Mostrando entradas con la etiqueta Salones y exposiciones. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Salones y exposiciones. Mostrar todas las entradas

martes, diciembre 04, 2007

Expocómic 2007: espartanos, cómics viejos y ramen con palillos.

A ver como cuento esto para no levantar sarpullidos, ni resultar injusto.
Este sábado pasado, me acerqué a Madrid para, entre otras cosas, acercarme a su vez a Expocómic 2007. Lo cierto es que la feria del cómic de Madrid ha mejorado mucho desde su reemplazamiento en el Pabellón de Convenciones del Recinto ferias de la Casa de Campo, después de su paso por localizaciones mucho menos adecuadas (como aquella en el Centro Conde Duque). Se ha hecho, igualmente, un esfuerzo importante a la hora de atraer editoriales, aumentar la oferta y ofrecer una buena agenda de actividades paralelas.
Pero, sin el ánimo de agraviar en demasía con la comparación, la feria comiquera capitalina sigue a bastante (mucha) distancia de la otra gran convención comiquera del país: el Saló de Barcelona. Por número de stands y novedades, por la cantidad y el renombre de los autores firmantes y conferenciantes y por el recinto en sí, parece que Expocómic aún juega en una liga inferior. No me hagan mohines reprobatorios, somos de los primeros que no nos cansamos de aplaudir cualquier iniciativa comiquera o incitación a la lectura tebeística. Tampoco tenemos el alma de piedra, ni nos excita la crítica como deporte lubricante. Simplemente, constatamos una evidencia, a Expocómic le queda un largo camino por recorrer:
No son de recibo, por ejemplo, esas conferencias al fondo de la nave, entre la masa de visitantes que va vociferando de una caseta a otra, uno chupeteando su regaliz gigante y el otro envainando su katana de madera, en plan mercado popular alborotado. Como la charla que tuvimos el horror de contemplar -oír pudimos oír poco-, con Crisse, Buckingham, D'Israeli, etc. Suponemos que eran ellos, porque, de hecho, después de preguntar a más de diez personas acerca de los conferenciantes, nadie pudo decirnos quiénes eran los que realmente estaban allí sentados. Parece que los espectadores resultaban ser, en su mayoría (excepto en la primera fila), despistados saloneros fatigados que no habían podido dejar pasar la oportunidad inmejorable de una silla vacía, para sentarse con sus colegas a hablar de sus cosas, mientras unos tipos disertaban al fondo (no molestaban tanto en realidad).
Porque el grueso de los visitantes, me darán la razón aquellos de ustedes que estuvieran allí, eran adolescentes disfrazados de sus héroes favoritos, en proceso de celebración freaky-carnavalera; lo cual, ni está mal ni bien, siempre y cuando la fiesta comiquera madrileña no corra el riesgo de perecer engullida por este hecho, convirtiéndose en un sucedáneo o segunda parte del Salón del Manga. Tuvimos en todo momento la extraña sensación de que ambos eventos estaban en realidad organizados para el mismo tipo de lector juvenil de género (no me hagan especificar más); una falsa intuición, quizás, sólo asistimos el sábado, ya decimos.

Las exposiciones, correctas, pero sin alardes, ni espaciales (sin instalaciones o recreaciones contextualizadoras), ni temáticos (interesante la de Buckingham y Saurí, anecdótica la de los primeros cómic americanos en España). Los autores invitados para las firmas en los stands, poquitos (al menos el sábado), muy escasos; además fallaron varios de los más esperados por motivos varios (Olivares, Vermunt, Pasqual Ferry). Menos mal que pudimos ver a Azpiri o
al maestro ahí arriba (su dedicatoria amable valió la visita, en realidad).
Ha habido en este Expocómic, no obstante, algunos detalles que nos han gustado y que no habíamos observado en el Saló: nos ha encantado, por ejemplo, pasear entre la gran canidad de tiendas de segunda mano y cómics antiguos; una gran ocasión para hacerse con ese TBO antiguo que nunca volviste a ver. También recibimos con sorpresa y agrado ese pequeño mostrador en la galería de las exposiciones con originales a la venta: buen material de Buckingham, Ramón Bachs o Víctor Santos, a precios más que correctos.
Además, nos llevamos esta obrita digital, numerada y firmada por Olivares, por 5 euros. No es mal consuelo.

martes, mayo 15, 2007

Encuentros afortunados (Fase 2: Granada, el sol y el dibujante).

