Un personaje. Después de rastrear su legado, nos acordamos de aquel otro artista alucinado del que hablamos aquí hace ya tanto.
Henry Joseph Darger (1892-1973) pertenecía a esa tribu de literatos invisibles y camuflados detrás de su propio halo de inasibilidad, como los señores Salinger o Pynchon, entre tantos otros. Curiosamente, como tantas otras veces ocurre también, debe Darger su fama a dicho aire de autor maldito y a una gesta literaria no menos trascendente: es el escritor de la novela The Story of the Vivian Girls, in What is known as the Realms of the Unreal, of the Glandeco-Angelinnian War Storm, Caused by the Child Slave Rebellion, descubierta sólo después de su muerte. El manuscrito original constaba de 15.145 páginas a un espacio y, esto nos interesa, estaba ilustrado de mano del propio escritor, con cientos de acuarelas.
Nos parece recordar que leímos algo de toda esta historia hace algunos años en un dominical de El País. Pero no ha sido hasta ahora cuando nos hemos puesto en firme a revisar algunos de los dibujos de Darger y, que quieren que les digamos, nos parecen asombrosos. Una mezcla entre la ilustración inglesa más clásica del S.XIX (Walter Crane, John Tenniel...) y el dibujo infantil o primitivo (que ya reivindicaron, entre otros, los pintores fauvistas y cubistas).Tienen las acuarelas de Darger esa belleza arrebatada e intuitiva, que surge del subconsciente, propia de algunos locos ilustres, como Daniel Johnston. Pero, por otro lado, demuestran un virtuosismo y una capacidad para la recreación del detalle imaginativo, que nos hace pensar en un dibujante lleno de talento y extremadamente hábil. La falsa sencillez de un parnaso ficcional a la medida de su autor: la fantasía como fuente y motivo de creaciones imposibles. Sus dibujos son inquietantes y perturbadores: su obsesión por las imágenes de soldados y niñas (aladas, insinuantes o maltratadas), la repetición de elementos y personajes extrañamente descontextualizados, la desafiante religiosidad de sus dibujos, la ruptura de la perspectiva, etc., ayudan a crear un universo visual preciosista y desasosegante a un tiempo. Encontramos algunas claves del personaje y su trabajo en el documental In the Realms of the Unreal, que filmó la ganadora del Oscar Jessica Ju en 2004.No es de extrañar que la obra ilustrativa de Henry Darger resida o sea visitante asidua de museos de primer orden, como el Museum of Modern Art de New York, el Art Institute y el Museum of Contemporary Art, de Chicago, o la colección de l’Art Brut, en Lausanne; o de otros centros aún más peculiares, como el Center for Intuitive and Outsider Art, también en Chicago.¿Y saben qué? A nosotros el estilo colorista, exuberante, extrañamente hipnótico y muy heterodoxo de los dibujos de Darger nos recuerdan a las ilustraciones y planchas en color de uno de nuestros autores favoritos (ahora que acaba de publicar su If-n-Oof). Nos referimos, sí, a Brian Chippendale, especialmente a su trabajo en obras como Ninja. Y es la segunda vez que nombramos esta obra. A la tercera ha de ir la vencida, por fuerza.
lunes, octubre 18, 2010
Katsura Funakoshi en Kanazawa. El busto de los ángeles.
martes, octubre 12, 2010
RЭVЄS #1.
Les dejamos con las portadas, el "Revitorial" de este número y el vínculo perenne ahí a la derecha:
Franjas de confusión magmática y caos controlado, no son malos colores para tenerlos por bandera editorial. Algunos de los nuestros no nos entienden. Fanzinear a lo loco, sin reglas monográficas o patrones de conducta grupal, tiene sus riesgos y, lo asumimos, no nos va a dar acceso a ninguna academia de la ortodoxia. No nos ganaremos ni el carnet de nobleza artística, ni el de la posteridad oficial. Ni falta que hace. Admitimos la pena y nos recreamos en el pecado.
Llegamos al número 1 de Revés y queremos seguir instalados en la confusión y en la duda inteligente, y si es posible aumentarlas. Artistas sin padre ni madre, textos espesos y exigentes, pinturas figurativamente abstractas, cómics con dinosaurio, poemas desenhebrados, arte y saber convertidos en un tutum revolutum, para que cada lector le ponga el orden que rija en su cabeza.
Decíamos, vamos a más en nuestra confusión planificada: lo horizontal sigue rezando prosa cultural, lo vertical continúa vendiendo creación, pero en este Revés en segunda instancia, además, se nos han cruzado las páginas y, de pronto, nos sentimos japoneses. Pues nada, si hay que aprender a leer de nuevo, se aprende. Al que no le guste que proteste airado, que en el siguiente número le respondemos a las quejas en tres párrafos. Queda dicho.
martes, octubre 05, 2010
"Silver Surfer, Ghost Rider Go!", de Trentemøller. Psicofonías escenografíadas.
martes, septiembre 28, 2010
Tromarama, stop-motion, botones y madera tallada.
