Mostrando entradas con la etiqueta reseñas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta reseñas. Mostrar todas las entradas

viernes, febrero 03, 2017

Laid Waste, de Julia Gfrörer. Santificados sean los vivos

Una rata le muerde en el cuello a otra; dos perros famélicos se disputan un brazo humano arrancado de cuajo; Agnès, la joven protagonista del relato, amasa el pan de cada día con sus propias lágrimas... Son escenas que marcan el tono de Laid Waste, el insólito cómic de Julia Gfrörer. Una autora que no deja de recibir críticas elogiosas con cada nuevo cómic que publica: Flesh and Bone (2010), Too Dark (2011), Black Is the Color (2013) o este Laid Waste (2016) que nos ocupa.
La norteamericana pertenece a una generación de jóvenes autores (Anders Nilsen, Sammy Arkham, Francesco Cattani) que han optado por una sutil línea clara, frágil, suelta y quebradiza, deliberadamente imperfecta, para abordar la endeble naturaleza humana y sus pasiones íntimas. Un psicologismo que indaga en el presente, en ocasiones mirando al pasado, como sucede con Laid Waste.
Nos remite el estilo de Gfrörer a las viejas ilustraciones del siglo XIX de la muerte y lo demoniaco. Su trazo y su irregular rayado nos hacen pensar en un Edward Gorey que hubiera perdido el sentido del humor. El elemento gótico (e incluso satánico) se repite en casi todos sus trabajos, en los que la fantasía, los místico y lo sobrenatural se mezclan con sorprendente naturalidad y un paso lento que conecta lo irracional con la vida sencilla de las gentes.
La apuesta por la crudeza en la exposición del sexo, la muerte y la miseria responde a una necesidad poética condicionada tanto por la materia narrativa como por su apuesta estética. En Laid Waste la autora elige los tiempos terribles de la peste negra en la Europa medieval para contar su historia. Sus páginas nos muestran un tiempo sometido por el fanatismo religioso, la carestía y un miedo supersticioso a lo desconocido. En nuestro viaje de pesadilla por la decadencia del poblado emponzoñado, seremos testigos de las ceremonias de la enfermedad y la muerte más mísera, del correteo repulsivo de las ratas carroñeras y pasearemos entre las tenebrosas hogueras prendidas sobre cadáveres apilados. 
En este contexto, sitúa Gfrörer a su protagonistá Agnès: una joven superviviente rodeada de miseria y angustia que observa desconcertada como el mundo se desmorona a su alrededor, mientras ella parece indemne a la muerte y a la degradación que le rodea. En ese punto, Laid Waste introduce el elemento metafísico para jugar con una idea de santidad y espiritualidad. Recurre para ello a secuencias que aportan valores simbólicos (las ratas comiéndose el pan, los perros peleando entre sí, los hombres enterrando y quemando a sus muertos...) a una trama principal fragmentaria y discontinua, que se asienta en el recurso a la elipsis. La narración de Gfrörer se estructura como un collage en el que se alternan las escenas costumbristas del poblado diezmado por la peste, junto a los episodios que siguen el recorrido de la protagonista.
Pese a su reducida extensión, Laid Waste no es un tebeo sencillo, ni afable. Invita a la relectura y a la reflexión; y, en algunos momentos, deja bastante mal cuerpo. Con tanto relato histórico barnizado y maquillado como encontramos últimamente a nuestro alrededor, se agradece que Julia Gfrörer nos ahorre los eufemismos.

viernes, enero 06, 2017

Veintiún cómics de 2016 (y un estudio)