(Decíamos -adaptación libre-)
- Little Nemo's Kat: Vaya, ahora que lo dices, es cierto, te vi en la mesa redonda de la Semana Negra de Gijón, este verano.
- Jorge García: Sí, estuve en la presentación de Historias rotas: la guerra del 36 en el cómic, con Gallardo, Víctor Mora, Laura, Federico del Barrio...
- L. N. K.: Vaya pack. Por cierto, me encanta del Barrio, Simple, El artefacto Perverso.
- J. G.: Sí, es una obra maestra. Otro cómic que me gusta mucho en esa línea es Sol Poniente, de López Cruces, con guión de M. I. Santiesteban.
- L. N. K.: López Cruces, de vez en cuando entro a su blog; cómo dibuja el tío. Me encantaron sus Obras encogidas, pero la verdad es que es el dibujante menos prolífico del mundo, no saca nada. Ese Sol Poniente, por ejemplo, no me lo he cruzado nunca.
- J. G.: Ya, está descatalogadísimo. Sólo salió una tirada pequeña, que publicó una editorial andaluza con ayuda de la Junta de Andalucía. Hace tiempo le dedicamos una reseña en Tebeosfera. Quedé con él en Granada para reunir información...
- L. N. K.: ¿Es de Granada? Coño, pues yo probablemente vaya la semana que viene unos días para allá; a lo mejor, en el lugar del parto es más sencillo hacerse con un ejemplar.
- J. G.: Oye, pues yo te pongo en contacto con él vía mail, creo que le quedaban algunas copias, a lo mejor...
Dicho y hecho. Jorge me pasó el mail de Joaquín, nos cruzamos dos o tres mensajes y quedamos en Granada una semana después. Una cita a ciegas entre un bloguero-fan y el autor admirado, casi desaparecido del panorama comiquero: el contexto perfecto para una película de terror viñetero e incomodidades improvisadas. Llamada telefónica, quedada en uno de los bares más canallescos y piratas de la Calle Elvira y séquito de acompañantes por ambos lados, por si el encuentro acababa en "tragedia" o en desencuentro...
Ni una cosa ni otra, don Joaquín resultó ser un personaje la mar de interesante, un tío divertidísimo y un conversador de los de quitarse o ponerse el sombrero (sic). Nos bebimos unas cervezas, aburrimos a nuestros acólitos con nuestras charlas comiqueras (moderadas en su número y extensión) y nos reímos mucho y bien; tanto, que el mismo fin de semana repetimos encuentro, para seguir descubriendo Granada en la mejor de las compañías. Ya se sabe lo que se dice, una ciudad sabe mejor cuando se lleva a un cicerone autóctono. Si además es un guía-rastreador del calibre indígena del señor López Cruces (Almería mediante), la magia granaína está garantizada y la malafollá no se presiente ni de lejos.
Joaquín López Cruces, genio y figura.
Por supuesto, al final, me vine a mi tierra con un ejemplar firmadito de Sol Poniente, con la ilusión de saber de primera mano que Joaquín piensa volver a ese terreno viñetero en el que nunca nos debió dejar abandonados y con la certeza (compartida, me parece) de futuros encuentros festivaleros (con o sin red: las buenas compañías mutuas, también pusieron de su parte en los buenos momentos compartidos); en Granada o donde surja.
Ganas tenemos de leer lo nuevo de López Cruces, más allá de sus esporádicas colaboraciones en Humo u otras publicaciones periódicas; ganas de que, por fin, vea la luz ese anunciado libro de viajes, que contará con lo mejor de su alma nómada y su espíritu libre de canalla romántico volátil. Mientras tanto, hemos disfrutado mucho con Sol Poniente (con esa emoción a flor de piel que garantizan las expectativas con resolución feliz a la vista). No vamos aquí a comentar demasido de este cómic, básicamente, porque casi todo lo bueno que se puede decir de él ya lo dijo Jorge García en su estupenda reseña, ya mencionada.
No obstante, aquí, queremos saludar también ese fantástico guión, cerrado, complejo y lleno de esbozos y mensajes inteligentes, de Isabel Santisteban. Y qué difícil es no subrayar, por enésima vez, el talento visual de este dibujante, su habilidad a la hora de montar la página con encuadres precisos e imaginativos, con viñetas tan elocuentes como bellas y minuciosas; difícil no insistir en la capacidad evocativa de su trazo estilizado, con un poso a romanticismo antiguo, pero con la fuerza de los mejores realistas del cómic actual. Que sí, Joaquín, que tienes que dejarte de excusas y regresar a tu jardín de odaliscas empapeladas y harenes enmarcados por líneas claras y tramas brillantes.
Ahora que algunas editoriales andan empeñadas en recuperar nuestra "memoria histórica de la viñeta", se me ocurre, además, ¿a qué esperan para reeditar Sol Poniente? No sería mal negocio, no se crean (¿alguien me oye?).

