lunes, febrero 04, 2013

Martín Vitaliti y mucha Gente Menuda en el Museo ABC.

Dos citas en una, comiqueras e insoslayables ambas, para fechas venideras... Las dos en el Museo ABC.
Al fin llega la exposición de uno de los artistas favoritos de esta casa, don Martín Vitaliti, con motivo de su elección como II Premio de Dibujo Museo ABC. En la primera planta del edificio podemos contemplar (hasta el 17 de marzo) una buena selección de su obra más reciente y una buena colección de claves para interpretar el sentido último de su poética artística: las manipulaciones y los apropiacionismos de Vitaliti cuestionan de principio a fin las convicciones discursivas del medio comicográfico, todas y cada una de las convenciones que conforman su lenguaje, y lo hacen desde la inteligencia y la ironía.
Así, Superman deja de ser un héroe de papel para convertirse en el verdadero Atlas tridimensional que, desde fuera del cuadro de la viñeta, soporta sobre su espalda el peso completo de la mitología que el mismo ha ayudado a forjar con sus aventuras; de igual manera, en las instalaciones de Vitaliti, Flash es más rápido incluso que las propias reglas narrativas que determinan la causalidad de la secuenciación espacio-temporal. El tiempo también, pero sobre todo la lógica espacial desaparece en una pirueta imposible de 360º que obliga al espectador a girar sobre sí mismo en búsca de un Corto Maltés tan esquivo como esa "cámara invisible" que "registra" todas las viñetas de todos los cómics del mundo.

El título de la exposición no podía ser más simbólico y acertado: En el fondo, nada ha cambiado... Jorge Bravo, el comisario de la misma, explica su oportuna carga polisémica:
En el fondo, nada ha cambiado... Son varias las interpretaciones posibles de este título. En clave personal parece remitir a la propia trayectoria del artista, al cambio que supone tener oportunidad de mostrar el trabajo en un marco como el que ahora disfruta, al tránsito del estudio a la sala de exposiciones, de la contemplación solitaria del propio trabajo a la observación de la respuesta del público.
Pero, más cerca de su intención, este título debe remitir a la fuente de la que se nutre su trabajo, el cómic, y por ende a la imposibilidad misma de la permanencia, de la inmutabilidad. Como en la viñeta que contiene el título, la reconstrucción es posible pero las cosas nunca serán ya lo que fueron, y ahí la ironía, el juego que propone el autor.
La obra de Martín Vitaliti se genera en la manipulación de los distintos elementos que constituyen el lenguaje del cómic. La página, la sucesión de viñetas, como marco espacio-temporal que alberga una narración, es el elemento principal que interviene el artista.
Por si fuera poco, hemos tenido la enorme suerte de participar tangencialmente en la exposición, gracias a la amable invitación que nos hizo Vitaliti para prologar el excelente catálogo que ilustra la muestra. Todo un honor y un disfrute.

En un insospechado giro irónico, la segunda buena razón para acercarse al museo del ABC nos demuestra, de nuevo, que nada ha cambiado por lo que respecta al reconocimiento del talento. Gente Menuda (¿lo ubican ya?) satisfará especialmente a los amantes del cómic clásico español, a los arqueólogos de nuestras viñetas y, en general, todos los amantes del dibujo y la ilustración; y es que resulta que la planta baja del museo se ha convertido para la ocasión en un vergel de acuarelas, aguados, tintas chinas y dibujos a plumilla. La ocasión no es otra que la exposición Gente Menuda. Dibujos para un gran suplemento infantil, el suplemento de la revista Blanco y Negro, que durante mucho tiempo, bajo su apariencia infantil, funcionó como vehículo de vanguardia para las viñetas locales (gracias a gente como K-Hito o el mismo Mihura). Tenemos ahora la excusa impepinable para disfrutar de los trabajos originales de algunos de los padres del cómic español: la muestra incluye obras de, nada menos que, Xaudaró, Sancha, Atiza, Cilla, Tono, López Rubio o los mencionados Mihura y K-Hito.
No se pierdan ninguna de las dos. Alimento para el espíritu en tiempos críticos.

lunes, enero 28, 2013

¿Eres mi madre?, de Alison Bechdel en Culturamas.

Cuando reseñamos Fun Homede Alison Bechdel, intentamos encontrar un equilibrio entre los sentimientos encontrados que nos generó su lectura. Entre la fatiga intelectual de afrontar un trabajo cuajado de citas literarias y filosóficas, y la irresistible tentación de adentrarse en los traumas infantiles y las cavernas existenciales de una mujer, autora de cómics y lesbiana, para más señas. En Fun Home, Alison Bechdel daba cuenta además de un turbulento entorno familiar y de su relación disfuncional con un padre distante y extremadamente severo que terminó suicidándose. Un exorcismo en toda regla...

Así empieza la reseña que hemos publicado esta semana en Culturamas, a propósito de la última obra de la Bechdel. Un cómic densito y exigente como pocos. Psicoanálisis puro. Pasen y lean.

lunes, enero 21, 2013

Vapor, de Max. En busca de la pureza.