Se lo advertimos. En el piso 53 del Roppongi Hills Mori Tower está el Mori Art Museum. Desde nuestra perspectiva museística, la cosa pintaba extraña y, diríamos, poco ambiciosa: ¿qué podemos esperar de un museo en la cima de un rascacielos? El simple acto de la visita parece una expedición. La realidad nos devolvió a la realidad siempre sorprendente de las ciudades verticales japonesas. Una de las arañas Mamán de Louise Bourgeois, agazapada expectante en la base del edificio, nos situó además frente al valor real del Mori Art Museum: un cento de vanguardia del arte contemporáneo y un nido de sorpresas.
Nuestra visita mereció la pena, coincidió con la exposición "Sensing Nature", en la que tres jóvenes figuras del arte interdisciplinar japonés mostraban sus diferentes percepciones de la naturaleza dentro de la cultura japonesa. Yoshioka Tokujin, Shinoda Taro y Kuribayashi Takashi demuestran mediante espectaculares (y costosísimas) instalaciones hasta que punto la nieve, el agua, las montañas, la luz o los lagos han llegado a constituir parte esencial del imaginario artístico nipón. Obras como Snow (de Tokujin) envuelven al espectador en las complejas dinámicas de los ciclos y fenómenos naturales, creando el contexto adecuado para ese estado contemplativo que parece indisociablemente unido a la espíritualidad oriental.
No obstante, les traíamos este post a sus ventanas a causa de una segunda exposición, más conectada ésta con los asuntos del dibujo y la animación que normalmente nos ocupan. Hace mucho ya, les hablábamos fascinados de un maestro urbano del stop-motion, esa técnica de rodaje que consiste en la creación de una ilusión de movimiento a partir del ciclo: grabación del fotograma - manipulación del objeto filmado - grabación del fotograma... En el Mori Art Museum descubrimos a un colectivo de artistas también instalados en la virtud de la paciencia como componente básico para el ejercicio de la evolución creativa: se llaman Tromorama y son un trío de jóvenes estudiantes indonesios (con base de operaciones en Bandung), que dedican sus esfuerzos a la creación de instalaciones y vídeos basados en la mencionada práctica del stop-motion.
La extrema minuciosidad de su trabajo, su inteligencia y la sensibilidad de su propuesta han generado una creciente atención por parte de los medios y comisarios de arte. En el museo tokyota se exponen sus principales trabajos, así como la disección de su proceso creativo, junto a los materiales originales empleados para tal fin. Vídeos musicales como Serigala Militia (creado a partir de impresiones de 400 bloques de madera tallados individualmente, 2006), Zsa Zsa Zsu (realizado con miles de botones y cuentas de collares, 2007) o Ting* (que usa porcelana y piezas de vajilla, 2008) resultan una muestra valiosa para constatar el talento y la fe infinita que tienen estos muchachos en la creación artística como resultado de la paciente sudoración. Les dejamos con dos de ellos. La música que los adorna, como la propuesta, sofisticada cuando no incendiaria.
lunes, septiembre 20, 2010
Pluto, de Naoki Urasawa. El mayor suspense sobre la faz de la tierra
Naoki Urasawa tiene un secreto, tiene muchos, en realidad. Quién no los tiene. Pero Naoki Urasawa sabe cómo contárnoslos: se acerca a nosotros, nos mira a los ojos y nos susurra algo al oído, alguna verdad tortuosa, tres fragmentos de historia, dos soplidos de miedo y... ya estamos dentro. Sujetos a la silla y enganchados a sus páginas. Lo hizo con 20th Century Boys, lo hizo con Monster y lo vuelve a hacer con Pluto; y, no lo dudamos, lo repetirá en ese Billy Bat que mencionábamos en nuestro viaje japonés.
Resulta que Urasawa es una estrella. En su país lo es. Sus obras se adaptan a la gran pantalla con un éxito masivo entre los espectadores; una de esas adaptaciones, la de la mencionada 20th Century Boys, llega, de hecho, a nuestro país justo ahora. El género del suspense tiene una larga tradición cinematográfica, no tan larga por lo que respecta al cómic. Por lo que a nosotros respecta, Naoki Urasawa es su máximo y mejor representante a día de hoy.
El difícil arte del suspense suele estar sujeto al truco de guión y al engaño narrativo (en sus peores ejemplos), a la sorpresa que salta a cada vuelta de página. En esta ferretería hemos hablado mucho últimamente de vueltas de tuerca y cliffhangers, una especialidad que para el maestro japonés no tiene entresijos. En Pluto, Urasawa y el guionista Takashi Nagasaki consiguen, en un más difícil todavía, anudar la intriga prácticamente a cada salto de página, por no decir a cada secuencia. Su capacidad para generar suspense y abrir nuevas vías de escape tensional se demuestra en un constante crescendo climático, que funciona con la meticulosidad de una bomba de relojería, gracias a un guión medido y muy minucioso.
