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lunes, diciembre 09, 2013

BLU, libros y vídeos.

Lo hemos repetido ya en varias ocasiones, en nuestra opinión BLU es uno de los artistas más importantes dentro del panorama cultural contemporáneo. Lo es por su talento gráfico, por la reflexividad crítica y social de su trabajo, por la invectiva símbolica de sus murales y grafitis; y lo es por el grado de virtuosismo que se encierra en su propuesta técnica y en su manejo novedoso del stop motion aplicado sobre muros vivos en flujo constante (que en sus últimos trabajos incluye con cada vez mayor frecuencia la animación de elementos reales). El fenómeno BLU se circunscribe dentro del ámbito postmedial, esa nueva realidad de un arte contemporáneo abierto, democrático, intertextual y multimedia, que según Domigo Hernández se mueve en el doble contexto imbricado de la postmodernidad y los ámbitos tecnológicos. En cierto sentido, los trabajos de BLU condensan ese nuevo estadio medial, esa reformulación del arte, mestiza, abierta y tecnológicamente sofisticada (aunque su base plástica sea puramente instintiva y manual).
 Nos sigue fascinando la complejidad hipnótica de MUTO, de Morphing o de Big Bang Big Boom y aún conservamos viva la sensación de pasmo cada vez que (intencionada o casualmente) nos hemos topado con alguno de sus colosales grafitis en Berlín, Barcelona, Zaragoza o Lisboa.
Por eso, cuando, hace no mucho, alguien muy especial nos sorprendió con un regalo también especial, una de las primeras cosas que pensamos fue en compartir con ustedes la existencia de BLU sketch note-book y la de BLU 2004-2007. Se trata, respectivamente, de un DVD y un libro ilustrado, en los que se recopila buena parte del videoarte y la producción ilustrada de BLU, además de numerosas fotografías, grabaciones filmadas de la elaboración de sus grafitis y los célebres wall-painted animations que hemos mencionado más arriba.
BLU 2004-2007 (Studio Cromie) recoge una selección de sketches y de fotografías murales realizados por el autor entre los años señalados en el título. El libro es todo un festín de gourmet dedicado a fans y completistas de la obra del artista taliano; un capricho primorosamente editado.
Por su lado, el DVD BLU sketch note-book es una recopilación de sus vídeos, pequeñas películas animadas y las grabaciones de su proceso de trabajo en la creación de murales y grafitis animados. La recopilación de materiales comprende los siguientes cuatro apartados: "wall-painted animations", "animations on paper or computer", "time-lapse videos" y "extras"; en esta última categoría encontramos las primeras pruebas de BLU con sus grafitis vivos, experimentos diversos de animación, e incluso algunos de sus primeros ejemplos de "dibujos animados" realizados con lápiz (Dialogo), tinta (China), rotuladores de colores (Limone) o medios digitales (OK NO).
Precisamente, una de las mayores sorpresas que encierra el DVD se encuentra en la estupenda colección de animaciones "convencionales" de BLU que se recogen en el mismo. Deslumbrados por su faceta de artista urbano, no nos habíamos parado a pensar en que el artista hubiera trabajado también sobre papel o con materiales reales (como la plastilina, en FFWD). Algunos de estos dibujos y trabajos de animación tradicional son tan sorprendentes como sus stop-motions sobre muros, y, como sucede con toda su producción, se reconoce inequivocamente en ellos el sello BLU: por su estilo, por su realización virtuosa y por el mensaje crítico que encierran.
Los temas de cada una de estas animaciones son variados, pero casi todas incluyen conceptos e ideas muy habituales en el universo del creador italiano, como la evolución y la lucha por la supervivencia (que vemos en Palla, FFWD), la mutación y la trasformación (FFWD, Child, Fino), la alienación de las sociedades de consumo (Child) o la muerte y la destrucción de toda forma de vida como elementos consustanciales de la naturaleza humana (Palla, Sulla differenza tra un sorriso e una risata).



Dos joyas, tanto el libro como el DVD, dos regalos como dos soles que satisfarán a cualquier fan de BLU y del buen arte en general.

lunes, mayo 27, 2013

Ciudades vacías y latidos de hombres abandonados.