Le dedicamos un artículo retrospectivo a Max en aquella revista online, hace tiempo extinta, llamada Desde el abismo. Luego lo recuperamos para este blog aquí. En él, recorríamos más o menos extensamente la obra de Françesc Capdevila, deteniéndonos en los momentos esenciales de su trayectoria; pero en realidad la finalidad última del artículo era la de abordar el giro filosófico de su trabajo concretado en las páginas de Bardín, el Superrealista.
Con la aparición de Vapor en 2012, esa búsqueda de la espiritualidad, y su concreción artística comicográfica, experimentan una evolución ulterior. Quizá un paso definitivo en el viaje interior de un artista, en la búsqueda introspectiva de las claves existenciales y de la esencia de la creación. Vapor es también un paso definitivo en el proceso de depuración estilística en que su autor se embarcó ya hace muchos años. Curiosamente (aunque quizás no lo sea tanto), cuanto más pura es la línea de su dibujo, cuanto más esquemáticas son las formas de sus personajes y más pautadas las secuenciaciones de sus viñetas, más profundo es el mensaje que trasmiten sus historias.
Si Bardín funcionaba como cicerone espiritual de un itinerario interior por los dogmas y creencias (impuestos o adoptados, ambos), y por el universo de las convenciones culturales que marcaron (y suponemos que aún marcan) las convicciones culturales de un Max intelectualizado, ser pensante, autor y creador, Nicodemo (atención a la ironía, nominal, conceptual e iconográfica, que recorre Vapor de principio a fin) es también un personaje-guía, un alterego ficcional y un trasunto del propio Max; pero en este caso de su relación con el mundo más inmediato, el universo de las necesidades fisiológicas, las pasiones físicas y el contacto social.
Si Jesucristo vivió cuarenta días de penitencia en el desierto, el recorrido ascético de Nicodemo, convertido en eremita lleno de cavilaciones, se desarrolla a lo largo de cuatro semanas, que le enfrentarán a una lucha incierta contra el hambre, la sed, la lujuria y las tentaciones, las dudas y el combate interior definitivo; una lucha que le hace elegir entre una vida imperfecta y la muerte del yo. En cada una de sus encrucijadas, Nicodemo (como aquel fariseo redimido de los Evangelios) se enfrenta a sus propias convicciones existenciales y personales, a las convenciones sociales que en tantas ocasiones determinan nuestros pasos de forma inconsciente y nos encauzan en una dirección que no depende tanto de nuestra propia elección como de las expectativas creadas por fuerzas externas (sociales, económicas, políticas, culturales). La búsqueda interior de Max a través de este cómic es una búsqueda simbólica y espiritual.
Simbólica porque su plasmación visual recurre a fuentes iconográficas que recorren la tradición plástica universal (el coloso de Goya), la historia del cómic (los ladrillos de Krazy Kat, el personaje de Herbert E. Crowley de la página 90, que el mismo autor destaca), así como el corpus de influencias de la propia obra de Max (esa sombra nariguda y esquemática, los barbudos, el mandala del séquito de la Reina de Saba...). Es espiritual porque las páginas de Vapor, desde  la primera a la última, rezuman un tono autoconfesional que suena a ejercicio catártico, a una búsqueda de respuestas que sólo obtendrán un amago de réplica desde su plasmación gráfica. Lá página como diván. Cuando el gato Moisés, otro alterego pragmático y lleno de certezas del propio Max, le pregunta al pesaroso Nicodemo qué busca con su retiro al desierto, éste le responde: “Sentido. El sentido último e inapelable, si es que lo hay”.
El afán de trascendencia no siempre ha casado bien con las viñetas: por la obviedad cabezota de las imágenes, por el peso connotativo de la historieta, por la simplificación del mensaje... Vapor, sin embargo, funciona como una parábola perfecta en su ilustración de la búsqueda interior. Lo hace sin circunloquios ni simplificaciones, con una narración profundamente simbólica, que en ocasiones rodea el cripticismo, pero que encaja como un guante en la “literatura” filosófico-mística teleológica. Tras la lectura de Vapor, seguimos sin saber dónde está el principio, ni cuál es el fin, pero como lectores acabamos sus páginas sintiéndonos un poco más profundos, más confusos, mejor lectores.

lunes, enero 14, 2013

Marina está en La Buena Tarde

El pasado miércoles la buena gente de Radio Principado de Asturias se pusieron en contacto con nosotros para hablar de Marina está en la Luna. Así, Gaspar Naranjo y el menda tomamos por asalto los micrófonos de La buena tarde para charlar duranto un rato sobre cómics, literatura infantil, lo humano y lo marino.
Les dejamos aquí el podcast del programa, junto a la presentación con la que se introdujo la charla:
¿Existe una edad mínima para comenzar a leer cómics? A juzgar por el título que hoy les presentamos, no. M arina está en la Luna es el título de una historieta creada y publicada para deleitar a niños y niñas entre 3 y 6 años, con diálogos y viñetas adaptados a su edad.
Saludamos a los autores de este libro. Rubén Varillas, guionista de "Marina está en la Luna"; y Gaspar Naranjo, dibujante.

martes, enero 08, 2013

Unos cuantos cómics del 2012.

