En realidad, no importa la herramienta o el vehículo artístico que emplee Pejac (grafiti, carboncillo, collage, óleo o viñetas), su técnica, su personalidad estilística, es fácilmente reconocible. La obra de este artista se mueve casi siempre en el campo de la metonimia y de la asociación simbólica inteligente; el trasvase entre el referente y la representación, planteado siempre desde una mirada crítica social. El mensaje de la forma, el símbolo que grita.
lunes, febrero 21, 2011
Pejac y BLU, alumbrando la ciudad
En realidad, no importa la herramienta o el vehículo artístico que emplee Pejac (grafiti, carboncillo, collage, óleo o viñetas), su técnica, su personalidad estilística, es fácilmente reconocible. La obra de este artista se mueve casi siempre en el campo de la metonimia y de la asociación simbólica inteligente; el trasvase entre el referente y la representación, planteado siempre desde una mirada crítica social. El mensaje de la forma, el símbolo que grita.
lunes, febrero 14, 2011
Crumb, la película. El underground verdadero
lunes, febrero 07, 2011
Pebble Island, de Jon McNaught. Puntillismo contemplativo
Nos hemos traído, de un viaje fugaz a las Islas Británicas, un cómic diferente, un tebeíto que entraría en la categoría de los minicómics, junto a otros como éste, este otro o aquel, aunque más por su reducido tamaño, que por su edición, primorosa ésta; muy alejada del habitual carácter artesanal de las autoediciones semiamateur de aquellos primeros minicómics de finales de los 90.
Pebble Island, de Jon McNaught es un precioso tebeíto de pastas duras en el que no pasa nada. Bueno, pasa la vida. Por eso, sus viñetas mínimas son casi paisajísticas, además de eso, pequeñas y puntillistas; dibujadas con unos apacibles tonos pastel que intentan captar la luz, las horas del día y los elementos de la naturaleza, de un modo similar al que perseguían aquellos maestros de la pincelada impresionista de finales del XIX.
El cómic de McNaught cae en el lago remansado de lo contemplativo. Pebble Island es un lugar solitario en el que los niños no tienen más aventuras que las que se viven junto a un coche abandonado; una isla llena de paisajes insólitos alumbrados por lavadoras abandonadas, bunkers vacíos y ovejas que murieron hace mil años. Todavía no lo saben, pero en Pebble Island, ver una película puede llegar a ser toda una aventura, de Indiana Jones, pongamos.
El delicado trabajo de Jon McNaught rezuma aires ilustrativos. Nos recuerda sobremanera, con esas pequeñas viñetas pintadas más que dibujadas, a otros trabajos que también olían a trasvase pictórico. Nos acordamos de Shaun Tan, por supuesto, pero también de Renée French, dos amantes del trazo delicado, de la belleza satinada y de las viñetas pequeñas, llenas de evocación simbólica.En su sencilla, pero elegante, página web hay sobradas muestras de todo ello. Como en una isla de guijarros brillantes. A veces el disfrute y la belleza llegan dados de la mano, en silencio.
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Más imágenes y adquisiciones en Nobrow.
domingo, enero 30, 2011
Una vida errante, de Yoshihiro Tatsumi. ¡Estáis equivocados! ¡El gekiga no es eso!
Durante las pasadas navidades “pagamos” algunas de las deudas lectoras que le debíamos a las viñetas en los últimos tiempos. Una de las más importantes es la que teníamos contraída con Yoshihiro Tatsumi y su inmenso (en todos los sentidos) Una vida errante.
Cuando en 1994 la empresa líder del negocio de manga de segunda mano, Mandarake, le ofrece a Tatsumi dibujar su autobiografía para reivindicar la noción de cómic gekiga y explicar la importancia de los kashibon (manga de alquiler) en el desarrollo de la industria manga después de la Segunda Guerra Mundial. En el epílogo de su obra, señala el autor:
Pero la vida de un hombre como yo, tan ordinaria y vulgar como cualquier otra, no podía ser de interés para el lector. Está bien, algo de vanidad sí que tengo. ¿Y quién no? Sin embargo, carezco de talento para exagerar y abrillantar la realidad de tal manera que mi vida parezca una epopeya.
