Artista: Sr. Arribas |
martes, agosto 11, 2015
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Javier Arribas
miércoles, agosto 05, 2015
Tres planes culturales santanderinos para este verano (gratis)
Si tienen ustedes la fortuna de pasarse o pasearse por Santander en las próximas semanas,
hay tres cosas que podrían hacer y disfrutar sin gastarse un solo duro…
Hasta el 02 de septiembre, la Obra Social “la Caixa” expone siete esculturas colosales de Henry Moore en el Paseo Marítimo de la segunda playa del Sardinero. Hemos
tenido la suerte de contemplar la obra de Henry Moore en numerosas exposiciones
y museos, y, créannos, siempre merece la pena acercarse a uno de los artistas
esenciales del siglo XX. Su obra ha influido a buena parte de los escultores
contemporáneos, hasta el punto de transformar la solidez y contundente
sensualidad de sus piezas monumentales en frecuentes invitados del paisaje urbano
de nuestras ciudades. En Santander tienen la ocasión de disfrutar de obras
maestras de su producción, como Óvalo con puntos, Figura reclinada en dos
piezas nº 2, Pieza de bloqueo o Madre e hijo reclinados, perfiladas todas ellas
sobre el Cantábrico rumoroso y agitado. Naturaleza en acción y tensión
dinámica, como le hubiera gustado al propio Moore.
El 10 de septiembre, en la galería Alexandra Espacio Creativo, clausuran la exposición Mi mamá no me mima con dibujos de Sandra Rilova. Lápices de colores, acuarelas, collage y acrílicos para desarrollar una interesante aproximación a la cuentística popular desde los conceptos de la amenaza y la alteridad en cuadros de pequeño formato. El estilo de Rilova, familiarizado con la ilustración, retrata los miedos infantiles a partir de la escenografía de momentos inquietantes y el desarrollo simbólico de las falsas apariencias. Una buena ocasión para reflexionar sobre las tinieblas de la infancia al resguardo de la canícula estival.
Seis meses les quedan (hasta el 10 de enero) para acercarse a la Fundación Botín a ver Sol Lewitt. 17 Wall Drawings. 1970-2015. La obra, comisariada por John Hogan, Director de Instalaciones de la Yale University Art Gallery y dibujante de Sol Lewitt desde 1982, recoge con perfección el espíritu artístico de uno de los maestros del arte conceptual de los años 60-70. Consta la exposición de diecisiete dibujos murales creados por Lewitt para ser reproducidos milimétricamente según sus precisas instrucciones en diferentes partes del mundo. Pura teoría visual: líneas proyectadas, composiciones geométricas y series minimalistas a gran tamaño recreados sobre los muros de la Fundación gracias a jóvenes artistas entre los que encontramos nombres de prestigio como el de AlfredoSantos, amigo de esta casa. Una experiencia diferente.
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Sandra Rilova
miércoles, julio 29, 2015
The Mindscape of Alan Moore. El pensamiento mágico
De Alan Moore hablamos en aquel añorado
suplemento cultural del Tribuna de Salamanca llamado Culturas,
antes incluso de que naciera este blog; luego, recuperamos el artículo en un post. En aquella ocasión le dedicamos un texto largo al guionista de Northampton, ofreciendo una visión retrospectiva de
sus principales trabajos y de su influencia sobre el cómic
contemporáneo.
Teníamos pendiente desde hace varios
años el visionado de The Mindscape of Alan Moore, el
documental de 2003 sobre su vida, obra y pensamiento, protagonizado
por él mismo. Dez Vylenz y Moritz Winkler dirigen una pieza en la
que el propio Alan Moore reflexiona en voz alta con tono grave y su
fuerte acento norteño sobre sus orígenes, los diferentes momentos y
estados vitales en los que concibió sus principales obras y, sobre
todo, sobre su filosofía y metafísica. El inglés elegante de Moore
se extiende en un discurso verborreico y solemne cargado de
escepticismo y descreimiento, pero lleno también de anécdotas
jugosas, miradas inteligentes sobre la realidad histórico-política
contemporánea y teorías sobre el arte y la religión, que se mueven
entre la perspicacia, el secretismo del místico converso y la cábala
(cuando no cháchara) parapsicológica. Detrás de cada historia y
alegoría, de cada reflexión, encontramos el universo de Alan Moore, absolutamente indisociable de su personalidad brillante, lunática y
misteriosa. Y mientras enhebra sus palabras con un ritmo pausado y
seguro, el guionista superdotado mira a la cámara con sus ojos
trasparentes y profundos, como adivinando la perplejidad de su
audiencia, mientras sus manos dirigen una orquesta invisible y sus
dedos finísimos ensortijados con escamas de dragón de plata marcan
el ritmo con gestos rituales delante de la cámara.
El documental desgrana los pensamientos de Moore a partir de diferentes cartas del tarot, que funcionan como títulos de las diferentes secciones del documental. Imágenes, pequeños fragmentos de vídeo y grabaciones de paisajes ilustran o subrayan el discurso de Moore, que como una letanía avanza desde su breve vida académica, hasta sus primeros pálpitos artísticos y su entrada en el mundo del cómic, para disolverse poco a poco en reflexiones espirituales y teorías metafísicas sobre el arte y la existencia.
El documental desgrana los pensamientos de Moore a partir de diferentes cartas del tarot, que funcionan como títulos de las diferentes secciones del documental. Imágenes, pequeños fragmentos de vídeo y grabaciones de paisajes ilustran o subrayan el discurso de Moore, que como una letanía avanza desde su breve vida académica, hasta sus primeros pálpitos artísticos y su entrada en el mundo del cómic, para disolverse poco a poco en reflexiones espirituales y teorías metafísicas sobre el arte y la existencia.