Pasaron los Reyes por el cuarto de estar, se bebieron  las tres copas de licor y el cubo de agua para los camellos se evaporó. Nos dejaron una saca de carbón para repartir entre corruptos y codiciosos, pero también una pila de buenos cómics para que los compartamos entre la audiencia lectora, entre los buenos amigos de esta bitacorita. La lista se declara incompleta (dejamos muchos deberes por hacer en el 2012) y tan subjetiva como siempre.
Del curso pasado nos encantaron (sin orden): 
Vapor (La Cúpula), de Max: Vuelve el hombre. El hombre lleno de dudas y reflexiones metafísicas que ahonda en la razón última de la existencia. ¡Ahí es nada! El hombre es Max, probablemente la gran figura del cómic español de las últimas décadas. Su obra es poliédrica, mutante, paradigmática y en los últimos tiempos, profundamente reflexiva. Vapor ahonda en la senda interior, espiritual y metafísica que abriera aquel alter-ego cabezón que atendía al nombre de Bardín (un tipo superrealista). El nuevo eremita ascético que habita en las páginas de Vapor se llama Nicodemo y su intención no es otra que la de llegar a la esencia de la vida, despojándose para ello de todo lastre mundano. El lector avanza entre los dibujos cada vez más desnudos de Max y constata con cada viñeta que todavía existen autores superdotados capaces de convertir dos líneas y un círculo en el más profundo de los mensajes. 
Mister Wonderful (Random House Mondadori), de Daniel Clowes: si Wilson, aquel personaje misántropo, clasista y malhumorado, se hacía odiar, Mister Wonderful (su aparente contrapartida ficcional), despierta más lástima que simpatías. Clowes continúa alimentando su galería de personajes antisociales y outsiders. Para disfrute de sus lectores. Mister Wonderful es un hombre solitario, un tímido patológico carente de habilidades sociales, que parece abocado a un autoexilio existencial. Con una narración y un estilo mucho más ortodoxos que en sus últimos trabajos (Ice Haven, Wilson...) Clowes vuelve a revelarse como uno de los autores mayores de la escena comicográfica contemporánea. Su capacidad para crear personalidades complejas y atmósferas desasosegantes no tiene parangón. Maestro. 
Barcazza (Sins Entido), de Francesco Cattani: el dibujante italiano es una de las revelaciones de la temporada. Su trabajo en Canicola es excepcional en muchos sentidos. Lo es por su línea clara realista, primorosa, detallista hasta el paroxismo y luminosa como un día de sol en una cala mediterránea. Unos cuantos personajes disfrutan de una jornada marítima en una embarcación; toman en el sol, conversan y de reojo vigilan a los niños, que juguetean entre ellos en su realidad paralela de chapuzones y pequeñas batallas natatorias. Pura normalidad. Sin embargo, debajo de la cotidianidad lúdica, descubrimos que las pequeñas miserias nunca descansan, que la discusión y el fin de la armonía están siempre a la vuelta del arrecife. Un cómic costumbrista, cargado de sexualidad, que a nosotros nos recordó mucho a La aventura, esa gran película de Antonioni. 
Novia ante la estación y otras historias (EDT) / Reproducción por mitosis y otras historias (EDT), de Shintaro Kago: después de ser el secreto (internáutico) mejor guardado del manga contemporáneo, al fin se publica la obra de Kago en nuestro país; y lo hace por partida doble. Novia ante la estación y Reproducción por mitosis recogen algunas de sus mejores historias cortas, que sólo habíamos podido leer en Internet, junto a material inédito. No es fácil explicar, ni vender, así sin anestesia, la obra del japonés: estilo manga clásico, pornografía y experimentación se conjugan en una amalgama que conforma algunas de las páginas más sorprendentes del cómic actual. Kago es un narrador extravagante, sus composiciones de página y el ritmo de sus secuencias nos sitúan en un universo a medio camino entre la pesadilla surrealista, el porno duro, la ciencia-ficción y el cine de terror carnicero de los 80-90 (Hellraiser, Cube, Saw). Sin embargo, lo realmente valioso y sorprendente de Kago (aparte de su capacidad infinita para abrir nuevas vías narrativas) es que, detrás de los moldes génericos, el autor reflexiona con inteligencia acerca del mundo actual, acerca de estas sociedades inhabitables que estamos construyendo, entre todos, día a día. 