lunes, mayo 07, 2007

Encuentros afortunados (Fase 1: el autobús y el guionista)

Una de encuentros casuales, en dos episodios. El primero comienza cuando el que suscribe se encuentra en el autobús de vuelta a casa desde la ciudad condal (con motivo del salón del cómic). Andaba entonces leyendo (con retraso evidente) el fabuloso Pyongyang de Guy Delisle, cuando un amable individuo, claramente más joven que el menda, se nos acerca atraído por el aroma irresistible de señalada lectura. Entablamos conversación.
Comenzada la charla, resulta que nuestro anónimo y animado conversador, no es en absoluto anónimo, aunque sí muy animado: los hados comiqueros nos han sentado en el mismo autobús que a Jorge García, uno de los más talentosos y prolíficos guionistas jóvenes españoles. De hecho, por un nuevo capricho del azar, la faceta creativa de don Jorge, adquiere hoy mismo plena actualidad, gracias a la edición francesa de su galardonado Cuerda de presas (según acabamos de leer en Con C de Arte). No he leído Cuerda de presas, el trabajo guionizado por Jorge e ilustrado por Fidel García, pero prometo solventar el dislate en cuanto tenga ocasión. Por de pronto, la obra de Jorge germina en mil ramificaciones y proyectos floridos: desde sus no muy lejanas colaboraciones con Ángel de la Calle (para Nuestra Guerra Civil), M. A. Díez en Dos Veces Breve, Pablo Auladell o Andrés Leiva, hasta la más reciente con David Rubín, para BDBanda.
Pero es que, además, nuestro nuevo amigo resultó ser un gran conversador y aún mejor conocedor del cómic y sus vericuetos narrativos. No es casualidad que Jorge García haya compaginado su labor creativa con una actividad crítica más que estimable (colaborando en revistas y medios como Trama, TOS o Tebeosblog) y con trabajos y reseñas tan recomendables como aquella, aquella otra o el especial, ya clásico, que le dedicaron a Luis García en Tebeosfera. De nuestro admirado Luis hablamos, por supuesto, y de su breve aparición estelar en el interesantísimo proyecto que Jorge y Fidel están construyendo para la revista Humo, bajo el título de Retratos (un homenaje al recientemente fallecido periodista Ryszard Kapuscinski transformado en narración comicográfica mediante un sorprendente juego de cajas chinas).
Así, tirando del cabo, fueron surgiendo nombres, se desvelaron secretos y se tejieron nuevas conversaciones: hablamos de su fervor indisimulado hacia Milton Caniff, del prometedor futuro que se le adivina al joven cómic español o de la devoción compartida por algunos "clásicos-jóvenes", como don Federico del Barrio y su El artefacto perverso, uno de los mejores cómics publicados en nuestro país. Y hablando de del Barrio, salió el nombre de otro maestro, de éste, y salió otra joya escondida a la luz durante largos años... pero eso ya es otra historia.

jueves, abril 26, 2007

Las caras del salón.