Cuando está hablando de V de
Vendetta o de The Watchmen, se muestran escenas
representadas de episodios de las obras; el Hollywood grandilocuente
y digital aún no había llegado a su obra, son escenas recreadas con
medios humildes, pero con convicción y cierta pausa contemplativa:
nos creemos a V y Rorschach mientras recitan, con la profundidad
dramática que también inspira Moore en sus parlamentos, algunas de
sus líneas más célebres. Pero cuando el cómic o la labor
artística de Moore va perdiendo protagonismo para ceder importancia
a su pensamiento, también las imágenes del documental se deforman
hacia asociaciones abstractas, representaciones simbólicas y dibujos
psicodélicos. En ese momento, la película se convierte en
manifiesto espiritual, en la doctrina metafísica de un creador más
interesado en la construcción ontológica de su propio universo que
en las obras que concibió.
No es The Mindscape of Alan Moore un documental memorable (nada que ver con aquel Crumb, que parecía complemento o un capítulo más de la obra del genio underground); para ello, debería haber abundado en el contexto, haberse impregnado más de los cómics en sí, del papel de Moore en la industria y de la trascendencia de su trabajo más allá de la imagen que el propio personaje proyecta. El documental de Vylenz y Winkler es disperso y pierde pronto el foco de atención. Carece de perspectiva y de estructura, más allá del discurso sinuoso e hipnótico de su protagonista. Sin embargo, el documental funciona como testimonio fascinante del proceso creativo y de la visión, siempre disidente y seductora, de un creador que después de adquirir un halo mítico ha conseguido trascender el medio en el que se gestó su leyenda, para convertirse él mismo en personaje de una historia no escrita: la que protagonizan el Alan Moore antisistema, el paranoico, el chamán o el niño perpetuo que embelesa a sus interlocutores con palabras que suenan a hechizo verdadero, pero que en el fondo podrían no ser otra cosa que fuegos artificiales o los trucos de magia de un contador de historias:
No es The Mindscape of Alan Moore un documental memorable (nada que ver con aquel Crumb, que parecía complemento o un capítulo más de la obra del genio underground); para ello, debería haber abundado en el contexto, haberse impregnado más de los cómics en sí, del papel de Moore en la industria y de la trascendencia de su trabajo más allá de la imagen que el propio personaje proyecta. El documental de Vylenz y Winkler es disperso y pierde pronto el foco de atención. Carece de perspectiva y de estructura, más allá del discurso sinuoso e hipnótico de su protagonista. Sin embargo, el documental funciona como testimonio fascinante del proceso creativo y de la visión, siempre disidente y seductora, de un creador que después de adquirir un halo mítico ha conseguido trascender el medio en el que se gestó su leyenda, para convertirse él mismo en personaje de una historia no escrita: la que protagonizan el Alan Moore antisistema, el paranoico, el chamán o el niño perpetuo que embelesa a sus interlocutores con palabras que suenan a hechizo verdadero, pero que en el fondo podrían no ser otra cosa que fuegos artificiales o los trucos de magia de un contador de historias:
There is some confusion as to what magic actually is. I think this can be cleared up. If you just look at the very earliest Magic in its earliest form is often referred to as "the art". I believe that this is completely literal, I believe that magic is art and that art, whether that'd be writing, music, sculpture or any other form is literally magic.
Art is, like magic, the science of manipulating symbols, words or images to achieve changes in consciousness. The very language of magic seems to be talking as much about writing or art as it is about supernatural events. A grimmoir for example, the book of spells is simply a fancy way of saying grammar. Indeed, to cast a spell is simply to spell, to manipulate words, to change people's consciousness. And I believe this is why an artist or writer is the closest thing in the contemporary world that you are likely to see to a shaman.
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cine
martes, julio 21, 2015
Aama, de Frederik Peeters (II). Reinventar la ciencia ficción, en ABC Color
Abríamos nuestra colaboración con el paraguayo ABC Color con una mirada retrospectiva hacia la obra de Frederik Peeters, uno de los nombres esenciales del cómic actual. Cerramos el círculo ahora, con un acercamiento a Aama, su último gran trabajo: una serie publicada en cuatro álbums que está llamada a convertirse en un hito importante para el medio dentro de la ciencia ficció; plagada de referencias, homenajes y préstamos reelaborados desde dentro del género, hablamos de ella en: "Aama, de Frederik Peeters (II). Reinventar la ciencia-ficción".
LA CONSCIENCIA SINTÉTICA
No hay un género en la historia
de la ficción artística que mejor haya explicado y representado los
miedos del ser humano que la ciencia ficción. Popular hasta el pulp
en muchos momentos del S.XX, en la ciencia ficción encontramos
condensada la esencia (y consecuencia) de los actos de Darwin,
Pasteur, Curie, Einstein, Freud, Hitler, Jobs o Gates. Los siglos XX
y XXI se explican desde el futuro, en un viaje espacial y un
encuentro en la tercera fase.
Tiene algo de Blade
Runner, algo de Akira
y algo de Matrix,
pero no es como ninguna de ellas, o lo que es aún mejor, crea un
universo único con unas reglas y coordenadas propias que permiten al
lector bucear en la desbordante imaginación de su autor. Así es
Aama,
la serie que Frederik Peeters, uno de los talentos más versátiles e
indiscutibles del cómic contemporáneo acaba de concluir:
- Mis sueños son diferentes a
los suyos.
- ¿Tan seguro está usted de
eso? ¿Qué está buscando? ¿La calma? ¿El placer? ¿Sentirse
realizado? ¿La belleza? ¿Y si todo eso estuviera contemplado en el
programa? ¿No cree que su hija sea una buena persona? ¡Piense que
será como el ojo del huracán!
