lunes, enero 13, 2014

La teoría del cómic: La novela gráfica. Poéticas y modelos narrativos.

Siempre hemos creído que la normalización del cómic sólo sería posible cuando el medio suscitara la misma atención, en todos sus ámbitos, que cualquier otro discurso artístico o narrativo. Eso significa que la salud del cómic dependerá de una atención social considerable y una difusión amplia en los medios y entre los lectores, al margen de su edad o condición, pero también, que el cómic debería ser un objeto de estudio y análisis en ámbitos académicos y científicos.
Hemos leído en alguna ocasión críticas a La arquitectura de las viñetas basadas en su complejidad terminológica y una densidad teórica que hacen de ella una lectura difícil para el aficionado medio o para el curioso. Aceptamos la crítica y estamos de acuerdo con la apreciación, básicamente porque nuestro estudio no nació como un proyecto divulgativo o de iniciación a la lectura, sino imbricado en su naturaleza académica y en el hecho de que se trata de una reescritura y reelaboración parcial de una tesis doctoral. Un lector sugería, en cierta ocasión, que este tipo de textos no deberían ver la luz, salir de su ámbito académico, que el lector no necesitaba complicarse la vida con tecnicismos lingüísticos o erudiciones academicistas que, de un modo técnico, sólo explicaban lo que él intuitivamente ya sospechaba o aceptaba con naturalidad. En este  punto ya nos es imposible comulgar con la lectura crítica de nuestro trabajo, por dos razones: el sentido último de la ciencia es, de hecho, comprender y explicar unos hechos naturales "mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados [deduciendo de ellos] principios y leyes generales" (RAE); no nos hace falta entender en detalle el funcionamiento del aparato digestivo para disfrutar de una buena ración de jamón ibérico, del mismo modo que no tenemos que adentrarnos en los mecanismos narrativos que estructuran ese discurso gráfico secuencial que denominamos cómic, para disfrutar de la lectura de Robert Crumb, desde luego. Esta premisa, sin embargo, no inhabilita la necesidad de que el cómic reciba atención académica y universitaria (como así está sucediendo en los últimos años) si queremos que su estatus dentro de la cultura contemporánea sea el mismo que el de otros vehículos narrativos (como el cine o la novela) o artísticos (pintura, ilustración...), que señalábamos más arriba. No tiene ningún sentido ser un nostálgico del cómic popular de entretenimiento, del tebeo nacido como medio de masas sin ínfulas de alta cultura, sencillamente porque ese nicho sigue y seguirá existiendo sin perjuicio de ese otro cómic que últimamente llamamos "novela gráfica".
Tan larga digresión viene a cuento de la reciente publicación de una de esas obras académicas que nos ayudarán a entender, desde un punto de vista científico y riguroso, los mecanismos internos del relato comicográfico, las repercusiones sociales y culturales de su reciente eclosión, así como algunas de las muy vivas controversias que se han despertado a su alrededor en los últimos tiempos. La obra, coordinada por un amigo de este blog como José Manuel Trabado Cabado, se llama La novela gráfica. Poeticas y modelos narrativos, y traduce y recoge algunos de los textos recientes más importantes que se han escrito arededor del fenómeno de la novela gráfica; entre ellos "La cultura del comic book frente a la novela gráfica", de Eddie Campbell (una entrevista en la que el autor explica su archiconocido manifiesto), o su reverso a cargo de Manuel Barrero, "La novela gráfica: perversión genérica de una novela editorial" (que tantas vueltas y reacciones ha suscitado en la red).
Pero, además, la colección de textos incluye estudios de autores tan reputados como Roger Sabin, Pascal Lefèvre, Jan Baetens, Robert C. Harvey, Gene Kannenberg, Bart Beaty (cuyo texto sobre los cómics autobiográficos hemos tenido el honor de traducir) o del mismo José Manuel Trabado que contribuye al debate con su muy esclarecedor "La novela gráfica en el laberinto de los formatos del cómic". El índice completo de artículos es el siguiente:

INTRODUCCIÓN

JOSÉ MANUEL TRABADO CABADO: La novela gráfica en el laberin­to de los formatos del cómic........................................11

LA NOVELA GRÁFICA EN SU CONTEXTO

ROGER SABIN: La novela gráfica en su contexto.....................65

PASCAL LEFÈVRE: La importancia de ser publicado..................83
CHARLES HATFIELD: Comix, tiendas de cómics y el auge de los cómics alternativos despuésde 1968......................................103
JAN BAETENS: Novelas gráficas:¿literaturas sin texto?...............169

TEXTOS PARA UNA POLÉMICA
MANUEL BARRERO: La novela gráfica: perversión genérica de una etiqueta editorial...................................................191
ÁNGEL DE LA CALLE: A propósito de la novela gráfica..............225 
EDDIE CAMPBELL: La Cultura del comic book frente a la cultura de la novela gráfica.................................................231 
 
NOVELA GRÁFICA Y AUTOBIOGRAFÍA 
BART BEATY:La autenticidad de la autobiografía...................243
ROCÍO G. DAVIS: El cómic y las autobiografías de la niñez. Leer a Marjane Satrapi y LyndaBarry..................................287

