jueves, febrero 01, 2007

ACME Novelty Library, los 17 escalones y subiendo.

Para matar los ratos muertos en este periplo argentino (durante vuelos y viajes interiores, básicamente), me he traído conmigo el volumen 17 de la ACME Novelty Library de Chris Ware; que seguramente encuentren ustedes en alguna tienda de cómics si tienen la suerte o la desgracia de vivir en Madrid o Barcelona. Me entero a estas alturas de que don Chris planea un total de 52 volúmenes para su inclasificable biblioteca, aunque uno no sabe si tomarse literalmente alguna de esas anotaciones, carteles y glosas con las que el estadounidense atiborra el mínimo espacio libre que asoma en sus páginas (me ha hecho gracia la etiquetilla pegada en la contraportada donde advierte que este fascículo dedicado a Rusty Brown no es ni la mitad de gracioso que el anterior, en el que comenzaban sus aventuras).
Creo, sinceramente, que Chris Ware es el autor más importante del momento y el que más y mejor está hurgando entre las posibilidades narrativas aún inexploradas que ofrece el medio. Por eso, le dedicamos a Ware y a su Jimmy Corrigan el primer post real (si omitimos el de presentación) que apareció en esta bitacorita (que reproducía a su vez el primer artículo con el que inicié mi colaboración (como saben ustedes ya terminada) con el Tribuna de Salamanca.
Por otro lado, entiendo parcialmente las críticas que esgrimen los detractores de Ware, cuando le acusan de frialdad aséptica, de un objetivismo forzado y un tanto retoricista o de una autocomplacencia sin límites; es cierto, que a veces Ware es listo de más y le gusta enseñarnos cuanto. Y es cierto que algunas de sus historias se refocilan en un cripticismo innecesario o en una autorreflexividad que de puro posmoderna resulta ofensiva (es el caso de las aventuritas de la abeja en este volumen). Sin embargo, lo que ofrece Chris Ware es tanto y tan bueno, y es tal su habilidad para diseccionar las miserias humanas desde la micro-cámara que remata su bisturí, que cualquier pero parece disolverse en la genialidad del último gran genio de la viñeta (Clowes mediante).
Su dibujo, preciso, perfecto, evocador como una radiografía, tiene mucho que ver; aunque percibo en esta nueva entrega cierta inclinación (intencionada, no me cabe duda) hacia las líneas menos moduladas y perfectas (¿con qué intención última? Nos enteraremos con el tiempo, seguro). Su técnica compositiva, como siempre, brillante, deslumbrante con cada nuevo experimento visual: como esas viñetas flotantes alrededor de la principal o sus diagramas con viñetas interconectadas. La historia: llena de interés humano y enfocada desde la perspectiva de los perdedores (entre los que aparece -¿por vez primera?- en un guiño autorreferencial el propio Ware, como profesor de dibujo insatisfecho).
En fin, que les voy a contar, siempre me pasa lo mismo. Cuando leo algo de este hombre me quedo feliz y me digo, pues sí, un cómic puede ser tan bueno como un buen libro. Y no saben lo que vale eso.

2 comentarios :

Octavio B. (señor punch) dijo...

para cuándo más en castellano,
¿verdad?

Yorkshire dijo...

Para que los que denostan y de modo reduccionista señalan que el tal Ware es un afectado y un criptógrafo en su narración, que hagan un acto de fe y repasen la historia de España y se fijen en unos de los mejores poetas (si no, el mejor), un tal Góngora y Argote que lo tildaban de esto mismo.

¡Ay!, ¡qué mala es la ignorancia y la defenestración gratuita!

Hola, señor Gato, vuelvo de nuevo y veo que tengo atrasada mucha lectura de la buena en este humildísimo y profesionalísimo blog.

Ah, si quieres, pásate por mi blog, En las arenas de Marte, que estoy haciendo a lo largo de esta semana un monográfico de un autor nuevo y que le recomiendo encarecidamente, Esteban Hernández. Son de estos artistas que merecen mucho la pena, por sus ganas y su manera de contar las pequeñas cosas, porque a fin de cuentas, con las pequeñas cosas, es de donde se sacan las grandes sensaciones e ideas.