- ¡No dejaré que se adueñe
de mi hija!
- No se trata de adueñarse o
no... ¡Se trata de salvarla!
De lo particular hacia lo
universal. Del amor incondicional y plagado de dificultades de un
padre a su hija, hacia el destino último de la humanidad, colmena
frenética de individuos insignificantes.
Un día, un hombre llamado Verloc
(aunque él, amnésico, no recuerde su propio nombre) se despierta
tumbado sobre una colina polvorienta en un planeta extraño y
desértico. A su lado hay un mono gigante con piernas humanas. No es
una alucinación. Verloc tiene un diario, gracias al cual comienza a
reconstruir su pasado más inmediato en una suerte de largo
flashblack
explicativo, que se ve completado ocasionalmente con los esporádicos
y sucintos parlamentos de su gorila acompañante, Churchill. Así,
conocemos el lastimoso vagabundeo y la decadencia existencial de
Verloc por la misma decadente ciudad en la que un día fue feliz.
Gracias a su diario, se recuerda a sí mismo, abandonado por su mujer
y su hija, un despojo humano, hasta que el destino azaroso le prepara
el reencuentro con su hermano (a quien no veía durante años), que
le embarcará en una aventura planetaria impredecible y reveladora. A
partir de su despertar amnésico, las peripecias de Verloc y su
simiesco acompañante evolucionarán hacia una búsqueda de
respuestas sobre su identidad perdida y su situación presente. Y con
todo esto, apenas les hemos referido algunos detalles introductorios
del primer volumen.
Los ingredientes de Aama
pierden coherencia si se arrancan de su marco ficcional, aunque en la
historia fantástica de Peeters, como ya hemos mencionado
anteriormente, reconocemos elementos de obras maestras de la
ciencia ficción.
FUTURO Y DISTOPÍA
De Blade
Runner encontramos en
Aama esas
ciudades-hormiguero que habitamos los insectos. Pozos oscuros
iluminados por neones publicitarios, cuyos múltiples niveles y
módulos arquitectónicos se levantan impersonales bajo una
persistente lluvia ácida. Zócalos de un capitalismo decadente y
cruel que se construyen con trazos de las ciudades modulares
verticales de François Schuiten o Moebius (¿Blade
Runner unido a
Moebius? ¡Cómo no!) y con la regla desordenada y polvorienta de los
bazares marroquíes, turcos o jordanos. Regateo y supervivencia,
truco y treta. Ese es el escenario de Aama.
El urbano, claro. El planetario, el alienígena y espacial, es el de
un planeta-desierto que podría ser Marte, pero que de pronto se
convierte en un frondoso Solaris. El planeta vivo, la otredad (que
diría Sizek); aunque en este caso exista una explicación a lo
desconocido, una mano creadora que de nuevo se mueve dirigida por un
capitalismo cruel y la megalomanía descontrolada de las grandes
corporaciones; la evolución a toda costa. Así es, los escenarios de
Aama
son una metáfora fértil y autodestructiva de este mundo nuestro que
se deshace.
Ciudades distópicas, páramos
agrestes y frondosas espesuras son los escenarios en los que se
desarrolla una trama de acción que nunca pierde de vista ese
elemento lírico y ensoñado (cuasi abstracto) que ya encontrábamos
en las novelas de Ray Bradbury o Stanislaw Lem.
MIEDO Y DESTRUCCIÓN
De Akira,
Peeters recoge una idea, un concepto que, viniendo de donde venía,
durante mucho tiempo pareció invadir la narración ficcional
futurista occidental, y que enlaza con nuestro párrafo anterior: el
miedo a nosotros mismos, el terror a que nuestros actos se
descontrolen o vuelvan en nuestra contra una realidad que creemos
sometida. Todo ello encerrado en la desasosegante paradoja del
infante-omnímodo y destructivo: la inocente crueldad de un niño (es
por eso que nos dan tanto miedo algunos artefactos cinematográficos
de Donner, Kubrik y Polanski). En la era de la Posmodernidad, el Dios
anciano, cruel y veleidoso de El
Génesis
se ha vuelto un niño, sigue siendo omnipotente e implacable, pero
junto a las canas y la barba ha perdido la experiencia y ha
"desescrito" reglas y mandamientos. El niño-dios como
tabula rasa, sujeto a lo impredecible, a lo aprehendido sobre la
marcha.
Hay otra metáfora en Akira
que se presenta actualizada en Aama:
la energía nuclear que nos habrá de destruir, y que en su misma
amenaza encierra su control, se reformula en otro miedo antiguo que
cada vez es menos ficción, el de la Red como organismo inteligente y
autosuficiente. No hay mayor amenaza y sufrimiento para un padre que
la pérdida del hijo; llevado al plano biológico y simbólico de la
adolescencia, cuando los hijos se vuelven autónomos, los padres
dejan de ser el modelo y pierden su rol directivo. Llevado a la
narración ficcional, desde aquel doctor Frankenstein, el ser humano
no ha dejado de temer a sus propias creaciones, al hecho de que éstas
se desvinculen de su hacedor, adquieran vida propia y se rebelen
contra él (factores todos ellos consustanciales al hecho de estar
vivo). La muerte del padre a manos del hijo. El transhumanismo
desbocado y fuera de control. En literatura, Pirandello, Unamuno y
Calvino, entre otros, transformaron este miedo en recurso
metapoético. Los autores de la ciencia ficción, el misterio y el
terror han explorado otras vías argumentales menos retóricas y
mucho más fantasiosas.
Llegamos a Matrix,
o lo que es lo mismo, llegamos a Ghost
in the Shell, de
Mamoru Oshii, y a las filosofías de Jean Baudrillard o Phillip K.