EN EL CENTRO DEL CANON: LENGUAJE Y ARQUITECTURA NARRATIVA DE LA NOVELA GRÁFICA
ROBERT C. HARVEY: La senda de los héroes hacia el arte...........317
ERIN MCGLOTHLIN: Ningún tiempo mejor que el presente. Narración y tiempo en Maus, de Art Spiegelman............................339
GENE KANNENBERG, JR.: Los cómics de Chris Ware: el texto, la ima­gen y las estrategias narrativo­ visuales...........................375
ANNALISA DI LIDDO: Consideraciones formales sobre la obra de Alan Moore..........................................................409
 

¿Para todos los públicos? Quizás no, pero se nos ocurren muchas personas que, seguro, disfrutarán de esta colección de ensayos tanto como de la lectura de las obras que los han inspirado. Hay tiempo y lugar para todo. Una cuestión de normalidad.

martes, enero 07, 2014

Lo mejor de 2013: ¡Qué cosecha la de aquel año!

Por una de esas paradojas cruzadas, el desastroso 2013 ha sido un gran año para el cómic en nuestro país y, parece, fuera de él. En 2013 lloramos por la insultante estulticia de nuestros gobernantes, por la manipulación de los órganos de justicia, por el desmantelamiento del estado del bienestar, por la codicia infinita de financieros y grandes empresarios, por la humillación constante que sufre el más débil; y, al mismo tiempo, aplaudimos las imaginativas y valerosas reacciones sociales ante las injusticias, la creatividad en ebullición que se percibe en plataformas, colectivos culturales y editoriales, el evidente florecimiento de la respuesta crítica que se proyecta en todo tipo de manifestaciones artísticas y, lo que más interesa para este blog, aplaudimos la publicación regular de muchos buenos tebeos internacionales y muchos, de verdad, grandes tebeos nacionales.
No ha sido fácil, pero en nuestra selección de lo mejor del año han entrado (sin orden de preferencia): 

Los surcos del azar (Astiberri), de Paco Roca: el mejor cómic de Paco Roca, lo cual ya es decir mucho. Un trabajo fabuloso. Los surcos del azar recrea la historia de la División 9, los héroes antifranquistas que participaron en la liberación europea de las tropas nazis, y lo hace con una fidelidad exhaustiva a la Historia y con un respeto encomiable a las historias de sus protagonistas; en particular a la de Miguel Ruiz (alias Miguel Campos), su narrador en segunda instancia. Roca nos demuestra, una vez más, que es uno de los mejores narradores de nuestro país, y pone su talento al servicio de una historia olvidada: resulta paradójico que, sistemáticamente, busquemos consuelo anestésico en los héroes de ficción y nos olvidemos de los verdaderos protagonistas de nuestro pasado. Es sonrojante que, en estos tiempos turbios que nos toca vivir, hasta el análisis de nuestra Historia reciente parezca bajo sospecha, velado por la mugre revisionista de un franquismo que no estamos seguros de haber superado. El cómic de Roca nos devuelve un poco de dignidad y se erige en otro homenaje a una memoria histórica de la que muchos aún huyen como de la (su) propia peste. Los surcos de azar es ya una obra imprescindible de cómic español.

Grandes preguntas (Fulgencio Pimentel/Sins Entido), de Anders Nilsen: otra obra colosal (y no sólo por su tamaño). Dicen que lo más profundo o lo más sublime se condensa en una gota de agua. Y en una bandada de pájaros, parece añadir Nilsen. La del americano es una fábula contemporánea que cuestiona la naturaleza humana y el sentido último de la existencia a partir de las reflexiones y vivencias de unos cuantos pequeños pinzones. Así, a través del viejo recurso de la personificación, asistimos a una revisión de las convenciones sociales y a un cuestionamiento de nuestros valores éticos y morales desde la mirada ornitológica de nuestros pequeños protagonistas y la del resto de personajes animales que habitan las páginas de este cómic (que su autor publicó por entregas a lo largo de más de quince años). Curiosamente, las lecciones más importantes que aprendemos en Grandes preguntas, las pocas respuestas que parecen esbozarse, tienen poco que ver con el factor humano, y nos sitúan en un estadio mucho más importante: el hecho de estar vivos.

Nela (Astiberri), de Rayco Pulido: como diría alguno de nuestros muy galdosianos dirigentes decimonónicos, Rayco Pulido ha hecho una adaptación del Marianela de Benito Pérez Galdós como Dios manda. En este caso la expresión define la habilidad del artista canario a la hora de adaptar la obra literaria de Galdós al lenguaje del cómic evitando "literariedades" innecesarias y haciendo gala de toda una batería de recursos imaginativos y muy eficaces. Pulido ya nos había mostrado su vena más experimental en la muy estimable y postmoderna Sin título. 2008-2011; todavía sorprende más que, en su búsqueda de un lenguaje propio, el autor haya logrado modernizar el folletín decimonónico, sin perder un ápice de la emoción y la sensibilidad galdosianos. Bien por Rayco.

