martes, julio 31, 2018

Esenciales ACDC 2018 (primer semestre)

La Asociación de Críticos y Divulgadores de Cómic de España (ACDCómic) regresa con sus "Esenciales", en este caso con la selección que sus miembros han hecho de los cómics del primer semestre de 2018. Está formada por 31 novedades publicadas entre enero y junio de 2018, elegidas en votación por 49 de los integrantes de ACDCómic. La lista de esenciales se ha revelado como una herramienta inestimable de consejos de lectura para cualquier amante del cómic, pero en este caso la lista merece una atención especial por la enorme calidad de muchas de las obras propuestas:
  • Belleza (Astiberri), de Hubert y Kerascoët
  • ¡Cuidado, que te asesinas! (La Cúpula), de Lorenzo Montatore
  • Desastre (Astiberri), de Mamen Moreu
  • El día 3 (Astiberri), de Cristina Durán, Miguel A. Giner Bou y Laura Ballester
  • El método Gémini (Autsaider Comics), de Magius
  • El show de Albert Monteys (¡Caramba!), de Albert Monteys
  • En la cocina con Kafka (Salamandra Graphic), de Tom Gauld
  • Hip Hop Family Tree (Flow Media Press), de Ed Piskor
  • Innocent (Milky Way Ediciones), de Shin'ichi Sakamoto
  • La tierra de los hijos (Salamandra Graphic), de Gipi
  • Lo que más me gusta son los monstruos (Reservoir Books), de Emil Ferris
  • Los puentes de Moscú (Astiberri), de Alfonso Zapico
  • Martha y Alan (Salamandra Graphic), de Emmanuel Guibert
  • Mi experiencia lesbiana con la soledad (Fandogamia), de Kabi Nagata
  • Miss Hokusai (Ponent Mon), de Hinako Sugiura
  • Mr. Milagro (ECC), de Tom King y Mitch Gerads
  • Nieve en los bolsillos (Norma Editorial), de Kim
  • Pantera (Astiberri), de Brecht Evens
  • Pescadores de medianoche (Gallo Nero), de Yoshihiro Tatsumi
  • Picasso en la guerra civil (Norma Editorial), de Daniel Torres
  • Poulou y el resto de mi familia (Sapristi), de Camille Vannier
  • Pulse Enter para continuar (Apa Apa), de Ana Galvañ
  • Röhner (Fulgencio Pimentel), de Max Beitinger
  • Spirou: La mujer leopardo (Dibbuks), de Yann y Schwartz
  • The Black Holes (Reservoir Books), de Borja González
  • The Fade Out (Panini), de Ed Brubaker, Sean Philips y Elizabeth Breitweiser
  • The Private Eye (Gigamesh), de Brian K. Vaughan, Marcos Martín y Muntsa Vicente
  • Thor: Diosa del Trueno (Panini), de Jason Aaron, Russell Dauterman, Matthew Wilson y otros
  • Tiempo que dura esta claridad (Reino de Cordelia), de Federico del Barrio y Elisa Gálvez
  • ¡Universo! (Astiberri), de Albert Monteys
Reediciones:
  • Black Jack (Planeta), de Osamu Tezuka
  • El Eternauta edición integral (Norma), de H. G. Oesterheld y Francisco Solano López
  • El señor Jean edición integral (ECC), de Philippe Dupuy y Charles Berberian
  • Mi pequeño (Fulgencio Pimentel), de Olivier Schrauwen
  • Sonámbulo y otras historias (La Cúpula), de Adrian Tomine
ACDCómic es una asociación sin ánimo de lucro que agrupa a personas que realizan trabajos de periodismo, crítica, estudio, comisariado y otras actividades teóricas y divulgativas relacionadas con el cómic. La asociación se constituyó en 2012 con la voluntad de colaborar en la difusión del trabajo que ya desarrollan sus miembros de forma individual, emprender iniciativas conjuntas que no se podrían afrontar de forma separada y servir de interlocutor ante otros colectivos o instituciones. 
En la selección de los Esenciales del primer semestre de 2018 han participado 49 miembros de ACDCómic:  Anna Abella, Daniel Ausente, Agus López “Bamf!”, Mikel Bao, Octavio Beares, Josep Maria Berengueras, José Martínez “Bouman”, David Brieva, Jordi Canyissà, Elizabeth Casillas, Marc Charles Palau, Isabel Cortés, Borja Crespo, Oriol Estrada, David Fernández de Arriba, Iván Galiano, Pepe Gálvez, Manuel González, Julio Andrés Gracia Lana, Óscar Gual, Isabel Guerrero, Cristina Hombrados, Kike Infame, Jesús Jiménez, Joan S. Luna, Jota Lynnot, Javier Marquina, Elena Masarah, Diego Matos, Joel Mercé, Pedro Monje, Javier Mora Brodel, Francisco Naranjo, Josep Oliver, Pepo Pérez, Carolina Plou, José Andrés Santiago, Óscar Senar, Xavi Serra, Alex Serrano, Jose A. Serrano, Raúl J. Sínovsa, Jon Spinaro, Henrique Torreiro, Raúl Tudela, Rubén Varillas, Jaume Vilarrubí, Gerardo Vilches y Yexus. 
Además, una comisión formada por Oriol Estrada, Iván Galiano, Óscar Gual, Elena Masarah, Diego Matos y Alex Serrano se ha encargado de añadir a la lista 10 títulos, a fin de introducir una representación más amplia de los diversos géneros de cómic, tanto por su país de origen como por su estilo.