Como es tradición en esta casa, hemos escondido una lista con los mejores cómics de 2016 en nuestro roscón de  Reyes.
Este año, de nuevo, hemos tenido una excelente cosecha viñetera. Pero por encima de la calidad y cantidad de cómics y autores, nos llena de alegría que un porcentaje alto de nuestras lecturas favoritas de 2016 sean de producción local. Quizás no haya mejor indicador de la buena salud (creativa, no tanto pecuniaria) del cómic nacional que la publicación por parte de Fantagraphics de Spanish Fever; una antología de autores españoles que está teniendo repercusión y aparece en varias listas norteamericanas de los mejores cómics de 2016. Aunque la obra es, en realidad, una edición inglesa de Panorama (la recopilación que Astiberri publicó en 2013), no es casualidad que algunos de los autores recogidos en ella vuelvan a repetirse en muchas de las listas con lo mejor de este año, incluida la nuestra:
Vencedor y vencido (autoeditado), de Sento: Podríamos haber incluido a Sento entre lo mejor del año con cualquiera de las dos obras anteriores que componen esta trilogía sobre la vida del Doctor Uriel y la Guerra Civil Española vista desde dentro. Tras Un médico novato y Atrapado en Belchite, se cierra el ciclo con Vencedor y vencido, si cabe, la entrega más desesperanzada de la saga. Basados en la historia real y los diarios de Pablo Uriel, los cómics de Sento escapan de sentimentalismos, intrigas gratuitas y efectismos de acción; quizás sea por eso que se ha visto obligado a autoeditar las dos últimas entregas de la serie. Por su honestidad, por su labor de investigación y por como lo cuenta, hay que leer al señor Sento Llobell.
El ala rota (Norma Editorial), de Antonio Altarriba y Kim: El ala rota es el cómic de Antonio Altarriba, dibujado de nuevo por Kim, que completa su díptico familiar dedicado a los derrotados de la Guerra Civil Española: memoria histórica necesaria. Otra vez artistas y creadores haciendo lo que no hacen nuestras instituciones. El de Altarriba y Kim es un cómic áspero y honesto, un ejercicio confesional de restitución por partida doble: a su madre Petra, pero sobre todo, a todas esas mujeres que sobrevivieron de forma heroica al drama de la muerte de los seres queridos, la humillación y el menosprecio sistemático que recibieron por parte de una sociedad machista, embrutecida y profundamente cruel. 
Intemperie (Planeta Cómics), de Javi Rey: Tremendismo y mucha aspereza para contar la historia de un superviviente en un medio hostil. Javi Rey adapta la novela del mismo título de Jesús Carrasco y construye un relato que convierte en imágenes la tradición literaria española de postguerra: esa dureza que La familia de Pascual Duarte ejemplificó como pocas. Chico, el protagonista, es un niño que intenta escapar de su familia, de su pueblo y de su vida, y que, en su huida de animal acorralado, tras sus encuentros con individuos honestos, terminará por convertirse en un superviviente, es decir, en un hombre (que no adulto). Javi Rey reconstruye los paisajes rurales de la desolación con un sólido dibujo realista y un deslumbrante (y medido) empleo del color. Intemperie es un relato clásico, una historia dura que nos devuelve a un pasado de amos, esclavos, dominación y un control ideológico que parece lejanísimo, pero que está en realidad a la vuelta de la esquina o a unas páginas de periódico de distancia. 
Talco de vidrio (La Cúpula), de Marcelo Quintanilla: Después del éxito de Tungsteno, Marcelo Quintanilha vuelve a impresionar con un trabajo de naturaleza muy diferente: Talco de vidrio, un relato psicológico del desaliento. Celia, su protagonista, es una triunfadora eternamente insatisfecha, el prototipo del fracaso de este modelo social en el que nos hemos instalado los países capitalistas. La obra de Quintanilha es una crónica realista y convincente de la envidia, la codicia y la desesperación como motores sociales. Un cómic que quema y nos invita a repensar hacia dónde vamos y qué caminos estamos dispuestos a tomar.
Intrusos (Sapristi Ediciones), de Adrian Tomine: La última obra de Adrian Tomine recopila seis historias breves; género en el que el norteamericano se ha revelado un auténtico maestro desde que publicara sus primeras historietas en su fanzine Optic Nerve. Tomine bucea en las inconsistencias de lo real, en las miserias de cada día con una profundidad y un pulso narrativo al alcance de pocos autores contemporáneos. Intrusos es un trabajo complejo y ambicioso, una obra de madurez y, en cierto sentido, una declaración de principios por parte de uno de los nombres esenciales de la revolución de la novela gráfica.