Aparte del interés intrínseco (que no es pequeño) que se deduce de una reunión de 100.000 almas antregadas a una causa cultural, un salón de cómics (comicon lo llaman en los USAs) tiene el valor añadido de satisfacer las curiosidades, los anhelos e incluso las pequeñas perversiones fetichistas de los fans-lectores. ¿Dónde si no va a ser usted capaz de hacerse con un original de su autor favorito por el precio del tebeo? ¿o cuándo podría usted departir ingeniosamente con su autor idolatrado sino durante ese minuto que dura la firma-ilustración?
Pero no sólo de fútiles compensaciones y recuerdos materiales vive el hombre, oigan, que una feria de la cultura como la que nos reúne anualmente en Barna es también el lugar perfecto para llevar a cabo la famosa "rueda de identificación". Como un Palmintieri cualquiera, uno puede dedicarse también, con curiosidad sanísima y compensaciones garantizadas en forma de sobredosis adrenalínica, a descubrir los rostros de sus blogueros-amigos-desconocidos (oxímoron de la tercera dimensión). Así, se les puede poner cara a los chicos de Entrecómics, o al ilustre e ilustrado Pepo Pérez (que comparte la doble categoría del descubrimiento blogueroautorial), o a los canallescos muchachuelos de Malavida (desbordantes).
Sobre todo, uno se da cuenta de que detrás de la pluma y el pincel, hay caras, muchas caras, de jóvenes y mayores, caras de éxito y de artístico anonimato; y uno descubre que en este mundo del cómic, la mayoría de las personas que portan dichas caras-caretas (las máscaras del salón, porque también se trata de actuar un poco ante el público que te busca, te quiere y te alimenta, me parece), pertenecen al estrato más amable del arte patrio (y foráneo). Quizás tenga que ver con la, aún modesta, situación del cómic dentro del los ámbitos culturales, pero uno tiene la sensación de que dentro del cotarro comiquero abundan los tipos (y tipas) majetes, humildes y muy accesibles (lo comprobaron ayer en los comentarios a nuestro post).
Fijense, si no, en ese Gipi que dedicaba más de 5 minutos a cada seguidor que se acercaba a pedirle su impronta y que recibía a cambio un verdadero cuadro a color, bañado en sus evocadoras acuarelas; o en ese argentino de River lleno de simpatía que responde al nombre de Ed y que, además de ser un viejo amigo de este blog, nos regaló su tiempo, tijera en mano, para dedicarnos un collage-dibujo de los que sólo sabe hacer él; o en Esteban Hernández, el más joven entre los jóvenes, dibujando perdedores con su paciencia de copista benedictino; o en Max, el triunfador indiscutible del Saló, que se cansó (espero que no) de perfilar con su linea precisa de matemático de la tinta Bardines y Srs. Ts, a diestro y siniestro, mientras aguantaba chapas y torreznos verbales; o en Shelton, en la mesa de al lado, uno de los mitos del comix underground, que no dejaba página sin prostutuir con la presencia trasgresora de sus Freak-ies eternos, con un ánimo y dedicación juvenil; o en Jali, con sus rotuladores plateados que destripaban en tímidas sonrisas las negras contrapáginas de sus niños-frigorífico; o en Fermín Solís, que de puro amable y cercano parecía que hubiera sido tu compañero de piso... En fin, no podemos mencionarlos a todos, aunque me imagino que, como en estos contextos multitudinarios cada uno tiene sus encuentros y desencuentros, sus anécdotas y aventuras, nuestras palabras no llegarán a reflejar más que nuestras propias vivencias...
Por eso, lo mejor es que cada uno se monte su película del festival. No obstante, para evitarles problemas con la identificación de los actores, allá van mis fotogramas...
Gipi, el acuarelista incansable
Ed y Esteban Hernández, la paciencia dedicada.

Él, el super super-realista del festival.

Shelton, joven y underground.
No diga fama, diga Ibáñez.

Dos eran dos, Christin y Bilal.

Andrés Leiva y Fermín Solís, regalando sonrisas a la cámara.

lunes, octubre 23, 2006

El "profesor" Karasik en Kosmopolis 2006.

Interrumpo, sólo momentáneamente, la serie de "Las mujeres en el cómic" para satisfacer una deuda de actualidad de atención obligatoria: me refiero a la visita de Paul Karasik a Barcelona, con motivo del Kosmopolis 2006. Para mi desgracia, no estuve allí, pero por una de esas fotunas que nos sonríen ocasionalmente, la que sí que presenció el acto fue mi buena amiga Elena que, entre sus muchas virtudes cuenta con la de poseer un oído despierto y una pluma agil como pocas. Suya es la crónica que os remito a continuación en lo que se me antoja uno de los posts más interesantes que se han asomado por este blog; una crónica que, además añade vinagre a la herida de la ocasión perdida (Karasik no suele fallar). Next time.
_______________________________________________________
A las 19 horas del sábado 22 de Octubre de 2006, entre el bullicio y ajetreo del Kosmópolis 2006, aparece en el escenario del Hall Proteu, un personaje insigne, salido del mundo del cómic y que, a su vez, saca cómics de novelas. Hablamos de Paul Karasik y de su magnífica adaptación al cómic (con dibujos de Mazzucchelli) de la novela de Paul Auster: La ciudad de cristal.

La charla tiene por título: “Cómic, literatura y música”, pero con las dos primeras disciplinas tenemos más que de sobra para disfrutar durante una hora y media de una clase magistral. Más precisamente de lo que se habla es de adaptaciones de novelas a cómics. ¿Cuál es la clave de un proceso óptimo?

Según Karasik, hay que aprender de los buenos y de los malos ejemplos. El mal ejemplo que nos propone es la adaptación de una seria televisiva norteamericana, cuyo nombre no recuerdo, y su resultado en el cómic se revela insípido y aniñado. Pero, vayamos mejor a los ejemplos buenos (no comparto la máxima de Karasik de que se aprende más con un mal ejemplo que con uno bueno, y aunque sea cierta, lo que está claro es que se disfruta más con los buenos).