Todo y nada (Fulgencio Pimentel), de Sammy Harkham: Harkham tiene una sensibilidad máxima. Una habilidad especial para desentrañar los pequeños detalles significativos que se esconden detrás de la existencia ordinaria; sus historias se pueblan de gestos, despechos y sonrisas de medio lado que tienen mucho más sentido que un acto heroico, un insulto abrupto o una carcajada franca. Todo y nada es la recopilación de muchas de esas historias que Arkham ha estado publicando esporádicamente a lo largo de los últimos años. La recopilación encierra algunos relatos soberbios y muchos instantes de genialidad verdadera (desde el Napoleón inicial a las desarmantes monotonías veraniegas de la adolescente Iris en Somersault). Seguimos prefiriendo la edición no remontada de Pobre marinero, pero tener aquí tanto de Harkham y tanto bueno es un triunfo.

Hawkeye (Panini), de Matt Fraction y David Aja: siendo de los que no encontramos demasiadas alegrías en las franquicias superheroicas, el placer es doblemente intenso cuando uno se topa con un trabajo tan original y divertido como este Hawkeye. La apuesta de Fraction y Aja es arriesgada: las aventuras de paisano del menos glamuroso de los vengadores, Clint Barton (alias Ojo de Halcón), así, a ras de suelo, el día a día de un héroe en su bloque de vecinos. Envido. Si, además, como sucede, los guiones de Fraction están cargados de frescura, humor, inteligencia y referencias a la modernidad, y David Aja se revela, con su minimalismo-pop, como un nuevo referente para los tebeos de superhéroes (su dibujo es la verdadera actualización iOS7 de Los Vengadores tradicionales), el éxito está garantizado. Órdago a la grande.

La Hermandad de Historietistas del Gran Norte (Sins Entido)de Seth: ¿es posible realizar un cómic puramente descriptivo? Gregory Gallant, alias Seth, se empeña en demostrarnos que sí, sobre todo si el detalle se filtra a través de la mirada irónica y la recreación paródica. La Hermandad de Historietistas del Gran Norte sigue la misma línea de historiografía bufa que ya observáramos en Wimbledon Green, aunque supera en lirismo y ensoñación a ésta última. Seth nos regala una visita turística por el escenario ficticio de un club de dibujantes de cómic y, a través de su irónica mirada subjetiva, nos conduce por las diferentes estancias del local mientras desgrana su historia y la de sus miembros. Así, con paso firme y mucha guasa, a partir de su tramoya de cartón piedra este cómic invita, a partir de la metarreferencia, a la reflexión acerca de la historia del cómic y el papel de sus creadores.

Playground (Ediciones Valientes), de Berliac: un tebeo pequeño de una pequeña editorial independiente, pero un gran cómic. El más experimental de nuestra lista, sin duda. Playground juega sobre la "falsa" premisa de una biografía, la del director norteamericano John Cassavetes, para desarrollar, en realidad, un ensayo acerca del lenguaje del cómic y la naturaleza de la narración secuencial fílmica por comparación con la comicográfica. De este modo, la forma y el contenido de Playground confluyen en un ensayo autorreferencial tan complejo, inspirador o libre como el mismo cine de Cassavetes; cuya vida y obra inspiran sus páginas.

La propiedad (Sins Entido), de Rutu Modan: la israelí se ha hecho de rogar, pero la espera ha merecido la pena. La historia de la anciana que regresa, junto a su nieta, a la Varsovia que tuvo que abandonar a causa de la invasión Nazi, para arreglar unos viejos asuntos inmobiliarios, es el punto de partida de una aventura que mezcla reflexiones históricas, costumbrismo judío e incluso ciertas dosis de intriga. La propiedad es un thriller de andar por casa, un cómic entretenido y muy bien dibujado que nos habla del peso de la memoria, de la restitución, el perdón y las viejas deudas que nunca llegan a cobrarse del todo.

Beowulf (Astiberri), de Santiago García y David Rubín: épica en estado puro. Santiago García y David Rubín adaptan al cómic uno de los textos clásicos de la literatura inglesa, el viejo poema anglosajón que narra la lucha del héroe Beowulf contra la bestia Grendell, y lo hacen sin regatear ninguna de las dificultades o requerimientos que demanda tamaña empresa. Así, este nuevo Beowulf se revela como un fantástico espectáculo visual, apoyado en una secuenciación audaz y dinámica, que hace honor a las gestas de su protagonista, pero que, al mismo tiempo, plantea profundas reflexiones acerca del paso del tiempo, la condición humana del héroe y la mezcla peligrosa que conforman la política y el poder.

La infancia de Alan (Sins Entido), de Emmanuel Guibert: Guibert nos tiene ganados de antemano. No hace un cómic malo. La infancia de Alan es muy bueno, de hecho. El francés continúa completando la biografía de su personaje (que conocimos en La guerra de Alan) con un detallismo y una verosimilitud exhaustivos. El personaje de Alan está basado en un excombatiente norteamericano que Guibert conoció en la isla de Ré y con el que entabló una amistad estrecha. La infancia de Alan desgrana diferentes episodios y anécdotas significativas de la niñez de su protagonista, y su autor consigue nada menos que insuflar vida auténtica a su creación ficcional. El lector se sumerge en el itinerario apasionante de la vida de Alan y, a lo largo de sus páginas, asiste admirado al minucioso despliegue de realismo gráfico de un autor enormemente dotado para la escritura y el dibujo.