domingo, julio 15, 2018

The Black Holes, de Borja González. Romanticismo punk

La irrupción de Borja González en 2016 con La Reina Orquídea nos descubrió a un autor tremendamente dotado para el dibujo y la narración simbólica, aunque en algunos momentos su relato tendiera hacia la dispersión y hacia un excesivo cripticismo. Casi todas sus virtudes se repiten ahora multiplicadas en su puesta de largo, la novela gráfica The Black Holes; y las indecisiones de su primera obra breve se resuelven a favor de un relato envolvente que actualiza al momento contemporáneo diferentes topos románticos y góticos (la muerte, el bosque, el rayo de luna, fantasmas errantes, el tiempo evanescente...), sin perder un ápice de simbolismo y misterio.
Desde su primera viñeta (esa maravillosa imagen crepuscular de una heroína romántica que vaga por un bosque persiguiendo un gemido), The Black Holes envuelve al lector con fabulosas postales de la naturaleza que nacen de un empleo brillante del claroscuro y con esa exquisita línea que González emplea para el diseño de unos personajes estilizados y misteriosos: mujeres que, pese a no tener rostro, son capaces de expresar deseos, emociones y miedos a través de su gestualidad y sus acciones. Este es uno de los factores sorpresa (una de las principales marcas de estilo) de los cómics del autor extremeño. Sus personajes sin facciones se mueven por las viñetas como figuras de aire, como fantasmas de un tiempo y una geografía soñados. Y, sin embargo, la historia de The Black Holes discurre a ras de suelo y nos conecta a realidades que, de alguna forma, nos resultan familiares por sus variadas referencias culturales: a la poesía del siglo XIX, al simbolismo, a la narrativa gótica; pero también a la recuperación de esas mismas referencias por parte de la juventud actual gracias al punk, al terror de serie B, al movimiento gótico adolescente o a la cultura pop.
En The Black Holes, entonces, discurren dos existencias paralelas que se interconectan gracias a la hipersensibilidad compartida de sus protagonistas: está, por un lado, la figura lánguida y ensoñada de Teresa, una joven de aire victoriano que vive la realidad como quien habita en una fantasía (protagonista también de La Reina Orquídea); y en un plano alternativo, más de un siglo después, Laura, la joven letrista que junto a sus dos amigas adolescentes se propone la creación de un grupo punk: The Black Holes. Borja González consigue anclar su obra al presente a través del lenguaje: sus personajes (tanto los del siglo XIX como los del XXI) hablan como lo harían los jóvenes de ahora. Los diálogos del cómic discurren entre una cuidada informalidad y un tono irónico que contribuye a ese extrañamiento potenciado por el estilo gráfico (los personajes sin rostro y sus paisajes góticos subrayados por la recurrencia a páginas-viñeta de la foresta).
Así, la trama discurre entre 1856 y 2016, y las vivencias de sus personajes femeninos se entretejen por medio de intuiciones, presagios y sensaciones compartidas, que construyen una red simbólica de vasos comunicantes entre esos dos periodos históricos tan distantes. Un simbolismo al que contribuyen las elecciones cromáticas: con el empleo de diferentes tonalidades verde botella para el presente y de colores vivos para las escenas del siglo XIX. Todos estos elementos, indicios y referencias culturales confluyen en un cómic que nos regala algunas de las viñetas más bellas que hemos presenciado últimamente. Un trabajo lleno de matices y virtudes, que se lee como un nocturno de José Asunción Silva, como un cuento de Alan Poe, como un poema de Rimbaud, como una película de Vincent Price, como una canción de Suicide... O como una novela gráfica de Borja González.