Frank. Filigranas del clima (Fulgencio Pimentel), de Jim Woodring: este año también repite el bueno de Woodring. Y lo seguirá haciendo mientras Fulgencio Pimentel, o quien quiera que sea, decida seguir publicando su obra. Como bien sabemos sus seguidores, con el estadounidense la palabra es siempre lo de menos. Sus personajes, Jim o Frank, Jim y Frank, son ya patrimonio de la humanidad animalizada viñetera. La obra de Woodring planta sus raíces en el underground psicodélico y lisérgico de los 70, junto a las fantasías alucinadas de los Víctor Moscoso o Rick Griffin. Pero en el caso de Frank el nivel simbólico se ramifica hasta alcanzar un sentido cuasi-metafísico, con una carga alegórica completa. Las fábulas protagonizadas por este animal antropomórfico funcionan como verdaderas parábolas hippies del comportamiento humano. Su dibujo cartoon, exuberante, metamórfico y pletórico, es un espectáculo visual con efectos hipnóticos. 
Buh (Thule Ediciones), de Andy Runton: podría parecer atípico incluir un tebeo infantil entre tanta obra seria y bizarra, pero el encantador animalillo de Runton merece un lugar en nuestra lista. Fue amor a primera vista, es lo que tienen los bichos torpones, bondadosos y llenos de plumas, que a uno le entran ganas de achucharlos. Además de eso, las historias de Buh (que Thule sigue publicando regularmente) encierran muchas virtudes como tebeos para niños y adultos. Dentro de su estilo cartoon, rotundo y amable, Runton esconde muchos registros como dibujante: sobre todo, domina el arte de la expresividad y la creación de personajes entrañables. En realidad, en las aventuras de este pequeño búho no pasa nada extraordinario; Buh se topa con los problemas habituales de su vida en el bosque (la tristeza de un amigo, un accidente doméstico, la frustración de un obstáculo...), del mismo modo que los niños lectores viven sus pequeñas penurias cotidianas como verdaderos dramas. Afortunadamente, como no podía ser de otro modo, en el bosque de Buh siempre termina reinando la felicidad.
Podría ser peor (Ultrarradio), de Ana Galvañ: Otra ilustradora, bloguera y comiquera que encuentra justicia editorial. Llevamos años siguiendo la obra de la señorita Galvañ (alias Elmyra Duff) y siempre nos ha parecido que tenía un don: la capacidad de crear mundos propios perfectamente reconocibles llenos de magnetismo y misterio. En Podría ser peor se recogen algunas de sus historias cortas, las que ha ido publicando a lo largo de estos últimos años en revistas y fanzines, junto a algunos relatos inéditos. Detrás de las formas suaves y rotundas de sus dibujos (con reminiscencias al manga, a la ilustración infantil y al universo disneyano) se esconden historias cargadas de mala uva, desasosiego y mucha incorrección política. Los “cuentos” de Ana Galvañ están protagonizados por muñecos y personajes sonrientes que parecen esconder secretos inconfesables. Sus historias se bifurcan en itinerarios insospechados y sus caramelos casi siempre están envenenados. 
Building Stories (Random House), de Chris Ware: ¡La caja! No está publicado en español, pero el de Ware es el cómic del año, y eso que ni siquiera es un cómic. Algún crítico avezado lo ha descrito ya como “la gran novela (gráfica) americana” (homenajeando a don Philip Roth). Ware continúa dando saltos mortales en su circo privado. La suya es la liga de los acróbatas imposibles. Building Stories es un cofre de los tesoros, que mide casi 50 centímetros, y que cobija comic-books, novelas gráficas, colecciones de tiras, cuadernillos, periódicos y hasta mapas arquitectónicos. Algunos de ellos materiales previamente publicados en The New York Times Magazine o en otros medios, la mayoría, material nuevo creado para la ocasión. Cada uno de los ladrillos que forman Buiding Stories encaja a la perfección en el relato biográfico de la joven protagonista y su entorno inmediato; la argamasa es la vida de aquella joven muchacha, coja y melancólica, que protagonizó las páginas del Acme NoveltyLibrary #18. El estadounidense completa la cuadratura del círculo narrativo y compone el macrorrelato de la existencia, la gran historia de una vida, a partir de los fragmentos, recuerdos, arquitecturas, vidas cruzadas y reflexiones que jalonan cualquier periplo vital. El deliberado baile de formatos, técnicas y soportes narrativos, junto al monumental talento gráfico de Ware, conforman una obra de arte de esas por las que muchos venderían su alma a Becelbú y todas sus reencarnaciones maléficas.
Ya fuera de lista, por motivos obvios, tenemos que agradecer el regalito editorial con el que nos han obsequiado nuestros amigos de Thule Ediciones (José y Olalla) y el Rey Gaspar. Para nosotros, este año también ha sido especial porque hemos visitado una IslaFlotante y hemos sido parte activa de un viaje galáctico con nuestro Marina está en la Luna. Nos permitirán cerrar con este bonus track personal.
Feliz 2013 a todos y que abunden las viñetas.