Fénix (Planeta DeAgostini), de Osamu Tezuka: no es una novedad (bonus-track), de acuerdo, pero sí la primera vez que se recopila como merece la obra de toda una vida de uno de los grandes del cómic. Tezuka trabajó durante décadas en esta fantasía diacrónica que recorre la historia del hombre a la estela del vuelo inmortal del Fénix, el pájaro eterno que, como ha hecho el ser humano a lo largo de la Historia, parece renacer una y otra vez de sus propia cenizas. En casi todos los trabajos de "El Padre del Manga" encontramos trazos de su magisterio comicográfico, pero en ninguno como en Fénix se condensan con tanta claridad todas sus virtudes y la influencia universal de su obra: la fluidez y expresividad de su dibujo, su habilidad inigualable para la creación de secuencias y montajes de página novedosos o el sentido del espectáculo que demuestra en la elección y el desarrollo de sus historias-río corales se pueden disfrutar ahora con la continuidad que merecen gracias a la recopilación de Planeta.
A ver si, efectivamente, la reedición de este Fénix simboliza de algún modo nuestra entrada en el 2014. Salud.

lunes, diciembre 30, 2013

Lavado de cara y cambio de plantilla.

Se nos han adelantado los Reyes Magos gracias a la pericia informática de nuestro amigo Jorge Sánchez. Aunque no se note mucho a simple vista, por fin hemos jubilado nuestra vieja plantilla Bowman Mínima y nos hemos mudado a la también muy minimalista Plantilla Simple Beta de Blogger.
Mantenemos las señas de identidad del blog, fondos y cabecera, pero nos da la sensación de que la visión global de títulos, pies de entradas, vínculos y textos es mucho más diáfana y aseada. Ya nos dirán si les convence.
Felices fiestas y gracias por seguir ahí.

lunes, diciembre 23, 2013

Beowulf, de Santiago García y David Rubín. Épica secuencial.

Este año han caído en nuestras manos dos de esos cómics que deslumbran por una factura visual espectacular y una secuenciación audaz y vertiginosa. Nos referimos al multipremiado Cuento de arena, de Ramón K. Pérez, Jim Henson y Jerry Juh, y a Beowulf, de Santiago García y David Rubín, que, seguro, también recibirá un buen número de galardones en este 2014 que se nos viene encima.
Aunque el trabajo estadounidense está repleto de sorpresas argumentales y soluciones imaginativas, nos quedamos sin duda con la obra de García y Rubín, a la que encontramos superior por su enjundia argumental y simbólica, por su trascendencia "literaria" y por el valioso ejercicio adaptativo que han llevado a cabo sus autores (que implica, entre otras cosas, huir de esa literariedad que acabamos de mencionar).
Hace ya más años de los que nos gustaría confesar, tuvimos que leer Beowulf por razones académicas. Una tarea ardua y filológica, pero llena de alicientes. El Beowulf, como decíamos entonces, es una de las obras literarias más importantes de la literatura inglesa y uno de los pocos textos anglosajones que se conservan. Poco más se sabe del origen de este poema épico anónimo. Por dicha naturaleza épica, Beowulf, como tantos otros cantares de gesta, se presta perfectamente a cualquier tipo de trasvase narrativo (los señores de Hollywood también se dieron cuenta de ello hace unos años, con bastante poco éxito). Santiago García y David Rubín lo han entendido a la perfección: su obra se alimenta de ese espíritu épico y del tono mítico de las grandes epopeyas.
La historia del héroe Beowulf, sobrino del rey de Gotlandia, que ofrece su espada al rey skyldingo Héorot de Hrothgar para derrotar al troll Grendell que tiene aterrorizados a todos sus subditos, es el material narrativo que utiliza este cómic para desarrollar una aventura cargada de acción, sangre y heroismo clásico. El Beowulf de García y Rubín redistribuye los cuatro Cantares de la obra original en tres partes (y un epílogo a cargo de Javier Olivares). En cada una de ellas, el héroe protagonista lleva a cabo una acción heroica que habrá de redundar en el bienestar de los vikingos azotados por la maldición del monstruo Grendell, primero, por el odio vengativo de su madre, después, y por el fiero dragón que amenaza el propio reino de Beowulf en Suecia, en tercer lugar. Como sucede en casi todas la grandes obras literarias, detrás de la base argumental se esconden simbolismos y relecturas de diferente naturaleza: con las victorias del héroe, asistimos también a su madurez, a los diferentes periodos vitales del Beowulf hombre; que evoluciona desde su ímpetuosa vanidad juvenil hasta la madurez serena y un tanto taciturna de sus últimos años. Beowulf es también un "tratado" de moral política, una reflexión en torno al poder y a sus consecuencias, y una reflexión acerca de la naturaleza humana, por oposición al carácter heroico.
Precisamente, parece que David Rubín ha decidido en los últimos tiempos indagar en los valores del heroísmo comicográfico. En sus dos tomos de El héroe, el gallego ya exploraba con éxito las posibilidades narrativas y gráficas de la aventura epopéyica. Ahora, a partir del muy medido guión de Santiago García, Rubín da rienda suelta a ese enorme y tan personal talento gráfico que ya se adivinaba en aquellas sus primeras obras que tanto nos gustaron, como El circo del desaliento o La tetería del oso malayo. Su crecimiento (su evolución, mejor) como artista plástico se revela en Beowulf a través de desbordantes construcciones visuales y una minuciosa recreación de ambientes y personajes.
Como anticipábamos en la introducción de estas líneas, uno de los valores más destacados de este trabajo es su osadía narrativa, su capacidad para conseguir soluciones ingeniosas a partir de las complejas secuenciaciones que han construido sus dos autores. El relato, la aventura, se despliega con un ritmo ágil y fluido que, no obstante, deja espacio a las descripciones físicas y psicológicas, gracias al uso de microviñetas insertas en grandes viñetas-marco. De este modo, la narración se despliega en diferentes niveles y se añaden nuevas dosis de información mediante el uso de estructuras paralelas y viñetas superpuestas. En muchos casos, estas pequeñas viñetas añaden puntos de vista subjetivos (la mirada de la bestia que sólo ve tendones y carne donde nosotros, los lectores, vemos personas y héroes); en otros, funcionan como elementos descriptivos o como viñetas de creación de ambiente (lo que McCloud llamaba transiciones de aspecto a aspecto).
El brillante empleo del color y las texturas, la riqueza informativa y secuencial y la lujosa edición que ha llevado a cabo Astiberri, hacen que este sea uno de esos libros que no sólo se lee, sino que hay que volver a ver, mirar y descubrir de tanto en cuanto. Una victoria.