Beverly (Fulgencio Pimentel), de Nick Drnaso: Los relatos breves sutilmente cruzados que componen Beverly parecen resultar de una mezcla curiosa entre Carver, Solondzt, Clowes y Porcellino. Una mirada aguda sobre las miserias humanas y el crudo egoísmo del ciudadano común. La línea clara clarísima de Drnaso (así, sin vocal) reproduce la falsa asepsia de las existencias inmaculadas: el American Dream convertido en la cobertura glaseada de un pastel de mierda. Debajo del trazo finísimo de este cómic y sus perfectos colores planos, detrás de sus historias de familias felices, adolescentes efervescentes y esos resorts vacacionales de ensueño en los que le pedirías la mano a tu amor eterno se esconde la existencia miserable y hueca  que santifica al común de los mortales: una planicie que se disfraza de sonrisa hipócrita y maravilla de cartón piedra en simulacros de vida como Facebook o Instagram. El brillo, los focos y la música de Barry Manilow de fondo son un invento de Hollywood. Así nos lo cuenta Nick Drnaso, con mucho pulso narrativo, momentos incómodos y dobles sentidos, en Beverly.
Chiisakobee (ECC Cómics), de Minetarô Mochizuki: Hacía tiempo que no disfrutábamos tanto de un manga. Entre otras cosas, porque los cuatro volúmenes que componen Chisakobee no se parecen a nada que hayamos leído antes. Detrás de la, sólo aparentemente trivial, trama de un joven ingeniero que hereda la empresa de construcción de sus padres después de la muerte de éstos en un incendio, se esconde uno de los cómics más osados y asombrosos en la planificación de escenas que se recuerdan. El lenguaje del cómic recurre a la alternancia de planos para dinamizar la acción; Mochizuki lo hace para describir sentimientos profundos y estados de ánimo que parecían difícilmente traducibles a un lenguaje gráfico. Parece imposible que una acumulación de primeros planos de manos, piernas y nucas pueda llegar a transmitir la carga emocional que consigue esta obra. Dejándose llevar por la estética y la forma de vida de sus personajes, muchas voces han definido el de Mochizuki como un "manga hipster". No se compliquen la vida: más allá de etiquetas, Chiisakobee es un cómic prodigioso. Y punto.
La favorita (La Cúpula), de Matthias Lehmann: No conocíamos a Lehmann en nuestro país, pero habrá que seguirle con atención después de leer La favorita. El francés recurre a un dibujo heredero de la ilustración decimonónica (no por algo es un maestro en el linograbado) para contar una historia que arranca como un homenaje a la novela gótica y concluye en un acercamiento postmoderno a cuestiones tan complejas como la identidad sexual, los derechos de la infancia o el peso de las apariencias en las sociedades conservadoras. Entre medias, secuenciaciones audaces y alguna vuelta de tuerca sorprendente que dejará al lector en un estado de plácido estupor y le regalará unas buenas horas de reflexión.
Una entre muchas (Astiberri), de Una: Una entre muchas es un cómic necesario, uno de esos trabajos que zarandean conciencias y remueven pasividades cómplices. Una, su autora, aborda sin excusas temas como el maltrato machista, la pederastia, la violación o la connivencia y el silencio social en el asesinato de mujeres. Se nos relata con crudeza el caso del Destripador de Yorkshire, cuyas atrocidades se vieron amparadas por la inacción y los prejuicios sociales. Y Una habla de sus traumas personales, como víctima de abusos y violaciones a lo largo de su vida. Una voz autorizada, un cómic sobrecogedor. 
La ternura de las piedras (Nørdica Cómics), de Marion Fayolle: La ternura de las piedras, de Marion Fayolle, es un ejercicio único de mestizaje entre el cómic y la literatura: la autora francesa dibuja y escribe su cómic como una alegoría poética y lo dota de una profundidad lírica tan íntima y sutil que el lector no puede sino sobrecogerse por lo que en él se narra. Porque La ternura de las piedras no es otra cosa que una elegía a la muerte del padre edificada en viñetas, un ejercicio de exorcismo convertido en símbolo y metáfora de la tragedia. Fayolle recurre al símbolo y la metáfora para, con su estilo delicado y evocador, construir un relato cargado de dolor, empatía y belleza. Uno de los cómics más bonitos e intimistas de este curso.
Diagnósticos (La Cúpula), de Lucas Varela y Diego Agrimbau: Diagnósticos fue concebido tras un año de estancia en la Maison de Auteurs de Angoulême por parte de sus dos autores argentinos. Seguramente no ha tenido la repercusión que hubiera merecido, pero este trabajo es la prueba fehaciente de que en cómic todavía quedan muchas cosas por hacer. Usar la enfermedad como excusa creativa es la vía que han tomado Varela y Agrimbau para construir un conjunto de historias cortas cohesionadas por la vinculación literal entre forma y contenido: seis personajes aquejados de seis trastornos mentales (agnosia, claustrofobia, sinestesia, afasia, akinetopsia y prosopagnosia) son la excusa para experimentar con la secuenciación narrativa y la manifestación gráfica de los síntomas y efectos de la enfermedad. Cada relato se desarrolla desde el interior de la mente enferma y cobra forma a partir de la disfunción de sus protagonistas. Una idea valiente que funciona en su traslación a viñetas.