Hace unos días asistimos a una charla sobre la situación del arte urbano contemporáneo. Se habló mucho de post-grafiti y de las nuevas instalaciones e intervenciones que están ocupando los espacios vacíos de nuestras ciudades, "esculpiendo" sus muros, señales y mensajes institucionales.
Se habló de stencils y serigrafías pegadas sobre paredes, de manipulaciones creativas del mobiliario urbano y del nuevo estadio del grafiti que, parece, va dejando atrás el simple ruido de la firma monocroma arrojada sobre el muro, para adentrarse en campos mucho más fructíferos y valiosos, artísticamente hablando. La pregunta es, después de trabajos como éstos, ¿tiene sentido perpetuarse en lo ya hecho una y mil veces? Cada vez hay más artistas urbanos que han aceptado el órdago y envidan por nuevas vías y soluciones imaginativas. Aquí ya hemos hablado de varios de ellos en más de una ocasión.
Volvemos con la cantinela con motivo de un artículo que acabamos de publicar en casa ajena. Una segunda casa, en realidad, porque también han sido varias las ocasiones en que nos hemos referido al colectivo artístico Latidos del Olvido. En su día nos acercamos a sus intervenciones en pueblos abandonados de la "estepa" castellana, a su peculiar y rabiosa visión de la mancha y la huella sobre el recuerdo. No obstante, nos parece que su trabajo reciente tiene mucha más densidad y peso que aquellas revisiones asperas y locales de cierto regusto povera. En realidad, se trata de una mudanza en toda regla: del campo a la ciudad. De la nada a la nada. De los pueblos abandonados a los infaustos PAUs (Programas de Actuación Urbanística), también desolados. Sí, es lo que están pensando, hablamos de los polígonos abandonados que se erigen en las afueras de nuestras ciudades como metáforas perversas y vergonzantes del pelotazo del ladrillo: esas ciudades ideales que se levantaron bajo la burbuja inmobiliaria y que sólo habitan fantasmas y sombras.
Los componentes de Latidos del olvido han decidido "intervenir" con su obra sobre esos cementerios de especuladores y compañías inmobiliarias: Paye Vargas a través de la palabra, con sus caligrafías y videoinscripciones que ponen voz a espacios en los  que nunca habló nadie; Diego Llorente Domínguez, fotografiando el vacío, el desierto habitacional; y el Sr. Arribas modelando los habitantes ficticios que habrán de poblar el huero espacio.
Las esculturas a tamaño real del Sr. Arribas no están hechas del barro primigenio, ni de la carne perecedera, sino de cemento; del mismo material del que estaban hechos los sueños en nuestro pobre país hace sólo un instante. Parece. Así, los titanes de piedra que Arribas abandona en los espacios de obra de las urbanizaciones (madrileñas y castellanas) se convierten en guardianes mudos de la desfachatez; en símbolo perfecto de aquellas presencias ideales e idealizadas que nunca llegaron a concretarse (de cuando concrete significa hormigón, ¡qué paradoja!). Son algo más que sombras, pero algo menos que personas. Pensadores, como los de Rodin, que indefectiblemente nos hacen pensar a nosotros en todo aquello que nuestras autoridades, las grandes fortunas, nuestros paisanos, nosotros mismos, pasamos por alto cuando realmente tocaba: pensar, decimos.
De ello hablamos en ese artículo que mencionábamos hace unas líneas: "La náusea y el hormigón". Empieza así:
La Náusea no me ha abandonado y no creo que
me abandone tan pronto; pero ya no la soporto,
ya no es una enfermedad ni un acceso pasajero:
soy yo.
Jean Paul Satre
Miles de quilómetros cuadrados totalmente huecos. Vacíos como enormes carcasas de hormigón y ladrillo. Casas, calles, esquinas, rotondas, todas muertas y yermas. La proyección desolada de la prosperidad. El final del banquete.
España asiste perpleja a un funeral, el suyo. No se lo esperaba, no nos lo esperábamos. Apenas había síntomas: sólo algún acceso febril después de los excesos, vagas recomendaciones de los facultativos extranjeros y los achaques propios de la corrupción, nada raro. Y resulta que nuestros órganos vitales llevaban ya años carcomidos por la metástasis, un tumor pegajoso y agresivo que atiende a mil nombres, que se llama codicia, irresponsabilidad, depravación, soborno… La náusea.
Los PAU (Programas de Actuación Urbanística) se propagaron en el país como un virus cuidadosamente administrado por unas autoridades que veían posibilidades económicas ingentes en la expansión descontrolada del ladrillo. Dinero fácil sin consecuencias, la ética mezclada con agua y grava dando vueltas en una hormigonera a un ritmo mantenido de veinticuatro mil euros por metro cuadrado. Hoy en día, esas colmenas deshabitadas (nunca habitadas) se erigen como islas en medio de páramos y descampados, testimonian el fracaso de un modelo y la corrupción infinita de los políticos, banqueros, constructores y tecnócratas neoliberales que las auspiciaron. Son la prueba muda del delito, el carcinoma testimonial que consume a nuestra sociedad y que los sorprendidos ciudadanos sólo hemos sabido detectar cuando el dolor era ya insoportable. No hay más ciego que el que sólo ve lo que quiere ver.

lunes, septiembre 17, 2012

New York, New York (y III). Grafitis y cómics.

Dice Enric González en Historias de Nueva York que NY se divide en tres zonas: Gothan, que es donde vive Batman cuando llueve; Metropolis, que es donde vive Superman cuando hace sol y Brooklyn, que es Brooklyn. Nuestro amigo Chose le corrige... y Brooklyn que es donde viven los que molan. Es cierto que en Brooklyn ha vivido mucha gente interesante, desde Melville a Capote, pasando por los Arthur Miller, Walt Whitman, Thomas Wolfe o, ya en presente, Paul Auster. Brooklyn es el Nueva York de los paseos fluviales de Woody Allen y el de las barriadas negras de Spike Lee. Y al norte de Brooklyn está Williamsburg, el barrio más marchoso y divertido del Nueva York actual; la calle Bedford es una fiesta y además tienen el buen gusto de servir algunas de las mejores cervezas del mundo (Old Rasputin, Dogfish 90...), como el que te está poniendo una Heineken moliente.
No todo es Manhattan, están Brooklyn, Staten Island, el Bronx (que no llegamos pisar)... y Queens. El otro día les hablábamos del PS1, esa modernidad expositora excindida del MoMA situada en el distrito, dentro del barrio de Long Island City. Justo al lado, encontramos algunos de los mejores ejemplos de grafitis neoyorquinos, en 5Pointz, uno de los centros legales de arte urbano más visitados de la ciudad. Algunas de las obras que cubren los muros del recinto (también llamado The Institute of Higher Burnin) valen la visita. No sabemos decir si fue por la acumulación cromática, pero fíjense que hasta creímos descubrir algunos lagartos del mismísimo Vaughn Bode entre tanta obra mural.
También descubrimos varios grafitis de interés paseando por el Meatpacking District. La zona se ha convertido en un lugar de moda no ya por su cercanía con otros barrios de postín, como Chelsea, Greenwich Village o el Soho, o por la acumulación de galerías de arte que presentan sus calles, que también, sino, sobre todo, por uno de esos proyectos urbanísticos con criterio e inteligencia que consiguen darle lustre a un barrio. Nos referimos a la reconversión de The High Line (una antigua línea férrea elevada) en un precioso jardín público. A lo largo de más de dos quilómetros, el viandante puede disfrutar de un paseo entre azoteas, esculturas, surrealistas miradores de cristal con vistas al tráfico y mucho verde. Viva el urbanismo sostenible. Además, la zona, como hemos señalado, rezuma arte contempráneo y grafitis (que a veces es lo mismo).
Paseando se disfruta de Nueva York como de pocas ciudades (cuando el clima le respeta a uno y la compañía es estupenda, como lo era la nuestra). Descubrimos bastantes tiendas de cómics entre tanta ida y venida. Ya les hablamos el otro día de la superfuerza del icono en esta ciudad. A nosotros uno de los locales que más nos gustó fue Jim Hanley's Universe Comic Books, que además de estar en la trasera del Empire State Building, que ya le da glamour al asunto de por sí, tiene centenares de títulos clásicos, alternativos, underground, europeos y fanzineros, más allá de la predominante avalancha superheroica que destacaba en la mayoría de tiendas de cómics que pudimos visitar aparte de ésta. Buena selección y mucha rareza; nos trajimos algunos cómics que pintan bien. Les daremos cuenta aquí de ellos en posts venideros. Visitamos el local varias veces, aunque una de ellas fue en balde por culpa de una desagradable sorpresa que mantuvo el área precintada durante varias horas.
Es una de las impresiones que le quedan a uno a la vuelta de Nueva York: si no fuera porque la gente que habita en sus calles es real y porque lo que en ellas sucede no siempre es agradable, a uno le parecería que en realidad pasear por la Gran Manzana es como hacerlo por los planos de una película o por las viñetas de un cómic. Que se lo pregunten a Batman y a Superman.
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New York, New York (II). De museos.