Dirk. Peeters explora el camino de la ciencia ficción para
conducirnos por un mundo artificial exuberante que evoluciona de
forma insospechada a partir de un proyecto científico, y se revuelve
contra sus creadores hasta el punto de ofrecerse a sí mismo como una
alternativa viable para un cambio de paradigma global y teleológico.
Aama
es vida artificial en constante regeneración, es un nuevo big
bang que se expande
por los canales biológicos, psicológicos y tecnológicos
resultantes de la evolución humana, con la finalidad de suplantarnos
y ocupar nuestro espacio. Adiós papá, adiós mamá.
LA DEPURACIÓN ESTILÍSTICA DE PEETERS
Pero Aama sólo
sería una idea sofisticada, otra idea más, si Frederik Peeters no
fuera un dibujante tan virtuoso y dotado como para darle una forma
plástica deslumbrante a su ya de por sí exuberante universo
ficcional. En ocasiones el dibujo de un cómic no hace honor a su
guión, o a la inversa. Leemos una historia y la seguimos con
interés, pero no nos abandona la sensación de que la química no es
completa. Con Aama
sucede todo lo contrario, con su ilustración naturalista de línea
suelta modulada y ligeramente expresionista (con el trazo más fino y
detallista que encontramos en su obra), Peeters transmite tal
seguridad en sí mismo, que su capacidad como dibujante parece
no tener límites. Su dibujo es generoso y atrevido hasta la osadía;
en Aama
no hay soluciones gráficas de conveniencia o atajos visuales; en sus
páginas no hay una sola idea/concepto/escollo que su autor parezca
evitar por medio de recursos convencionales o elipsis gráficas de
emergencia. El apartado visual de esta "novela gráfica"
(publicada en entregas, llámenlas álbumes) es complejísimo en su
ejecución y exigente hasta lo obsesivo en su concepción. Mediante
su dibujo, Peeters consigue dar forma física a operaciones psíquicas
y procesos biotecnológicos; consigue plasmar gráficamente fenómenos
más o menos abstractos, que combinan lo alucinatorio, lo óptico y
lo paranormal, de un modo tan convincente que cuando el lector
concluye su recorrido por las páginas de Aama,
se ve obligado a darse ese instante necesario para recobrar el curso
de la normalidad, y salir de la ficción sobrenatural en vez de
dejarse llevar por la sinestesia.
Concluida la serie con su cuarto
episodio, se puede decir ya que el cómic de Peeters se leerá en el
futuro como una de esas obras totales en las que la forma y el
contenido se imbrican de tal modo que una hace referencia a y explica
la otra. Finalmente, resultará que el cómic Aama,
como esa entidad orgánica que protagoniza sus páginas, adquirirá
la vida propia de una obra maestra que construye su propio lenguaje y
coordenadas, y que termina convirtiéndose ella misma en referente
futuro para cómics venideros, no sólo de ciencia ficción. Páginas
vivas y trascendentes.
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Aama, de Frederic Peeters (I): La evolución de un autor
Aama, de Frederic Peeters (I): La evolución de un autor
martes, julio 14, 2015
Y nunca volvió a suceder, de Sam Alden, en Culturamas
Esta semana publicamos en Culturamas un artículo sobre dos historias cortas de Sam Alden (Hawaii 1997 y Anime), que DeHavilland Ediciones recopila en el volumen Y nunca volvió a suceder.
Alden es un autor jovencísimo que anuncia una larga carrera plagada de sorpresas y cómics valiosos. Aunque estas dos historias cortas se mueven gráficamente en un territorio cercano al esbozo a lápiz, el dibujante estadounidense demuestra en ellas su destreza para la narración secuencial y el relato intimista. Detras de la sencillez visual de su propuesta se esconde un dibujante hábil y lleno de recursos.
Les hablamos de ello en nuestra reseña para Culturamas: "Y nunca volvió a suceder, de Sam Alden. El esbozo de un instante"
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miércoles, julio 08, 2015
Aama, de Frederik Peeters (I). La evolución de un autor, para ABC Color
El pasado domingo 05 de julio comenzamos una serie de colaboraciones puntuales para el Suplemento Cultural del periódico paraguayo más leído, ABC Color, gracias a la amable invitación de su editora Montserrat Álvarez. Para este primer artículo nos decantamos por uno de nuestros autores favoritos, Frederik Peeters, con motivo de la publicación reciente del último episodio de su serie Aama; un cómic de ciencia-ficción destinado a perdurar y a convertirse en una referencia dentro del género.
Para dotarles al autor y a la obra de la importancia que merecen, decidimos dividir el texto en dos entregas: la primera de ellas dedicada a la evolución de Peeters como creador y la que se publicará en breve, centrada en el análisis particular de Aama.
Les dejamos a continuación con el texto de la primera de dichas entregas y con las planillas correspondientes del cultural: "Aama, de Frederic Peeters (I): La evolución de un autor"
EN BUSCA DE UN LENGUAJE
La
consagración del suizo Frederik Peeters es instantánea con la
publicación en 2001 de su multipremiada obra Píldoras azules. En ella,
el dibujante y guionista desarrollaba con inteligencia un capítulo
autobiográfico extremadamente delicado, la tragicomedia existencial de
su vida en pareja y su disposición a afrontar la paternidad desde una
posición crítica: la condición seropositiva de su compañera.
Pese a la
dificultad del desafío, Peeters se acerca a un tema tan complejo,
especialmente durante esos años, sin caer en el melodrama ni en la
sensiblería. Muy al contrario, Píldoras azules es un trabajo surcado por
el humor y una ironía que se ve reforzada por la caricatura amable del
dibujo de Peeters.