El fin del mundo y antes del amanecer (Norma Editorial), de Inio Asano: Últimamente, se habla de Inio Asano en todos los foros. No nos extraña. Su actualización de algunos géneros tradicionales del manga (hentai, shojo, gekiga...) y su acercamiento, curioso, perspicaz y excéntrico, a la sociedad nipona, no deja de ganar adeptos para su causa y para el manga adulto. Pero es que, además, Asano dibuja como pocos: el hiperrealismo de sus escenarios impone y sus personajes desbordan expresividad. El fin del mundo y antes del amanecer recopila varios relatos cortos para componer un inquietante fresco urbanita de jóvenes melancólicos y desilusionados que miran con inquietud hacia un futuro sombrío, como quien observa la llegada inminente de un apocalipsis inevitable. En este contexto, Asano entreteje con maestría una urdimbre de detalles existenciales, hábitos del día a día, diálogos cargados de intenciones e indicios filosóficos y teleológicos que parecen señalar a una instancia superior. Son intuiciones y símbolos que emergen de historias cotidianas. Apuntes para una crisis, que a lo peor deberían leerse como un vaticinio agorero dedicado a nuestra forma de vida, frenética y sofisticada.
Necrópolis (Astiberri), de Marcos Prior: Necrópolis es el cómic de Marcos Prior que cierra su "trilogía de la crisis", después de Fagocitosis y Potlatch. El autor reformula la idea de cómic comprometido para hurgar en la herida de la "gran estafa global" que nos ha explotado a los ciudadanos en la cara por obra y gracia de nuestra clase política y su servidumbre ante los poderes financieros. Sus páginas proyectan hacia el absurdo postmoderno la inercia de los acontecimientos contemporáneos, para dibujar un cuadro social presidido por la violencia, la corrupción, la miseria, la estupidez y la insolidaridad generalizada.
Todos los hijos de puta del mundo (Astiberri), de Alberto González Vázquez: La fina mala hostia de Alberto González Vázquez es tan fina y está tan repartida que estamos todos invitados en la dispensa. Que le llamen a uno gilipollas a la cara, debe de ser muy jodido, pero es tremendamente gracioso para quien observa desde otro lado de la viñeta. Todos los hijos de puta del mundo, la recopilación de las páginas que González Vázquez ha ido publicando en El Mundo Today y Orgullo y Satisfacción a lo largo de estos años, es un cómic que busca soltar lastre a base de escupitajos e inteligencia: un tebeo dedicado a todos esos que siguen pensando que España va bien, mientras aplauden con las orejas y disculpan resignados a fulanos trajeados con tarjetas black. González Vázquez ha publicado un cómic hilarante como una patada en los huevos. No puede uno dejar de reírse, oigan. 
Paciencia (Fulgencio Pimentel), de Daniel Clowes: Hablar de Clowes es hacerlo de uno de los grandes renovadores del lenguaje comicográfico, de una de las figuras emblemáticas en lo que ha sido el asentamiento de la novela gráfica y su despegue como medio artístico de prestigio. Todas las obras del estadounidense son reconocibles y valientes; en casi todas ellas encontramos algún hallazgo narrativo o méritos estilísticos que las convierten en obras de referencia. Paciencia tampoco decepciona. Enmarcada dentro del territorio de la ciencia ficción, el nuevo cómic de Clowes desafía las convenciones y desborda las expectativas que se van planteando en cada una de sus páginas. 
Los dientes de la eternidad (Norma Editorial), de Jorge García y Gustavo Rico: El cómic de Jorge García y Gustavo Rico resuena como un viejo cantar moldeado por gestas milenarias y dioses inmortales. Con su narración densa y épica del ocaso de los dioses, del triunfo efímero y amargo del hombre sobre la gloria legendaria de Asgard, García confirma que es uno de los grandes guionistas de nuestro país; un autor capaz de construir historias que parecen surgir de la memoria de los pueblos. La reconstrucción de esta mirada mítica habitada por dioses escandinavos y guerreros de hielo moldea sus dimensiones heroicas definitivas gracias a la enérgica imaginería de un Gustavo Rico en estado de gracia: no exageramos si afirmamos que, en muchos momentos, el torbellino expresionista de su dibujo nos devuelve la imagen exuberante de maestros como Alberto Breccia y Miguel Calatayud... ¿Hace falta decir más? 