lunes, septiembre 10, 2012

New York, New York (II). De museos.

Uno de los grandes alicientes de Nueva York es su impresionante oferta museística. Vasta, variada, irresistible. Teníamos numerosas visitas en mente, nos acercamos a un buen puñado de museos y, aún con todo, se nos quedaron algunos de los esenciales, como el Metropolitan o el Guggenheim, en el tintero. Les contamos lo que nos dio de sí, dejándonos llevar, como siempre, por las connotaciones viñeteras del recorrido.
Empezamos con el American Museum of Natural History, situado en uno de los laterales de Central Park. Un museo que parece una curso intensivo de historia, ciencia, geografía, antropología, astrología y todas las "-ías" que quieran ustedes añadirle. El visitante recorre alelado las estancias y se queda literalmente pegado a las enormes vitrinas de los grandes mamíferos disecados, representando a los cinco continentes. La mayoría de las pieza expuestas provienen de donaciones. Independientemente del debate acerca de la justificación ética de la taxidermia o las exhibiciones zoológicas, lo cierto es que los ejemplares expuestos son impresionantes y lo es también la recreación (mediante una combinación de recreación escultórica de árboles y arbustos y fondos pictóricos) de los diferentes hábitats de cada especie. El resultado son verdaderas postales, "naturalezas muertas" tridimensionales, que parecen sacadas de una pantalla de cine digital, pero que resultan tan reales como la naturaleza misma. Gran parte del mérito recae en la figura de James Perry Wilson, un artista en plantilla del museo, que ideó el sistema de dioramas que consigue crear el mencionado efecto de realidad tridimensional. Completamos la lista de excelentes artistas que trabajaron en los fondos gracias a la página correspondiente del museo: Belmore Browne, Charles Shepherd Chapman, Joseph Guerry, Francis Lee Jaques, Carl Rungius, Fred Scherer...
Metidos ya en temas de paleta pictórica y cincel, sin duda el verdadero must de todo amante del arte contemporáneo es el MoMA. Desde ya, nuestra pinacoteca favorita junto a la Tate Modern londinense. No faltaba nada, absolutamente nada. Pero no sólo es que estuvieran todos los miembros de las Vanguardias y corrientes artísticas del último siglo largo, es que casi todos los artistas representados lo estaban con alguna de sus obras maestras. Impresionante la representación de los Impresionistas y las Vanguardias Clásicas en la quinta planta ("Pintura y escultura I. 1880-1840"), con sus Van Goghs, unos inigualables nenúfares de Monet de varios metros, muchos Legers y Picassos (incluida Las Señoritas de Avignon) o una colección de Brancusis sin igual. Entre tanto cuadro, nos fijamos en la conocida ilustración que hizo Richard Boix en 1921 para testimoniar aquella reunión dadaísta tan fiel al espíritu del movimiento: "La sicología del arte moderno y Archipenko". Interesantes también los ejemplos de Realismo Norteamericano (Hopper, Wyeth, etc.)
Las corrientes posteriores a 1945 ocupan la extensísima planta cuarta ("Pintura y escultura II. 1940-1980"), un sueño para los amantes del Informalismo europeo o el Expresionismo Abstracto norteamericano de los Pollock, Rothko, De kooning o Newman; pero también un espacio privilegiado del arte pop, minimalista, conceptual, neodadaísta o de las variantes performativas y chamanistas del gran Joseph Beuys (con una sala entera dedicada a él). En la cuarta nos encontramos con obras como Rebus (1955), de Jasper Jones, un collage tridimensional hecho con óleo, pastel, tizas y recortes de... cómic (ver detalle). Collagero y más que comiquero es también el Spiderman (1971-1974) de Sigmar Polke.
La sala 3 está dedicadas a exposiciones temporales, a la fotografía y a la arquitectura, y la 2 al arte contemporáneo hasta el presente, con buenas representaciones de obra audiovisual o del arte urbano de Colonia y NY en los 80. Hay también una sala dedicada a los nuevos autores del arte japonés que persiguen la estela triunfante y multidisciplinar (manga, pintura, maquetas, escultura industrial, etc.) de Takashi Murakami; no faltaban las ilustraciones de Yoshitomo Nara, las muñecas de Mariko Mori o los posters fantasmagóricos de Tadanori Yokoo, que tanto recuerdan al estilo visual de Maruo.
Después de la sobredosis de obras maestras del MoMA, cualquier pinacoteca parece menos. Sin embargo, sería ridículo hacer de menos a espacios tan bonitos como el New Museum (cargado de conceptual, algunas obras clásicas del Op-art y con una interesante exposición temporal sobre Arte Holográfico) o el Whitney Museum of American Art, con su interesante colección de Expresionismo Abstracto y arte contemporáneo. En el Whitney no vimos a Hopper (que está ahora en Madrid), pero sí la exposición temporal de Yakoi Kusama, que con sus series de lunares y esculturas polimórficas construidas en materiales sintéticos representa la versión japonesa del Pop y la Psicodelia y ha sido un referente iconográfico para buena parte del manga contemporáneo (incluidas aquellas espirales del señor Junji Ito). El sábado, nos acercamos a uno de los "saraos" que últimamente se montan en PS1, la sucursal que se ha montado el MoMA en Queens y que es sin duda el espacio de exposiciones más loco, experimental y moderno de todo Nueva York. Rodeado de grafitis, en el PS1 habita desde hace unos meses Wendy, la estrella azul que purifica el aire de la zona y alrededor de la cual se congrega todo el universo posh-indy-punk-mod neoyorkino a lucir palmito al ritmo de los Djs y rockeros que amenizan las sesiones vespertinas de los sábados. Por allí nos paseamos nosotros con mucho menos glamour del que demandaba el escenario.
El domingo terminamos nuestro recorrido museístico con una visita también cargada de música y espíritu soul. Nos acercamos a Harlem y, aunque no asistimos a la preceptiva misa gospel, sí que pasamos al lado de barrios, puertas (ese 108 de la W139, confluencia con Malcolm X Boulevard, donde vivió una jovencísima Billie Holiday antes de debutar en el Jungle) y fachadas míticas, como la del Teatro Apolo. Por cierto, muy cerquita de éste, se halla The Studio Museum in Harlem, un centro dedicado al arte caribeño, afroamericano y al criollismo decimonónico... Entre tanta obra negra, ¡sorpresón!, llegamos a una pieza de 1860 titulada Cimarrón luchando con perros cazadores, firmada por un tal Víctor Patricio Landaluze. Suena un click en nuestra cabeza y nos acordamos de un artículo fundamental de la investigación comicográfica reciente, el que escribió don Manuel Barrero para Mundaiz titulado "El bilbaíno Víctor Patricio de Landaluze, pionero del cómic español en Cuba".Y pensamos, el mundo del arte es un pañuelo.
La semana que viene regresamos a las calles neoyorquinas.
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New York, New York (I). Dibujos y rascacielos