lunes, diciembre 16, 2013

La propiedad, de Rutu Modan. Deudas y restituciones.

Se prodiga poco Rutu Modan. Después del éxitoso restallido de crítica y público que acompañó a Metralla, sólo habíamos tenido ocasión de leer Jamilti, una recopilación de relatos interesante, pero más irregular que aquel.
Se publica ahora en nuestro país La Propiedad, su última novela gráfica, un trabajo que mantiene algunas de las muchas virtudes que nos gustan de la autora israelí. Insiste, por ejemplo, en esa línea clara realista, cargada de detalles y subrayada por un uso muy limpio de colores planos, que aportan una cualidad casi "industrial" al dibujo de Modan. En alguna ocasión hemos señalado las afinidades entre su estilo y el de otros autores plásticos que han hecho una marca estilística del acabado perfecto y  el diseño técnico (cercano al campo de la señalética); pensábamos en Julian Opie o Alex Katz, por ejemplo.
Su dibujo está al servicio del realismo, de la verosimilitud de sus historias, que se mueven entre lo ordinario y lo azaroso con la misma normalidad que lo hacen las historia de los hombres y la Historia de los pueblos. No hay elementos mágicos, ni extrañamiento, en los cómics de Rutu Modan, pero sus narraciones están cargadas de anécdotas, coincidencias y sucesos que, sin perder un ápice de credibilidad, consiguen casi siempre arrastrar al lector hacia el territorio del relato, captar su interés. En parte, el mérito es atribuible al exotismo, a la indagación en universos culturales que nos son ajenos: desconocíamos que los escolares en Israel hacen excursiones anuales a Polonia y a Alemania con el fin de "refrescar" las tragedias de su pasado colectivo; nos sorprende la secuencia en la que la protagonista, una productora de televisión, se refiere a sí misma como experta en artes marciales (un efecto secundario del servicio militar obligatorio y universal en Israel), después de haber noqueado a su interlocutor...
Detalles y más detalles, gráficos y narrativos, que funcionan como leitmotivs, como puentes entre la ficción y la historia real de tantos y tantos judíos que tuvieron que emigrar de Alemania, Polonia y el resto de territorios ocupados, antes y después del trágico conflicto europeo. Pero no nos equivoquemos, La propiedad no es una historia trágica, es más, la diáspora sólo se presiente en un segundo plano, como lejano elemento desencadenante de los acontecimientos que en verdad se desarrollarán en la historia.
Una abuela y su nieta viajan desde Israel a Polonia con el fin de poner al día ciertos asuntos inmobiliarios referentes a las propiedades que la familia dejó atrás en Varsovia cuando tuvieron que huir de los Nazis. Como suele suceder, lo más sencillo, la más fútil de las burocracias, puede terminar convirtiéndose en un ovillo de gestiones, molestias y dificultades imprevistas difícil de desenredar. Sobre todo, cuando detrás de todo, en la trastienda del viaje y la gestión inmobiliaria, se esconden secretos familiares de largo alcance. De este modo, lo que parece un viaje más, termina por convertirse en una travesía mucho más compleja, que implica una búsqueda interior y un reecuentro traumático con el pasado; y una historia, más o menos trivial, acaba por adquirir ciertas dosis de intriga y enriquece su trama con elementos más propios del suspense ficcional que del costumbrismo con trasfondo histórico que anunciaban las primeras páginas.
En el debe del cómic encontramos una recreación de personajes que, en bastantes ocasiones, nos los hace parecer verdaderamente antipáticos. No siempre le resulta fácil al lector empatizar con esa abuela, víctima en segunda instancia del avance Nazi (¿es necesario representar e los cómics a todos los ancianos judíos como personajes hoscos, caprichosos y agrios? ¿es una consecuencia del peso de la historia o del peso del Vladek, de Art Spiegelman?). Tampoco la nieta, ni los dermás personajes secundarios, se aparta de ese manto de amargura, aunque sus vivencias del éxodo no sean directas y vengan interpuestas por la tradición, la familia y la complicada situación sociopolítica de Oriente Próximo. 
Quizás por todo ello, La propiedad adolece también de cierto victimismo histórico, transformado en algún momento en revanchismo hacia el pueblo polaco y los personajes polacos de la historia (descendientes de los verdaderos protagonistas de las afrentas pasadas, en realidad). Entendemos que, probablemente, así sean las cosas y así sea el estado de la cuestión en Israel, pero, de igual manera que la indagación multicultural y el costumbrismo de La propiedad funcionan como acicate narrativo, el perfil de sus personajes nos crea en ocasiones una barrera psicológica de incompresión. Un personaje no tiene que caerte bien para que aprecies las bondades de su naturaleza literaria o artística, es cierto, pero también lo es que sus actos tienen que resultarnos comprensibles, sus reacciones deben entrar dentro de cierta lógica interpersonal para que empaticemos con ellas. Quizás sea esa misma distancia cultural y geográfica, que señalábamos al comienzo, la responsable de este desafecto que venimos comentando, la causa de que nuestro poco aprecio por los personajes de Modan nos separe emocionalmente de sus enfados, suspicacias y desconfianzas.
Y a pesar de todo (cualquiera lo diría) admitimos sin dudarlo que La propiedad nos ha gustado mucho. Es una historia muy bien dibujada y optimamente construida: su guión funciona con precisión y consigue alternar lo cotidiano con lo extraordinario, el costumbrismo con el suspense o, lo que es aún más importante, la vida con la ficción. Es verdad, Rutu Modan ha hecho otro cómic excelente.