Golem (Roca Libros), de Lorenzo Ceccotti: El de Ceccotti es un cómic que bebe del manga clásico para  crear un sorprendente universo de ciencia ficción: una propuesta brillante y vertiginosa que nos presenta a un dibujante sobresaliente y a un creador de mundos ficcionales diferente y complejo. El manga del italiano Lorenzo Ceccotti es un ejercicio de frenesí visual que fagocita muchos rasgos icónicos de la ciencia ficción clásica y del cibermanga de autores como Otomo o Shirow: su gestualidad y ruido cinético, la profusión tecnológica o la combinación entre los pasajes contemplativos y las escenas de violencia vertiginosa son características que Golem recupera, actualiza y trasnsforma en un tebeo que se lee sin dejar de sudar.
Enter the Kann (Autsider Comics), de Víctor Puchalski: Si le hacía falta un Tarantino al cómic, alguien que recuperara los viejos géneros de la serie B y el pulp para revestirlos de colorido barniz kitsch y efervescente violencia gratuita, si hacía falta, decíamos, Víctor Puchalski acaba de proponer su candidatura en firme con Enter the Kann. Ya desde esa alucinante portada holográfica que le golpea (literalmente) al lector en la cara en tres fases, el cómic de Puchalski destila incorrección política, violencia underground en tonos psicodélicos y un homenaje a la cultura pop desde su primera página: a los videojuegos de arcade, al cine de artes marciales de Bruce Lee, a la línea chunga española iluminada por el espíritu de Clay Wilson y Gary Panter... Enter the Kann es lowbrow en estado puro que en sus escenas más violentas y alucinadas roza la abstracción. Enter the Kann es un espectáculo visual fabuloso, un tebeo mestizo, irreverente, asalvajado y además muy divertido... 
Safari Honeymoon (DeHaviland Ediciones), de Jesse Jacobs: El sólo hecho de recorrer las viñetas mutantes de Jesse Jacobs y pasear por los paisajes metamórficos, abigarrados y exuberantes de sus cómics resulta en sí un festín visual. El neoyorquino ha conseguido convertir su estilo gráfico en un lenguaje: Safari Honeymoon es un valioso muestrario de su caligrafía. La historia de los dos recién casados que organizan, para su luna de miel, una expedición a las selvas de un peligroso y fecundo planeta es sólo la excusa argumental que emplea Jacobs para desplegar su catálogo de criaturas multiformes y la alucinante flora imposible que habita sus páginas. Con su amable estilo underground y una combinación preciosista de tonos verde, Safari Honeymoon es una delicia para amantes de la ciencia ficción y la rareza freak, pero, sobre todo, es un tebeíto que se lee con el deleíte hipnótico de quien emprende un viaje excitante al planeta soñado. 
La visión (Panini Cómics), de Tom King, Gabriel Hernandez Walta, Jordie Bellaire: El cómic de superhéroes más citado, aclamado y premiado del año. La idea no es nueva: adentrémonos en la cotidianidad del superhéroe, intentemos capturar la normalidad de lo extraordinario (como hicieron, por ejemplo, Aja y Fraction con Ojo de Halcón de forma deslumbrante). En La visión, sin embargo, el ejercicio especulatorio se enriquece con unas buenas dosis de crueldad, humor negro y, sobre todo, gracias a la propia naturaleza sintética de sus protagonistas. ¿Cómo se cuenta la humanidad de algo que no es humano? Debido a estos factores, el cómic de King, Walta y Bellaire invita a reflexiones propias del género superheroico, como la hostilidad social, la identidad o la inadaptación, pero planteadas desde una óptica muy diferente y novedosa. Una lectura refrescante.
Noche Oscura: Una historia verídica de Batman (ECC), de Paul Dini y Eduardo Risso: Uno de los mejores cómics de superhéroes de 2016 no es un cómic de superhéroes, sino el ejercicio de catarsis biográfica de un guionista que adquirió su fama gracias a ellos. Paul Dini fue uno de los responsables (junto a tipos como Bruce Timm, Joe Chiodo, Michael Avon Oeming, etc.) del exitoso giro cartoon que los personajes de DC vivieron a comienzos de este siglo. Cuando su carrera como guionista de animación parecía lanzada, dos atracadores le dieron una brutal paliza a Dini que lo dejó a las puertas de algo peor... Batman, una historia verdadera cuenta esa experiencia traumática. Azzarello (100 Balas) recurre a su talento gráfico para dar forma a un relato en el que se mezclan los hechos reales, el recuerdo, la narración en primera persona del propio Paul Dini, convertido en personaje, y las historias cruzadas de los personajes de ficción que han ayudado a Dini a ser quien es. El cómic autorreferencial de un exorcismo en toda regla (Batman mediante).
Y si se quedan con ganas de leer más, este año ACDCómic (la Asociación de Críticos de Cómics) ha publicado el esperado Cómic Digital Hoy: 33 capítulos que recorren el panorama contemporáneo del cómic digital internacional a base de estudios (entre ellos este nuestro) y análisis llenos de interés. Una de las buenas publicaciones de este 2016; y encima de balde.
http://www.acdcomic.es/comicdigitalhoy/ 