martes, septiembre 04, 2012

New York, New York (I). Dibujos y rascacielos.

Recién llegaditos de la ciudad de los mil nombres, de la misma que nunca duerme... Vamos a dedicarle varias entradas a Nueva York y a algunas de las cosas que vimos por allí.
Intentar hablar de Nueva York y no contar algo mil veces dicho ya puede parecer hasta pretencioso. Resumir lo mucho que la Gran Manzana da de sí en unas cuantas líneas es, además, directamente imposible, así que vamos a hacer un zigzagueo rápido entre rascacielos, museos y paradas de metros, para enseñarles por la ventanilla del blog las viñetas, grafitis, cuadros y anécdotas que nos llamaron la atención, junto a algunas foticos que tomamos para testimoniarlo (como esa supervista desde el Empire de la izquierda).
Cuando les hablábamos de Tokyo hace unos años, les contábamos que el manga (junto al té verde) es más que un divertimento dentro de la cultura nipona, es una constante icónica de su paisaje, una variante artística con inmenso calado social. Lo de Estados Unidos y Nueva York (léase Gotham City) con los superhéroes tiene muchas semejanzas con aquello, eso sí, revestido de la pátina dorada que siempre añade el showbusiness. No hay plaza o Times Square en la que no le aborde a uno un Batman o un Spiderman entradito en quilos; ni palmo de mercadillo en el que, en vez de Monalisas o Últimas Cenas, no aparezca un collage o póster enmarcado del Universo Marvel. Zapatillas, pastelitos, complementos, todo está habitado por superhéroes. Descubrimos, por ejemplo, que Spiderman ha llegado, con la música puesta, incluso a Broadway, y con unas críticas aceptables, parece.
El superheroísmo es omnipresente, no sólo por el momento de auge que vive su iconografía gracias a la explotación hollywoodiense, sino porque su arraigo en la ciudad está ya de sobra consolidado en el imaginario colectivo gracias a tebeos, series y eventos fílmicos no tan recientes. Nos encantó, por ejemplo, asomarnos al hall del Daily News Building (que no es otro que el célebre Daily Planet de Superman), con su lustrosa bola del mundo que parece que anuncia que no hay fronteras ni límites para los superhombres. Justo al lado, levantábamos la vista hacia el pináculo del Edificio Chrisler y extrañaba no ver a Batman agazapado en alguna de las águilas de acero inoxidable que adornan sus alerones a muchos metros de altura. En la misma calle 42, algunas cuadras antes, se encuentra la Gran Estación Central, de nuevo protagonista y contexto de tantos y tantos planos cinematográficos y viñeteros. Y así, hasta el infinito y más allá...
Pero si las alturas y los rascacielos conforman el perfil más reconocible de la Gran Manzana, también es cierto que, en nuestra imaginación modelada por la ficción, es en sus subsuelos donde se traman algunos de los más macabros planes para acabar con la tranquilidad planetaria. En realidad, el metro de Nueva York es bastante menos truculento y sombrío de los que nos han contado (aunque complicado y enrevesado como pocos), sobre todo en las zonas más céntricas de Manhattan (a los barrios más turbios del Bronx, Brooklyn y Queens, preferimos no acercarnos para rebatir esta impronta inicial). Desde 1985, además, muchas de las principales estaciones del metro neoyorquino han visto remozadas sus fachadas y andenes gracias a las intervenciones de importantes artistas. Visitar las paradas más vistosas es otra forma de recorrer Nueva York: los preciosos mosaicos dorados, con aire art-decó, de Nancy Espero en la parada del Lincoln Centre; la colección de sombreros sin dueño de Keith Godard, de la 23rd Street; o la impresionante locomotora de teselas de Roy Lichtenstein, que ilumina la entrada a Times Square. Nuestros favoritos (no los vimos todos, evidentemente) fueron esos personajillos de bronce de Tom Otterness, mitad leprechaun, mitad personaje de Floyd Gottfredson, que se esparcen en la parada entre la 8th Avenue y la 14 street.
También nos gustaron mucho los mosaicos de Liliana Porter dedicados a Alicia en el País de las Maravillas en la 50th street. Será porque Nueva York tiene algo de Wonderland, pero hemos visto multitud de referencias al universo de Carroll en la gran ciudad: la más destacada, quizás, esa bonita y disneyana estatua de bronce de José de Creeft que se erige en medio de Central Park, con Sombrerero Loco incluido. Lo curioso es que, pese a tanto homenaje, la verdadera entrada a Wonderland no está en NY, sino en Boston (donde también visitamos por la noche el barrio de Beacon Hill y estuvimos a punto de ver a Peter Pan).
El próximo día nos ponemos pictóricos y pintureros y les contamos más del viaje.