sábado, julio 07, 2018

Ian Nose. Webcómics, autoedición y bienales

Hace unos meses, un joven autor vasco, Ian Nose, nos invitó a visitar su web y a ojear sus propuestas comiqueras. Descubrimos que, como en el caso de algún minicómic autobiográfico que hemos leído recientemente, Nose pasó de aspirante a arquitecto (no sabemos en qué grado anda ahora) a aventurero del cómic online y a la esforzada autoedición. Sus cómics se pueden leer y descargar en varios idiomas desde su página. 
Su primera tira onlineEdFramed, estaba basada, por ejemplo, en el muy postmoderno concepto de la imagen autoconsciente: la tira (publicada en dos periodos, 2011-2012 y 2015) repite la estructura de cuatro viñetas devenidas en rostro pensante y autorreflexivo; una personificación del marco de la viñeta que, como tentativa comicográfica, nos recuerda a aquella obra maestra del cómic español que fue Simple, de Federico del Barrio (alias Silvestre). Como en aquel caso, EdFramed establece el habitual monólogo de la viñeta-personaje que cuestiona su naturaleza ficcional e interpela al autor, hasta terminar por desbordar, en su última etapa, todas las convenciones narrativas por lo que respecta al lenguaje del cómic (líneas de viñeta, espacio de la página, etc.) y al marco narrativo (autor, lector, personaje).
Otro de sus tebeos, La carrera democrática (dividido en dos partes), plantea en forma de parodia política inconclusa la campaña electoral de 2015 y sus consecuencias posteriores. En sus páginas, se concibe el asalto a la Moncloa como una carrera de campo a través que, en sus desvaríos crítico-paródicos y mala uva, nos recuerda a una adaptación castiza y rupestre de aquellos celebrados Autos Locos. Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera compiten con todos sus tics y artimañas posibles (fango y pantallas de plasma incluidos) por vencer en una competición a la que todos estamos invitados.
De Ian Nose nos llega ahora la noticia de que EdFramedAntxintxiketan: La carrera democrática han sido seleccionados en su edición en euskera, junto a otros 400 trabajos de estudiantes de arquitectura, para formar parte del proyecto "becoming", dentro  del Pabellón Español de la Biennale Architettura 2018 de la Bienal de Venecia. La buena nueva nos parece estupenda por varias razones: por un lado, porque incluye al cómic dentro de un proyecto interdisciplinar, constatando su asentamiento como lenguaje artístico y cultural; pero también porque incide en una obviedad que muchos tienden a esquivar: esa idea de que tan español es el castellano, como lo son el euskera, el gallego o el catalán, y de que un país nace de la unión de todas sus partes. Enhorabuena a Ian Nose por lo que le toca y por lo que él aporta a ambas cuestiones.
Cerramos con la nota de prensa del propio Nose sobre la Bienal:
El cómic Antxintxiketan: La carrera democrática del dibujante guipuzcoano Ian Nose (Oñati, 1984) está siendo exhibido en el pabellón español de la Bienal de arquitectura en Venecia que se celebra desde el pasado 25 de mayo hasta el 25 de noviembre del 2018. Es la primera vez en la historia de la bienal en que el pabellón Español, comisionado en esta ocasión por la arquitecta Atxu Amann, muestra un cómic escrito en euskara. Los 25 paneles expuestos han sido impresos en gran formato y forman parte del espacio dedicado a la narrativa en el conjunto de la exhibición. 
Antxintxiketan, es un cómic de carácter político-humorístico publicado de forma serializada por Ahabi Comics en formato papel y en digital, en diversos medios. En la historieta, los candidatos a la presidencia del gobierno español de las elecciones del 2015, son parodiados como corredores de maratón, en una carrera a vida o muerte en la que los unos se ponen zancadillas a los otros. 
Ian Nose lleva publicando cómics desde el año 2011. Su último trabajo: También llueve en Puerto Rico, narra las vivencias de dos señoras mayores en el huracán María, que sacudió Puerto Rico y que el autor vivió en primera persona cuando residía en el país caribeño.