Las neófitas como yo asistimos embelesadas a la explicación, con puntero en mano, de una hoja del cómic adaptado de la novela de Lewis Caroll, Alice in Wonderland [¿la versión de Brian Talbot? Consultaré con mi corresponsal]. La sensación es parecida a la primera vez que la guía del Museo del Prado te hace observar las implicaciones formales del espacio del cuadro de La Rendición de Breda, y permaneces atónita ante la belleza de los juegos de simetrías y asimetrías. Paul Karasik disecciona la hoja, y como si en una clase estuviésemos nos pregunta a nosotros, alumnos improvisados, nuestras percepciones. Ni que decir tiene que el cómic es genial, es una maravillosa adaptación de un clásico literario. Partiendo del dibujo original de John Tenniel, en el que se observa a una cándida Alice que mira una llave depositada en una mesa y a una puerta a sus espaldas (dibujo que todos tenemos archivado en nuestras mentes); nos adentramos así en un infierno de acciones consecutivas en las que Alice va creciendo o decreciendo, según coma galletas o beba pociones mágicas. Su propósito, como todos recordaréis, no es otro que ser lo suficientemente grande como para coger la llave y lo suficientemente pequeña como para pasar por la puerta. La historia en el cómic comienza a ser delirante cuando todo crece y decrece (no sólo Alice), y justo cuando todo parece tener el tamaño adecuado, es la viñeta la que se ha quedado demasiado pequeña… Este recurso metaliterario provoca la carcajada del auditorio, que si bien ya estaba encandilado por este ex barbudo, ahora ya, sin ningún género de dudas, no le dejará marchar fácilmente.

Siguiendo con el análisis de viñetas, como si de un concurso se tratase, Karasik nos concede cinco segundos para visualizar una hoja de Winsor McCay (“coprotagonista” del título de este blog), extraída de Rarebit Fiend, e intentar adivinar de qué se trata. La expectación está creada, el maestro circense deja que el público haga sus suposiciones, hasta que la trama queda resulta y volvemos a la página. En este punto, Karasik nos permite disfrutar de la imagen más de cinco segundos, nos descubre los secretos formales y la importancia de la estructura de la página: es la ausencia de la arbitrariedad.

Después de analizar otra más de esas páginas pesadilla de McCay, llegamos a lo que todo el mundo pensaba que sería el inicio de la charla, aunque no percibo decepción en el ambiente por que el coloquio haya seguido otros derroteros. Llega el momento de explicar el proceso de adaptación:
cómo un Paul “guioniza” al otro Paul.

Reconozco que nunca me había parado a pensar en la tarea de adaptación. A veces, cuando miramos el resultado final de un proceso artístico, ninguneamos ese proceso, y en este caso (y en la mayoría) ese ninguneo está totalmente prohibido. Para comenzar, Karasik nos muestra una fotocopia del texto impreso de Paul Auster sobre la que trabajaba. El rosa son las acciones, lo que se puede trasformar en imágenes. El azul se queda, aparecerá literalmente en el libro. El grado de literalidad es elevado y así lo observamos en la primera frase que cómic y novela comparten: "Todo comenzó con una llamada de teléfono equivocada". Frase enmarcada en el centro de una página totalmente negra.

Después nos muestra también la siguiente página: oscuridad en el centro del número cero, éste dentro del marcador del teléfono, éste dibujado en las páginas amarillas, éstas sirviendo de apoyo a otro teléfono, esta vez el real. Así comienza ese juego de sueños y pesadillas entre papeles dentro de un papel. Karasik nos explica su pasión-obsesión por la división de la página en nueve viñetas, que se mantendrá incluso en las páginas que forman una única viñeta.
Aquí os muestro un ejemplo del proceso: del esbozo de Karasik al dibujo de Mazzuchelli. Lo último, lo que salió publicado (visto en Indy Magazine, Spring 2004).

La forma al servicio del contenido y más concretamente, la estructura de la página, se emerge de nuevo como elemento más que relevante en el proceso narrativo. Las viñetas, su contorno, son compañeras cómplices de los personajes que se derraman entre sueños y pesadillas en blanco y negro.

No sé si esto resume la conferencia de Karasik, pero lo que queda claro es que fue un auténtico placer escuchar al citado personaje, lleno de energía y transmitiendo esa pasión a un más que deleitado auditorio.

Una última reflexión que se me venía a la cabeza con este Kosmópolis: es un encuentro literario, aunque se vean pocos libros y nadie esté agazapado, sumido en el placer escondido de la lectura.

viernes, agosto 11, 2006

Cómic en la Semana Negra de Gijón 2006 (y III): El hijo pródigo.