lunes, junio 04, 2012

Latidos y Pejac, dándole vueltas a la intervención.

Retomamos el asunto del arte urbano y las intervenciones. Lo hacemos, además, con gusto, porque vamos a hablar de amigos de esta página.
Desde hace unos meses, un colectivo de artistas sorianos que responde al nombre de Latidos del olvido, se ha propuesto rescatar el recuerdo y restaurar las sombras que, junto al musgo y el escombro, se esconden entre los muros de los viejos pueblos castellanos abandonados o antiguas fábricas desmanteladas. El colectivo lo forman Javier Arribas, Paye Vargas, Enrique Rubio y Diego Llorente; cada uno de ellos maneja un lenguaje artístico, una mirada diferente a la hora de abordar lo que ellos denominan la “crea-ocupación" de dichos lugares abandonados. La profesora de historia Eva Lavilla nos deja adivinar la motivación que dirige los pasos de este proyecto colectivo, cuando señala que:
Habría que inventar un nuevo término para los lugares que ya no nos pertenecen, los que abandonamos o de los que hemos sido expulsados.
Marc Augé acuñó el de los no lugares para esos espacios de la postmodernidad en los que el ser queda en suspenso, donde la transitoriedad corroe la esencia del individuo (si es que tal cosa existe de forma objetiva). No nos gusta el concepto de arqueología industrial, demasiado emparentado con el espíritu romántico de la ruina porque sólo rescata aquello que es estéticamente bello e institucionalmente útil; las antiguas estaciones de ferrocarril y las fábricas de ladrillo con sus hermosas chimeneas son ahora centros cívicos de la democracia postindustrial. ¡Tan hermosas que han borrado definitivamente las huellas de la explotación y el hollín!
Sin embargo aquí hay una apuesta clara por el feísmo, que es una experiencia estética e intelectual tan fértil como la contemplación de la más bella de las arquitecturas. Lo que un día fue lugar de trabajo es hoy umbral hacia otra dimensión. Entramos a las tripas de la sociedad, accedemos al laberinto de puertas desvencijadas y mobiliario arrumbado. No sólo pasado y abandono pretérito. El ruido nos anuncia el encuentro con seres fagocitados por la voraz alimaña, hombres desdibujados que recorren nuestras ciudades como espectros en su búsqueda de un refugio. Tenemos miedo.
Uno de sus miembros fundadores, Javier Arribas, por ejemplo, llena las paredes y los muros abandonados de rabiosos trazos expresionistas, que recrean literalmente las sombras de personas que pudieron proyectarse sobre ese mismo espacio; su pintura es natural, orgánica, invade las paredes con agua y barro, o construye sus esculturas con materiales prestados de la naturaleza y amasados con espíritu póvera. No sorprende que sus intervenciones hayan ocupado, entre otros espacios, los muros de La Tabacalera, esa fábrica enorme que ha transformado el madrileño barrio de Embajadores en un nuevo Berlín vanguardista.
Son ya dos las revistas que el colectivo Latidos del olvido ha publicado recogiendo sus intervenciones artísticas, junto a un buen numero de textos críticos y literarios, que ayudan a conformar y confirmar su propia poética creativa. La última, "Carne: materia prima".