miércoles, junio 20, 2018

Tres minicómics de Ediciones Valientes

Seguimos fieles a las editoriales que nos dan alegrías. Aunque sea en pequeñas dosis. Ediciones Valientes, la casa de Martín López Lam, sigue amarrada, inquebrantable, a la apuesta independiente por autores arriesgados. En su catálogo seguimos descubriendo vanguardia y underground; casi siempre en formatos pequeños. Nos acercamos a tres de sus minicómics más recientes con tres microrreseñas que pueden leerse como recomendaciones lectoras.
Balada. O una historia cochina o te pasa cuando menos lo espera, de Martín López Lam, cuenta una historia que no es especialmente cochina ni creo que nos llegue a pasar nunca a nadie, pero juega en esa liga del extrañamiento en la que tan bien sabe hurgar su autor. Últimamente, el editor jefe de Ediciones Valientes frecuenta editoriales ajenas como Fulgencio Pimentel o Astiberri, pero sigue reservando pequeñas pildoras secuenciales para su propia editorial. Con su realismo sucio y saturado, Balada se adentra en una falsa cotidianidad en la que casi nada es lo que parece, ni las consecuencias son las esperadas. El acoso y el sentimiento de amenaza derivan hacia el simbolismo sobrenatural, al mismo tiempo que las expectativas del lector saltan por los aires con esa habitual anormalidad que solemos encontrar en los relatos de López Lam.
El problema Francisco, de Francisco Sousa Lobo, nos ha supuesto el grato descubrimiento de un autor diferente. Cuando parece que casi todo está ya contado dentro del cómic en su (prolífico) género autobiográfico, Sousa Lobo se desmarca con una peculiarísima subjetivización multicromática de la biografía como problema, como trauma a superar que conduce a una única e inevitable solución posible: la de la vocación a golpe de mazo y a contracorriente. Francisco Sousa Lobo se declara arquitecto, diseñador, escritor, artista..., pero en realidad es un dibujante de cómics. Punto y seguido. El problema Francisco explica parcialmente (como si el talento necesitara justificarse) el resultado de un reconocimiento: una beca de la Fundación Calouste Gulbenkian. Y así, como pidiendo perdón, el dibujante se lanza hacia una sorprendente reinterpretación de la linealidad narrativa, llena de inesperadas sinestesias y alteraciones de las convenciones cromáticas.
Material exquisito, de Víctor Hurricane, no está precisamente dirigido a paladares delicados. Su dibujo entronca directamente con aquel underground de deformaciones grotescas y polimorfas que hizo célebre a un autor como Basil Wolverton; aunque temáticamente esté mucho más cerca del salvajismo irreverente de Clay Wilson. Hurricane todavía va más lejos que aquel en su mirada desclasada y despiadada hacia la realidad: escenas de cataclismo zombi en las que Trump comparte páginas con un Al Capone redivivo; serial killers empeñados en acabar con la élite social; pesadillas de apocalipsis veganos... Esos son los ingredientes de un comix muy divertido, entregado en víscera y alma a las virtudes de la charcutería secuencial.
Tres propuestas valientes para una editorial siempre sugerente. Volveremos a visitar sus cuarteles no tardando mucho.

lunes, junio 11, 2018

Zenobia, de Dürr y Horneman. Naufragios

El de Lars Horneman y Morten Dürr es un cómic breve que se lee en un suspiro que termina ahogado en congoja. En 2016 recibió los premios a Mejor Cómic y Mejor Cómic Infantil, por parte del Ministerio de Cultura de Dinamarca.
Su título, Zenobia, remite a una figura mítica de la antigüedad: la reina de Palmira, "la mujer más bella del mundo", aquella heroína que levantó su imperio desde Alejandría hasta Ankara contra la presión de romanos y sasánidas. Zenobia es también el nombre de un ferry que se hundió en 1980 cerca de las costas de Chipre; metáfora trasparente de todas esas pateras que cada día naufragan en las aguas del Mediterráneo.
La protagonista de Zenobia es otra heroína, anónima en este caso. Se llama Amina y aún no ha cumplido los diez años. Huye en patera de una de esas guerras interminables que asolan Oriente Próximo ante la indiferencia del resto del Planeta, ante las que Occidente elude responsabilidad y humanidad. Huye de grupos terroristas, como ISIS o Boko Haram, que han puesto a Occidente en su punto de mira, pero que también han convertido a las mujeres en enemigo. El cómic de Dürr y Horneman es la historia de un viaje que sólo puede salir mal.
Su recorrido se apoya en dos recursos narrativos fundamentales: uno de naturaleza temática (esa idea de que toda la vida pasa por delante de nuestros ojos antes de morir) y otro de base secuencial (el empleo de la página-viñeta). De algún modo, Zenobia nos recuerda a aquellas novelas gráficas ilustradas de los años treinta del siglo pasado (Lynd Ward, Frans Masereel, Otto Nückel) en las que la página adquiría el rango de unidad narrativa fundamental. En Zenobia las páginas-viñeta se alternan con otras secuenciadas en viñetas, pero son las primeras las que, paradójicamente, en vez de acelerarlo crean un ritmo de lectura más lento (una ralentización que, en ocasiones, se subraya gracias a secuenciaciones internas y subdivisiones estratégicas de la página-secuencia). Esta lectura lenta se apoya en el detalle, en la creación de indicios y en el presentimiento trágico. Pero también en uso muy medido del color: rosas y azules para el relato histórico, tonos ocres quemados para los flashbacks del recuerdo, vuelta a la policromía para el relato presente... Son esas grandes viñetas a toda página las que nos ahondan en el azul turquesa del mal y en un horizonte plomizo que no permite atisbar ninguna esperanza.