Dejábamos hace dos posts el folletín de la mesa redonda, la ronda de firmas y el conferenciante oculto, a medias. Lo retomamos aquí y ahora en el punto en el que se interrumpió.
Estaba un servidor ansiosamente a la cola de firmas a la espera de los dibujitos de sus admirados Gallardo, del Barrio and company, cuando una voz procedente del fondo de la carpa anunció, como un zumbido molesto pero, seguramente, necesario: "cinco minutos y se deja de firmar, que empieza la siguiente conferencia". El invitado, de hecho, ya estaba sentado en su butaca, al lado de Ángel de la Calle (organizador), debajo de una pantalla blanca. El agasajado era nada menos que Luis García. Sí, el mismo, el celebrado dibujante co-fundador de Rambla, uno de los autores emblemáticos del cómic de autor español de los años 70 y 80, el autor de las inmensas Nova-2, Etnocidio o Las crónicas del Sin Nombre, el mismo Luis García que a mediados de los 80 decidió retirarse del mundo en viñetas para dedicarse a la pintura y otros menesteres con mayores expectativas alimenticias...
Así que, sintiéndolo mucho por la ronda de dedicatorias frustradas, y después de rapiñar alguna de las firmas que no quería perderme, abrí las oreja y me puse como un fan adolescente a escuchar a uno de los mitos de mi niñez comiquera, el gran Luis García.
Lo cierto es que, como había sucedido con la mesa redonda, la charla fue un tanto decepcionante. Me decepcionó la improvisación con que de la Calle pareció dirigir el asunto; me sorprendió la elocuencia parca de Luis García, un autor que se caracterizaba por unas obras crípticas y tremendamente ricas en sus matices interpretativos.
Durante la primera parte de la charla, García se limitó a comentar algunos de sus trabajos pictóricos, que iban siendo proyectados en la gran pantalla situada sobre ellos. De este modo, despachaba cada cuadro con comentarios valorativos un tanto banales, sin aportar ninguna información artística sobre los mismos. Sus cuadros, en la línea hiperrealista que ha caracterizado a su dibujo (aunque él negara la etiqueta, en un gesto de humildad) , sorprenden por la absoluta maestría técnica de su autor, un creador con mayúsculas. Así, pudimos saber que durante los últimos lustros, Luis García ha estado trabajando en una serie pictórica sobre miradas de actualidad, con cuadros que aislaban momentos y personajes de nuestro panorama político, social y cultural. Nos enteramos de su trabajo como ilustrador para revistas y prensa, de su constante sed de experimentación pictórica, etc.
Lamentablemente, apenas se habló de tebeos (excepto un poco al final) y en general la charla fue más bien insípida. Sin embargo, dos notas positivas bastaron para justificar la asistencia: por un lado, reconocer la cercanía y humildad de un artista que se nos antoja esencial a la hora de establecer un árbol genealógico del cómic en España; un hombre que abrió una puerta por la que todavía no se han atrevido a pasar muchos herederos.
En segundo lugar, compensó el asunto aunque sólo fuera por conocer de primera mano la exclusiva (me imagino que no lo es tanto para la gente del mundillo; lo fue para mí): Luis García vuelve al cómic. Le esperamos con los brazos abiertos.

Luis García durante un momento de la charla-coloquio

miércoles, agosto 09, 2006

Cómic en la Semana Negra de Gijón 2006 (II): Historias Rotas.

En realidad este post no estaba previsto. Pospongo uno o dos días la solución al final interruptus de ayer (el conferenciante misterioso, recuerden) para abarcar un punto que puede tener su aquel. En uno de los comments del último post (dios mío, me rebosan los anglicismos), el amigo Taula se preguntaba acerca de la posibilidad de adquirir Historias rotas. La guerra del 36 en el cómic, así que ante la posibilidad de una posible imposibilidad de acceder a una de las copias del libro-catálogo de Pepe Gálvez y Norman Fernández, me he dicho, muestra a tus visitantes al menos la portada y algo de información de lo que se están 

perdiendo (¡ese lado maligno gatuno!).Y es que me temo que no habrá ocasión de acceder a Historia rotas en tienda o librería (ojalá me equivoque), ya que se trata de un proyecto claramente institucional (Gobierno del Principado de Asturias) y coyuntural (Semana Negra). Ojalá, repito, me equivoque y alguna editorial se lance a publicar este interesante (aunque breve) recorrido bibliográfico por los cómics que de un modo u otro se han acercado a episodios de nuestra guerra fraticida. El 10 de julio, El Diario Montañés publicó un artículo bajo el título "La Semana Negra commemora la Guerra Civil" (no firmado, lamentablemente), en el que se da cumplida cuenta de las actividades organizadas al respecto y, sobre todo, se reseña con acierto y detalle Historias rotas. Corto, pego y adjunto el fragmento correspondiente (sin molestar a nadie por ello, espero) y, de paso, les y me ahorro palabras: 

'Historias rotas' 