A nuestro segundo invitado ya lo conocen ustedes, porque hemos hablado de él aquí en numerosas ocasiones. Nos referimos al pintor-escultor, grafitero e ilustrador cántabro Pejac. Volvemos a traerle a colación porque su crecimiento artístico en los últimos tiempos no está pasando desapercibida entre la crítica y el público.
Después de su aparición en las páginas de Los nombres esenciales del arte urbano y del graffiti español, su actividad ha sido frenética y la calidad de su propuesta multidisplinar creciente. No ha abandonado la intervención urbana, es más, la ha extendido hasta las "costas" de París, los raíles de estaciones semi-abandonadas o su serie "Arte urbano desde casa". Pero es que, además, la línea más clásica de su producción (la de las ilustraciones sobre papel, las esculturas de pequeño tamaño y el collage) está viviendo un periodo brillante de inspiración y excelencia simbólica, gracias a series y motivos como el de las "medusas", que ha vertebrado su reciente exposición "La cara oculta" con la galería mallorquina Fran Reus, y que ha coleccionado críticas entusiastas.
Completa Pejac su actividad frenética con proyectos de ilustración llenos de sensibilidad y poesía, como la que encierra a un pájaro en la jaula de papel de libreta, para la agencia Mimuik, o la que libera a toda una bandada en la portada del último disco de la banda Haddoks Orphans. Talento desatado y creatividad sin bridas, los de Pejac.

Ya ven, imaginación y arte urbano para unos tiempos difíciles. La mirada crítica encauzada con barro y gesto airado o con ácida inteligencia simbólica. Afortunadamente, los caminos del arte son libres e inescrutables. Mientras haya gente capaz de ver más allá del muro blanco, de la pared que enclaustra y encierra, seguirá habiendo esperanza.

lunes, septiembre 26, 2011

La popaganda de Ron English (y alguna novedad editorial).

Surfeando por la red, que dicen los modernos, regresamos a la casa de un viejo conocido. Les referimos a Ron English con motivo de aquella gran cinta grafitera que es Exit Through the Gift Door, de un tal Banksy. Hacía mucho también que no retomábamos el tema del arte urbano y sus derivados.

En realidad, Ron English no merece presentaciones dentro del colectivo de artistas urbanos, dentro de ese grupo selecto de creadores al margen del sistema que tan bien (y poco disimuladamente) ha sabido asimilar ese mismo sistema. No es nuevo: si el producto es resultón, el mercado fagocita hasta a los virus que lo atacan. Decíamos, Ron English, como el propio (o los propios) Banksy, Mr. Brainwash, Shepherd Fairey, etc. son ya toda una élite del arte contemporáneo. El surrealismo-pop, el collage icónico y el apropiacionismo serial no tienen secretos para el nuevo arte urbano: la mezcla del objeto de consumo y la alta cultura (una puesta de largo del arte pop de toda la vida) es una constante en la obra de, por ejemplo, Ron English. Mucho icono comiquero de por medio.

Algunos de sus últimos trabajos tienen bastante gracia: su "Homohulk" nos ha hecho sonreír, no se lo negamos; el Mickey Mouse (vía Maus, que ya es icono de la casa, también resulta resultón y saleroso (con ese aire de pesadilla disneyana) tanto en su versión bidimensional como en sus apariciones. Divertida e inquietante es también su ingeniosa manipulación del smiley, con trasfondo calavérico (un nuevo motivo recurrente en la obra del artista); tanto en su versión Charlie Brown, como en las que sólo manejan la referencia del sonriente logo amarillo.

Otros trabajos nos parecen más banales y efectistas, como sus habituales patchworks a base de viñetas y recortes comiqueros con los que estampa a G. Washington o a un Ronald McDonald alopécico. Nos quieren recordar lejanamente a la obra de aquel verdadero agitador del arte que fue Basquiat (otro creador que encontró en el cómic una fuente habitual de inspiración), pero se quedan en un jugueteo de diseño manufacturado, nos parece a nosotros. Échenle un vistazo a su página Popaganda, una visita amena y chispeante.

Precisamente porque hacía mucho que no hablábamos de grafiteros y arte urbano en el blog, no queremos acabar esta entrada sin mencionar un libro recién publicado, que tiene un aire estupendo: Los nombres esenciales del arte urbano y del graffiti español, del crítico y periodista Mario Suarez. Un recorrido por la producción nacional reciente de artistas callejeros y pintadores de muros: mucha obra de arte digna de verse y recuperarse, cuya exposición fue en muchos casos, ya se encargaron de ello los ayuntamientos, más que efímera. Además, entre mucho nombre ilustre, sale nuestro amigo Pejac. Pinta muy bien.

lunes, febrero 28, 2011

Exit Through The Gift Shop, de Banksy. Bromas, documentales y tiendas de regalos.

Vamos a intentar reconducir nuestros dos posts anteriores en un tercero de síntesis: la tercera vía. Deséennos esta vez algo más de suerte que la que tuvieron otros.

En los últimos años no sólo los cómics se han puesto de moda entre las tribus fashionistas, también lo han hecho el aloe vera, la música indie, el sushi japonés, las rotondas y... los documentales.

De hecho, los documentales ya no son lo que eran. Queremos decir que ya no son sólo lo que solían ser, sino muchas otras cosas. Dice la RAE (que también está más limpia y esplendorosa que nunca), que un "documental" es:

1. adj. Que se funda en documentos, o se refiere a ellos.
2. adj. Dicho de una película cinematográfica o de un programa televisivo: Que representa, con carácter informativo o didáctico, hechos, escenas, experimentos, etc., tomados de la realidad. U. t. c. s. m.

La primera es una de esas definiciones feas y sosas que abundan en nuestra biblia de la palabra. La segunda se nos hace más propicia para nuestros fines posteadores del día. En wikipedia, que es la nueva RAE pangeática de los nuevos buenos tiempos, bajo la entrada "documental" se esconden tesoros de los Lumière, experimentos de Vertov y los esquimales de Flaherty.