lunes, diciembre 31, 2012

Del fin del mundo y otras Crudas historias.

A punto de entrar en el 2013 y todavía coleando entre píxeles, redes globales y vínculos internáuticos. Aunque, gracias a políticos, banqueros y macroempresarios codiciosos lo haya parecido, parece que la olla a presión global aún no ha reventado. Sospechamos, sin embargo, que como decía aquel visionario el milenarismo va a llegar... aunque sea con unos lustros de retraso.

Encontramos designios evidentes en algunas lecturas que hemos abordado recientemente. Muchos, por ejemplo, en el último número de La Cruda; esa revista de arte minoritaria que nació bajo una muerte anunciada y no deja de renacer año tras año, que por el número 6 se llega ya.

Lo hemos dicho antes en esta casa, La Cruda es una anomalía editorial. La publicación de Nacho Simal y Gonzalo Rueda no es un fanzine, ni una revista al uso, pero tampoco un libro, cómic o catálogo de arte. Es un poco de todo ello y más. Es un muestrario de arte contemporáneo de más de cien páginas, un escaparate perfecto para ver lo que está pasando en el universo pop y en el panorama icónico del S.XXI. En sus páginas se mezclan referencias de algunos de los discursos artísticos que están moviendo la máquina cultural contemporánea: encontramos cómics, pintura, arte urbano, instalaciones, dibujos e ilustraciones... Un muestrario inmaculado de cómo las artes nobles están viviendo un trasvase popular, de cómo la conexión global, la enciclopedia universal y la información absoluta que ofrece Internet, se está reflejando de forma decisiva en la concepción viral del ocio actual y de la recepción artística. Y aquí seguimos.   

Pensábamos en ello el otro día cuando descubrimos La literatura en la Play, el nuevo blog que un viejo amigo, Antonio Gil, ha estrenado para eldiario.es. En él, el profesor universitario da cuenta de las interrelaciones y vínculos que se establecen entre los diferentes vehículos narrativos de la cultura actual, léanse, la novela, el cómic, el cine, el vídeojuego y la animación. La Cruda funciona en un nivel similar, pero aplicado al arte plástico y desde un punto de vista puramente expositivo. En sus páginas, el lector/espectador encontrará un muestrario de la interdiscursividad icónica que agita este agitado mundo que amenaza con romper costuras antes que después.

Resulta curioso constatar cómo muchos de los artistas que habitan en las páginas de La Cruda 6 apuestan por esa misma idea. Desde los dibujos a tinta de Heiko Muller (sucios, desasosegantes, despiadados) a las ilustraciones/grabado/collage de David Curto (empapados en crítica social, mala uva y una agría visión decimonónica del mundo contemporáneo) o las bestias de Nacho Simal, muchos de los autores incluidos en el volumen rezuman escepticismo y una visión ciertamente cínica, cuando no salvaje, de la vida. Otros, apuestan por la desfiguración pop y el aire cartoon para asomarse a la realidad mutante: es el caso de los monstruos polimórficos del genial Jim Woodring, dibujante clásico del underground menos clásico y uno de los artistas pop que más influencia ha tenido en el universo plástico contemporáneo. La pintura de Gonzalo Rueda se mueve en la órbita del surrealismo pop de los Gary Baseman (que también ha aparecido alguna vez en las páginas de La Cruda) o de Mark Ryden, incidiendo en el detallismo y en un realismo dislocado como punto de partida para su obra. En una línea similar se mueve el trabajo de Julio Falagan. Nunca lo habíamos observado así, aislado, excindido y troquelado: la obra de la que proceden los fragmentos recogidos en La Cruda es en realidad un cuadro de varios metros de largo (Eldía de la hecatombe), construido alrededor de pequeños lienzos encontrados (en rastros y baratillos), que aparecen cosidos al lienzo principal en un continuum de locura kitsch y serie B de devastaciones (con sonido incluido). Nos gustó verlo en su día en el DA2 y toquetear los botones de su panel de mandos sonoro, y nos ha divertido verlo troceado ahora en La Cruda.


Quizás resulta exagerado emplear el calificativo “nihilista” para referirse a la obra de Anders Nilsen, pero lo cierto es que los dibujos y los cómics del norteamericano son ejercicios de desolación y tristeza genuina: sus bosques de chatarra y sus cervatillos abandonados en paisajes abandonados anuncian un apocalipsis interior, privado, que llega más hondo que la devastación de un Gozilla cualquiera. Nos encanta Nilsen, aunque nos joda el día. También nos gustan mucho, nos hemos cansado de decirlo, las instalaciones superheroicas de Martín Vitaliti. Sus collages de explosiones, colapsos arquitectónicos (viñeteros) y aceleraciones vertiginosas nos parecen inteligentes ejercicios de deconstrucción postmoderna; una suerte de desmitificación heroica del héroe dorado y argento.

En otros casos, la crítica tiene que ver con la ironía y el extrañamiento. Sucede con el falso orientalismo e indigenismo de los trabajos de Carratalá Rey, con la abstracción expresionista secuenciada con aire surreal de Xabier Robel (que nos recuerda a los “Primitivos cósmicos” del nuevo cómic estadounidense, que diría don Santiago). Mucha ironía y extrañamiento “clowsiano” (“lynchiano”, “burnsiano”) hay en el cartelismo de Jorge Alderete y en las falsas portadas de los falsos tebeos de Luis Pérez Calvo (a medio camino entre los trabajos híbridos de Judas Arrieta y aquellos míticos e irreverentes collages de Haring, de los que les hablamos aquí).