Curiosamente, la historia de Pluto no es suya, sino de otro maestro del manga, de "el maestro del manga", de Osamu Tezuka. Declara Urasawa en uno de los textos que acompañan a los volúmenes de esta serie (ocho en total) que la impresión que le produjo de niño el episodio de Astroboy titulado "El mejor robot sobre la faz de la tierra" fue tal, que siempre cobijó en su fuero interno la idea de homenajear al maestro vía adaptativa. Llegado a la cima de su popularidad, le planteó su idea a Macoto Tezka, el hijo de Osamu, quien, con no pocas reticencias, decidió apoyar el proyecto. El resultado es Pluto y la suma de genialidades resulta en una historia llena de atractivos y con un evidente gancho comercial. Es, además, una obra de "autor" (Macoto presionó a Urasawa para que este la hiciera suya e intentara ajustarla a su estilo y maneras; la sombra de Tezuka es alargada, ya se sabe).
Parece contradictorio hablar de cómic de autor en un producto tan flagrantemente delimitado por los patrones de la "obra-espectáculo" como es Pluto (y como lo son tantos y tantos manga), pero sería absurdo negar que los cómics de Urasawa son inconfundibles y que su personalidad (y la de su equipo) se trasparenta en todos y cada uno de sus trabajos.
Gráficamente Pluto es un prodigio. Su imaginario visual futurista derrocha imaginación. La capacidad de Urasawa y su equipo de creadores y dibujantes (el cómic funcionando al modo y manera de los grandes estudios cinematográficos), gente como Hideaki Urano, Tadashi Karakida o Kazuma Maruyama, es digna de mención. Han logrado alcanzar un grado de minuciosidad en el dibujo que, en algunos momentos de la serie, llega realmente a apabullar visualmente. La recreación arquitectónica de los paisajes urbanos de Pluto es fascinante. Su capacidad para reinventar nuestra civilización (con nuestras ciudades, países y similares registros sociales) en clave de ciencia-ficción, denota un ejercicio de creatividad que últimamente escasea en otros discursos narrativos (y que resulta un cebo cinematográfico inevitable).
Nos espera, según Tezuka, según Urasawa, un futuro en el que la robótica y la cibernáutica formarán parte de nuestra realidad cotidiana (si no lo son ya) y en la que seres humanos y robots convivirán en paz sin distingos ni remilgos. Un mundo en el que no resultará fácil distinguir entre los seres vivos biológicos y las IA (Inteligencia Artificial). Un mundo expuesto a incertidumbres, a un control exhaustivo, cuasi-militar, por parte de autoridades omnipresentes y organismos de control invisibles y con muchos acontecimientos históricos que olvidar: las guerras eternas, el exterminio. Un mundo no tan diferente del actual. En este contexto, surge la amenaza, un misterio oscuro llamado Pluto, y en este contexto asistiremos a los crueles asesinatos que sacudirán al mundo entero y al lector, abriendo la puerta del misterio.
Pluto es un thriller psicológico y futurista, pero también es un ejercicio metafórico con tintes pacifistas. En esta serie, el lector contemporáneo reconoce sin dificultad el estado presente de nuestro Planeta y sus vicios, como a esos políticos incompetentes y sin escrúpulos que dirigen o han dirigido el mundo en fechas recientes. Urasawa dibuja a oligarcas ambiciosos, a empresarios y economistas únicamente obsesionados por el yo y el ahora, a señores de la guerra sedientos de petróleo (perdón, energía) y a científicos al servicio del negocio bélico; se vislumbra diáfana la crítica a las guerras infinitas en Oriente Próximo (con Iraq y sus mentiras a la cabeza) y se adivina sin duda la crítica al papel del Imperio Yanki soberano, que se ha arrogado el rol de emperador universal en estos (y aquellos) tiempos de zozobra.
Pluto es también una excelente galería de personajes, algunos excepcionalmente perfilados. Junto a los grandes protagonistas de la serie (Astroboy, Gesicht, Épsilon, etc.), este manga consigue grandes momentos narrativos gracias a la presencia de algunos personajes secundarios con gran potencial emocional: como Urán, la niña hipersensible, que protagoniza algunas escenas dignas de una película de Capra; o el de ese pequeño robot indigente que persigue a Gesicht en Persia; o ese otro robot, remedo de Hannibal Lecter, cuya presencia consigue desasosegar al lector tanto como a los propios personajes de la trama.
Mucha información, muchos misterios. En ocasiones, a Urasawa le pierde su hambre de intrigas, su propia red de expectativas. Abre tantas puertas que termina enfriándosele la casa (otra avería compartida con el cine-espectáculo reciente). Le sucedía en 20th Century Boys y le pasó, parcialmente, con Monster (cuyo final no estaba a la altura de la expectativa creada, nos parece). Pluto mejora los precedentes, todo parece mejor atado y empaquetado al final, sin ser redondo en este sentido; pero no sufran que no les vamos a contar nada al respecto. Nos gustan los mangas que (como las buenas series de HBO) empiezan y acaban. Se disfrutan más entre medias, Pluto es el ejemplo perfecto.