lunes, diciembre 09, 2013

BLU, libros y vídeos.

Lo hemos repetido ya en varias ocasiones, en nuestra opinión BLU es uno de los artistas más importantes dentro del panorama cultural contemporáneo. Lo es por su talento gráfico, por la reflexividad crítica y social de su trabajo, por la invectiva símbolica de sus murales y grafitis; y lo es por el grado de virtuosismo que se encierra en su propuesta técnica y en su manejo novedoso del stop motion aplicado sobre muros vivos en flujo constante (que en sus últimos trabajos incluye con cada vez mayor frecuencia la animación de elementos reales). El fenómeno BLU se circunscribe dentro del ámbito postmedial, esa nueva realidad de un arte contemporáneo abierto, democrático, intertextual y multimedia, que según Domigo Hernández se mueve en el doble contexto imbricado de la postmodernidad y los ámbitos tecnológicos. En cierto sentido, los trabajos de BLU condensan ese nuevo estadio medial, esa reformulación del arte, mestiza, abierta y tecnológicamente sofisticada (aunque su base plástica sea puramente instintiva y manual).
 Nos sigue fascinando la complejidad hipnótica de MUTO, de Morphing o de Big Bang Big Boom y aún conservamos viva la sensación de pasmo cada vez que (intencionada o casualmente) nos hemos topado con alguno de sus colosales grafitis en Berlín, Barcelona, Zaragoza o Lisboa.
Por eso, cuando, hace no mucho, alguien muy especial nos sorprendió con un regalo también especial, una de las primeras cosas que pensamos fue en compartir con ustedes la existencia de BLU sketch note-book y la de BLU 2004-2007. Se trata, respectivamente, de un DVD y un libro ilustrado, en los que se recopila buena parte del videoarte y la producción ilustrada de BLU, además de numerosas fotografías, grabaciones filmadas de la elaboración de sus grafitis y los célebres wall-painted animations que hemos mencionado más arriba.
BLU 2004-2007 (Studio Cromie) recoge una selección de sketches y de fotografías murales realizados por el autor entre los años señalados en el título. El libro es todo un festín de gourmet dedicado a fans y completistas de la obra del artista taliano; un capricho primorosamente editado.
Por su lado, el DVD BLU sketch note-book es una recopilación de sus vídeos, pequeñas películas animadas y las grabaciones de su proceso de trabajo en la creación de murales y grafitis animados. La recopilación de materiales comprende los siguientes cuatro apartados: "wall-painted animations", "animations on paper or computer", "time-lapse videos" y "extras"; en esta última categoría encontramos las primeras pruebas de BLU con sus grafitis vivos, experimentos diversos de animación, e incluso algunos de sus primeros ejemplos de "dibujos animados" realizados con lápiz (Dialogo), tinta (China), rotuladores de colores (Limone) o medios digitales (OK NO).
Precisamente, una de las mayores sorpresas que encierra el DVD se encuentra en la estupenda colección de animaciones "convencionales" de BLU que se recogen en el mismo. Deslumbrados por su faceta de artista urbano, no nos habíamos parado a pensar en que el artista hubiera trabajado también sobre papel o con materiales reales (como la plastilina, en FFWD). Algunos de estos dibujos y trabajos de animación tradicional son tan sorprendentes como sus stop-motions sobre muros, y, como sucede con toda su producción, se reconoce inequivocamente en ellos el sello BLU: por su estilo, por su realización virtuosa y por el mensaje crítico que encierran.
Los temas de cada una de estas animaciones son variados, pero casi todas incluyen conceptos e ideas muy habituales en el universo del creador italiano, como la evolución y la lucha por la supervivencia (que vemos en Palla, FFWD), la mutación y la trasformación (FFWD, Child, Fino), la alienación de las sociedades de consumo (Child) o la muerte y la destrucción de toda forma de vida como elementos consustanciales de la naturaleza humana (Palla, Sulla differenza tra un sorriso e una risata).