Por lo que respecta al cómic, en La Cruda 6 vuelve a aparecer un clásico cuasi-olvidado del cómic español, nuestro Charles Burns particular, el gran Martí, que nos vuelve a entregar una de sus historias de desasosiego y alienación costumbrista . El volumen abre con el trabajo de uno de los autores revelación del último cómic europeo, Brecht Evens (autor de Un lugar equivocado y Los entusiastas), que nos ofrece una muy divertida colección de tiras paródicas que desmontan la mitología clásica y la cuentística infantil en clave metaficcional. Son divertidos también el homenaje musiquero sheltoniano de Karim Lebbal y los cadáveres exquisitos sobre un mismo guión, del colectivo holandés Lamelos, que juega con estilos y referentes comicográficos muy diversos para completar cuatro páginas llenas de amor y muerte.  

Ya ven, a punto de entrar en el 2013 y estos chicos de La Cruda que no dejan títere con cabeza. ¡Qué el año que llega nos pille uncidos!

martes, diciembre 25, 2012

Por Navidad, Buendolor para Usted.

No se nos ocurre mejor desconexión navideña que la de navegar entre viñetas para escaparse de banquetes excesivos, masificaciones celebratorias y jingles machacones. Hoy les invitamos a leer cómics de calidad en formato pequeño y autoeditado. Ya saben ustedes cuánto nos gustan los minicómics y los fanzines hechos con mimo. Tenemos dos ejemplos recientes que cumplen con todas las premisas.
Esteban Hernández lleva ya nada menos que siete números publicados de su fanzine Usted. Toda una caja de sorpresas que encierra entre sus páginas muchas de las fobias, filias y reflexiones de su creador. Más aún en este número en el que todas las historias son suyas. Siguiendo el itinerario de los Usted, uno percibe además la evolución artística de un creador que cada vez es mejor dibujante; se adivina el refinamiento de su línea detallista, su trabajo con los fondos, primoroso y expresivos, y su empleo del color y las masas de grises como elecciones plásticas que aportan profundidad y tridimensionalidad a sus imágenes (y que a nosotros nos gustan mucho más que esa línea clara diáfana que emplea en otras historias).
Usted #7 está todavía mejor dibujado y editado que los ejemplares anteriores (que también nos gustaron mucho), pero además funciona como ejercicio autorreflexivo de calado hondo: desde su estupenda e intrigante portada nocturna, el lector adivina que, para el artista, algunos de los relatos que lo componen son en realidad un fragmento de consciencia, un ejercicio de exorcismo autoconfesional (como en los casos de 12:30 a.m., Metaduelo, Aún me pasa poco o Sea como fuere, en la que desarrolla el episodio de un viaje frustrado a Colombia, en el que, nos tememos, estuvo implicado un amigo transatlántico de este blog). En otras ocasiones, Esteban Hernández recurre al humor absurdo agridulce (la serie Mik i Kim) o a anécdotas cotidianas con poso reflexivo existencial (Ciprés, Ocurrió aquí al lado o Iván utilizaba el transporte público), para desarrollar su catálogo de patologías y anomalías sociales. A nadie puede extrañar que Usted fuera el fanzine ganador del último Salón de Barcelona.
El segundo fanzine que hemos disfrutado recientemente es el número tres del Buendolor de Nofu (Álvaro Nofuentes). Otro buen amigo de esta bitácora, que regresa después de su experiencia en la Escuela Europea de la Imagen de Angulema (a donde llegó con una beca de la Caixa, señal de que este tipo de iniciativas rinden sus frutos antes de que los gestores de la nada decidan cancelarlas).
Siguiendo un itinerario cruzado al de Esteban Hernández, en el nuevo número de Buendolor aparecen más autores invitados que nunca: encontramos historias del propio Nofu, claro, pero también hay viñetas de Mai Li Bernard, Marcos Prior, Martín López, Micharmut o del mismo Esteban Hernández; cruce de caminos… Todos los relatos orbitan alrededor de un único tema y concepto creativo: “Experimentando con sexo”. Dos nociones felizmente complementarias. Lo observamos ya en la portada, en la que conviven el Pato Donald, Daisy y un muy lubricado troquelado vaginal. Envidando.
En su señalado afán experimental, las historias de Buendolor #3 eligen recorridos muy diferentes, incluso divergentes: así, pasamos del lirismo sexual explícito de Gorrión herido (de Berliac), a la pesadilla onanista de Esteban Hernández en Tres lecturas y el erotismo simbólico de Que no se acabe, del propio Nofu, de Balla Balla, de Lisa Lugrin y de A veces imagino, de Maxime Jeune y Camille Albaret… Muchos fluidos para empapar los relatos que conforman Buen dolor #3. Otro fanzine de aquí que sigue haciendo méritos y reuniendo argumentos para merecer nominaciones y agasajos varios.
Ya ven, no se puede felicitar la Navidad mejor: turrón del duro y polvorones envueltos en viñetas.

lunes, diciembre 17, 2012

Cuadernos ucranianos de Igort en la SER.