La exposición y el correspondiente catálogo de 'Historias rotas, la guerra del 36 en el cómic' han sido realizados por los especialistas Norman Fernández y Pepe Gálvez. Su contenido se divide en dos partes, atendiendo a la temática de la propia guerra en la primera y a la de sus consecuencias en la segunda. El primer apartado, a su vez, su subdivide en otros tres. 'Las fechas míticas' alude a efemérides concretas y decisivas, como la proclamación de la República, el levantamiento campesino de Casas Viejas, la frustrada revolución de Octubre y el fatídico 18 de julio del 36. 'Las figuras míticas' hace hincapié en personalidades asociadas a la contienda y que han pasado a la historia, caso de Hemingway, Durruti, La Pasionaria o Enrique Lister, pero también en los anónimos componentes de las Brigadas Internacionales, los anarquistas y las milicianas. Y 'La guerra', en fin, recorre las viñetas referidas al propio conflicto bélico, tanto desde la perspectiva más histórica y globalizante como desde el punto de vista personal o del suceso concreto.

El segundo apartado de la muestra también se divide en otros tres capítulos. 'La vida en la retaguardia' recuerda la existencia cotidiana entre los bombardeos y el hambre. 'La muerte en la retaguardia' repasa las diferentes caras de la represión sobre la población civil. Mientras 'La derrota' desgrana distintas y amargas opciones de los que perdieron la guerra: el exilio, el ocultamiento, la resistencia y las cárceles franquistas.

La exposición presta especial atención a obras como 'Eloy', de Hernández Palacios, 'Emili Piulá', de Montesol y Roger, 'La guerra civil española', de Víctor Mora y diversos dibujantes, 'Soledad', de Tito, 'Un largo silencio' de Miguel Gallardo, 'Condors', de Ezquerra y Ennis o '¿No pasarán!' de Vittorio Giardino. Igualmente se revisitan obras de autores como Hernández Cava, Bilal, Julio Ribera, Spain Rodríguez, Federico del Barrio, Muñoz y Sampayo o Paco Roca entre otros muchos.

Variaciones sobre El Guernica

Contando con el precedente titulado 'Variaciones sobre el cuadro La habitación de Arlés', la Semana Negra rinde esta vez homenaje al célebre lienzo de Picasso en un libro de producción propia que cuenta con el patrocinio de la firma Pepsi. Al igual que se hizo en 2003 con el cuadro de Van Gogh, el presente volumen ofrece un compendio de trabajos exclusivamente realizados para esta edición donde diversos escritores, ilustradores y dibujantes ofrecen su particular visión de la masacre inmortalizada por el pintor malagueño.

Amén del aporte literario, el apartado gráfico ofrece una ecléctica variedad de estilos y aproximaciones plásticas. Desde auténticas leyendas como Luís García hasta las más recientes generaciones, encarnadas por Ester Gili, Ken Niimura, Jorge García o Fidel Martínez, pasando por veteranos de la talla de Miguel Gallardo, Lorenzo Díaz y Marta Cano. Desde el enfoque caricaturesco de Enrique Vicente Vegas al realismo de Paco Roca o el personal expresionismo de Javier Olivares. Y ello sin olvidar la participación foránea, personificada por firmas de la talla del británico D'Israeli o el norteamericano Michael Lark.

'Nuestra Guerra Civil'

La editorial Ariadna fue responsable de la revista Dos Veces Breve y publica puntuales monográficos como 'Omar el Navegante' (nominado al Autor Revelación en el último Salón del Cómic) o el presente libro centrado en el conflicto de 1936, 'Nuestra Guerra Civil'. Un álbum de 64 páginas dedicadas a glosar una serie de recuerdos personales con el conflicto civil como desgarrador telón de fondo. Son cinco historias pergeñadas por otros tantos guionistas, que han acudido para la ocasión a la memoria de sus seres más cercanos (abuelos, tíos, amigos íntimos ) y brindan pequeñas vivencias, experiencias indelebles y generalmente trágicas e incluso simples anécdotas: todas transportan el ánimo del lector a aquellos días fratricidas donde la vida o la muerte dependían de la mezquindad, el rencor, el coraje, la generosidad o el signo de la suerte.

Diversos estilos gráficos y literarios componen este mosaico. Laura y Hernández Cava rememoran la vida y obra del dibujante represaliado José Robledano; Pepe Gálvez y José María Beroy recuerdan un día de campo interrumpido por una ejecución de prisioneros; Fritz narra el escalofriante periplo de su tío, desaparecido en los campos de exterminio nazis; Jorge García y Ángel de la Calle reflexionan sobre la memoria robada y encerrada en el Archivo Histórico de Salamanca; y David Rubín pone imágenes a los recuerdos dispersos de su abuelo.