Dos joyas, tanto el libro como el DVD, dos regalos como dos soles que satisfarán a cualquier fan de BLU y del buen arte en general.

lunes, diciembre 02, 2013

Sobre Spleen, de Esteban Hernández, en Culturamas.

http://www.culturamas.es/blog/2013/12/02/spleen-de-esteban-hernandez-ahogo-interior/
Esta semana nos hemos mudado temporalmente a nuestra segunda casa, Culturamas, para hablar de Spleen, el último trabajo de Esteban Hernández, un habitual en nuestro blog. Un tebeo autoeditado y autodistribuido, un cómic complejo y exigente, que habla de los demonios interiores y del ahogo existencial. Introspección en tiempos de crisis interior.
Aquí pueden hacerse con él, y aquí leer nuestra reseña:

lunes, noviembre 25, 2013

Wright, Merritt y otras murder ballads.

Seguimos respirando un poco más a través de Blacklung. En uno de sus abordajes, los piratas protagonistas encuentran un libro de canciones marineras entre el botín. Entre todos, obligan a Marquis, el único que sabe leer, el profesor y tripulante accidental del barco, a recitarles una de las canciones del libro. La canción-poema que el azar elige es la siguiente:
The land is short
The sea is high
Not half as high as the wind
Our mast is thick 
Our sails are true
Not true as Ann Garland.

I gave her up to be a man
And told her, darling dear,
There was never a man that went away
Who had so little fear,
That he would come back home,
That you would wait for him
So he'd have his darling dear.
At the end of the day
He could look at his wife
And upon his children dear.

The land is short
The sea is high
Not half as high as the wind
Our mast is thick 
Our sails are true
Not true as Ann Garland.

Five years hence
He arrived at the dock
Near the home he once had known,
With a body that was hard
And eyes that were keen,
He went to greet his very own.
But when he came to the door
He saw the face of a child
Through the window staring at him
And his heart rose up.
He could taste it in his mouth
The fear he'd mocked now had him.

The land is short
The sea is high
Not half as high as the wind
Our mast is thick 
Our sails are true
Not true as Ann Garland.

He knocked on the door
And prayed to his soul
That the child would not be real.
Her sweet lover's eyes
Exploded in the night
And tasted their last meal.
A mother she had been
And a widow she had been
And been also a gentle lover.
He put them in a hole
And he covered up his soul
And he left his home forever.

The land is short
The sea is high
Not half as high as the wind
Our mast is thick 
Our sails are true
Not true as Ann Garland.
La canción encierra a la perfección el espíritu doblemente trágico y trascendente de Blacklung. La primera vez que la leímos, nos pareció que este poema podría estar libremente inspirado en alguna antigua canción marinera o en una murder ballad (composiciones líricas de metro simple sobre asesinatos y sucesos macabros, el equivalente anglosajón de nuestros romances más truculentos), pero no hemos encontrado rastros de ella en la web, por lo que suponemos que se trata de una creación de Chris Wright al estilo antiguo. Como también hiciera Nick Cave en su disco del mismo nombre (Murder Ballads) en 1996, en el que incluyó joyas como ésta.
La composición de Wright le deja a uno mal cuerpo, pero tiene su aquel. En otro tono (uno mucho menos desabrido y sangriento) nos recuerda a otra "falsa balada", el "Abigail", de Stephen Merritt y sus The Magnetic Fields, el grupo que más nos ha emocionado y tocado la fibra en estos últimos lustros (que van siendo décadas). "Abigail, Belle of Kilronan" es sólo una de las muchas obras maestras (una de las más conmovedoras) que adornan las tres fabulosas horas de 69 Love Songs. Fundamental:

lunes, noviembre 18, 2013

Blacklung, de Chris Wright. Ángeles, monstruos y piratas.