Ya le dedicamos un post largo y reflexivo a los Cuadernos ucranianos de Igort hace casi un año exacto. Fue uno de nuestros cómics favoritos del curso pasado y una de esas lecturas que, de un puñetazo en el estómago, le devuelve a uno la conciencia y le obligan a reflexionar acerca de la inmundicia humana. El asco moral. En este caso por obra y desgracia de un genocida experto en la materia, el monstruo Stalin.
Igort desglosa las atrocidades a las que el dictador soviético sometió a la población agrícola ucraniana que se resistía a entrar en sus planes de colectivización. Igort recurre al eclecticismo artístico para combinar los datos fríos y documentales de la matanza con páginas de cómic que recogen los testimonios biográficos de algunos de los supervivientes de la tragedia.
De todo eso hablamos hace unos días en la SER junto a nuestra amiga la historiadora Eva Lavilla y don Chema Díez. Se lo dejamos aquí:


martes, diciembre 11, 2012

Holy Terror, de Frank Miller. Manierismos revanchistas.

Lo peor que se puede decir de Holy Terror (Terror sagrado), el último cómic de Frank Miller, es que es tan malo (o tan bueno, según el lector que lo juzgue) como una película de acción hollywoodiense de, pongamos, Steven Seagal o Jean-Claude Van Damme. Su planteamiento suena a revanchismo mal digerido, a espinita clavada sacada a machetazos.

Dedica Miller el cómic a Teo Van Gogh, aquel cineasta experimental holandes asesinado en 2004 por un demente islamista fanatizado. El dato es incidental, pero explica parcialmente el espíritu con el que el dibujante ha abordado las páginas de su tebeo: repartir estopa a diestro y siniestro contra todo lo que suene a media luna, sin matices ni miramientos, el desahogo maniqueo que libera la rabia acumulada. La excusa argumental, los ataques terroristas del 11-S y sus ramificaciones. Los personajes, un supehéroe sin prejuicios y una villana heroica unidos en su batalla contra el Islam (así en general) y en la salvaguardia de los valores norteamericanos, un justiciero-asesino sanguinario, cargado de razones, "educado" por el Mossad y unos arabes malos malísimos criados por hienas y profesores coránicos diabólicos, por lo menos. El resultado, como suele ser habitual en estos ejercicios artísticos viscerales basados en el molde genérico de la venganza y la Ley del Talión, es hueco como un tunel de metro que no lleva a ninguna parte. No lleva, desde luego, a la reflexión, ni al disfrute (por lo obvio de la propuesta). Quizás sólo Frank Miller se sentirá mejor despues de su pequeña vendetta de guionista enmascarado.

A nosotros nos duele la deriva que el estadounidense ha tomado en los últimos tiempos. Es cierto que en sus obras (no hay más que repasar Sin City) los concepto de venganza y justicia al margen de la ley se repiten de forma insistente; pero también lo es que, hasta los personajes más despreciables de Miller, mantenían cierta ética personal y que sus actuaciones, por muy barbáricas que fueran, se justificaban por las leyes internas de una poética nihilista y profundamente ficcional, que se arraigaba en la mitología heroica del cómic clásico y de la épica literaria. Frank Miller es uno de los autores esenciales de la historia del cómic. El regreso del Señor de la Noche vale un triunfo. Elektra Asesina es un prodigio de la deconstrucción del género superheroico. Y Ronin es un cómic tan complejo como inteligente. Sin embargo, al contrario que a algunos críticos afilados, su DK2 nos dejó fríos y llenos de aburrimiento; sin ánimo de ser oportunistas, nos dio la sensación de que anunciaba una deriva errática que, esperemos, no haya encontrado su confirmación definitiva en la obra que ahora nos ocupa. Nos dolería tener que recurrir a la tan manida excusa de "no pasa nada, sólo es un cómic", precisamente para disculpar el decepcionante trabajo de uno de esos artistas que consiguió empujar al cómic fuera del gueto del menosprecio artístico.

Evidentemente, incluso en esta obra, la habilidad gráfica del Miller dibujante sigue manifestándose en secuenciaciones audaces y en cuadros visuales deslumbrantes, por su estilo personalísimo, por su manejo de la luz y de la cámara (esos escorzos imposibles). No obstante, hasta en el campo del dibujo percibimos cierta tendencia a la retórica y a la autocomplacencia. Pareciera que Miller, sabedor de su talento, llegara incluso a recrearse en algunas escenas de lucha (como la que abre el cómic) que se ven alargadas innecesariamente o en ciertas sobreelaboraciones narrativas de secuencias no demasiado relevantes para el conjunto de la historia. En el mundo del arte a este fenómeno se le denomina manierismo.

En Holy Terror Frank Miller instrumentaliza su talento como guionista (siempre ha mostrado tendencia hacia el verbo grandilocuente, pero algunos de los diálogos de Holy Terror rozan el bochorno y como dibujante en forma de desahogo hacia un objetivo concreto e indiscriminado que abarca todo un universo ideológico: en el mismo saco de su desprecio incluye a Obama, al Islamismo, a los terroristas, a Michael Moore y las ONGs, a cierto tipo de inmigración... El Tea Party y Guantánamo ya tienen su tebeo.