Tiene razón el artista cuando comenta que los ingredientes de su existencia no tienen una naturaleza épica, sin embargo, las más de 800 páginas que conforman Una vida errante conforman toda una epopeya, la de la historia del manga e, indirectamente, la de cómo Japón consiguió salir de la depresión post-bélica.
A través de un relato autobiográfico lineal en tercera persona (Tatsumi cambia su nombre real por el de Hiroshi Katsumi, al igual que hace con el de algunos personajes principales, con el fin de obtener cierta postura de distanciamiento), el autor da buena cuenta de los principales acontecimientos históricos y culturales que acontecieron en Japón a partir de 1945: se refiere a la irrupción del cine occidental, al cambio de mentalidad política (e imperial) que sacudió a los habitantes de las islas, habla de cómo Estados Unidos pasa de ser el enemigo a convertirse en un modelo idealizado cultural y, sobre todo, habla de cómo surge el manga y cómo crece hasta convertirse en la principal oferta de ocio japonés.
Por las páginas de Una vida errante pasan algunas de las grandes estrellas de la historia del cómic nipón, Fujio Fujiko, Sampei Shirato, Takao Saito, Yoshiharu Tsuge y, sobrevolándolos a todos, como un fenix, el gran Osamu Tezuka, que directa o indirectamente protagoniza un buen numero de páginas de la obra.
De un modo informal y honesto, Tatsumi se sincera con el lector, al que relata sus preocupaciones artísticas, sus quebrantos íntimos, sus éxitos editoriales y sus fracasos. Lo hace siguiendo la cronología de su carrera artística desde esos primeros triunfos que suponían la publicación en los concursos de manga de revistas como Manga To Yomimo o Manga Shonen, hasta su consagración profesional y la creación del Taller Gegika junto a reconocidos mangakas como Masaaki Sato o Masahiko Matsumoto; un periodo de actividad febril en el que Tatsumi publicaba simultáneamente obras en cuatro y cinco cabeceras a la vez, además de compaginar su labor como dibujante con la de editor de Rascacielos o Muso (las revistas del Taller Gekiga).
Pero, ¿qué es el gekiga, la gran aportación de Tatsumi a la historia del manga y la principal fuente de sus dudas artísticas? Después de la guerra, el cómic japonés creció orientado hacia un lector infantil, era un manga básicamente humorístico. Tatsumi tenía en mente una idea diferente: en su opinión, el cómic podía funcionar como un vehículo artístico adecuado para un público adulto; desde ese nuevo enfoque, cualquier referencia externa podía ser válida. Tatsumi no dejó de asimilar influencias de sus grandes aficiones, el cine francés y norteamericano, la nueva literatura hard-boiled estadounidense (Dashiel Hammett, Ross Mac Donald o Raymond Chandler): “Voy a pasar del humor para hacer una obra monumental con mucha acción / una obra que se salga de los cánones del manga. Un ‘manga’ que no es ‘un manga’. Será un experimento.”
Es cierto que la lectura de Una vida errante no es la mejor manera de introducirse en el mundo del manga: para el nuevo lector, la enumeración de autores, la constante peregrinación de Tatsumi por revistas y editoriales puede conducir a cierta confusión. Es el precio de la minuciosidad del autor, de su compromiso con la realidad. Por otro lado, como ya hemos señalado, Mi vida errante no relata, solamente, la “epopeya” del creador, el camino hacia la fama (una fama en la que Tatsumi nunca se recrea), sino una biografía que rezuma verdad por los cuatro costados. Con avergonzada discreción el dibujante revela episodios ciertamente íntimos de su vida personal: su tortuosa pero emocionada relación con su hermano enfermo, su despertar sexual, sus primeras relaciones con mujeres, etc.; no podría ser de otro modo, en realidad, pese a la devoción obsesiva de Yoshihiro Tatsumi por el manga, la vida es un recorrido complejo, surcado de dificultades y marcado por las relaciones personales. El autor lo sabe bien y reconoce que para que un trabajo de este tipo sea verosímil, el lector debe disponer de toda la información.