miércoles, diciembre 21, 2016

Intemperie, de Javi Rey. Viñetas tremendistas (en Culturamas)

Hemos publicado en Culturamas, vuestra revista cultural favorita, nuestra última reseña comiquera. En este caso, un cómic de Javi Rey que adapta la novela de Jesús Carrasco, del mismo nombre: Intemperie.
Se trata de una historia que recupera aquel tremendismo que tanto martilleó durante la postguerra literaria española, gracias a obras como La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela. Nos gustan muchas cosas del trabajo de Rey, su dibujo y su manejo del color son brillantes, los personajes están perfectamente trabajados y sus paisajes se ahogan en el polvo del camino y el frío de las noches al raso. En este escenario, Chico, el protagonista, busca un camino, una dirección, que le permita escapar de su pasado y de su vida, sobrevivir en definitiva.
Paséense por Culturamas y échenle uno ojo a "Intemperie, de Javi Rey. Viñetas tremendistas".

jueves, diciembre 08, 2016

Necrópolis, de Marcos Prior. Estamos hasta los huevos (en ABC Color)

Hemos dedicado nuestro último artículo en ABC Color a Necrópolis, el cómic de Marcos Prior que cierra su "trilogía de la crisis", después de Fagocitosis y Potlatch. Prior reformula la idea de cómic comprometido para hurgar en la herida de la "gran estafa global" que nos ha explotado a los ciudadanos en la cara por obra y gracia de nuestra clase política y su servidumbre ante los poderes financieros.
El suplemento cultural, se completa con un perfil del autor, a cargo de Julián Sorel, y una invotación a adentrarse en el trabajo de Prior ("Siete razones para leer Necrópolis"), de Montserrat Álvarez;  Les dejamos aquí las planchas del suplemento y el artículo extractado: "Necrópolis, de Marcos Prior. Estamos hasta los huevos".
 
 
RAE: Necrópolis: 1. f. Cementerio de gran extensión en que abundan los monumentos fúnebres.