Si tuviéramos que encuadrar a Frederik Peeters
dentro de alguna escuela comicográfica, no podríamos obviar, desde
luego, su proximidad a la línea clara francobelga; sin embargo, en la
línea suelta, modulada y muy expresiva de su dibujo encontramos
bastantes rasgos de otros maestros clásicos, como Hugo Pratt o Robert
Crumb, y afinidades con la libertad expresiva y la fluidez de los nuevos
autores del cómic independiente francés, dibujantes tan dotados como
Baudoin, David B., Blutch o Sfar. En este sentido, Peeters comparte
rasgos estilísticos con otros jóvenes dibujantes coetáneos que también
están participando muy activamente en la consagración del cómic actual
como vehículo artístico y cultural: nos referimos a nombres como los del
estadounidense Craig Thompson (Blankets), el francés Christophe Blain
(Isaac el pirata) o el español David Rubín (Beowulf).
Curiosamente,
el trabajo que sigue a Píldoras azules no es una nueva novela gráfica,
sino una obra en apariencia más humilde y experimental, un tebeo pequeño
en cuanto a formato y extensión, pero cargado de ambición técnica: en
sus apenas treinta y dos páginas, Constellation (2002) jugaba de un modo
que no habíamos visto muchas veces antes con el punto de vista
comicográfico para relatar una misma historia desde las perspectivas
diversas de tres protagonistas que, en plena guerra fría, deciden
subirse a un mismo avión. Aunque ya habíamos observado ejercicios
similares en la novela y en la cinematografía del siglo XX, en el cómic
anterior al advenimiento de la llamada «novela gráfica» este tipo de
audacias narrativas parecían limitadas a los experimentos formales del
underground estadounidense o del cómic europeo y suramericano de autor
de los años sesenta y setenta.
DESAFIANDO LOS GÉNEROS
A
partir de 2009, Peeters se enfrenta a una serie de trabajos que tienen
como característica común la de abordar diferentes géneros narrativos
clásicos con una actitud renovadora, más que rupturista.
Lupus
(2003-2006) es la primera incursión seria de Peeters en el mundo de la
ciencia ficción. Se trata de una obra voluminosa, de cuatrocientas
páginas, que se publicó en cuatro entregas. Como el propio autor ha
confesado en alguna ocasión, este cómic no parte de un guion
estructurado al uso, sino de ideas, intuiciones, experiencias
autobiográficas y tramas semi-improvisadas que, en cierta manera,
desafían las convenciones de un género tan fuertemente estereotipado
como es la ciencia ficción. Así, frente a cualquier ánimo universalista,
Lupus se construye como un relato intimista, recorrido por pequeños
hallazgos conceptuales y visuales (entre los que incluimos secuencias
puramente abstractas), un texto en el que el elemento cotidiano y los
pasajes reflexivos cobran una importancia máxima.
RG (2007-2008),
realizado junto a Pierre Dragon (coguionista y antiguo miembro del
servicio de inteligencia francés), guarda algunas semejanzas con Lupus,
por cuanto adopta los esquemas del relato policiaco y los adapta a la
personal visión de su autor; combinando en diferente medida el elemento
realista y la experiencia de Dragon como agente secreto galo, con el
elemento fantástico realzado por la plasticidad que aportan los lápices
de Frederik Peeters.
EL SURREALISMO COMO HERRAMIENTA
En
casi todos los cómics de Peeters hay un componente surrealista, que en
algunos casos adquiere un rol directamente vertebrador: es el caso de
trabajos como Paquidermo o Castillo de arena; y en menor medida de Koma.
Se trata de un surrealismo estrechamente conectado con un sentido del
humor que nace del gesto cotidiano y la conversación trivial; un
humorismo anclado a la realidad incluso en los trabajos más fantasiosos
de su producción.
Koma(2003-2009) fue, antes de RG, la primera
colaboración de Frederik Peeters con otro guionista, en este caso Pierre
Wazem. Detrás de la fachada de un cómic infantil, se esconde de nuevo
una serie que desborda las convenciones genéricas. Así, la historia
original de la niña Addidas y su padre el deshollinador termina por
bifurcarse en un relato frondoso, habitado por monstruos nobles, odiosos
tecnócratas y espíritus perdidos en un limbo amnésico. Como sucede en
buena parte de la producción de Peeters, en el epílogo de la obra el
autor da rienda suelta a su parte más discursiva, recurriendo en
ocasiones al elemento abstracto, surrealista y asociativo (muy
importante en su obra) para concretar visualmente sus reflexiones más
profundas.
Pero si en Koma el componente surrealista tiene una
función transversal o modeladora, en Paquidermo y Castillo de arena su
importancia es angular. La trama de Paquidermo (2009), tal y como se nos
describe en la información promocional de la editorial, nos desvela sin
ambages el espíritu del cómic: «Suiza, años 50. Una mujer cuyo marido
ha sufrido un accidente de automóvil se dirige al hospital en el que ha
sido ingresado, pero un elefante caído sobre la calzada impide la
circulación. La mujer abandona su coche y trata de llegar al hospital
monte a través». Esta novela gráfica, así como la buñuelesca Castillo de
arena (2010), realizada junto al cineasta Pierre Oscar Lévy, supone la
concreción de una filosofía y de un modo de trabajo por parte de
Peeters, basado en la improvisación y en la creación de una historia sin
un guion cerrado o completamente definido (que ya anticipaba Lupus). La
trama adquiere su carga simbólica y evoluciona de acuerdo a estados de
ánimo, pulsiones personales y experiencias privadas que el autor termina
volcando sobre la página con el acabado siempre perfeccionista y
elaborado de sus dibujos.