Por eso, no crean que estamos exagerando si les decimos que Una vida errante nos ha parecido una obra monumental. Una vida de artista da para eso, desde luego.
sábado, enero 22, 2011
NonNonBa, de Shigeru Mizuki. Niños y fantasmas.
Lo decíamos el otro día, una de las razones por las que el año 2010 permanecerá en nuestra memoria comiquera es el descubrimiento definitivo de Shigeru Mizuki en nuestro país. Después de años leyendo y escuchando hablar de sus virtudes, al fin nos ha llegado la oportunidad de constatar la evidencia. A finales del 2009 se publicó Hitler. La novela gráfica, pero es que el curso pasado hemos tenido la suerte de poder disfrutar de él por partida triple con su Operación muerte, con el primer volumen de su serie GeGeGe no Kitaro y con la estupenda NonNonBa.
Esta última recibió el gran premio del jurado en el salón de Angoulême de 2007. No nos extraña en absoluto: NonNonBa es un prodigio narrativo y visual.
El estilo gráfico de Mizuki es inconfundible, con su mezcla de personajes caricaturescos (con un aire muy cartoon) y unos fondos realistas y muy minuciosos en el detalle, que remiten a la tradición del paisajismo japonés (esa combinación gráfica que Scott McCloud definió como enmascaramiento). El efecto es hipnótico.
En este caso, no obstante, el talento visual de la obra está al servicio de una historia llena de secretos y hallazgos narrativos. Shigeru parte de episodios parcialmente autobiográficos de su infancia, para adentrarse en las profundidades de la espiritualidad filosófico-religiosa de las creencias japonesas. Guiados por el personaje de la vieja NonNonBa, que da título al cómic, descubriremos el mundo de los fantasmas y espíritus que pueblan el panteón sintoísta nipón. Un universo en el que el culto a los ancestros y el respeto, casi reverencial, por la naturaleza se convierten en protagonistas capitales de la historia.
Pero si hay un tema que sobrevuela todas y cada una de las páginas del cómic de Shigeru Mizuki, ese es el de la muerte; enfrentada con una visión muy diferente a la de nuestra cultura: un acercamiento resignado, exento del espíritu trágico judeocristiano, la muerte como tránsito hacia otra realidad. El niño Shigeru descubre la dureza de la existencia y crece en las páginas del cómic con cada tropezón vital. Con la ayuda de la vieja NonNonBa y sus historias de fantasmas y yôkais japoneses, el protagonista del cómic aprende a avanzar por la vida, y a asumir como inseparables las pequeñas tragedias y los gozos que la alimentan. El lector recorre junto a él ese itinerario, al mismo tiempo que se le revelan, como en un gran fresco de la vida rural, las costumbres y tradiciones del pueblo japonés a principios del S.XX.
Pidámosle un último deseo a los espíritus japoneses: que el romance editorial español con Shigeru Mizuki dure muchos años más.
sábado, enero 15, 2011
Perversiones. Breve catálogo de parafilias ilustradas.
sábado, enero 08, 2011
2010: los mejores (y IV)
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2010: Crisis, what crisis? (I)
2010: tendencias y recorridos (II)
2010: cómics, cómics, cómics, más cómics por favor (III)
sábado, enero 01, 2011
2010: cómics, cómics, cómics, más cómics por favor (III).
2010: tendencias y recorridos (II)
2010: los mejores (y IV)
miércoles, diciembre 29, 2010
2010: tendencias y recorridos (II)
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2010: Crisis, what crisis? (I)
2010: cómics, cómics, cómics, más cómics por favor (III)
2010: los mejores (y IV)