Nos consolamos con la idea de que malos días (malas etapas) los tiene cualquiera. Si NY y Estados Unidos han sabido despertarse con entereza de la pesadilla terrorista y curarsus heridas, no entendemos por qué Frank Miller iba a ser menos. Queremos que nos devuelvan su antiguo talento, su inteligencia, su osadía y su falta de prejuicios.

domingo, diciembre 02, 2012

The Hive, de Charles Burns. Continúa la pesadilla.

Extraña y desconcertante como algunos discos de Brian Eno, que parecen hechos para sonar en aeropuertos, o como los dibujos de las mujeres-casa de Louise Bourgeois. Así, y tan desasosegante como una pesadilla de David Lynch, es The Hive, la nueva entrega (el segundo álbum de tres) de la serie que Charles Burns comenzó con X’ed Out.
La historia The Hive sigue la línea delirante y fragmentaria del primer álbum. Como en aquel, el lector se ve abocado a un extrañamiento inicial que exigirá de él una dedicación cuasi detectivesca a la hora de poner en orden todas las piezas de un puzzle que, ni siquiera una vez completado, ofrecerá otra cosa que un plano distorsionado de realidad: es el precio de navegar por un relato que intenta bucear por las cuevas del inconsciente, abriéndose paso entre los miedos, las pesadillas y las obsesiones de sus personajes. Casi nada es obvio en la obra de Charles Burns. El norteamericano siempre se ha sentido cómodo entre las derivaciones simbólicas, el mundo del subconsciente y los planos de la (ir)realidad onírica.

En esta línea, el relato de The Hive se construye a partir de la intersección de múltiples niveles narrativos que ayudan a componer y entender el momento presente de su personaje principal, Doug. Como los hilos de una madeja, en la historia se entrecruzan una y otra vez las pesadillas del personaje con los fragmentos y conversaciones de su pasado. De este modo surgen dos tramas paralelas principales (junto a numerosas ramificaciones): la de la vida real de Doug se nos presenta a base de flashbacks y diferentes anisocronías temporales. 
La segunda trama, la de su alter-ego onírico (?) (ese inquietante personaje que surge como homenaje a Tintín), mantiene una temporalidad lineal, pero funciona en un plano de realidad alienígena absolutamente alucinada y bastante tenebrosa (un mundo de pesadilla situado en algún universo a medio camino entre la Taberna Galáctica y el laboratorio de ingeniería ocular de Blade Runner). Alrededor de estas dos líneas de relato principales, Burns añade pequeños metarrelatos que ayudan a completar y enriquecer (simbólicamente) las motivaciones y el perfil psicológico de sus protagonistas: los traumas de Doug, su relación conflictiva con el entorno (con su padre, con las mujeres), o los traumas psicológicos de Sarah (su novia) derivados del maltrato, de su dependencia de los ansiolíticos y de su concepción tormentosa de la femineidad. 
Para marcar las elipsis temporales y las transiciones entre las diferentes líneas diegéticas, Burns recurre (como en X'ed Out) a unos peculiares cartuchos narrativos que en algunas ocasiones funcionan como cortinillas de color entre las diferentes realidades del relato y en otras encierran sobre un fondo negrolas confesiones de Doug en primera persona describiendo sus pesadillas como en los cuadernos de una sesión de psicoanálisis. 
Entre esos metarrelatos y líneas secundarias que mencionamos (también mostrados de forma fragmentaria y esporádica), en el relato de The Hive se insertan las páginas de falsos cómics pulp: en el nivel de la realidad Sarah lee números atrasados de Young Love, tebeos románticos en la línea de aquellos comic-books que en los años 50 y 60 hicieron la delicia de las jóvenes adolescentes norteamericanas (My Love, Our Love Story, Love Romance...). Los personajes del nivel onírico, por su parte, también leen como no podría ser de otro modo "romance comics" (Throbbing Heart se llaman), pero en este caso adaptados a la realidad alucinada en la que habitan. En otro momento de la historia, en un guiño sorprendente, Doug tiene un álbum entre manos muy parecido a los antiguos álbumes de Tintín (Nit Nit). Su título es "The Secret of the Hive" y los protagonistas que aparecen en su portada no son otros que los mismos personajes que habitan los sueños de Doug, el nivel onírico del relato.


Así, con un cuentagotas de diseño, Burns va dosificando datos acerca de la vida de Doug y de su relación con Sarah. Las imágenes de The Hive se ordenan como las piezas de ese puzzle que mencionábamos más arriba. Sospechamos que Doug tiene un serio problema de autoestima y un perfil problemático por lo que respecta a sus relaciones de pareja; empezamos a entender que Sarah, detrás de su belleza, encierra un mundo interior tormentoso, casi perverso, y un pasado violento (con ese ex-novio que promete sorpresas desagradables en el último número). También empezamos a comprender poco a poco las reglas sociales que ordenan la sociedad alienígena de "La colmena", ese mundo imaginario habitado por hombres-lagarto y mujeres-engendradoras. 
No sabemos hacia donde se moverá la serie de Burns en su último número, hacia donde nos dirigirá su intrincado relato, pero ardemos en deseos de seguir excavando hacia las profundidades de ese infierno que se asoma debajo de su talento.