Casi todos los rasgos que hemos visto
hasta el momento (la transgresión genérica, el surrealismo, la
experimentación o el empleo de la metáfora y el símbolo) terminan por
converger y perfeccionarse en el trabajo más reciente del autor suizo:
una obra que supone una culminación de su recorrido y que (con la
publicación reciente de su cuarto y último volumen) se ha convertido ya
en uno de los cómics de referencia de los últimos tiempos. Nos referimos
a Aama, su nueva serie de ciencia ficción. Hablaremos de ella en la segunda entrega de este artículo.
jueves, julio 02, 2015
El humor sin mordazas de Pawel Kuczynski
Hemos disfrutado siempre del humor gráfico, periodístico o no. En estos tiempos en
los que los límites del ingenio están en cuestión y en los que "todos somos
Charlie Hebdo" hasta que nos mentan los clavos de (nuestro) Cristo,
estamos más convencidos que nunca de que el verdadero límite del humor está en
la inteligencia: la del humorista, pero sobre todo en la del lector. Como
estamos viendo últimamente, abundan los individuos que sólo entienden las gracias cuando
les tocan a otros o cuando no les dejan a ellos las vergüenzas al aire: de
mordazas está el infierno lleno y de cinturones de castidad la casa del putero.
Hablando de humor
inteligente, desde pequeños hemos admirado a esos dibujantes y artistas que no
entendían de censuras, ni miedos. Creadores que a través de la metáfora, la
paradoja o el símbolo se ciscaban en el fascista de turno, sin que el cafre
censor se oliera por dónde le llegaba la andanada de realidad y vergüenza.
Había muchos de ellos en algunas de las revistas españolas de postguerra, como La Codorniz: hablamos de los
Tono, Mihura y K-Hito; El Papus y muchas otras llegarían después.
Cómo no mencionar también a Quino,
antes, durante y después de Mafalda, que sigue luciendo modernísimo a la hora de desnudar las verguenzas de las instituciones y la indecente codicia de unos poderosos que no han cambiado nada en los últimos
cuarenta años.
¿Se acuerdan de Serre? Le adorábamos de chavales. Tenemos todavía alguna carpetilla azul marengo de aquellas, repleta de sus chistes recortados del dominical. Dentro de su visión surrealista y dislocada del deporte, la salud, la política o la sociedad siempre había hueco para la crítica y el bofetón contra las injusticias y el absurdo colectivo. Como pasaba también con las Ideas Negras de Franquin, si cabe, mucho más ácidas, absurdas e inmisericordes con los ritos sociales que todos los ejemplos anteriores.
Nos acordamos de todo esto y de tantos maestros gracias al descubrimiento reciente de un autor que encierra un poco de todos ellos, pero que despliega una colección de recursos realmente original, así como un lenguaje artístico rico y simbólico. Se llama Pawel Kuczynski, es natural de Szczecin (Polonia) y le dedica sus dardos envenenados a la modernidad supertecnológica e hipertrofiada que nos toca vivir. En sus "chistes" el ser humano parece caminar hacia la esclavitud del chip y el código binario o directamente hacia la autodestrucción ecológica; todos sometidos ante el Gran Hermano Corporativo que nos vende los enchufes y que apagará la luz cuando el ruido catódico suene demasiado alto o amenace tormenta.
¿Se acuerdan de Serre? Le adorábamos de chavales. Tenemos todavía alguna carpetilla azul marengo de aquellas, repleta de sus chistes recortados del dominical. Dentro de su visión surrealista y dislocada del deporte, la salud, la política o la sociedad siempre había hueco para la crítica y el bofetón contra las injusticias y el absurdo colectivo. Como pasaba también con las Ideas Negras de Franquin, si cabe, mucho más ácidas, absurdas e inmisericordes con los ritos sociales que todos los ejemplos anteriores.
Nos acordamos de todo esto y de tantos maestros gracias al descubrimiento reciente de un autor que encierra un poco de todos ellos, pero que despliega una colección de recursos realmente original, así como un lenguaje artístico rico y simbólico. Se llama Pawel Kuczynski, es natural de Szczecin (Polonia) y le dedica sus dardos envenenados a la modernidad supertecnológica e hipertrofiada que nos toca vivir. En sus "chistes" el ser humano parece caminar hacia la esclavitud del chip y el código binario o directamente hacia la autodestrucción ecológica; todos sometidos ante el Gran Hermano Corporativo que nos vende los enchufes y que apagará la luz cuando el ruido catódico suene demasiado alto o amenace tormenta.
Y de fondo, la idea
clásica y tenebrosa de que (como parece demostrar la realidad nuestra de cada
día) sólo somos peleles de trapo y paja que nos creemos Guy Fawkes redivivos con máscaras made in Moore, Lloyd & Cía. Títeres en manos, ahora
del FMI, luego de Bayern, Exxon o Bankia; y más tarde de la CEE tecnocrática,
la CIA, la Troika, el OPUS o la sigla primigenia que las parió a todas ellas.
Elimínenle el tono
airado al discurso, sustitúyanlo por la mirada inteligente y la ironía poética, y ahí lo
tienen, Pawel Kuczynski en estado puro.
Vía Pulso Ciudadano
Vía Pulso Ciudadano
jueves, junio 25, 2015
Otro minicómic: Gasoline Eye Drops, de Chris Gooch
Chris Gooch sólo tiene 20 años, pero aunque en sus cómics se vislumbran inquietudes y la
sensibilidad propia de esa edad, su madurez como narrador resulta ciertamente
notable. Gasoline Eye Drops es un buen ejemplo de lo que decimos. Llegamos a este tebeíto gracias a las siempre aprovechables recomendaciones de Paul Gravett y sus ojeadores alrededor del globo.