Como decíamos, en estos días extraños de industrias en hundimiento y bancarrota de sectores culturales (que dicen por ahí), se pueden ver acontecimientos tan singulares como una cola de individuos esperando para pagar por ver un documental... en un cine. Es curioso: en la era de la divinización de la imagen trivial y de la falacia convertida en noticia, resulta que el ciudadano está ansioso por presenciar un poco de genuina realidad y espera hasta para pagar por ello. La sala de cine convertida en celda de aislamiento y tanque de oxígeno, así en una sola estancia.

El interés ante la película "fundada o referida en el documento" ha provocado, lógicamente, dos fenómenos paralelos: uno de proliferación y otro de búsqueda. El género documental se ha convertido en un territorio artístico per se; lleno de experimentación, posibilidades y ramificaciones.

Dejando a un lado la larga lista de subcategorías wikipédicas, tenemos que hablar, por ejemplo, del "falso documental": ese que se rueda desde las técnicas y recursos propios del documental, pero que no disimula su falta de verdad o que la cobija detrás de la ironía y la ruptura de la ilusión. Orson Welles y Woody Allen son pauta y referencia, con sus Fraude (1973) y Zelig (1983), más falsos los dos que un discurso de Franco (y mucho más lúcidos e inteligentes también). Más recientemente, también han aparecido buenos ejemplos de la falsedad, como esa película que debería ser de visionado obligatorio entre alumnos, profesores y padres de alumnos en nuestros institutos, Entre los muros (2008), de Laurent Cantet, sólo parcialmente falsa, pero muy verosímil; el falso biopic sobre Joaquin Phoenix que es I'm Still Here (2010), de Casey Affleck o las pelis de Borat (aunque no estamos seguros de si éstas son en realidad documentales o versiones fílmicas hipertrofiadas de la cámara indiscreta, al más puro estilo Summers).

En 2005, Werner Herzog rizó el rizo con su Grizzly Man y se sacó de la manga un documental verdadero que parece falso. Un nuevo género lleno de posibilidades, la vuelta de la tortilla con forma de oso gigante. Hablaban de ello hace tiempo en el Rockdelux, pero no fue en esta crítica, seguro.

Luego están los documentales que hablan de la realidad, pero lo hacen desde una intención narrativa. Aquellos que detrás del relato de acontecimientos, la aportación de datos o los testimonios de los protagonistas, encierran una intención estilística narrativo-simbólica; que se descubre, como siempre, en las eleciones autoriales: en el montaje, en la búsqueda de momentos climáticos, en las referencias cruzadas, etc. Hemos visto en las últimas décadas historias y cuentos preciosos con una apariencia documental: como la luminosa y casi mística El sol del membrillo (1992), de Erice; el ejemplo de dedicación y amor a la pedagogía que es Hoy empieza todo (1999), de Bertrand Tavernier; el grito agónico que se escucha a lo lejos en el El cielo gira (2005), de Mercedes Álvarez; o ese canto a la vida y a la utopía que es el Man on Wire (2008), de James Marsh. Y el Crumb de Zwigoff que les comentábamos el otro día, por supuesto.

Muy populares son también los llamados "documentales de denuncia", juguetes autopromocionales, en ocasiones, discursos cargados de demagógia, en otras, pero, casi siempre, bofetadas sonoras en toda la cara de ese capitalismo bienpensante neoliberal que nos ha conducido hacia un armagedón del que, ahora dicen, sólo nos pueden sacar ellos. Hablamos y pensamos en trabajos como Una verdad incómoda (2005), de Davis Guggenheim; Super Size Me (2004), de Morgan Spurlock o, desde luego, en Michael Moore y sus combativas Bowling for Columbine (2002) o Fahrenheit 9/11.

Algunas otras cintas golpean en la conciencia del espectador con menos ruido, pero haciendo mucha más sangre. Nos acordamos ahora de S-21: La máquina de matar, del camboyano Rithy Panh, o de cómo la memoria histórica y el perdón posterior no son incompatibles, pese a lo que muchos preconizan.

Pero aquí habíamos venido a hablar de arte y de grafitis, si recuerdan bien. Sucede que hace unos días hemos tenido la suerte de ver Exit Through The Gift Shop, el documental de Banksy, y que quieren ustedes que les digamos, no podemos dejar de darle vueltas. Lo comentaba el otro día un amigo de esta casa en los comentarios, es una de esas obras que "motiva largas conversaciones en la barra del bar". Por de pronto, porque resulta difícil discernir si lo que hemos visto es un falso documental, un documental verdadero que parece falso, un ejercicio de denuncia social o una incursión clandestina de algún comando revolucionario neomaoísta en el mundo del arte. Para todo eso da y para bastante más.

Como señala el propio Banksy al comienzo de la cinta, Exit Through the Gift Shop comienza con unas intenciones, pero evoluciona de manera muy diferente. Es un trabajo sobre el arte urbano, sí, pero también es una obra al servicio de un personaje único, Thierry Guetta, el francés emigrado a Los Ángeles que se dedicó durante años a grabar con una cámara portatil todo cuanto le rodeaba y que, por puro azar (el encuentro con un primo suyo, el grafitero francés Invader), terminó convertido en el cronista del arte urbano de las últimas décadas. El documental nos cuenta sus andanzas, cámara al hombro, al lado de gente como Monsieur André, Shepherd Fairey, Ron English, Zevs o el propio Banksy, hasta que, finalmente, termina convertido él mismo en artista superventas de la vanguardia neo-pop-urbana contemporánea, bajo el nombre de Mr. Brainwash. Como lo oyen. El cuento de hadas del arte contemporáneo pasado a fotogramas (o chips digitales, que lo mismo da).