Se está hablando mucho últimamente de Marcos Prior debido a la publicación de Gran Hotel Abismo, el cómic que ha realizado con David Rubín. El resplandor de este último trabajo no debería, sin embargo, hacernos perder de vista el recorrido reciente del  guionista y dibujante catalán; porque, sin duda, estamos ante uno de los autores más coherentes y comprometidos del cómic español actual.
En una entrevista de hace unos años, la escritora Belén Gopegui se preguntaba: "¿Debería la literatura actual eludir el presente y las cuestiones principales del mundo? Desde luego, nadie tendría que imponerle el deber de eludirlo". Marcos Prior lleva ya tiempo suscribiendo sus palabras al pie de la letra. Tanto en Fagocitosis (2011) y Potlatch (2013), ambos dibujados por Danide, como en Necrópolis (guionizado e ilustrado por Prior en 2016), el autor se erige en portavoz de un hastío social que encuentra su raíz en el desenlace de la crisis económica de 2008, provocada por la codicia irresponsable de los mercados globales y el comportamiento criminal de bancos y entidades financieras. El encubrimiento vergonzoso y cómplice de los gobiernos occidentales (disfrazado eufemísticamente de rescate económico) y la gravosa responsabilización que sufrió el ciudadano de a pie desencadenaron una auténtica ola de indignación contagiosa que, por un breve instante, pareció que tendría consecuencias sísmicas regeneradoras en el actual sistema capitalista liberal, injusto, oscurantista y narcótico. 
Todo fue un espejismo. Con las heridas aún a flor de piel y los derechos ciudadanos adelgazados hasta el raquitismo, las élites dirigentes han conseguido sobreponerse a la tormenta casi indemnes. Excepto en países “civilizados”, como Islandia, nadie ha pagado por sus desmanes, y los pequeños y medianos empresarios, los trabajadores y las clases más desfavorecidas nos hemos tragado un sapo color neocon de dimensiones desproporcionadas. De postre, aquellos que nos condujeron a las arenas movedizas son los únicos que han conseguido salir andando ufanos de la ciénaga, vestidos de un blanco inmaculado.
Tenemos la sensación de que, ante la pasividad intencionada de las autoridades, el desinterés artero de muchos medios de comunicación y la amnesia colectiva, sólo algunos artistas, escritores, cómicos y periodistas están asumiendo la responsabilidad de canalizar la rabia y la desesperanza que envuelve a las sociedades convalecientes después de la crisis. Marcos Prior ha decidido que él va a ser uno de ellos. El periodo de madurez y ruptura de límites que está viviendo el cómic contemporáneo, le ha allanado el camino, de algún modo.
El desahogo se puede hacer desde la rabia o desde la crítica paródica. Esta última vía, profundamente postmoderna, es la que adopta Marcos Prior para describir una sociedad secuestrada, habitada por zombies, cadáveres y estatuas. Como hemos dicho, Necrópolis se disfraza de juguete postmoderno y abunda en técnicas como la cita intelectual, la autorreferencia, la narración fragmentaria, la crítica política disfrazada de parodia cyberpunk (que maldita la gracia) y la alternancia estilística y textual (dibujos, falsos textos periodísticos, entrevistas, contenidos digitales y mediales, etc.).
El dibujo de Prior hace también gala de esa variedad estilística, para lo cual se apoya en un grafismo digital que alterna el esbozo, la caricatura y un naturalismo casi fotográfico, distorsionado por un trazo sucio, nervioso y un vasto rayado. Debido a ello, las viñetas de Necrópolis transmiten siempre un reflejo velado y borroso de la realidad: una visión incómoda, llena de interferencias.
Como señala el subtítulo del cómic ("Retrato de grupo con ciudad"), el protagonismo de Necrópolis recae en New Pool, una ciudad distópica y sólo ligeramente futurista, que no es otra cosa que una proyección pesimista de cualquier ciudad contemporánea. La acción se sitúa en el centro de una campaña electoral, en la que podemos reconocer muchas referencias a los actuales partidos políticos españoles y sus líderes. Bajo la superficie esmaltada de los mitins políticos, las declaraciones televisivas y los gestos huecos de los candidatos, New Pool malvive sumida en la violencia, la rapiña y los deficientes servicios públicos (ejemplificados por los constantes apagones eléctricos que dejan la ciudad inmersa en el caos).
Prior proyecta hacia el absurdo la inercia de los acontecimientos contemporáneos, para dibujar un cuadro social presidido por la violencia, la corrupción, la miseria, la estupidez y la insolidaridad generalizada. La acumulación en las últimas páginas del libro de viñetas habitadas por paisajes desolados, locales abandonados y solares llenos de ruinas es la metáfora perfecta, la fotografía final de las necrópolis que habitamos. Ciudades en un proceso de autodestrucción tan obvio y predecible que resultaría cómico si no se parecieran tanto a las de las sociedades en las que nos ha tocado vivir. Autores como Marcos Prior sólo lo están subrayando desde la inteligencia y una visión renovada del compromiso narrativo. 
Aunque no nos demos por aludidos, estamos avisados.