Gooch escribió y dibujó este trabajo dentro de un proyecto becado de promoción artística de
la RMIT University Link en Australia. El cómic se presentó también como exposición artística con murales gigantes que reproducían las páginas del tebeo. En el prólogo de la obra, Mandy Ord, la
editora y tutora del proyecto, enumera algunas de las muchas virtudes del mismo:
I can snap my fingers to the beat of the lives depicted in Gasoline Eye Drops and know that I am connected to everyone else. And that is what a great comic can do. It can pull you in and incite you as a participant, observer and witness simultaneously. But more than that it can help you to realise a revelatory truth about the characters and an ever deeper one about yourself.
Tiene razón Ord cuando insinúa la valía de Gasoline Eye Drops como estudio del comportamiento humano: la capacidad de Gooch para capturar con naturalidad el pulso de la vida y de los conflictos interpersonales, su habilidad a la hora de construir diálogos precisos y verosímiles, hacen que este trabajo supere los valores más obvios anclados a la cotidianidad que se adscriben a la etiqueta "slice of life". El minicómic de Gooch funciona como análisis psicológico y como ejercicio introspectivo en el que se indaga sobre las consecuencias de nuestros miedos, frustraciones, deseos y sueños.
A partir del triángulo amoroso formado por Simon, su nueva novia Sarah e Issac, el exnovio recién abandonado de ésta, Gasoline Eye Drops navega en el infierno de los celos, el rencor y la impotencia que generan algunas rupturas sentimentales. Las visitas al psicólogo de Simon, el personaje principal, constituyen una interesante subtrama dentro del cómic, en la que el autor despliega una serie de elementos oníricos y aspectos del subconsciente que ayudan a enriquecer el relato principal; al mismo tiempo que dotan a la historia de matices y complejidad.
Para subrayar el desasosiego y la impotencia de los personajes, Gooch recurre a una organización reticular de la página (sujeta a variaciones menores) formada por seis viñetas cuadradas idénticas organizadas en dos filas. El reducido tamaño de las viñetas y la simetría estructural contribuyen a profundizar en la atmósfera opresiva que domina la historia. La abundancia de planos medios, primeros planos y planos de detalle incide en esta misma cadencia pausada (propia de lo rutinario), pero recorrida por la tensión soterrada que se deriva de los comportamientos compulsivos y de las frustraciones de los protagonistas.
¡Qué más podemos decir de un autor que apenas ha cumplido la mayoría de edad! Después de minicómics tan interesantes como Hidden y, sobre todo, este Gasoline Eye Drops, sólo nos resta esperar con mucha atención futuros trabajos de un creador que aún no ha alcanzado su madurez. Sólo podemos esperar buenas noticias de Chris Gooch.
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jueves, junio 18, 2015
Un minicómic: Greys, de Olivier Schrauwen
Aficionados como somos a los minicómics, y firmes creyentes de su interés como vehículo formal de exploración y puerta de entrada para autores con proyección, vamos a referirnos esta semana a un tebe'ito un tanto escondido dentro de la bibliografía de uno de los últimos prodigios del tebeo experimental.
Olivier Shrauwen no es ya ningún desconocido. Somos muchos los que esperamos con expectación sus publicaciones, siempre vanguardistas (muchas veces en el sentido literal e histórico de la palabra) y sorprendentes. Shrauwen es un renovador, y lo es hasta en sus obras más "pequeñas" y modestas, como este Greys, publicado en un cuadernillo grapado de papel reciclado; y tonos grisaceos, por supuesto.
Greys arranca con una doble página que, junto al autorretrato del mismo artista, incluye la confesión en primera persona de una experiencia paranormal, o extrasensorial, supuestamenta vivida por el propio Schrauwen: este cómic es la descripción pormenorizada de una abducción alienígena; y la justificación de su propósito no carece de convicción:
Greys arranca con una doble página que, junto al autorretrato del mismo artista, incluye la confesión en primera persona de una experiencia paranormal, o extrasensorial, supuestamenta vivida por el propio Schrauwen: este cómic es la descripción pormenorizada de una abducción alienígena; y la justificación de su propósito no carece de convicción:
Hi my name is O. Shrauwen. I'm a 33 year old man living in Neukölln, Germany. On the following pages I will present to you a report of my encounter with extraterrestrial beings known as 'grey aliens' or 'greys'.
As a professional graphic-novelist I chose to tell this story in a comic-form. I believe that precisely in the gray area, the overlap between what can be said with words and what's best shown with images lies the language that can truly convey the profound mystery of the events I've experienced.
El humor de Schrauwen es tan fino y sutil en sus cómics que, en muchos casos, se diluye detrás de la extravagancia o la experimentación radical de su propuesta. Hasta sus páginas más dadaístas admiten una lectura profunda y razonada. Partiendo de esta base, Greys se plantea como una crónica detallada y minuciosa de un imposible. Precisamente, ese tomarse en serio a uno mismo, esa documentación ilustrada de la alucinación apoyada en el testimonio exhaustivo, hacen que el lector se deje engañar y se meta de cabeza en la nueva gamberrada de Schrauwen.
La sobriedad de la propuesta formal (páginas de un tamaño de medio folio divididas en dos viñetas idénticas), junto a la sencillez de los dibujos y la baja calidad de impresión (que se manifiesta en el pixelado grueso de líneas y tramas), contribuyen a crear una sensación de urgencia, una impronta visual semejante al panfleto confesional o el folleto evangelizador, que tantas veces nos han ofrecido en la misma puerta de nuestra casa misioneros en campaña de apostolado y demás adeptos a milongas espirituales. Con el mismo escepticismo y divertida perplejidad que nos acercamos a aquellos, leemos este Greys de Schrauwen. Con una ventaja sobre cualquiera de ellos, eso sí, Schrauwen no tiene que hacer nada más para convertirnos o convencernos, nos tiene abducidos desde que le leímos por primera vez.
viernes, junio 12, 2015
Patria, de Nina Bunjevac. Los padres de la guerra
Nos acercamos a Patria sin conocer a su autora y con tres equívocos provocados por una interpretación
errónea de su portada: el título "Patria" y la fuente elegida, con
reminiscencias a las tipografías cirílicas, nos llevan a pensar de forma un
tanto arbitraria que estamos ante una nóvela gráfica ambientada en Rusia. La
aparición en portada del retrato de un hombre rubio con cierto parecido a un
Vladímir Putin rejuvenecido termina por asentar el dislate.