'Nuestra guerra civil' se completa con apuntes aclaratorios de los autores y explicaciones históricas de diversos especialistas, amén del magnífico trabajo de Andrés G. Leiva como autor de portada y contraportada.

martes, agosto 08, 2006

Cómic en la Semana Negra de Gijón 2006 (I): la supermesa redonda.

Resulta que durante la primera quincena de julio me había dispuesto yo a pasar unos días de asueto en buena compañía por las grandiosas tierras del norte de Palencia y la Asturias mítica, cuando sin saber ni cómo ni por qué, me vi en Gijón en medio de la Semana Negra. Prometo que fue una sorpresa no buscada: nunca había estado en Gijón (ahora sé que volveré) y desconocía las fechas de un evento que, sin embargo, siempre me había fascinado desde la distancia catódica.
Así que, de pronto, me encontré en el recinto preparado para el elogio de los Hammet y Chandler y, hete aquí que para mi sorpresa descubrí el protagonismo con que disfruta el cómic en la celebración. Un cartel de actividades en el que el nombre de Ángel de la Calle (fresco aún el segundo volumen de Tina Modotti) aparecía y reaparecía constantemente como organizador de exposiciones y conferencias, había una carpa dedicada a la exposición de originales, mesas redondas, etc. Vayamos por partes.
Con motivo del salón, y dentro de la inercia que crea este año de recuperación de la memoria histórica, se organizaron para la celebración una serie de actividades alrededor de la exposición de originales bajo el título "Historias Rotas". Entre las obras expuestas -abróchense los machos-, El artefacto perverso de Federico del Barrio y Hernández Cava (uno de los grandes cómics en la historia de nuestro país, sí o sí), Eloy: Gorca, de Hernández Palacio, Un largo silencio, de Gallardo, Max Friedman: ¡no pasarán!, de Giardino, etc. Además, se anunciaba una mesa redonda para el sábado 15, con los dibujantes y guionistas protagonistas, al final de la cual se entregaría a los asistentes el libro-catálogo Historias rotas: la guerra del 36 en el cómic (Pepe Galvez y Norman Fernández), en el que se recogían las aproximaciones, interpretaciones y recreaciones comicográficas acerca de la Guerra Civil y reproducciones de las planchas expuestas. ¿Alguien da más?
Al día siguiente (todo esto lo descubrí con avidez en el programa de actos el mismo viernes 14 en que me topé con la Semana Negra) tenía lugar la "supermesa redonda" que bajo el título "Historias rotas, la guerra del 36 en el cómic" Pepe Gálvez y Norman Fernández, con la intervención de Annie Goetzinger, Antonio Parras, Víctor Mora, Miguel Gallardo, Laura, Roger, Federico del Barrio, Ameziane, Alfonso Font. ", presentaría el libro realizado por éstos ante la presencia de los autores mencionados. No estuvo Alfonso Font, aunque el resto de la nómina era de tal calibre que se disculpaba una ausencia tan ilustre.
Llegó la charla y, por fin, pudimos, por un lado, satisfacer esa perversión fetichista que consiste en ponerle rostro a los ídolos nominales de la infancia, juventud y "madurez", y, por otro, disfrutar ante la exposición oral de aquellos a quienes sólo habíamos "escuchado" en el papel. Supo a poco, a muy poco. Tanta presencia, tantas voces dignas de interés, para apenas 50 minutos... Hechas las presentaciones del libro, los invitados no tuvieron tiempo más que para explicar en 4 ó 5 minutos su relación personal con el conflicto (inexistente en algunos casos, como el del joven francés Ameziane, más o menos directa en otros, Parras, Mora, etc.). En fin, que nos quedamos con las ganas de oír hablar de cómics, de algo de debate artístico, y llegamos a la conclusión de que quizás no era el formato más adecuado ni la duración idónea para reúnir a unos personajes cuya presencia, seamos sinceros, pareció testimonial.
A continuación, recogimos los libros en tropel, cambiamos de carpa y disfrutamos de la firma de ejemplares. Yo, por razones que no vienen a cuento, llegué un poco tarde y me tuve que conformar con las firmas de mis adorados del Barrio o Mora, en vez de los dibujitos dedicados con que regalarón a los primeros de la cola. Las estrecheces de horario apremiaban y a las 21:00 llegaba otro de los puntos fuertes de la velada en la misma carpa de las firmas, nada menos que... Bueno, esa será otra historia. Estén atentos.

Annie Goetzinger, el sugerente encanto francés.

Federico del Barrio. Simplemente genio.

Victor Mora, capitán de la tropa, maestro de maestros, y amable sencillez.