El propio Guetta desmenuza su camino hacia el éxito de forma detallada y exhaustiva: su determinación propia de un iluminado que se siente destinado a cotas más altas, su relación ambigua y parasitaria con el mundo del grafiti y sus creadores, su tardía fe inquebrantable en el arte urbano, su apuesta definitiva por la gloria con la exitosa exposición "Life Is Beautiful"...

En el fondo, como sospechan, todo huele a gran broma, a artificio inteligente trufado de sospechas y muchas preguntas. No dudamos de la existencia de Thierry Guetta ni de la de sus miles y miles de horas grabadas con material intrascendente y ocasionales hallazgos documentales. Tampoco de que el resultado de su aparición en el documental pueda tener que ver con ciertas dosis de azar y algo de fe irracional en su propio talento, pero hasta ahí llegamos: sólo nos creemos la mitad de esta gran película. El brillante objeto artístico que es Exit Through the Gift Shop consigue esquivar con éxito los puntos más turbios del proceso de glorificación de Guetta (sus nunca claros tejemanejes financieros, su intempestiva intromisión dentro de la clandestinidad grafitera o, especialmente, la misteriosa aparición de su obra casi de la nada) y nos sumerge en un mar de suposiciones: ¿Es Banksy el autor último de las obras de Guetta o, lo que es lo mismo, es Guetta un sosías del propio Banksy? ¿Existe Banksy realmente o está su leyenda forjada a partir de un esfuerzo colectivo estudiado al milímetro? ¿Es Banksy (un tipo capaz de añadir a sus talentos el de la dirección de una gran película como ésta) el gran genio del arte contemporáneo o es simplemente un prestidigitador del icono y del golpe de efecto? ¿Son el arte postmoderno y sus ramificaciones urbanas un símbolo esteticista de la oquedad contemporánea y de la falta de contenidos de sus objetos artísticos?

Dudas razonables, todas ellas, que ya han hecho correr ríos de tinta. Vean ustedes la película y nos dicen que piensan. Y si lo de escribir en blogs ajenos no les motiva demasiado, se nos lanzan a la calle y lo plasman en un muro, que, ya lo saben, el éxito espera a la vuelta de la esquina.

lunes, febrero 21, 2011

Pejac y BLU, alumbrando la ciudad

Nos echamos a la calle. Hacía mucho, pero saben que nos encanta el street art y sus derivaciones grafiteras. Hoy les proponemos dos "visitas" urbanas especiales.
Nuestro amigo Pejac (¿se acuerdan de Vuelo rasante?) lleva unos días colgando en su blog una serie de intervenciones que últimamente está llevando a cabo en su ciudad. Son pequeñas y fugaces obras de arte, perecederas y sutiles. Intromisiones amables en el paisaje urbano que, no sólo no agreden al medio, sino que embellecen y dotan de significado simbólico a los escenarios muertos y muñones tumefactos que salpican nuestras urbes. Siguiendo el modelo de algún otro antiguo stencil suyo (como aquel picaporte que abría puertas invisibles), Pejac ha decidido abrir lienzos como ventanas en muros de ladrillo, convertir farolas en cuchillos y aceras en carne o dotar a tocones de una identidad dactilar, única e intransferible.

En realidad, no importa la herramienta o el vehículo artístico que emplee Pejac (grafiti, carboncillo, collage, óleo o viñetas), su técnica, su personalidad estilística, es fácilmente reconocible. La obra de este artista se mueve casi siempre en el campo de la metonimia y de la asociación simbólica inteligente; el trasvase entre el referente y la representación, planteado siempre desde una mirada crítica social. El mensaje de la forma, el símbolo que grita.
Nuestra segunda propuesta alude también a un viejo conocido de este portal. Un fenómeno del arte contemporáneo, del más contemporáneo de los artes, en realidad: hablamos de BLU. Tenemos devoción por el italiano invisible y por su trabajo. La suya es una obra que no deja de crecer en cantidad y, sobre todo, en creatividad.
Si en MUTO conseguía asociar las técnicas del grafiti y del stop-motion para crear un arte urbano orgánico, vírico y metamórfico (superando radicalmente la idea del wall-painting tradicional), en sus últimas "producciones" el salto tridimensional, que se anticipaba en algunas fases de sus trabajos anteriores, aparece ya plenamente consolidado. Se pierde en capacidad de sorpresa y en el impacto visual que ofrecían los muros en movimiento, pero BLU consolida la idea que sobrevuela toda su producción: la que preconiza una vitalidad subyacente en el objeto inanimado. Las ciudades de BLU son entes mutables y decididamemente orgánicos; organismos que evolucionan y crecen a un ritmo cronológico, el de las horas del día, como lo puedan hacer cada uno de sus habitantes.
Quizás por esa razón, en Big Bang Big Boom o en Combo (su colaboración con David Ellis), la pintura y los objetos se salen definitivamente de los muros (gusanos de embalaje, chorros de cableado, bolsas-medusa) para danzar en una coreografía enloquecida que sólo parece conducir en una dirección, la del caos: el mismo ritmo, en realidad, que gobierna (o desgobierna) el latido arrítmico de las grandes urbes contemporáneas. Detrás del simbolismo biológico, leemos una metáfora desesperanzada: todo organismo acaba por morir, invadido por un cancer polimórfico (el gran cangrejo omnipresente en Big Bang Big Boom), que se manifiesta en la contaminación, la proliferación industrial y la deshumanización de los espacios sociales. Esperemos que el final de nuestras metrópolis no esté reflejado en ese gran Big Bang que abre y cierra el vídeo de BLU.
Vida y muerte, intervención desafiante, animación del objeto... No estaría mal que el arte conviviera más frecuentemente con el peatón. Ojalá todas las intervenciones urbanas nos retaran desde la inteligencia y superáramos de una vez la era de las firmas mongoloides estampadas sobre el muro.