Sin embargo, tampoco andábamos demasiado desencaminados. Nina Bunjevac es una artista serbia (canadiense con raíces
yugoslavas, en realidad), y Patria es la historia de su padre; que
de hecho es la Historia de los Balcanes y la antigua Yugoslavia en el último
siglo. El padre de Nina es el hombre representado en la portada, se llamaba
Peter Bunjevac y vivió en Canadá como exiliado del régimen de Josip Broz Tito.
Peter Bunjevac combatió y murió al servicio de las células anticomunistas del grupo terrorista Libertad para la Patria Serbia.
La historia de Nina es la de su niñez en Canadá y su exilio voluntario, junto a su madre y hermana, en la
tierra de su familia, la antigua Yugoslavia. Una familia que regresa a su
patria escapándose de las bombas, la violencia terrorista y el fanatismo
político representado por el padre y patriarca. Oímos y vemos la historia a través
de los ojos de una Nina adulta que mira hacia atrás y reflexiona acerca de su
pasado y el de su propio pueblo.
Porque Patria no es sólo
una historia familiar, sino la de una región, un país que se atomizó en una
miríada de estados enfrentados; y, en última instancia, la historia de la
Europa reciente. Desde la perplejidad y la desesperanza, Bunjevac reflexiona
acerca del sinsentido y la colección de rencores que convirtieron a gentes
afines, a miembros de una misma etnia, en enemigos irreconciliables capaces de
ejercer las crueldades más atroces sobre sus antiguos "hermanos" eslavos:
He investigado a conciencia la historia de esta región para llegar al fondo del conflicto entre los serbios y los croatas, pero cuanto más profundizo, menos conflictos documentados encuentro entre estos dos grupos casi idénticos; antes del siglo XX son poquísimos. Parece que tanto los unos como los otros llegaron a la Península Balcánica en la misma época, en el año 500. / En esencia, serbios y croatas pertenecen al grupo étnico de los eslavos meridionales. Las fuentes históricas los describen como numerosos, desorganizados y sufridos, y muy reacios a dejarse conquistar o esclavizar. / Durante los siglos que siguieron a su llegada a la Península Balcánica, ambos grupos formaron estados soberanos que coexistieron pacíficamente; hablaban el mismo idioma, tenían costumbres similares. / Y ambos grupos adoptaron el cristianismo como religión oficial hacia el año 900, muy probablemente para estrechar lazos políticos con los gigantes que tenían por vecinos: Croacia se volvió hacia Roma, y Serbia hacia Constantinopla. A medida que la brecha entre la religión católica y la ortodoxa aumentaba, también aumentaron las diferencias entre serbios y croatas.
El minucioso puntillismo del dibujo de Nina Bunjevac ayuda a dotar de profundidad y dramatismo a una trama ya de por sí áspera y descarnada. La ilustración de Patria es un trabajo de amanuense, un ejercicio asombroso de paciencia y virtuosismo. Su uso de las tramas, los puntos y el rayado nos recuerda a los estilos de Joe Sacco, Robert Crumb o Howard Cruse, aunque el dibujo de Bunjevac huye radicalmente de la caricatura, del mismo modo que su historia se ciñe al relato frío, a la exposición, ora biográfica ora histórica, de los acontecimientos vividos. Es cierto que, por esa misma pulcritud y concreción a los hechos y la Historia, este cómic adolece en ocasiones de cierta emoción y peca de frialdad expositiva (sobre todo en sus capítulos más puramente historiográficos, como "Infancia"). No obstante, Nina Bunjevac consigue hacer suyo el relato en todo momento gracias al empleo de la voz narrativa en primera persona, que ilustra y acompaña sus explicaciones y reflexiones de naturaleza más íntima.
Patria
es, en definitiva, la historia de los Balcanes, una crónica trágica de
odios, venganzas y masacres sin fin. Una
lectura que intenta arrojar luz sobre un laberinto repleto de callejones
sin
salida y falsos desvíos. No era fácil en su día entender lo que estaba
sucediendo en Yugoslavia; como tampoco lo fue comprender la reacción de
Europa y el
resto de países occidentales. Todavía, de vez en cuando, pensamos en
Matija y Lydia. Fueron dos amigos de verano; no eran serbios, bosnios o
croatas, en aquella época eran simplemente yugoslavos. Hablábamos de
fútbol, de cine y de música, teníamos gustos similares y estoy seguro de
que los tres pensábamos en cuánto nos parecíamos pese a la distancia.
Tres o cuatro años más tarde se desencadenó el infierno en los Balcanes y
nunca más volvimos a saber de Matija ni de Lydia. Sólo mucho después
nos dimos cuenta de que en realidad el hecho de que fueran serbios,
croatas o bosnios no era en absoluto irrelevante.
Obras como Patria o Gorazde, de Joe Sacco, forman parte de ese "nuevo" cómic que bajo la etiqueta de "Novela gráfica" está llevando al lenguaje de las viñetas a unas cotas desconocidas y a unas profundidades conceptuales de las que el cine, el ensayo o la novela ya disfrutaban mucho antes. Gracias a gente como Nina Bunjevac o Joe Sacco conseguimos entender un poco mejor nuestra historia reciente, tratamos de encontrar las coordenadas de lo inexplicable.
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