Blacklung es uno de los cómics estadounidenses más alabados y premiados del 2012. Su rareza es su virtud, su originalidad, el mayor de sus atractivos.
Hablábamos el otro día de animales antropomórficos y de seres humanos animalizados con motivo de la comparación entre la pintura alegórica flamenca y renacentista y cierto underground. El cómic de Chris Wright está obviamente influido por el estilo underground clásico (su trazo nervioso, el abundante entramado y rayado manual, la espontaneidad de su acabado), pero el diseño de sus páginas y personajes, más que a las caricaturas gamberras y transgresoras de los Crumb, Shelton o "Spain" Rodriguez, nos recuerda a la turbadora visión del mundo de William Blake (infiltrado en un mundo de piratería ilustrada).
Estamos ante un trabajo complejo y rico en matices, una de esas obras que requieren de una lectura atenta. Resulta curioso, de algún modo, porque la historia que se plantea en Blacklung es en realidad un ejercicio de género puro y duro, un relato de aventuras de piratas. El resultado final está muy lejos, sin embargo, del simple distraimiento o de la aventura heroica. Chris Wright utiliza el molde genérico para hablar de temas tan profundos como el sentido de la trascendencia, la pérdida de la fe, la predestinación frente al libre albedrío o la brutalidad humana. Sobre todo la irracional, desnuda y primitiva brutalidad humana.
Los personajes de Blacklung no son exactamente personas, tampoco animales, son “entes” animados, seres primarios, sólo a veces guiados por una chispa racional, golems de barro, arpillera y paja destinados a simbolizar todos y cada uno de los defectos y vicios humanos. Sus rostros están diseñados como aquellos muñecos de hierba que regábamos de niños hasta que las raíces y brotes que crecían desde su interior terminaban por formar un rostro vegetal deforme. Sus actos discurren entre una espiritualidad religiosa cuasi-esotérica y la barbarie en estado puro. Fuego y tierra.
Hablábamos hace unos meses de la lucha animal y del darwinismo inclemente de una obra como Pudridero, tan poblada de bestias y monstruos. Los personajes de Blacklung son aún más bestiales que aquellos, porque la suya no es una simple lucha animal por la supervivencia, sino un struggle for life matizado por la búsqueda de explicaciones a nuestra existencia, una orgía de deshumanización salpicada por la culpa y el temor de dios (de algún dios). Esta visión más compleja de la existencia es la que, en nuestra opinión, hace de Blacklung una obra superior a la de Johnny Ryan; un trabajo más cargado de matices y segundas lecturas.
La historia, las historias que se cruzan en el trabajo de Wright son las que marcan a su vez las vidas cruzadas de sus numerosos personajes (a los cuales no es siempre sencillo distinguir, ya que sus rasgos fisiológicos son más icónicos que humanos -otra vez). Tampoco es fácil seguir el hilo de sus parlamentos (por lo alegórico, en ocasiones, por lo arcaizante de su lenguaje, en otras), ni una línea de acontecimientos que depende, tantas veces, de la naturaleza simbólica del relato. Pero el reto, la inmersión, vale bien la pena: el lector profundizará con desconcierto e interés, primero, en la leyenda cruenta del pirata Towart; se posicionará con cierto escepticismo al lado del profesor Isaac, protagonista involuntario de la aventura; y se embarcará, finalmente, en la travesía definitiva junto a la terrible tripulación del Pirata Brahm, tan místico como sanguinario: "...he conocido a un buen número de tripulaciones y capitanes, y este Brahm es otra cosa. Es fiero pero no está loco, tiene medida, alma, podríamos decir...", señala uno de sus marineros.
La apuesta de Wright es al todo o nada: ni le ahorra al lector esfuerzos, ni evisceraciones. Sus escenas de castigos y batallas son algunas de las más explícitas y cruentas que hemos visto en una viñeta, mientras que las páginas que ilustran los sueños, las visiones y los metarrelatos espirituales del Capitán Brahm, funcionan en un plano simbólico, casi abstracto, que no habíamos leído nunca en un cómic. La secuenciación geométrica, totémica, de sus viñetas tiene una fuerza primitiva que entronca con una visión atávica y ancestral del mundo y de la espiritualidad, y aporta una buena dosis de simbolismo a las páginas de Blacklung.
Blacklung by Chris Wright - pages
Un cómic con mayúsculas. No sabemos si hay alguna editorial española que se haya hecho ya con los derechos de la novela gráfica de Chris Wright, pero la que se atreva, se apuntará un tanto ganador. Eso sí, no sería mala idea regalar un pañuelo junto al libro. Para limpiar las salpicaduras de sangre, decimos.

lunes, noviembre 11, 2013

Sobre Miguelanxo Prado y su Premio Nacional en la SER.

Estuvimos la semana pasada con Chema Díez, en nuestro programita comiquero de la cadena SER Soria, hablando del Ardalén de Miguelanxo Prado; para que no se diga que no nos ceñimos a la actualidad o que le damos la espalda a los nombre ilustres del cómic español. 
 Nos gustó mucho el trabajo de Prado, una obra profunda y reflexiva, un cómic de personajes y retratos sociales, que vuelve a incidir en la compleja fragilidad de la memoria y en la construcción de los recuerdos. Muy merecido su Premio Nacional. ¡Y además Miguelanxo cada vez dibuja mejor!
Les dejamos con el podcast.