viernes, octubre 21, 2016

Talco de vidrio, de Marcello Quintanilha. El fracaso del éxito

Pese a su precocidad, y aunque cuenta ya con una larga trayectoria en Brasil, Francia y España (en nuestro país, sobre todo como ilustrador de prensa), no descubrimos la obra de Marcello Quintanilha hasta la publicación de Tungsteno: un thriller brasileiro de arrabal, descarnado y vibrante, que se apoyaba en un muy elaborado guión cargado de sutilezas. Un trabajo por el que su autor recibió numerosos halagos y merecidos galardones internacionales.
Quintanilha regresa este año con Talco de vídrio, una historia ambientada de nuevo en su Brasil natal, pero sostenida por el análisis psicológico de personajes, frente al predominio de la acción y el componente criminal que encontrábamos en Tungsteno.
Los dos cómics, sin embargo, comparten su apego por un realismo crudo que traspasa el costumbrismo para hundirnos en las miserias del hombre moderno: las de ese nuevo modelo de ciudadano impasible, codicioso e inmune al dolor ajeno, que habita nuestras ciudades. Ese individuo translucido que, con la cabeza baja, deambula por calles, boulevares, pasillos y oficinas, abrumado por el peso de unas obligaciones y expectativas que apenas le dejan vislumbrar más allá de su propia sombra. Un individuo que, de algún modo, somos todos los que empujamos la noria del insaciable capitalismo liberal.
Celia, la protagonista de Talco de vídrio, es también una de esas personas: el prototipo de triunfadora social, una dentista reconocida, con una familia aseada, segura de sí misma y cómodamente instalada en el holograma de perfección que ella misma se ha encargado de diseñar; en resumidas cuentas, una mujer profundamente infeliz y siempre insatisfecha. Como debe de ser.
El cómic disecciona el proceso vírico que conduce hacia la autodestrucción personal y la insensibilización final: una enfermedad estrechamente asociada a síntomas como la angustia, la competitividad o la envidia. 
Tenemos la sensación de que a Marcello Quintanilha no le gusta tomar atajos para contar sus historias; no es de esos autores que se aseguran lectores complacientes a costa de tramas lineales o soluciones manidas. Quizás por eso, sus relatos parecen recorridos por una sombra de extrañeza, por un tono y un enfoque que, en un primer momento, resultan desconcertantes. Luego, nos damos cuenta de que esa falta de amarre tiene que ver, entre otras cosas, con el peculiar empleo que el autor hace del punto de vista y la voz narrativa. Tungsteno, por ejemplo, se apoyaba en un narrador omnisciente en tercera persona, que adoptaba el punto de vista interno (homodiegético) de los diferentes personajes (dando voz a sus pensamientos y emociones), y que establecía con ellos un dialogo retórico interpelándoles tanto en segunda como en tercera persona. Un recurso original, muy poco común.
De modo semejante, en Talco de vidrio descubrimos una voz narrativa también en tercera persona que, desde una omnisciencia matizada por la timidez y salpicada de dudas, se dirige al lector con un tono coloquial: como el de ese vecino cotilla que le cuenta a uno con falso desinterés la historia de un escándalo y las desgracias de aquel conocido mutuo que acabó tan mal.
Marcello Quintanilha es un autor con voz propia y también con un estilo gráfico muy personal y reconocible. Detrás de la sencillez de su trazo realista, suelto y ligero, se adivina una mano certera para el detalle y una capacidad gráfica notable para la plasmación de realidades complejas desde una aproximación sintética: dibuja como si toda la diversidad de la vida cupiera en el mínimo espacio de una viñeta poco mayor que un sello; tiene la habilidad especial de captar la esencia fotográfica de lo inmediato, despojándolo de todo trazo superfluo.
La combinancion de un guión certero y la habilidad de su autor como dibujante se concretan en un cómic que se sumerge en las alcantarillas de la psique humana. Una historia que invita a la reflexión y que escuece, aunque sólo sea porque podría estar hablando de todos y cada uno de nosotros.