Apenas hay palabras en el cómic de Horneman y Dürr. El de la niña Amina es un drama silencioso. Una historia de tantas que, aunque en este caso tenga nombre propio, podría (debe) leerse como el instante anónimo de una tragedia repetida. El testimonio recreado de esa carrera hacia la deshumanización que día a día va devorando el planeta.

jueves, mayo 31, 2018

La tortuga roja, de Michael Dudok de Witt. La soledad del náufrago

Pocas cintas recientes (¿Boyhood, quizás?) han sido capaces de mostrar de forma más simbólica y sintética el ciclo de la vida, la muerte (y el proceso de supervivencia que discurre entre ambos) que La tortuga roja (2016), la película de animación del Estudio Ghibli dirigida por el dibujante holandés Michael Dudok de Wit. En 2017 obtuvo el Óscar a la Mejor película de animación.
Desde la sencilla metáfora del náufrago desvalido en una isla desierta, la cinta indaga con lirismo contemplativo en los procesos de supervivencia y crecimiento personal ante la adversidad. Y como la soledad suele ser muda, lo hace sin una sola palabra; valiéndose únicamente de la fuerza de las imágenes y de los sonidos vibrantes y multicolores de la naturaleza. No recordamos una película de dibujos animados en la que el mar y sus criaturas traspasen la pantalla con mayor verosimilitud. Los planos generales de la isla enmarcan la soledad del protagonista con sus imponentes bosques de bambú, los perfiles de los arrecifes de coral o los vertiginosos acantilados. También los habitantes de la isla participan de este naturalismo envolvente: lejos de identificarse con el estilo tradicional de Ghibli, los personajes de La tortuga roja nos recuerdan por su diseño realista y conciso a los que llenan las páginas de los cómics de Emmanuel Guibert o de Paco Roca.
En la primera parte de la cinta no es difícil identificarse con la zozobra del personaje principal (en la claustrofóbica escena de la cueva submarina, por ejemplo), maravillarse con sus exploraciones y descubrimientos o, más adelante, sobrecogerse por su desvalimiento ante las fuerzas desbocadas de la naturaleza.
El simbolismo de la historia se desdobla en dos direcciones: por un lado, en las secuencias oníricas que (como en un espejismo o en una pesadilla) recogen la angustia desesperada del protagonista principal; por otro, en el componente fantástico que convierte a la naturaleza en elemento dador de vida y portador de muerte. Es ahí donde irrumpe la figura animal que da nombre a la cinta: esa tortuga roja que abre la posibilidad de que, en un giro argumental inesperado, la existencia solitaria del náufrago recobre su esperanza. A partir de ese punto de inflexión simbólica, podemos interpretar todo el relato como una gran fábula panteísta en la que las vivencias de los protagonistas (el náufrago y sus nuevos acompañantes) podrían traducirse como una gran metáfora de las diferentes etapas vitales del ser humano (nacimiento-crecimiento-emancipación-muerte) y un reflejo de su papel insignificante dentro del universo.
Y entre tanto náufrago, un aviso para navegantes y espectadores despistados: no esperen grandes sobresaltos argumentales (alguno hay, no obstante), ni acción trepidante en La tortuga roja. Pese a su paternidad holandesa y su producción parcialmente gala, en esta película late con fuerza el espíritu de Ghibli (no es casualidad que fuera fue el mismísimo Isao Takahata quien recomendara al director holandés), con su habitual cadencia contemplativa y su vínculo inquebrantable con la naturaleza y las filosofías animistas. Estamos ante una obra pausada, profunda y llena de argumentos para la reflexión.